NovelToon NovelToon
JUEGO DE BRUJAS

JUEGO DE BRUJAS

Status: Terminada
Genre:Brujas / Magia / Mundo de fantasía / Fantasía épica / Completas
Popularitas:4.1k
Nilai: 5
nombre de autor: lili saon

Cathanna creció creyendo que su destino residía únicamente en convertirse en la esposa perfecta y una madre ejemplar para los hijos que tendría con aquel hombre dispuesto a pagar una gran fortuna de oro por ella. Y, sobre todo, jamás ser como las brujas: mujeres rebeldes, descaradas e indomables, que gozaban desatarse en la impudencia dentro de una sociedad atrancada en sus pensamientos machistas, cuya única ambición era poder controlarlas y, así evitar la imperfección entre su gente.
Pero todo eso cambió cuando esas mujeres marginadas por la sociedad aparecieron delante de ella: brujas que la reclamaron como una de las suyas. Porque Cathanna D'Allessandre no era solo la hija de un importante miembro del consejo del emperador de Valtheria, también era la clave para un retorno que el imperio siempre creyó una simple leyenda.

NovelToon tiene autorización de lili saon para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

CAPÍTULO VEINTE

060 del Mes de Maerythys, Diosa del Agua

Día del Viento Susurrante, Ciclo III

Año del Fénix Dorado 113 del Imperio de Valtheria

Corrió hasta la rotonda, con el cuerpo rogándole un descanso. Se metió en la ducha y tardó más de lo necesario, pues estaba tan agotada, que el agua fría por sus músculos sirvió de relajante. Después se vistió con un uniforme que, más que parecer uniforme, parecía ropa de descanso: un pantalón corto hasta los muslos, unas botas y una camisa del mismo color negro.

Al salir del baño, se ganó una mala mirada de sus compañeros, sobre todo, de uno en especial, que estaba junto a la puerta, y aunque se sintió incómoda, los ignoró a todos y se sentó en la cama, donde no duró mucho, ya que Shahina apareció y la tomó del brazo para arrastrarla fuera de la rotonda, hasta llegar al comedor al aire libre, ubicado detrás de las rotondas. Había varias mesas largas, y muchas personas ya comiendo lo que había encima.

Ellas se sentaron junto a Loraine, que llevaba ahí varios minutos, con un pesado libro entre las manos. Cathanna observó la comida y sintió el estómago revolverse. Tomó una manzana y le dio un mordisco con fuerza, tragando duro para pasarla.

—¿Solo comerás eso? —le preguntó Loraine—. Debes estar cansada. Comer te ayudará a tomar fuerzas, Cathanna.

—Estoy bien con esto —Movió la manzana en el aire, con una sonrisa que no llegaba a sus labios. Tenía hambre, ni como negarlo. Sin embargo, no quería comer nada de lo que estaba en la mesa. Se veía muy grasoso y asqueroso—. No tengo tanta hambre. Tal vez en la noche coma algo, antes de dormir.

—¿Segura? —intervino Shahina, comiendo como si su vida se fuera a acabar en pocos minutos—. Esto está muy delicioso, Cathanna —dijo, mostrando la presa de pollo llena de salsa—. Vamos, cómelo.

Cathanna negó con la cabeza.

—En serio, estoy bien. —Tensó los labios.

—No vas a engordar por comer esto —insistió Shahina, llevándole el pollo a la boca—. Aunque creo que… estás muy delgada.

—Ya te dije que no quiero —dijo Cathanna, apartando la mano de su rostro. Aquel comentario le molestó demasiado, pero se obligó a mantener la calma; no quería volver el momento incómodo—. Comételo tú, Shahina. Y no me estés forzando a nada, dioses.

—Tú te lo pierdes. —Shahina se encogió de hombros—. ¿Tú quieres de esto, Loraine?

—Lo siento. No ingiero animales —dijo Loraine—. Pero no tengo ningún problema con que lo hagas tú.

Cathanna desvió la mirada y se encontró con un grupo de chicos en una mesa apartada. Dos de ellos eran idénticos: poco cabello de tono cenizo y unos ojos rasgados que se cerraban cada vez que reían. A su lado, había uno más, un poco más serio, aunque también se reía. Y, por último, estaba otro chico, de apariencia inocente, con unos ojos ámbar que le resultaron hermosos, a pesar de ser tan comunes en el reino.

—Tierra llamando a Cathanna —canturreó Shahina, pasándole una mano por delante de los ojos.

