CONTRATO CON EL CEO: PROHIBIDO ENAMORARSE

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...CAPÍTULO 4...

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...EMMA RÍOS...

Nunca en mi vida, me pude imaginar tomarme este tipo de fotos con alguien y mucho menos con un millonario.

Con luces cegadoras, cámaras por todos lados, un vestido que costaba más que mi carrera universitaria completa… y un hombre al lado que parecía tallado por los dioses del egocentrismo.

—Sonríe, Emma —susurró entre dientes sin mover los labios—. Si vas a fingir, al menos finge bien.

—¿Así o más falsa? —dije entre dientes también, sonriendo para los fotógrafos.

—Más falsa.

—Perfecto, ya me estoy inspirando en usted.

Él soltó una exhalación lenta, como si estuviera haciendo yoga para no perder la paciencia conmigo.

Y en ese momento, cuando el fotógrafo gritó

“¡Ahora, abrácela más!”, escuché un grito desgarrador que hizo que todos voltearan.

—¡¿QUÉ ES ESTO, LEONARDO?!

El sonido de los tacones resonó en todo el estudio.

Una mujer apareció entre los flashes, preciosa, con el tipo de belleza que de veía solo en actrices de Hollywood.

Cabello rubio, labios rojos, mirada de furia gata furiosa.

—Oh, no… —murmuró Susan desde una esquina—. Es ella.

Yo parpadeé.

—¿Ella quién?

—Bianca Bustamante. su ex prometida. —me respondió sin mover los labios—. La que murió… o bueno, la que todos creían que estaba muerta pero estaba en Europa.

—¿Murió? ¿Cómo que murió?

—Larga historia.

Y antes de poder procesarlo, la mujer ya estaba frente a nosotros, mirándome de arriba abajo como si yo fuera un simple lastre.

—Así que esta es la nueva. —dijo con una sonrisa torcida—. ¿El reemplazo número cuatro o cinco?

Leonardo endureció la mandíbula.

—Bianca, aquí no.

—¿Y por qué no? —replicó ella, elevando la voz—. ