La historia de una mujer que amó hasta el último día de su vida. Ella se quedó esperando a un amor que le juró que volvería, pero solo Dios sabe si cumpliría su promesa.
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Embarazada
En cuanto Héctor se fue... ¿Quieres tomar algo?
No, gracias.
Relájate, estás muy tenso. Ella se acercó mucho a él. Marcelo aspiró su perfume, era muy suave y olía mug bien.
Entonces, ¿qué?, ¿vas a terminar con Jimena?
No. Yo la amo, dijo Marcelo.
Y, ¿qué quieres de mí?, ¿no me consideras lo suficiente mujer para ti?
Eres muy bella, pero no eres Jimena, lo siento.
Entonces, vete, no voy a aceptar las sobras. Lo quiero todo o nada.
¿Por qué juegas conmigo?, primero me dices que venga y luego no me quieres complacer.
Ya te dije, o la dejas o no habrá nada entre nosotros.
Y para refutar lo que había dicho, ella le dio un beso en la boca que él aceptó de buena manera. El beso fue intenso. Ella se separó suavemente, se quitó el top, mostrando unos senos firmes y grandes. Se acercó a él dejando que él disfrutara de ellos.
Marcelo los tocó, los besó, les pasó la lengua. Luego, siguió besando a Linda.
Acariciaba y besaba. Por un rato ella se dejó acariciar. Marcelo metió la mano bajo la falda de ella, hizo la tanga a un lado y acarició lleno de deseo.
Apenas se iba a quitar el pantalón, pero ella lo detuvo en seco.
Es todo por hoy, en cuanto termines con Jimena yo te voy a estar esperando.
Ya sabes todo lo que puedes tener conmigo.
Por favor, Linda, no me dejes así.
Lo siento, yo quiero todo o nada. Y ahora, vete, no tarda en llegar mi hermano.
Ella ya se había cubierto con la bata.
Marcelo se fue, se sintió frustrado. Le dolía su intimidad.
Tenía que desahogarse o de lo contrario no podría estar en paz.
Llamó a Jimena. Amor, ¿podemos vernos hoy mismo?
¿Qué te pasa, amor?, ya son las 8.
Por favor, ya no aguanto más.
Está bien, mándame tu ubicación, enseguida voy para allá.
Aquí estoy, a la vuelta de tu casa.
Jimena salió sin hacer el menor ruido, no quería despertar a sus padres y que empezaran con su cantaleta.
Marcelo la vio llegar, le abrió la puerta del coche.
En cuanto subió la empezó a besar desesperadamente. Se separó y le dijo: vamos a un hotel.
Está bien, vamos.
Rato después, en la soledad de ese cuarto Marcelo se desahogaba, llenando a Jimena de todo su líquido blanquecino.
Ella también llegó al clímax casi al mismo tiempo.
Disfrutaba mucho en los brazos de su amado. Al poco rato ambos se quedaron dormidos.
No había poder humano que los despertara. Al parecer, estaban muy cómodos.
Dos horas después, la encargada del hotel llamó a la puerta, ya se les acabó el tiempo favor de desalojar el cuarto.
Como si hubieran sido impulsados por un resorte, ambos salieron rápidamente.
Disculpe, señorita, gracias..
Marcelo la fue a dejar a su casa.
Afortunadamente, todos estaban dormidos. Nadie se dio cuenta de su ausencia.
Mientras que Linda le daba vuelo a la hilacha con Héctor.
Ese hombre te dejó a punto. ¿Cómo pudiste aguantarte?
Si quiero que ese idiota haga mi voluntad, tengo que aguantarme, no me queda de otra. Ya verás que en menos de lo que canta un gallo él estará rogándome que le haga el amor.
¿Tan segura así estás?
Como que me llamo Linda.
Y, ¿por qué quieres que te ruegue?, no lo amas, ¿o sí?
No, solo quiero vengarme por sus desaires y por lo mal que me trata Jimena, quiero que llore lágrimas de sangre.
Pobre muchacha, ¿qué te hace?
Nada de pobre, ella se lo buscó, nadie me trata mal y vive para contarlo. Ya bastante tuve con aguantarla mucho tiempo en el trabajo.
¿Cómo es ella?, ¿es bonita?
Mucho, por eso Marcelo está idiotizado con ella, pero te aseguro que pronto se le quitará ese gran amor.
Cuando se ama de verdad no hay poder humano que separe a ese gran amor.
Oye, ¿de qué lado estás?, ¿todavía no conoces a Jimena y ya estás de su lado?
Perdón, pero sigamos con lo nuestro.
.
.
Al día siguiente, Jimena se levantó corriendo al baño, tenía el estómago completamente revuelto.
Carolina ya estaba despierta preparando el desayuno, oyó cuando Jimena estaba vomitando en el baño.
¿Estás enferma, mi amor?, preguntó su madre.
Jimena salió secándose las manos y la cara con una toalla.
No, mamá, estoy bien.
¿Bien?, ¿vomitas porque estás bien?
Solo fue algo que comí.
¿Piensas que soy idiota o qué?, tú estás embarazada.
Jimena no supo qué decir, ella también sospechaba eso, pero no había ido con el ginecólogo.
Mamá... yo...
¿Cómo es posible que tú, una mujer preparada, con educación, hayas salido embarazada? Con tantas cosas que hay para cuidarse.
Mamá, lo siento.
Supongo que Marcelo es el padre, ¿verdad?
Sí.
¿Se van a casar?
No hemos hablado de eso, madre.
Pues más te vale que te cases.
Por Dios, madre, estamos en el siglo XXI. No necesariamente tengo que casarme.
Hoy en día los jóvenes ya no se casan. Pero tú ya tienes 25, casi 26, ya no eres una niña.
No me siento bien. Iré a mi cuarto.
Como quieras.
El resto de la familia ya estaban en el comedor.
Y, Jimena, ¿no va a desayunar?, preguntó Alex.
No se siente bien, respondió Carolina.
¿Pues qué tiene?
No lo sé, la llevaré con el doctor.
Está enamorada, dijo Joseph.
Darío también dijo: si eso es estar enamorado yo no me quiero enamorar, moriría de hambre.
Jajajajaja... todos rieron, menos Alex.
¡Basta!, a comer en silencio. Todos callaron al instante.
Más tarde, cuando quedó la casa sola, Carolina acompañó a Jimena con el ginecólogo.
Rato después...
En efecto, estás embarazada, dijo el ginecólogo viendo a Jimena.
Ella dio un gran suspiro. ¿Cuánto tengo de embarazada, doctor?
Alrededor de cinco semanas, dijo él.
Jimena y su madre intercambiaron miradas.
Gracias, doctor, ¿está todo bien?, preguntó Jimena.
Sí, el bebé está muy bien, solo cuídese, proteja a su hijo y coma sanamente. Saque la cita para un mes, por favor.
Sí, doctor, gracias.
Madre e hija salieron del consultorio. Bueno, hija, ahora tendrás que trabajar más para poder sacar a tu hijo adelante, no te voy a correr, pero tampoco aplaudo lo que hiciste. En fin, a ver cómo te las arreglas tú sola.
Se supone que eres mi madre, no mi verdugo. ¿Por qué me hablas así?
No esperes que yo te apoye en eso.
"Eso" como le llamas, es tu nieto, madre.
Un nieto concebido fuera de matrimonio.
¿Acaso no somos una familia muy unida?, o al menos eso creía yo, madre.
Ya, no seas dramática.
Así son las cosas, ahora te aguantas.
"Gracias, madre", dijo Jimena con ironía.
"De nada, hija", le contestó ella de igual forma.