—¿Qué sucede? —preguntó Cathanna, juntando las cejas.

—¿Los conoces? —curioseó Loraine.

—¿Conocer a quién?

—A ellos, Cathanna —dijo, señalando con disimulo hacia la mesa del grupo—. Te quedaste mirándolos.

—No, es solo que... —dijo, sintiendo cómo las mejillas le ardían—, nunca había visto gemelos.

Shahina arqueó una ceja

—Ajá... ¿Dices la verdad?

Cathanna le dio una mirada de advertencia, pero antes de que pudiera responder, una carcajada sonó desde la mesa de los chicos. Los gemelos, que hasta hacía un momento estaban sumergidos en su propia conversación, ahora miraban en su dirección. Uno de ellos levantó la mano en un saludo exagerado.

—Creo que te acaban de notar —murmuró Loraine, mordiéndose el labio para contener la risa—. Eso es bueno. Ya puedes acercarte a ellos y entablar una conversación.

—Cállate —bufó Cathanna, clavando la vista en la manzana—. No los conozco y tampoco quiero hacerlo.

—Aja —dijeron Loraine y Shahina al tiempo.

—Cathanna, hola —dijo Janessa, sentándose a su lado, con una sonrisa leve—. ¿Dónde habías estado metida estos días?

—En mi nueva y horrible cama. —Suspiró Cathanna, de manera dramática—. Ellas son mis compañeras de rotonda: Loraine y Shahina. —Golpeó la mesa con los dedos, sin seguir un ritmo fijo—. Y chicas, ella es Janessa. Nos conocimos en el tren.

—¿Eres un elfo? —preguntó Shahina, volviendo a llenar su boca de comida grasosa.

—Sí —respondió Janessa, sonriendo—. Soy un elfo, pero no tan mala como los otros. —Soltó una risa—. Soy una buena elfa.

—Estúpidos elfos —murmuró Cathanna, para sí misma, al recordar los elfos del bosque—. Me encontré con algunos en el bosque cuando realizaba el Finit. Fueron tan groseros conmigo.

—Suele suceder mucho —explicó Janessa, tomando un pedazo de pan caliente—. Y más cuando están cantando. Es un ritual muy poderoso para nosotros. Nos ayuda a conectarnos con la naturaleza y nuestros poderes. —Elevó el dedo, dejando ver el destello de magia azul que salía de la punta, envolviendo toda su mano—. Lo hacemos cada mes. No los interrumpiste, ¿verdad, Cathanna?

—Bueno… —Cathanna pasó la mano detrás de su cuello, nerviosa—. Puede que si los haya interrumpido. En mi defensa, no conozco la historia de los elfos, ni nada de sus rituales. Además, estaba en medio de un bosque soportando la prueba de ingreso. Los elfos y su canto eran lo de menos en ese bendito momento.

Janessa soltó una carcajada.

—Al menos ya sabes lo que no debes hacer la próxima vez que te encuentres con los elfos cantando. —Posicionó el brazo en la mesa, apoyando la cabeza en su mano, mirando a Cathanna con picardía—. Los chismes vuelan demasiado rápido en Rivernum; andan diciendo que el comandante Elector y tu están saliendo. ¿Es verdad?

—Para nada. —Rodó los ojos, tomando otra manzana—. Es un hombre que no sabe acomodar sus ideas. Y tiene un pensamiento muy despectivo, así que no es mi tipo ideal. Es más probable que caigan rocas de fuego y hielo del cielo a que a mí me guste el comandante.

—¿Qué tendría de malo ser su pareja? —preguntó Janessa, arqueando una ceja, donde tenía una pequeña herida enrojecida—. Digo, parece un hombre fuerte, capaz de proteger a cualquiera. Y proviene de una familia poderosa en Valtheria: los Elector’s llevan generaciones ocupando el mando de magistrados de guerra. Solo imagínate eso, Cathanna. —Le dio un pequeño golpe en el hombro, sonriendo leve—. El poder militar que tendrías para hacer y deshacer.

—No sabía que el comandante es parte de esa familia. —Alzó las cejas un instante, pero enseguida las dejó caer, ladeando la cabeza—. De hecho, no se nada de ese hombre y no me importa.

—¿Cómo no lo descubriste antes, Cathanna? —preguntó Shahina, con la boca llena de comida—. Literalmente, ese apellido es únicamente de esa familia. El comandante es el mayor de los hijos del magistrado, por lo que el poder pasará a él en unos años, cuando su padre se retire… si es que no muere antes. Lo cual sería terrible, ya que gracias a sus tácticas las fronteras con Alastoria están calmadas últimamente. No quiero imaginar lo que sucederá después.

