Dos hermanos contra lo que acecha a su familia. Annabeth y Joseph descubren que su familia tiene una relación con un ser que había vivido décadas atrás. Todo comienza a despertar en un pequeño pueblo donde los hermanos llegan, lo que parecía ser una semana de vacaciones con la familia se convierte en una búsqueda del más allá.
¿Maldición o bendición? ¿Premio o castigo?
¿Qué es lo hay detrás de todo?, ¿Vida o muerte?
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Capítulo 3: Una larga historia comienza...
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...—. ¿Un demonio?...
...—. Algo así, querida....
...—. ¿Qué es lo que quieres?...
...—. Vine por tí, preciosa....
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— Madre, por favor regresaremos antes del anochecer. —
— Está bien, vuelvan antes de la cena. —
Annabeth y Joseph asintieron con una pequeña sonrisa adornando sus rostros, luego salieron de la mansión Slander dirigiendose al pueblo.
— ¿Encontraremos alguna historia de terror? —
Preguntó el menor caminando al lado de su hermana mayor, Annabeth sonrió y asintió.
— Este pueblo está lleno de historias, claro que encontraremos algo. —
— ¡Joseph! —
Una chica de cabello castaño y ojos marrones se acerca a los dos hermanos, empujando a la mayor aún lado para después abrazarse del brazo del menor.
— Pensé que ya no los vería por aquí, ¿Por qué ya no viniste a visitarme? —
Annabeth hizo un gesto de desagrado ante aquella presencia, no es que no le agradara simplemente esa chica era demasiado empalagosa con su hermano.
— Suéltame, además ¿Por qué debería visitarte? —
Unos ojos llenos de frialdad se posaron en la castaña haciendo que un escalofrío recorriera su cuerpo, se volvió a la mayor para llamar su atención e intentar que él no la alejara, pero lo único que encontró fue otro par de ojos que la miraban con desaprobación; con lentitud y algo de vergüenza se apartó de él, aquellos dos hermanos eran tal para cual, la misma mirada y la misma expresión de indiferencia.
— Yo solo decía, ¿Y qué los trae por aquí? —
Cambió de tema la chica mientras jugaba con sus dedos.
— Joseph ten cuidado al caminar, está resbaloso, no te vayas a caer. Solo vinimos a ver cómo está el pueblo, hace mucho que no veníamos por aquí. —
Responde Annabeth observando las calles llenas de charcos de agua después del aguacero.
— Es temporada de lluvia, las calles se llenan de agua siempre ¿Les gustaría ir a mi casa? Mi abuela está ahora, quizás quieran escuchar algunas historias. —
— Supongo que estaría bien. —
Esta vez el que responde es Joseph con un tono casi seco.
— ¡Oh! Perfecto, vamos. —
Los tres chicos caminan por las calles con cuidado de no resbalarse hasta que se topan con un grupo de personas que iban en dirección al panteón, se dan cuenta de esto por el ataúd que cargaban cuatro hombres que iban marchando al frente del grupo, atrás venían los demás vestidos de negro. Annabeth se detiene y les permite el paso haciéndose a un lado, después de que aquellas personas desaparecieran Joseph mira a la castaña como preguntando que es lo que le ha ocurrido a la persona del ataúd.
— Es la señora Ford, hace unos días se encontraba en buena salud y extrañamente anteayer la encontraron muerta. —
— Quizás tenía alguna enfermedad pulmonar que se agravó por la temporada de lluvia y el frío que hace. —
Comenta Annabeth restando importancia al asunto.
— Imposible, el médico la revisó hace una semana y estaba en perfecta salud. —
Defiende la castaña mirando a la mayor, Joseph simplemente la mira y parece pensativo.
— ¿Dijeron algo sobre su muerte? —
La chica niega con la cabeza mientras a lo lejos pudo divisar a su padre volver a casa con su madre.
— ¡Papá! ¡Mamá! —
Los dos hermanos miran a los padres de la chica y sueltan un suspiro pesado, por alguna razón esa familia era demasiado escandalosa para ellos, quienes preferirían la calma y el silencio sobre todo.
— Si no me equivoco, ¿Los jóvenes Slander? —
Annabeth asiente con cortesía al mayor, este por su lado muestra una gran sonrisa y los abraza a ambos como muestra de afecto.
— ¡Hace mucho que no los veía por aquí! Es un gusto poder verlos nuevamente. —
— Nuestros padres vinieron de visita a la finca y por eso decidimos venir con ellos. —
Responde Joseph manteniendo un semblante serio después de que el mayor los soltara, el padre de la castaña sonríe y asiente abriendo la puerta y dejándolos pasar.
— Parece que todo sigue siendo igual. —
— Por supuesto, así debe ser. —
— Por favor tomen asiento, ¿Cómo están sus padres? —
Los dos hermanos se acomodaba en la sala y es Annabeth la que responde.
— Están bien. —
— Es bueno escuchar eso y ¿Solo vinieron a visitar la finca o hay otra razón? —
Pregunta el mayor nuevamente con interés mirando a los dos hermanos que no han cambiado para nada desde que los conoció cuando eran unos pequeños traviesos, a excepción de la altura y el cambio físico en cuanto su personalidad sigue siendo la misma.
— No sabría decirle señor Drew. —
— Tal vez deba visitar a sus padres un día de estos, ya que ir a la capital es demasiado para este hombre viejo. —
Exclamó entre risas el hombre, Annabeth solo mostró una pequeña sonrisa y Joseph parecía estar en otro mundo ya que su mirada se posaba en cada rincón de la casa como si estuviera revisando lo que había.
— Escuché que vinieron los herederos Slander. —
La voz de la anciana abuela interrumpió la plática que casi se estaba convirtiendo en un momento incómodo para los hermanos teniendo al señor Drew observando cada uno de sus movimientos.
— Señora Drew, un gusto poder verla nuevamente. —
Annabeth se levanta y le ofrece una pequeña reverencia como un gesto de respeto a la mujer de mayor edad, esta sonríe con dulzura al ver en lo hermosa que se ha convertido aquella pequeña niña de hace más de 10 años, luego observa al joven sentado al lado de ella y como siempre tan despistado y ajeno a lo que estuviera sucediendo a su alrededor, el dulce Joseph; la pelinegra al darse cuenta que la mujer veía a su hermano, le da un pequeño codazo a este que reacciona al instante mirándola mal para después hacer una pequeña inclinación de cabeza al ver a la anciana.
— Cuanto han crecido y supongo que vienen a escuchar otra de mis historias. —
Ambos hermanos asienten y la anciana mujer se acomoda en el sofá de en frente para empezar a contar una de sus historias que eran leyendas que su madre le había contado cuando ella aún era pequeña. Los sirvientes de la casa les sirven té a petición del padre de la castaña, hijo de la abuela.