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Mí Dulce Debilidad.

Mí Dulce Debilidad.

Status: Terminada
Genre:Romance / Mafia / Amor a primera vista / Completas
Popularitas:11.7k
Nilai: 5
nombre de autor: GiseFR

Lucia Bennett, su vida monótona y tranquila a punto de cambiar.

Rafael Murray, un mafioso terminando en el lugar incorrectamente correcto para refugiarse.

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Capitulo 20

Italia los recibió con un sol amable y un cielo despejado que contrastaba con el cosquilleo de ansiedad en el pecho de Lucía. Desde la ventanilla del auto de lujo que los esperaba en el aeropuerto, observaba cómo el paisaje iba cambiando: los colores cálidos de la Toscana, los cipreses marcando caminos serpenteantes, los viñedos extendiéndose hasta perderse en el horizonte. Todo era sacado de una postal... o de una película de época.

—¿Estás bien? —le preguntó Rafael, tomando su mano con firmeza.

—Sí —respondió, aunque su tono lo delataba—. Un poco nerviosa, tal vez.

Él la miró de costado con ternura, entrelazando sus dedos con los de ella.

—Sos la mujer que amo. Eso es todo lo que tenés que saber hoy.

Lucía sonrió, intentando que su pecho no explotara de emoción.

La Villa Murray se alzaba imponente sobre una colina. De estilo clásico, piedra blanca y tejados rojizos, rodeada de jardines esculpidos con fuentes y esculturas antiguas. El portón de hierro forjado se abrió lentamente, revelando el camino de piedra bordeado por flores recién cuidadas. En la puerta principal, aguardaban Matilde y Pedro Murray, tan distintos como complementarios.

Matilde, con su impecable conjunto de lino perla, gafas de sol y el cabello rubio peinado sin una sola hebra fuera de lugar, bajó los escalones con una sonrisa enigmática. Pedro, más relajado, de traje oscuro y mirada cálida, esperaba a un paso detrás de ella.

Rafael descendió primero, con su presencia magnética de siempre. Se acercó y saludó a su madre con un beso en la mejilla, y a su padre con un fuerte apretón de manos.

—Bienvenido, hijo —dijo Pedro con sinceridad.

Matilde se giró hacia Lucía, que bajaba del auto con pasos medidos, cuidando cada gesto. El vestido elegido jugaba con la luz, y su rostro irradiaba serenidad. Rafael no pudo evitar sonreír con orgullo al verla caminar hacia ellos.

—Mamá, papá —dijo Rafael sin titubear—, les presento a Lucía.

Matilde tardó un segundo más de lo necesario en sonreír.

—Encantada —dijo finalmente, ofreciéndole la mano con elegancia estudiada—. Bienvenida a nuestra casa.

Lucía la tomó con suavidad.

—Gracias. Es un honor estar aquí.

Pedro, por su parte, fue más directo: se acercó y la abrazó con calidez.

—Rafael nos habló de vos. Me alegra mucho conocerte finalmente, Lucía.

Ella lo miró, agradecida. Rafael, a su lado, apretó suavemente su cintura, como diciéndole que todo iba bien.

Matilde los condujo hacia el interior de la casa, mientras Rafael le susurraba al oído:

—Lo hiciste perfecto.

—Todavía no pasó el banquete —respondió ella, disimulando la sonrisa.

Detrás de una ventana del piso superior, Giorga Bianchi observaba la escena, sus ojos clavados en la silueta de Lucía como si ya hubiera comenzado un juego silencioso del que nadie más era consciente… salvo ella.

El vestíbulo de la villa era amplio, con techos altos adornados por frescos antiguos y un aroma suave a lavanda flotando en el aire. Lucía apenas tuvo tiempo de admirar los vitrales que tamizaban la luz del atardecer cuando el taconeo firme de unos zapatos resonó en la escalera.

Giorga Bianchi descendía con la gracia de una actriz acostumbrada a cada mirada, vestida con un conjunto color marfil que abrazaba su figura como una segunda piel. Su melena oscura estaba peinada con ondas suaves, y en sus labios rojos danzaba una sonrisa cuidadosamente calculada.

— ¡Rafael! —exclamó con entusiasmo melodioso, abriendo los brazos antes de llegar al último escalón.

Rafael parpadeó con leve sorpresa, pero no tuvo tiempo de reaccionar. Giorga ya lo envolvía en un abrazo efusivo, presionando su cuerpo contra él más de lo necesario, como si el tiempo no hubiera pasado desde la última vez.

—Dios mío, cuánto has cambiado… estás aún más irresistible —susurró en su oído, fingiendo una risa encantada.

Lucía, a un paso, observó con gesto neutro, aunque su estómago se tensó.

—Giorga. No esperaba verte tan pronto —dijo Rafael, apartándose con cortesía y volviendo a la posición junto a Lucía, pasando un brazo protector por su espalda—. Quiero presentarte a mi novia, Lucía.

Giorga parpadeó, fingiendo desconcierto, y finalmente se volvió hacia Lucía como si recién la notara.