Cathanna chasqueó la lengua, apoyando la cabeza en la mesa, con aburrimiento. No podía imaginarse a Zareth como un magistrado de guerra. Sí, reconocía que poseía un carácter fuerte, digno de un cargo tan imponente como ese, donde se requería gran poder, pero al mismo tiempo le parecía un hombre con la cabeza llena de aire.

—¿Y qué ha pasado con Alastoria? —inquirió Cathanna, frunciendo un poco el ceño, apaleando la mesa con los dedos—. No he escuchado nada sobre los ataques a la frontera desde hace semanas. Llegué a pensar que se desataría otra guerra entre Valtheria y Alastoria… pero supongo que es bueno que las aguas estén calmadas.

—Pero no será por mucho, Cathanna —dijo Loraine antes de darle un gran mordisco al pan de azúcar—. Alastoria es un reino demasiado táctico y estratega. Puede que ahora todo parezca tranquilo, pero más adelante seguramente vuelva a atacar con más fuerza a Nueva Sangre. De todas formas, Valtheria no puede bajar la guardia si no quiere terminar perdiendo la provincia de Valdera. Aún no entiendo por qué la capital está justo en la frontera con Alastoria… de verdad es una estupidez peligrosa.

—Valtheria tiene muchos errores con sus capitales y con la forma en que están ubicadas geográficamente —agregó Shahina, limpiándose las manos con una servilleta—. Antes no era un problema tan grande, porque apenas se estaba estableciendo en el continente, pero ahora… creo que sí será un desastre enorme, considerando que Alastoria ha crecido como reino. Lo único rescatable es que Aureum está en el centro del imperio, por lo que el ejército de Alastoria no podría llegar hasta aquí con facilidad. Pero con Valdera y Klinso… si Valtheria no sabe hacerse respetar, será un problema muy serio.

—Solo espero que no pase nada malo en un futuro cercano —intervino Janessa, torciendo los labios—. Valtheria se ha descuidado mucho con el paso de los años, por eso no estuvieron preparados para el ataque que Alastoria les lanzó hace semanas en la frontera.

—Porque se volvieron muy ilusos —respondió Loraine, volviendo la mirada al libro—. El problema más grande que tiene Valtheria es creer que su gloria pasada los va a salvar en el presente cuando no es así. Y la verdad, si siguen con esa actitud, terminaremos arrodillados, y no por falta de poder, sino por falta de visión.

Shahina asintió con fuerza, tragando otro pedazo de pan. Cathanna la miró con una ceja arqueada. Pensó que, al limpiarse las manos, pararía de comer, pero solo cambió el plato a degustar.

—Y mientras tanto… —dijo de nuevo Loraine, bajando un poco el libro—, nosotros estamos jugando a ser los intocables estudiantes de Rivernum, como si el mundo allí afuera no estuviera a punto de reventar como la última vez. Valtheria terminará reducida a nada.

—Valtheria no permitiría eso —añadió Cathanna—. No sin una guerra verdaderamente sangrienta. Para eso aún falta mucho tiempo; las guerras no se desatan de la noche a la mañana. Se necesita mucha planificación. Tal vez Alastoria se esté preparando, al igual que Valtheria. Eso no significa que debamos confiarnos. Valtheria puede ganar, como también puede perder. —Se encogió de hombros, tratando de restarle importancia al tema de la guerra, pues no le gustaba hablar de ello; la idea de muertes y destrucción le dejaban un sabor amargo en la boca—. Sería mejor establecer un vínculo con Alastoria. Tal vez intercambios para mantener la paz.

Shahina soltó una risa, incrédula.

—¿Intercambios? ¿Con Alastoria? —repitió, como si el simple hecho de imaginarse aquello fuera más que ridículo—. Por los dioses, Cathanna. Eres demasiado ingenua o demasiado tonta. O quizás ambas. Alastoria no es un reino que haga negociaciones con sus enemigos. Eso se explica en los libros de historia. Ellos toman lo que quieren y, si no lo pueden arrebatar, lo destruyen por completo.

