Michelle se encuentra atrapada en un pésimo matrimonio. Hasta que un día acepta una salida con su mejor amiga, allí conoce un atractivo hombre con un antifaz de cuervo, la joven mujer accede a tener un encuentro de una noche.
Ella está segura que después de todo lo ocurrido, su vida seguirá de forma cotidiana.
Lo que nunca imaginó es que ese encuentro de una noche dará un giro de ciento ochenta grados a su vida.
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Capítulo 21
—Si usted supiera lo que ese par de ojos marrones me provocan, se escandalizaría —Elián tragó saliva con pesadez.
—¿A cuántas mujeres le ha dicho eso en el pasado? —cuestionó Michelle elevando una ceja. Aunque el mundo entero la tachara de tonta, ella no lo era.
—El número es reducido, ¿pero venimos hablar de mujeres de mi pasado o a concentrarnos en el presente? —Elián miró a Michelle de pies a cabeza. Su corazón se aceleró, pues todo eso le recordó al día que la vio en el club swinger, libido.
—Lo segundo es más interesante para mí —dijo ella con una sonrisa.
Entonces, Elián se cercó a ella para besarla, como si todo ese tiempo hubiera estado conteniendo la pasión que esa mujer le provocaba.
Michelle sabía que ese juego lo debía detener ya, porque si seguía, las cosas iban a terminar muy mal.
—Señora Lacari, este es el momento de echarse para atrás y pensar en su matrimonio. —Elián carraspeó arrepentido de sus palabras, él no quería que ella pensará en Ramsés y mucho menos en su matrimonio de mierda. La quería para él, al menos un último par de horas.
Michelle miró a Elián, y una voz en su cabeza le gritó que su vida conyugal ya no podía fracturarse más.
—Señor Baillerés, en estos momentos en lo que menos quiero pensar es en mi marido. —La joven mujer acortó la distancia y le plantó un beso al jefe de su esposo. Mandó a la mierda toda inquietud por el futuro.
Elián se separó de ella de golpe, fue hasta la puerta y le puso seguro, se acercó nuevamente a ella y comenzó a quitar todo lo que había en su escritorio. Michelle se ruborizó al imaginar lo que iba a ocurrir a continuación, pero cuando Elián volvió a besarla, todo se nubló. Era como si todo a su alrededor hubiera desaparecido.
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Michelle salió de la empresa Baillerés sintiéndose cómo una mujerzuela, pues ahora no solo se había metido con el jefe de su marido, sino que lo había hecho en la oficina, sin importarle que Ramsés estuviera por ahí trabajando en el mismo edificio.
«Si que eres cínica» pensó la mujer.
En cuanto llegó a su casa se metió a la ducha, no podía negar que se la había pasado muy bien, pero eso no quitaba lo mal que estaba todo el asunto. Los pensamientos de culpa la invasión un poco. ¿Qué tal si alguien se hubiera dado cuenta?
Lo que restaba de la tarde se la pasó imaginando los peores escenarios en dónde su infidelidad era descubierta.
Cuando Ramsés llegó a su casa, Michelle ni siquiera lo notó de lo cansada que estaba su mente.
—¿Estás bien? —cuestionó el hombre. Miró como su esposa, estaba sentada en el sofá de la sala con la mirada perdida.
Michelle saltó del susto, y llevó ambas manos a su pecho.
—Sí, ¿qué hora es? —dijo exaltada.
—Ocho con veinte, ¿qué te pasa? —Él la miró de arriba abajo, pues su esposa parecía más distraída de lo normal.
—Nada, no me pasa nada.
—¿Segura? Te veo algo rara…
—Solo son mis crisis, ya sabes cómo me pongo. —Michelle se levantó del sofá para darle de cenar a su esposo.
Para disminuir su culpa le había preparado su comida favorita.
Cuando Ramsés termino sus alimentos, Michelle se apuró para volver a dejar impecable la cocina. En cuanto terminó, fue hasta su habitación y encontró que Ramsés aún no se había dormido.
