Tras la traición de su padre y la ruptura de su familia, Rose se muda a la ciudad buscando un nuevo comienzo.
En el exclusivo colegio Goldline, todo podría ir bien… si no fuera por Malory, su prima, que la odia y está dispuesta a convertir su vida en un infierno.
Pero Rose no es tan frágil como parece.
Hay algo en ella que despierta cuando está en peligro… algo que no se detendrá ante nada.
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Rosa Con Espinas
Después de la cena
El trayecto de regreso fue extraño. Matías mantenía el volante con una calma forzada, aunque en sus ojos se escondía algo más: un interés agudo, casi hambriento, por comprender ese cambio repentino en la chica que tenía a su lado. Rose estaba silenciosa, demasiado, y aunque eso debería haber sido lo normal después de una cena elegante, en su interior algo bullía, inquieto.
O mejor dicho, alguien.
Al llegar frente a la casa, Matías detuvo el auto y, con un gesto medido, sacó una pequeña caja de terciopelo oscuro del asiento trasero.
—Por cierto, Rose… —dijo con voz grave, extendiéndosela como si entregara un secreto—. Me gustaría que usaras esto en la Golden Gala.
Los labios de Emily se curvaron en una sonrisa distinta, más firme, más afilada. Al abrir la caja, la tenue luz de la farola iluminó un collar de oro que parecía arder contra la oscuridad de la noche.
—¿Un collar? —preguntó Emily, arqueando una ceja con un brillo pícaro en los ojos. Había satisfacción en su voz, pero también una dosis de desafío.
—Me dijeron que el oro realza la tonalidad del rojo… —explicó Matías, inclinándose apenas hacia ella—. Y sé que lo llevarás mejor que nadie.
—¿Sueles dar regalos ostentosos a todas las mujeres con las que sales? —Emily ladeó la cabeza, su tono cargado de provocación.
Matías se rio suavemente, casi divertido, aunque su mirada no se apartó de la de ella.
—No realmente —su mano descendió y rozó la pierna de Rose con naturalidad—. Solo dudo que cualquiera de ellas pueda lucirlo la mitad de bien que tú.
Emily entrecerró los ojos y le pellizcó la mano con firmeza. Matías soltó una risa contenida al retirar la mano, como si el rechazo no le afectara en lo absoluto, sino que avivara aún más su interés.
—Aclaremos las cosas, "Mati" —dijo Emily con un filo en la voz, sosteniendo la caja con fuerza—. No me interesa acostarme contigo. No me vas a conquistar con dinero. Y, sobre todo, respeta mi espacio personal.
Cualquier otro chico se habría mostrado ofendido, quizá incluso dolido. Pero Matías, en cambio, sonrió de forma peligrosa, como un jugador que acababa de encontrar un rival digno.
—Entendido, señorita —contestó con fingida solemnidad, antes de salir del coche para abrirle la puerta.
Emily bajó con paso firme, la caja en sus manos.
—Y me voy a quedar esto.
—Es todo tuyo —respondió él, la sonrisa aún grabada en sus labios.
El silencio se llenó de electricidad cuando caminaron hasta la puerta. Matías rompió la tensión primero.
—Te ofrezco una disculpa, Rose.
Emily se detuvo frente a él, su mirada fija, intensa, casi cruel.
—Quémate el cerebro.
—¿Qué? —Matías rio, desconcertado.
—Quémate el cerebro. Me gusta ver a la gente rogar por mí… —Emily se acercó lo suficiente para arreglarle el cuello de la camisa, rozando su piel con la punta de los dedos—. Gánate mi perdón.
Por dentro, Rose se retorcía, impotente. Cada palabra que Emily pronunciaba era un arma que ella no controlaba.
—Estás loca —susurró Matías, aunque la chispa cómplice en su mirada decía lo contrario, le encantaba.
La puerta se abrió y la madre de Rose apareció, sonriendo cálidamente.
—A las diez, como lo prometí —dijo Matías, recto, como si nada hubiese ocurrido.
—Gracias, Matías —respondió la madre con amabilidad—. ¿Se la pasaron bien?
—De maravilla —contestó Emily, su tono tan convincente que Rose quiso gritar.
Matías, con una leve reverencia, añadió:
—Su hija es… una chica muy cautivadora.
—Lo sé —rió la madre, abrazando a Rose por el brazo.
Matías se despidió con la misma calma con la que había llegado, pero al subir de nuevo al coche, la sonrisa seguía fija. No era simple galantería. Ahora era interés verdadero, peligroso.
Apenas se cerró la puerta detrás de Rose, Emily soltó el control con un suspiro satisfecho.
—*Te toca la parte aburrida. Preguntas de mam*i.
Rose parpadeó, algo mareada, intentando recomponer sus palabras.
—¿Te divertiste, Rosie? ¿Cómo estuvo la película? —preguntó su madre, con curiosidad maternal.
—Ah… sí, bueno… no fuimos al cine.
—¿Entonces?
Rose abrió la boca, pero Emily le habló antes.
—Dile la verdad... Pero omite la parte donde nos estaban manoseando.
—Fuimos a cenar… y a platicar.
Los ojos de su madre se posaron en la caja.
—¿Y eso?
—Un regalo… de Matías —balbuceó Rose, entregándosela.
La mujer abrió el estuche y su expresión se iluminó.
—Es precioso… —acarició el collar con una mezcla de sorpresa y admiración—. No sé qué hiciste, pero tienes loco a ese chico.
Emily soltó una risita—. Lo sé, señora. Lo sé.
Rose apretó los labios, murmurando apenas audible—. Más bien quiere presumir su dinero.
—No digas eso, Rosie. Es obvio que está haciendo un esfuerzo real por conquistarte.
—Más bien por acostarse contigo.
—Ni que lo digas... —susurró Rose sólo para que Emily escuchara y luego respondió a su madre—. Supongo que tienes razón —forzó una sonrisa.
Su madre le regresó la caja.
—Deberías ir a dormir. Necesitas descansar para mañana... Esos eventos con una locura —rió levemente.
—Tienes razón, no quiero tener ojeras.
—Descansa, Rosie.
—Buenas noches.
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Rose subió a su habitación. Apenas cerró la puerta, se lanzó sobre la cama, sofocando un grito en las almohadas.
—¿Ahora qué tienes? —preguntó Emily, fastidiada.
—¿Qué tengo? ¡Matías piensa que le estoy coqueteando por tu culpa!
—Te estoy haciendo un favor.
—¡¿Un favor?!
—¿Eres tonta? O sorda... ¿No escuchaste lo que dijo su amigo? Es obvio que tiene una relación cercana con Mabel. Úsalo a tu favor, Rose, no seas estúpida.
—¿Y qué quieres? ¿Que le coquetee cada vez que lo vea?
Emily se incorporó, tomando el control apenas un instante, lo suficiente para sentarse frente al espejo. La luz de la lámpara realzó la dureza en su mirada.
—Se muere por ti. Solo tienes que rechazar cada avance y se hundirá más y más.
Rose miraba desde el fondo, sintiéndose atrapada. Emily sonrió al reflejo, segura.
—Mírate, Rose… —susurró—. Es hora de que uses esa belleza como un arma.
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Lyn 🥀