_ Llego a mi casa después de un día agotador, solo quiero un baño y dormir por toda una semana. Todo está oscuro, entro sin fuerzas, camino como zombi hasta que ¡bam! caigo en el piso. ¡Mierda! He tropezado con algo. ¡¿Qué es esto?! Enciendo las luces, !!! Mi casa esta toda revuelta, faltan los muebles, no hay nada todo está vacío. Ni los electrodomésticos, ni mesas, ni sillas, no hay nada. ¿A dónde han ido mis pertenencias?, avanzo por la habitación, ¡me han robado!, ¡¿cómo sucedió esto?!
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El rey del bosque
Lumiel: me conoces solo que no te has dado cuenta. Hemos estado juntos por mucho tiempo, aunque no te perecataras de mi cercanía
Lidia: ¿qué? ¿quién eres realmente? ¿me conoces? ¡me has mentido!
Lumiel: sí, mentí porque no me creerías. Te he visto crecer, he caminado a tu lado en este bosque, te he mostrado sus secretos.
Esa tarde le reveló sus orígenes, quién era y porque quería acercarse a ella. Al principio no lo creyó, pensó que solo se burlaba, pero la duda rápidamente se asentó en su subconsciente. Había visto una que otra situación un tanto rara en aquel lugar, sin mencionar algunas de las personas que ahí vivían que parecían demasiado extrañas.
Lumiel: ¿no me crees?
Lidia: bueno...
Lumiel: ven conmigo
La llevó a un prado cerca de un gran lago.
Lidia: ¿para qué me has traído aquí?
Lumiel: observa.
Los animales se iban acercando a ellos, herbívoros, depredadores, todos estaban allí en armonía. Como si los hubiesen convocado a una gran reunión. Las aves, cigarras, grillos, luciérnagas, salían al encuentro. Como si cada ser viviente saliera al llamado de su rey, porque Lumiel era eso, el rey del bosque. Incluso pequeñas luces que parpadeaban a pesar de ser de día.
Lidia: ¿qué es eso?
Lumiel: hadas
Lidia: ¿en serio existen?
Lumiel: sí
Lidia: dijiste que nos conocemos hace tiempo... eras tú ¿no? por eso los animales salvajes no me atacaban y los lobos dejaban presas en mi jardín
Lumiel: te he cuidado desde siempre, ninguna criatura en este bosque tiene permitido dañarte. Incluso esa oscuridad siniestra que se cierne en la noche es para protegerte, varias veces han intentado entrar al bosque humanos con malas intenciones, pero no les he permitido el paso.
Lidia: *deben ser órdenes del señor Harrison*.
Lumiel: pero solo te ocultado quién soy, el resto ha sido sincero. Nunca me he sentido atraído hacia los humanos, ni una sola vez pensé en tener un cuerpo hasta ahora. Sentí que me arrepentiría si no me acercaba a ti.
Lidia: ahora entiendo por que pudiste hacerme sentir tanta tranquilidad y confianza con rapidez, pero en serio me elijes a mí, una simple humana.
Lumiel: he vivido por mucho tiempo y nunca he visto a nadie como tú. Te amé en silencio, en la distancia desde hace mucho.
Lidia: no me eres indiferente, pero vayamos vallamos paso a paso.
El tiempo en esa cabaña parecía realentizarce. Ya no había nada que ocultar, no había secretos, así que solo les quedaba ser felices en la compañía del otro y así lo hicieron. No fue difícil que se amaran con locura, las razones para salir del bosque eran cada vez menos, pero eso hacía que alguien estuviera muy ansioso.
Sr Harrison: hace meses que no he podido verla, no ha salido del bosque, nunca había demorado tanto.
El señor Harrison estaba impaciente, había mandado varias veces a sus hombres para traer a su mansión a aquella joven solitaria, pero había sido inútil. Cada hombre que pisaba el bosque con la intensión de tomar a la chica era presa del miedo. Los animales salvajes no dejaban avanzar a los intrusos y que decir de esa oscuridad profunda que engullía el bosque en las noches. El corazón de los valientes titubeaba cuando se enfrentaban a ese abismo, pero el señor Harrison no dejó de intentarlo.
Sr Harrison: ¡maldición! otro fracaso. No es posible que nadie pueda traerla, esto parece la obra de alguien o algo y no quiero pensar que tenga la intención de tener lo que es mío. Si quiero averiguar quién me impide entrar en ese bosque sé a quiénes debo ver.
Shadowvale era un sitio peculiar y las personas que vivían ahí tampoco eran comunes, y si el señor Harrison quería saber los secretos de ese bosque habían dos familias que podían ser de ayuda. Los Sanders aficionados a los rituales para acceder a lo oculto y los Woods el aquelarre de brujas de Shadowvale. Así que fue con las matriarcas de ambas familias.
_ ¿A que se debe esta reunión señor Harrison?
Sr Harrison: necesito la ayuda de ambas, por supuesto no será gratis. Serán recompensadas por su ayuda Freya.
Freya Woods: eso espero, sabes que no es sensato mentirnos ¿no crees Nezara?
Nezara Sanders: por supuesto, ¿para qué nos has llamado Harrison?
Sr Harrison: no he logrado que mis hombres entren en el bosque, algo lo impide y me gustaría deshacerme de ello.
Ambas mujeres se miraron, tal vez ésta era la oportunidad que estaban esperando. Sabían de la existencia del ser que gobernaba el bosque, ambas querían poner sus manos sobre él y así el poder que poseía sería suyo y finalmente el sueño de traspasar la barrera de simples humanos sería posible.
Freya: ¿aún andas detrás de esa joven viejo pícaro?
Sr Harrison: he decidido hacerla mi esposa.
Nezara: y por lo que veo su opinión no cuenta.
Sr Harrison: no me digan que ahora son moralistas, ustedes que pactan con lo tenebroso.
Freya: para nada, danos un mes. En ese tiempo lo que pides estará listo.
Sr Harrison: nos vemos en un mes entonces.
El señor Harrison se marchó y ambas mujeres trazaron un nuevo plan.
Nezara: esto es perfecto, ese viejo nos ha ahorrado muchos problemas. Si algo sale mal lo usaremos de escudo.
Freya: me parece bien, pero necesitamos información. Debemos saber que pasa en ese bosque.
Nezara: no es difícil de suponer, si el señor Harrison no ha traído a esa chica, significa que ese ser la protege y solo puede ser por una razón. Ha llamado su atención, no importa que tan sobre natural sea sigue siendo un hombre. Solo tenemos que confirmar hasta dónde llega su relación.
Freya: tienes razón, no puede ser coincidencia tantos intentos fallidos. He visto a la joven es hermosa, inocente, pura, si alguien llamaría la atención de un ser como ese es ella.
Y como si todo estuviera predestinado, mientras ambos daban riendas sueltas a lo que sentían creyéndose las únicas personas en el mundo, alguien los veía.
Lidia: *¡dios! no puedo creer que en tampoco tiempo nuestra relación haya avanzado tanto. Ni siquiera es humano, pero es perfecto para mí. Su presencia ha llenado mis días y mis noches.*
Divagaba en su mente mientras lo veía nadar en el lago, ya era un hecho que se perdía los minutos mirando su rostro. Como el agua escurría desde su nariz, barbilla.
Cuando sus ojos chocaban con los suyos, solo la arrastraban más hacia ese abismo llamado amor y el lo sabía.