Ethan Vieira vivía en un mundo oscuro, atrapado entre el miedo y la negación de su propia sexualidad.
Al conocer a Valquíria, una mujer dulce e inteligente, surge una amistad inesperada… y un acuerdo entre ellos: un matrimonio de conveniencia para aliviar la presión de sus padres, que sueñan con ver a Ethan casado y con un nieto.
Valquíria, con su ternura, apoya a Ethan a descubrirse a sí mismo.
Entonces conoce a Sebastián, el hombre que despierta en él deseos que nunca se había atrevido a admitir.
Entre secretos y confesiones, Ethan se entrega a una pasión prohibida… hasta que Valquíria queda embarazada, y todo cambia.
Ahora, el CEO que vivía lleno de dudas debe elegir entre Sebastián, el deseo que lo liberó, y Valquíria, el amor que lo transformó.
Este libro aborda el autoconocimiento, la aceptación y el amor en todas sus formas.
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Capítulo 19
La madrugada había sido silenciosa.
Después de la tormenta, el mar amaneció calmo, espejando el cielo gris que comenzaba a clarear.
En la terraza de la casa de playa, Sebastian observaba el horizonte, con semblante distante.
Él no había dormido.
Las palabras de Ethan, dichas la noche anterior a la luz de las velas, continuaban resonando en su mente.
"Es cuando estoy cerca de ti que me siento más en paz..."
¿Pero realmente quiso decir aquello?
¿O Sebastian estaba viendo más de lo que existía?
Tal vez había confundido un gesto de amistad con algo que su corazón quería creer.
Suspiró hondo, pasando la mano por su cabello.
Desde niño, luchaba contra algo que nunca supo explicar.
Creció escuchando que ciertos sentimientos eran errados, que él necesitaba “repararse”, “ser fuerte”, “ser hombre de verdad”.
Y ahora, frente a Ethan, todo volvía — el miedo, la duda, el deseo de ser aceptado como era.
Oyó pasos detrás de sí.
Ethan surgió en la terraza, descalzo, con una taza de café en las manos.
—Despertaste temprano — dijo, con voz ronca de sueño.
Sebastian forzó una sonrisa.
—En realidad, ni siquiera dormí bien.
Ethan se acercó, apoyándose en la barandilla.
—¿Pensando en el viaje?
—Pensando en… otras cosas. — Él vaciló. — En las palabras de ayer.
Ethan quedó en silencio.
El viento soplaba leve, cargando el olor del mar y el sonido de las olas.
—Yo también pensé — confesó, por fin. — En todo lo que dijimos.
Sebastian se giró hacia él.
—¿Y a qué conclusión llegaste?
Ethan miró hacia el horizonte, como si buscara coraje en las líneas del mar.
—Que, por primera vez, dejé de huir de mí mismo.
La mirada de Sebastian se suavizó.
—Entonces no fue solo impresión mía…
—No, Sebastian. — Ethan negó con la cabeza despacio. — No lo fue.
Un silencio sereno se apoderó del ambiente.
El sonido de las olas era el único ruido entre ellos.
Ethan dio un paso adelante, sin prisa.
—Desde que llegaste, todo se volvió… diferente. — Las palabras salían lentas, casi vacilantes. — Al principio, pensé que era curiosidad, o admiración. Pero, cuanto más intentaba ignorarlo, más me daba cuenta de que no era eso.
Sebastian bajó la mirada, respirando hondo.
—Ethan, no tienes idea de cuánto esperé escuchar eso. Pero, al mismo tiempo, me asusta.
—También me asusta — confesó Ethan, sin vacilar. — Viví toda la vida intentando encajar. Intentando ser el hijo, el hombre, el empresario perfecto… pero en algún punto, dejé de ser yo mismo.
Sebastian alzó la mirada, los ojos llorosos.
—Desde pequeño, siento esta confusión. — Su voz era baja, pero firme. — Crecí escuchando que estaba mal sentir diferente, entonces me callé. Me cerré. Evité cualquier cosa que pudiera confirmar lo que temía. Y por eso, nunca conseguí involucrarme de verdad con nadie.
Ethan lo miró con empatía.
—¿Crees que tienes algo malo?
—Ya lo creí — respondió Sebastian. — Por mucho tiempo. Pero ahora… no sé. Cuando estoy contigo, parece que finalmente todo tiene sentido.
Ethan respiró hondo, luchando contra la emoción.
—Siento lo mismo. Y es eso lo que me confunde tanto. Llegaste como quien no quiere la cosa, y de repente… te convertiste en un espejo. Me veo en ti, Sebastian. Veo lo que podría haber sido si hubiera tenido coraje antes.
Sebastian sonrió levemente, una lágrima escapando sin que él lo notara.
—A veces, creo que el destino tiene una manera extraña de juntar a las personas.
—Tal vez él sepa lo que hace. — Ethan soltó una pequeña risa nerviosa. — Aunque nosotros todavía no lo sepamos.
El sol comenzaba a romper las nubes, lanzando un brillo dorado sobre el mar.
Sebastian se secó el rostro y habló con voz más calmada:
—No quiero presionarte, Ethan. Solo quiero que sepas que, si algún día quieres entender lo que sientes, estaré cerca.
Ethan asintió, los ojos llorosos.
—Ya lo entendí. Solo no sé qué hacer con eso.
Sebastian se acercó un paso más, pero se detuvo a tiempo.
—Entonces comienza por no huir.
Ethan sonrió, emocionado.
—Eso… tal vez sea el comienzo.
Se quedaron lado a lado, mirando el mar, sin más palabras.
La brisa suave los envolvía, el sonido de las olas parecía acompañar el compás de los corazones que, por primera vez, latían en paz — aunque todavía hubiera miedo, duda y el peso de lo que vendría después.
Ethan se acercó más a Sebastian, lo miró bien dentro de los ojos, tomó sus dos manos.
—Vamos a dejar que el sentimiento fluya, vamos sin prisa, y así vamos a ver a dónde llega.
—Estoy de acuerdo, pero confieso que conocerte, está siendo muy gratificante.
No era un amor declarado.
Ni un romance prohibido.
Era apenas la verdad — simple, inesperada y liberadora.
En aquel amanecer, antes de volver a São Paulo, Ethan y Sebastian dejaron de ser dos hombres con miedo de sentir, y se convirtieron en dos almas finalmente dispuestas a vivir lo que el destino había cruzado.