—Aunque, pensándolo bien… no suena tan descabellado lo que dice Cathanna —dijo Janessa, riendo bajo—. Si Alastoria quisiera paz, podría aceptarla bajo un acuerdo fuerte plasmado en papel, pero el problema es que Valtheria nunca entrega nada, menos a sus enemigos. Y un vínculo sin concesiones reales no es un vínculo, es solo un disfraz que pronto terminará siendo polvo. Sería muy inútil.

—Me gusta la idea de Cathanna —señaló Loraine, mirando a Cathanna con ironía—. Suenas como esas idealistas que creen que todos podemos tomarnos de las manos y cantar felices alrededor de la fogata como si nada malo estuviera pasando. Sin embargo, la realidad es diferente. —Ladeó la cabeza, divertida—. Personas como Cathanna son las primeras en terminar enterradas bajo tierra, porque las someten rápido al tener una mente tan débil.

—No soy una imbécil como ustedes están creyendo ahora —se defendió Cathanna, enojada—. Puede que sea ingenua al pensar que todo se soluciona como yo lo pienso. Pero es mejor que permitir que las personas se mueran. Las guerras no traen nada bueno.

—Si no te gustan las guerras, Cathanna, ¿por qué estás en Rivernum? —preguntó Shahina, alzando una ceja—. De esta academia saldremos para ser cazadores. Vamos a atrapar criminales, y si se desata una guerra, también seremos enviados a ella. No tiene sentido que odies todo eso, pero estés aquí, queriendo ser cazadora.

Cathanna parpadeó varias veces, sin saber qué responder de inmediato. Bajó los brazos y sus dedos jugaron con el borde del brazalete, hasta que dejó escapar una risa corta.

—No todas estamos aquí por puro gusto, Shahina. —Infló las mejillas—. A veces el destino, o las personas decide por nosotras. Y créeme, si por mí fuera, estaría en cualquier otro lado menos en Rivernum. Tal vez horneando galletas en una cafetería. Pero tengo que mantenerme aquí porque quiero ser alguien en la vida.

Shahina ladeó la cabeza, observándola con interés, pero decidió no insistir. En cambio, Janessa soltó un pequeño bufido, inclinándose hacia Cathanna, mirándola con los ojos entrecerrados.

—Bueno, entonces no eres tan diferente al resto en este lugar. Casi todos llegaron aquí porque no tenían más opciones. No es algo malo; solo hay que reconocerlo desde el principio.

Cathanna la miró de reojo, aun jugando con el brazalete en su mano, sin saber si sentirse aliviada o incómoda por esas palabras. Por alguna razón, su mente percibía que sus compañeras la estaban juzgando sin descaro. Reconocía que la guerra sacaba la parte más blanda de ella, y no lo consideraba algo malo, ni de lo que avergonzarse. Al fin y al cabo, la humanidad siempre sería lo único que mantendría al mundo de pie. Y no era referido a la humanidad como especie, sino a esa forma de tratar a los demás, de pensar en el bienestar de todos y no solo de sí misma.

—Mmm —comenzó Cathanna, buscando las palabras correctas en su mente—. Si la guerra llega, encontraremos la bendita manera de sobrevivir. Por ahora, lo único que deberíamos tener en la cabeza son los entrenamientos sin terminar humillados.

Shahina soltó una carcajada fuerte con la boca llena, casi atragantándose con el pan. Se obligó a tragar rápido, sacudiendo sus manos lejos de la mesa, mirando a Cathanna con ternura.

—Eso si lo veo muchísimo más realista, mi querida Cathanna. —La rodeó por los hombros, con una sonrisa leve—. Porque si continúas con esa mentalidad de querer ser la mujer salvadora del mundo, tu nombre será el primero en terminar en la lista de los muertos. Si no eres dura como una roca, te aplastarán fácilmente. Y posiblemente, como somos compañeras, terminarás pegándonos tu terrible idea. No quiero eso para mi vida.

—Hablas como si no tuvieras confianza en tú, Shahina —agregó Loraine, relamiendo sus labios.

—¿Y tú si posees mucha?

—Obvio. Yo nací para brillar. —Le guiñó un ojo.

Cathanna bufó suavemente, apartando la mirada y jugueteando otra vez con el brazalete en su muñeca. Ya lo estaba tomando de hábito, como cuando vivía en el castillo familiar y jugaba con las joyas que le ponían en el cuerpo. Cada vez que estaba nerviosa, ansiosa o con miedo lo hacía; lograba calmarse rápido.

—Bueno, ya veremos quién de nosotras queda hecha polvo primero —dijo Cathanna curvando la ceja de manera inconsciente.

—Probablemente todas —dijo una voz detrás de ellas.

Las cuatro giraron al mismo tiempo, descubriendo a Xantheus recostado en la silla, con los pies encima de la mesa y una sonrisa burlona. Cathanna pegó una mano a la frente, cerrando los ojos y negando con la cabeza de forma lenta. No podía negar que el hombre le caía tan bien, pero a veces, creía que la cabeza le funcionaba al revés.

—¿Quién te invitó a la conversación, Xantheus? —escupió Shahina, cruzándose de brazos, mirándolo con desafío.

—Realmente nadie, señoritas —respondió él, encogiéndose de hombros con descaro. Se levantó de un salto y caminó a ellas—. Pero es que ustedes hablan tan fuerte que hasta los profesores al otro lado de la fortaleza ya deben saber que Cathanna odia las guerras y que van a intentar sobrevivir en el castillo comiendo pan de azúcar, ¿o me equivocó, Shahina? —Se sentó junto a ella—. Parece que amas el pan.

—Bueno, ¿y a ti qué te importa lo que cómo? —espetó Shahina—. No me gusta casi el pan. Este está delicioso. —Tomó otro pan y le dio un mordisco fuerte, sin quitarle la mirada a Xantheus.

Janessa soltó una carcajada tan fuerte que varias cabezas voltearon hacia ellas. Cathanna la observó de reojo, y rodó los ojos, soltando una pequeña risa, no por Shahina, sino por la risa contagiosa de Janessa, aunque la situación ni siquiera la parecía graciosa.

—Ah, entonces Cathanna si puede reír —expuso Xantheus, fingiendo una exagerada sorpresa, cubriéndose la boca con ambas manos—. Pensé que solo sabías inflar las mejillas, ya que fue lo único que hiciste cuando nos castigaron a todos por tu culpa esta mañana.

—¡Quise defenderme de ese imbécil comandante, ¿está bien?! —dijo Cathanna, inflando las mejillas, aunque enseguida soltó el aire en un bufido—. Y para que quede claro, casi nunca hago eso de inflar mis mejillas. Es una completa estupidez lo que dices.

—Si no inflas las mejillas, curvas las cejas o ruedas los ojos —intervino Loraine, dejando su libro de lado, quitándole el pan de la mano a Shahina—. Eres demasiado fácil de leer, Cathanna. Y tú deja de comer tanto —le dijo a Shahina, con un gesto serio.

—¡No es cierto nada de lo que dicen! —replicó Cathanna, curvando una ceja de manera inconsciente—. Jamás hago esas cosas.

Todas las miradas se clavaron en su ceja arqueada.

—Dioses, lo acabas de hacer —dijo Shahina, ahogando las ganas de estallar en una fuerte carcajada—. Eres un libro abierto.

—Dioses, lo acaba de hacer —dijo, golpeando la mesa con la mano mientras trataba de respirar—. Eres un libro abierto.

Cathanna rodó los ojos.

De repente, un bullicio intenso se adueñó de todo el comedor, y los estudiantes comenzaron a levantarse rápido de sus asientos. Cathanna frunció el ceño cuando sintió la fuerte mano de Shahina en su brazo, arrastrándola lejos del lugar, siguiendo a Loraine quien cuchicheaba con fundida con Janessa, al lado de Xantheus, quien pasaba una mano por su cabeza totalmente rapada. Todos los hombres fueron obligados a deshacerse de su cabello, así como las mujeres eran obligadas a mantenerlo siempre envuelto en un moño.

Cuando salieron de la fortaleza, siguiendo a los demás que caminaban apurados, llegaron al patio amplio y empedrado, con sillas metálicas esparcidas por todas partes, y en el centro, se encontraban cinco cazadores, apuntando sus fusiles a una cadete de rodilla ante ellos, con las manos levantadas y llorando asustada.

Cathanna abrió ligeramente la boca, asustada y asombrada por la escena que muchos de ahí observaban con morbo. Detrás de todos ellos, logró divisar a Zareth, con los brazos cruzados y la mirada fija en el suelo, quien se encontraba más que aburrido por estar en ese lugar, cuando tenía mucho trabajo por realizar. A su lado Edil, examinaba la situación con la mandíbula tensa, mientras compartía unas palabras en bajo tono con Odysseus, que solo asentía sin hablar.

