El Problema No Eres Tu... Es Tu Edad.

El salón principal comenzaba a llenarse con rapidez. La música ambiente se mezclaba con las conversaciones animadas y el sonido de los cubiertos sobre los platos. Rous, que ya había notado la incomodidad creciente de Liam al recibir tantas miradas, decidió intervenir con suavidad.

—¡Ey! ¿Qué te parece si subimos a la azotea? Ese es mi lugar favorito.

Liam, claramente aliviado por la propuesta, asintió.

—Sí, por favor. Necesito escapar un poco de todo esto.

Mientras cruzaban la cocina, Rous saludaba a su equipo con naturalidad. Tomó un par de platos pequeños con postres que había preparado esa tarde y los colocó sobre una bandeja. Liam se limitaba a observar, fascinado por la soltura con la que se movía. Subieron por una escalera interna hasta una puerta de vidrio que conducía a la azotea. Cuando Rous la abrió, la brisa fresca de la noche los envolvió.

La vista era impresionante: las luces de Los Ángeles se extendían como un tapiz brillante. La azotea estaba decorada con cuidado. Había jardineras con hierbas aromáticas, tomates cherry enredados en soportes, y macetas con albahaca, menta y romero. Una mesa pequeña para dos, con luces tenues colgando sobre ella, completaba el ambiente acogedor.

Liam sonrió al ver la escena.

—Veo que esto no era para mí... ¿pero para quién es? —dijo con un gesto divertido, observando el lugar.

Rous río mientras acomodaba los postres sobre la mesa.

—Este es mi lugar secreto. Vengo aquí cuando quiero desconectarme, disfrutar de mi comida y ver la ciudad. Es... mi escape nocturno.

Liam se sentó, mirando a su alrededor.

—Me encanta. Es como un rincón privado dentro del caos.

Ambos tomaron asiento. El ambiente se volvió cómodo, casi íntimo. Liam, relajado al fin, la miró con curiosidad.

—Muy bien... cuéntame más de ti. ¿Quién es Rous?

Ella alzó las cejas, divertida y halagada.

—Vaya, pregunta difícil. ¿No tienes algo más sencillo? Como... ¿cuál es mi postre favorito?

—Eso lo puedo ver en Facebook —replicó él con una sonrisa ladeada—. Me interesa la Rous verdadera.

Ella se quedó en silencio un momento, luego asintió.

—Bueno... me llamo Rous Larami, tengo cuarenta años y una hija de dieciséis. Su nombre es Valentina, y por cierto, está loca por tu banda. Su padre le regaló el viaje por su cumpleaños...

—¿Su padre? ¿Ya no están juntos?

—No. Estamos divorciados hace tres años.

Liam se inclinó hacia adelante, con interés genuino.

—Cuéntame la historia.

—¡Hey! ¿No crees que es mucho para una primera cita?

Liam sonrió.

—¿Eso es lo que crees que es?

Ella bajó la mirada, algo avergonzada, pero no lo negó. Él pareció entender y siguió con suavidad.

—Me parece bien si eso es lo que quieres.

Rous suspiró.

—Nos enamoramos jóvenes. Nos casamos, tuvimos a nuestra hija... aunque tal vez no fue en ese orden. Dereck decidió estudiar abogacía y yo me quedé en casa, apoyándolo. Durante muchos años esa fue mi prioridad: él, Valentina y nuestro hogar.

—¿Y ser chef?

—Siempre me gustó cocinar. Es lo que mejor sé hacer. Empecé a estudiar, tomar cursos... pero nunca lo vi como una carrera hasta que me divorcié. Me faltaba confianza.

—Pues, para lo que vale... todo estuvo delicioso esta noche. Eres brillante.

Rous le sonrió, agradecida por el cumplido.

—Gracias. —Hizo una pausa—. Cuando Dereck comenzó a avanzar en su carrera, yo quedé relegada. No culpo a nadie... simplemente pasó. La vida nos fue separando. Hasta que una noche fuimos a una fiesta de caridad de su firma. Hice un comentario sobre un amigo que había engañado a su esposa y... el silencio que siguió fue ensordecedor. Lo supe de inmediato.

Liam apretó la mandíbula, atento.

—¿Te lo confesó esa noche?

—Sí. Tenía una aventura con una pasante diez años menor. Me dijo que la amaba. Que no quería olvidarla.

Hubo un momento de silencio, lleno de respeto.

—Intenté perdonarlo, por Valentina. Pero él ya había elegido.

Rous bajó la mirada. Era la primera vez que compartía esa historia con un hombre que no fuera un amigo. Se sintió expuesta. Vulnerable.

—Lo amas aún? —preguntó Liam, con voz suave.

—No. Tardé en entenderlo, pero hace tiempo que dejó de ser parte de mi corazón. Es el padre de mi hija, siempre estará presente, pero... eso es todo.

Liam asintió, satisfecho con la honestidad. Rous, intentando aliviar el ambiente, cambió de tema con una sonrisa forzada.

—Bueno... ya hable demasiado de mí. ¿Y tú? Me gustaría conocer al Liam Reed verdadero.

Él se rascó la nuca, como si no supiera por dónde empezar.

—Por favor, solo dime Liam... Bueno, nací en Manchester, Inglaterra. Tengo veintiseis casi  veintisiete. Mi madre es profesora de literatura, y mi padre... bueno, nunca estuvo muy presente. Crecí con mi hermana menor, Sophie, que ahora es veterinaria. La música siempre fue mi refugio.

Rous lo miraba fascinada.

—¿Y cómo empezó The Skyfallers?

—En el instituto. Era el chico raro con la guitarra. Conocí a los chicos en un concurso de talentos y... el resto es historia. Tuvimos suerte. Alguien nos descubrió tocando en un bar y de ahí pasamos a los escenarios grandes. Desde que tengo dieciséis, mi vida a estado rodeada de personas que siempre buscaron algo más en mi que solo mi amistad.  Es por eso que me llamaste la atención... tú solo querías mi baño y no te importaba quien era yo.

Rous sonrio por esas palabras y preguntó 

—¿Nunca has tenido una relación seria?

Liam la miró con sinceridad.

—He tenido algunas... pero la fama, los viajes, la presión... no es fácil. Y a veces, siento que la gente se enamora de la imagen, no de la persona.

—Eso suena solitario.

—Lo es. Por eso tu confusión en el baño fue tan refrescante —dijo con una sonrisa pícara.

Ambos rieron. La tensión había desaparecido. Por primera vez en mucho tiempo, Rous sentía que alguien la escuchaba. Liam también sentía que podía ser él mismo.

La noche siguió entre conversaciones, postres compartidos y miradas cálidas bajo las luces tenues. Y aunque ninguno de los dos lo dijo en voz alta, sabían que esa velada no sería la última.