—Oh… no te había visto. Qué descuidada soy —dijo con una dulzura impostada—. Un placer, Lucía. Bienvenida a la Villa Murray.

Lucía alzó la barbilla con calma, sin borrar su sonrisa.

—El placer es mío.

La tensión era sutil pero palpable, como una cuerda estirada entre dos violines. Matilde observaba todo desde un costado, sin intervenir, pero con los ojos atentos. Pedro, en cambio, ya se había excusado para ir a supervisar los preparativos del banquete.

—¿Estarán instalándose en la habitación de invitados del ala este? —preguntó Giorga, como al descuido sintiendose como la dueña de la villa—. La vista desde allí es divina.

—En realidad, se quedarán en la habitación de Rafael —intervino Matilde, seca.

Un leve brillo de fastidio cruzó el rostro de Giorga, pero lo enterró detrás de una carcajada suave.

—Por supuesto. Qué conveniente.

Rafael, sin dejar de mirar a Lucía, dijo en voz baja, solo para ella:

—No le des poder, amor. Con vos al lado, no hay reina que me interese.

Lucía lo miró de reojo, intentando reprimir la sonrisa que le curvaba los labios.

Giorga se dio media vuelta, elegante y peligrosa, desapareciendo por un pasillo adornado con pinturas antiguas. Pero no sin antes lanzar una mirada fugaz a Lucía, como quien mide a su oponente antes de empezar el juego.

---

Lucía entró primero, sus ojos recorriendo con asombro los altos ventanales, las cortinas de lino, el mobiliario de madera antigua y el gran ventanal que daba a los jardines floridos. Todo estaba impecablemente decorado con un lujo sobrio, digno de una familia que acumulaba generaciones de poder.

—Este lugar parece salido de una película —susurró, dejando su maleta junto al diván tapizado en terciopelo.

Rafael cerró la puerta tras ellos, y sin decir nada la abrazó por detrás, apoyando su mentón en su hombro.

—Si supieras cuántas veces imaginé traerte acá —murmuró contra su cuello—. Pero no como una visita, Lucía. Quiero que esta casa también sea tuya. Tu lugar.

Lucía se giró para mirarlo, acariciando su rostro.

—¿Estás seguro? Porque algunas miradas allá abajo no fueron precisamente cálidas.

Rafael sonrió con ironía.

—Matilde es una reina orgullosa. Necesita tiempo. Y Giorga… solo es parte del decorado antiguo. No tiene nada que ver con nosotros.

Lucía asintió, aunque sus ojos seguían pensativos. Luego se dejó caer sobre la gran cama de sábanas blancas y suaves. Rafael se recostó a su lado, entrelazando sus dedos con los de ella.

—¿Te sentís bien? —preguntó él.

—Estoy un poco abrumada. Es otro mundo, Rafa. Pero si estoy con vos, puedo con todo.

—Entonces te prometo que no estarás sola nunca más.

Se miraron en silencio. Y entre las paredes elegantes, por un instante solo existieron ellos.

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Salón de lectura – Planta baja

Matilde sirvió dos copas de licor ámbar en un juego de cristal tallado. Pedro, sentado en un sillón de cuero, la observaba con esa calma que solo adquiría cuando los negocios no estaban sobre la mesa.

—Así que esa es la famosa Lucía —dijo Matilde, entregándole la copa.

Pedro tomó un sorbo, dejando que el silencio hiciera su trabajo.

—Tiene algo especial —añadió ella después—. No es lo que esperaba. No es sofisticada, ni política. Pero hay algo en su mirada… firmeza, dulzura.

—Rafael se ve distinto con ella. Más… libre —comentó Pedro.

—¿Libre? ¿Y qué pasa con Giorga? —dijo Matilde con una sonrisa medida—. Se criaron juntos, es una mujer educada, adecuada, familiar. Es de nuestra gente.

Pedro se encogió de hombros.

—Giorga también es peligrosa, Matilde. Y vos lo sabés. No le interesa Rafael, le interesa el apellido.

Matilde suspiró, apoyándose en el respaldo del sillón.

—Tal vez. Pero tampoco me gusta que él llegue aquí con una desconocida, como si pudiera saltarse generaciones de legado.

—Él no es vos, ni es tu padre. Y mucho menos yo. Tiene su propia manera de hacer las cosas.

Matilde asintió lentamente. Su mirada, sin embargo, se perdió en el ventanal.

—Lo único que me preocupa… es cuánto está dispuesto a arriesgar por ella.

Pedro no respondió. Porque ambos sabían que cuando Rafael Murray amaba… no ponía límites.

1
bruja de la imaginación 👿😇
muy bella está historia , muy diferente me encantó
Aura Rosa Alvarez Amaya
Ya valió!
Éste tipo ya la localizó
y ahora?
Adelina Lázaro
que hermosa novela 👏👏
Flor De Maria Paredes
porque no sigue la novela la dejan en lo más interesante que hay que hacer para seguir leyendo ñorfa
Flor De Maria Paredes
de todas las novelas que he leído está es la mejor muy tierna felicidad a la escritora
Tere.s
está mujer se muere ahí
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