—Te estoy esperando para quitarte un poco el estrés —dijo él bostezando. Llevaba puesto solo su rompa interior.
—No, no, no estoy de humor para eso, me duele la cabeza. —Michelle puso su mano derecha sobre su frente. Imaginando lo zorra que sería si se metía con su marido, horas después de haber estado con su amante.
—Ok… —fue la única respuesta de Ramsés. Se acostó mirando a la pared y en poco tiempo se quedó dormido.
Michelle revisó su celular, y se dio cuenta de que tenía varios mensajes del señor Baillerés. Dónde le preguntaba si estaba bien y si podían repetir "checar" más asuntos sobre el proyecto de caridad.
La joven accedió a verse con él, al día siguiente.
Hizo sus ejercicios de relajación y trato de poner su mente en paz. Era verdad que le estaba faltando al respeto a Ramsés, pero no era como si él, le diera su lugar.
Es decir, él se la pasaba criticando hasta lo más mínimo que ella hacía, y menospreciando lo que para ella eran sus más grandes logros y sobre todo siendo infiel.
—Solo es una cucharada de su propio chocolate —susurró ella, para sentirse mejor y se lo repitió un par de veces más, para terminar de convencerse.
Se recostó en su lado de la cama, tomó su celular y le mandó un mensaje a su psicóloga, necesitaba verla lo antes posible, pues ese sube y baja de emociones la tenían muy intranquila.
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Al día siguiente, Michelle se levantó a preparar el desayuno.
—En una semana llega mi mamá. —Ramsés le recordó a su esposa.
—Bien —respondió ella sin mucho ánimo, perdida en sus propios pensamientos—. Iré con la doctora Helen.
—¿Tan temprano? —Ramsés revisó su celular— Creí que tus sesiones eran en fin de semana.
—No, las cambié.
—Bien —dijo él, sin mucho interés.
Ramsés preparó sus cosas para el trabajo y se fue de prisa.
Michelle se hizo una cola de cabello y se encaminó a la cita que tenía con su psicóloga. En el camino sintió que todos a su alredor la observaban, como si por alguna razón la gente a su alredor supiera su sucio secreto.
Al llegar, se tranquilizó un poco y más porque la alegre secretaria le dio la bienvenida.
—Luces hermosas, Michelle —dijo la mujer como cumplida.
—Gracias, usted también se ve muy bien —respondió la joven. Para luego entrar al consultoría de su psicóloga.
La señora Helen la estaba esperando sentada, y con una pequeña taza de té ya lista para ser bebida.
—Buen día, Michelle —saludó la mujer con una gran sonrisa.
—Hola, buenos días —respondió la joven.
—Dime, ¿qué deseas contarme?
Michelle tomó aire.
—Yo me volví a acostar con el jefe de mi esposa —soltó ella en forma cruda.
La psicóloga no se escandalizó; más bien, era algo que ya veía venir.
—Quieres contarme más detalles sobre eso.
—Bueno, seguimos hablando del proyecto de caridad y llegó un punto que no paramos de coquetear. Yo pensé en lo horrible de mi matrimonio y siendo sincera qué más da que tenga un amante —dijo la joven mujer con sinceridad.
—Es verdad…
—Además, Ramsés me ha sido infiel muchas veces. —Michelle interrumpió a la psicóloga, pues algo dentro de ella trataba de justificar el hecho de que se había metido con Elián Baillerés.
—Esto no se trata de Ramsés, ni de su jefe, esto se trata de ti. Te diré algo no como psicóloga, sino como mujer. ¿Qué te ata a tu marido? —La señora Helen dejó su pequeña libreta en la mesita que tenía a su lado.
—Yo…
—Michelle tienes veinticuatro años, eres una excelente mujer, tienes una vida por delante.
—Mi madre no…
—¡Tu madre, nada! Ella hizo su vida, tú tienes que hacer la tuya ¿Qué va a pasar si Ramsés se entera de tu aventura?, te recuerdo que es un narcisista de primera. —La psicóloga acomodó sus anteojos.
Michelle volvió a sentir retortijones en su estómago.