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Una chica hermosa, genial y talentosa llamada Kara Danvers trabajaba como agente doble, hasta que fue traicionada por su compañero… y murió.
Sin embargo, en lugar de ir al más allá, Kara transmigra al cuerpo de una niña adorable de 3 años, justo cuando la familia de la pequeña se encuentra al borde del colapso por culpa de una amante que llegó con su hija.
—¿Transmigré al cuerpo de una mocosa? —Kara Danvers no lo podía creer.
—¡Vaya, una rompehogares! Creo que merece una lección… —dijo Kara con una sonrisa maliciosa, desde el cuerpo de la niña.
¿Qué hará la agente doble dentro del cuerpo de esta pequeña tan tierna? ¡Vamos a descubrirlo!
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Capítulo 21
La puerta del coche se abrió. Vara fue ayudada a bajar por su madre, seguidos por el señor Anggara Prameswari y la señora Ambar Prameswari. Varios guardaespaldas estaban alineados ordenadamente. Inclinaron la cabeza respetuosamente al ver que su señor había regresado.
—¡Bienvenidas, señorita Selvira y joven señorita! —exclamaron los guardaespaldas.
Cuando la niña salió del coche, sus agudos ojos barrieron inmediatamente el área circundante.
Vara no solo vio la grandeza de la mansión o las personas que estaban a su alrededor, sino que también notó los pequeños detalles de un movimiento sutil detrás del gran árbol a la derecha, una sombra visible en el balcón del segundo piso y el sonido de pasos suaves, casi inaudibles, detrás de la valla. Se dio cuenta de todo esto en los primeros segundos.
*¡La casa de un mafioso realmente tiene una vibra diferente a una casa normal!*\, pensó Vara.
—Bienvenida a la residencia Prameswari, querida Vara —dijo el señor Anggara con firmeza pero con suavidad.
Vara asintió inocentemente. —La mansión del abuelito es muy grande —respondió Vara.
—¿Por qué papá tiene que recibirnos así? Esto es demasiado exagerado —replicó Selvira.
La señora Ambar sonrió. —No pasa nada, Vira, esto también es para Vara —respondió, luego miró a su nieta—. Vara, esta es tu casa ahora, no tengas miedo de los tíos que están aquí, ¿de acuerdo? —añadió.
Vara sonrió inocentemente. —¡Muchas gracias, abuelita! Pero Vara no tiene miedo —respondió Vara.
La respuesta de la niña sorprendió por un momento a la señora Ambar y al señor Anggara. Los niños de su edad suelen mostrar algo de nerviosismo o timidez ante los extraños, pero esta pequeña hablaba con una confianza inusual.
Sus ojos, aunque llenos de inocencia infantil, albergaban una calma y una cautela raramente vistas.
Cuando comenzaron a entrar, la niña se detuvo de repente, sus ojos fijos en la esquina superior de la puerta de entrada de la mansión. Sus abuelos observaron sus movimientos.
El señor Anggara, un poco sorprendido, preguntó con tono serio: —¿Qué pasa, cariño? ¿Algo te llamó la atención?
Vara señaló con calma hacia una sombra en la esquina de la puerta. —Hay alguien ahí. Se está escondiendo. No puedo ver su cara, pelo tiene un arma.
El señor Anggara se quedó en silencio, mirando fijamente en la dirección que señalaba su nieta. —¿Cómo lo sabes, Vara? —preguntó.
La niña se encogió de hombros, hablando en un tono relajado: —Sus movimientos apenas se verán, pero puedo seguirlo, abuelito. Ha estado ahí desde que bajé del coche.
El señor, la señora e incluso su madre, Selvira, se sorprendieron al escuchar las palabras de la pequeña. De hecho, Selvira no lo sabía.
El señor Anggara inmediatamente hizo un gesto con la mano, indicando a uno de los guardaespaldas que estaba cerca.
Rápidamente, el hombre se movió hacia el área señalada por la niña. Poco después, regresaron con un hombre que intentaba ocultar un arma debajo de su chaqueta.
Ese hombre era uno de los guardaespaldas encubiertos asignados a vigilar alrededor de la mansión, pero nadie se había percatado de él antes.
Incluso los invitados que venían a la mansión normalmente no se daban cuenta de la existencia de tales guardaespaldas.