—Afirman que Wyn es una bruja —dijo una mujer delante de Cathanna, logrando captar su atención. Hablaba en voz baja con su compañera—. La descubrieron manipulando las sombras, así que de inmediato dedujeron que se trataba de una bruja de las sombras. Aunque me resulta muy extraño; Wyn es una hechicera. No una bruja. O no sé. Puede que yo esté equivocada.

Loraine se estremeció, con una mueca de confusión, apretando las manos con fuerza. Cathanna la miró de reojo, conteniendo la respiración, pero como ella no le devolvió la mirada, se obligó a volver los ojos al frente, liberando todo el aire.

No percibía ningún aroma intenso por parte de esa mujer; era leve, como el que desprendían los demás estudiantes reunidos en ese momento, a diferencia de Loraine, cuyo olor era muchísimo más fuerte, porque ella sí era una bruja de verdad. Pero esa mujer que tenían humillada de rodillas, ni siquiera se acercaba a una. Podría manipular las sombras, quizás, pero eso no la convertía en una de ellas.

Cathanna sabía más que nadie que intervenir en su defensa solo la arrastraría a su maldita ruina, levantando sospechas, y aunque quisiera ayudarla, —pues la injusticia no era algo que disfrutara ver—, no podía darse el lujo de poner su vida en riesgo por alguien más.

Su cuerpo dio un brinco involuntario cuando, de golpe, la mujer cayó al suelo de lado. Cinco balas le habían atravesado el cráneo sin compasión, esparciendo todo lo de adentro. Cathanna se llevó las manos a la boca, ahogando un grito, que posiblemente hubiera llamado la atención de todos, mientras observaba como uno de los cazadores le lanzaba fuego encima, reduciendo a cenizas aquel cuerpo en cuestión de segundos. La sangre derramada había salido completamente roja. No negra, como la de una verdadera bruja. Sin embargo, ninguno de los presentes pareció notarlo… o tal vez, simplemente, no quisieron hacerlo.

—¡Dioses, pero ella no era una…! —comenzó Cathanna, con la voz quebrada, antes de que Loraine la tomara del brazo con fuerza.

—Cállate —le susurró al oído, apretándole aún más el brazo, trayéndola otra vez a la realidad—. Volvamos a la fortaleza.

Cathanna asintió lento, tragando con dificultad, mientras las náuseas amenazaban con humillarla frente a todos. Aún no podía creer lo que había visto. Shahina conversaba animadamente con Janessa y Loraine, pero ella no lograba integrarse por mucho que lo intentara; simplemente no podía. Le resultaba terrible ver como los demás se comportaban como si nada hubiera ocurrido hace pocos minutos con aquella mujer inocente.

Tristemente, la realidad era muy clara: a nadie le importaba lo que sucediera con las personas ahí dentro. Todos perseguían el mismo objetivo: convertirse en grandes cazadores. Y sabían que, para lograrlo, debían dejar atrás la moralidad humana y acoger la injusticia como parte de su vida. Cathanna, en cambio, no podía. Ni quería hacer algo tan horrible como eso. No cuando su corazón era blando.

—Ya quita esa cara de tragedia, Cathanna —le dijo Janessa, tomándola del brazo—. No es para tanto. Solo es una bruja más.

—Igual era una persona. —Se soltó del agarre—. Y se supone que la sangre de las brujas es oscura. Esa mujer tenía la sangre roja.

—No es para tanto —remató Loraine, olvidando el hecho de que ella también era una bruja. Que las dos lo eran—. Bórralo de tu mente. Terminarás con un mal sabor.

—Ustedes definitivamente son un caso perdido. —Cathanna rodó los ojos y se caminó más rápido, dejándolas atrás.

1
Rubí Jane
aqui hay amooie😫
Rubí Jane
vea a este animal 🦍
Rubí Jane
pero cathanna
Rubí Jane
no es tú culpa
Rubí Jane
perro desgraciado
Rubí Jane
no lo eres. nunca 😭
Rubí Jane
hijo de tú madre 😫
Rubí Jane
😫😫😫😫 te entiendo mana
Rubí Jane
las mujeres no nacimos para parir 😭
Rubí Jane
eso mami, calla a esas mujeres
Rubí Jane
anne cállate mil años
Rubí Jane
exactamente reina👏
Rubí Jane
me encantan las protagonistas altas 🤭
Rubí Jane
amooi
Rubí Jane
ojala te caiga fuego en la cabeza, desgraciada
Sandra Ocampo
quiero el final
Sandra Ocampo
q paso sé supone q está completa ,tan buena q está
Erika García
Es interesante /Proud/
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play