El señor Anggara, con voz profunda, miró a su nieta con asombro. —¿De verdad lo viste? Es uno de los mejores guardaespaldas del abuelo. No mucha gente puede notar su presencia.
Vara sonrió levemente, mirando a su abuelo con calma. —No fue lo suficientemente cuidaoso, abuelito. Sus movimientos fueron muy rígidos al cambiar de posición.
*¡Vaya! ¡«Posición» y todo!\, pensó Vara\, riendo por lo bajo.*
Los ojos de la señora Ambar se abrieron de par en par, miró a su esposo, quien también la miraba. Parecía que pensaban lo mismo, estaban verdaderamente asombrados con su nieta.
—Vamos, cariño. Entremos —la invitó la señora Ambar, sonriendo suavemente.
Continuaron su camino hacia el interior de la mansión. A lo largo del pasillo, la niña volvió a demostrar su aguda observación.
Vara señaló la ubicación de otros dos guardaespaldas encubiertos escondidos detrás de paredes decorativas, así como uno que se escondía en el alto techo del salón principal.
Cada observación que Vara hizo resultó ser correcta. Incluso esos guardaespaldas encubiertos, conocidos por su extraordinaria habilidad para esconderse, parecieron sorprendidos cuando una pequeña pudo encontrarlos con facilidad.
En el salón principal de la mansión, la familia se sentó en la espaciosa sala de estar. El señor y la señora Prameswari se miraron, todavía tratando de comprender la extraordinaria habilidad de su nieta.
El señor Anggara miró seriamente a su nieta. —Querida Vara, ¿cómo puedes saber todo eso? ¡Es imposible que una niña de tu edad pueda tan observadora! —preguntó.
Vara sonrió levemente, mirando a su abuelo con calma. —Vara solo lo sabe, abuelito. Vara puede seguirlos. No deberían estar tan cerca de nosotros, ¿verdad?
La pequeña miró inocentemente a su abuelo, mientras la señora Ambar sostenía la mano de su única nieta.
—¡Querida Vara! Eres demasiado especial. ¿Hay algo más que puedas contarnos, Vara? —preguntó la señora Ambar, poniéndola a prueba.
Selvira miró a su hija con una expresión compleja. No esperaba que la sangre de su padre realmente hubiera pasado a su hija.
—Este lugar es seguro, abuelita. Pero los guardaespaldas tienen que ser más cuidadosos. Se mueven demasiado, por eso son fáciles de encontrar.
*¡Subestiman mis habilidades de agente!\, pensó Vara con una sonrisa de suficiencia.*
La respuesta de Vara dejó en shock a los guardaespaldas escondidos. Si pudieran, incluso escupirían una bocanada de sangre.
Eran hombres entrenados, y ahora una niña decía que se movían demasiado, ¡haciéndolos fáciles de detectar! Algo verdaderamente increíble.
El señor y la señora Prameswari estaban cada vez más asombrados por la habilidad de su nieta. Mientras tanto, Selvira se sentía preocupada, no quería que su hija se viera envuelta en el peligroso mundo de su padre.
Selvira sabía que su padre era un gran mafioso, acostumbrado a un mundo lleno de engaños y peligros.
El señor Anggara sintió que su nieta era una gran fuerza que lo cambiaría todo.
—Querida Vara, eres verdaderamente una bendición para esta familia. El abuelo nunca imaginó que mi nieta tendría tales habilidades —dijo el señor Anggara, sintiéndose orgulloso.
Vara dijo con voz suave, pero llena de convicción: —Vara solo quiere proteger a nuestra familia, abuelito. Tenemos que estar siempre alertas.
—Papá está realmente orgulloso, Vira. Diste a luz a una niña genio, hija —El señor Anggara miró a su hija con afecto.
Esa noche, después de cenar juntos, la familia pasó tiempo junta en la sala de estar de la mansión, hablando de muchas cosas.
Sin embargo, en los corazones del abuelo y la abuela de Vara, sentían que esta niña era el futuro de su familia.
Con su extraordinaria inteligencia y su capacidad para ver lo que estaba oculto, era una fuerza que no podía ser subestimada.
Vara sabía que su vida en esta mansión estaría llena de desafíos, pero estaba lista para enfrentarlos.
El alma de una agente doble entrenada la había traído aquí, y sabía que esto era el comienzo de algo grande.
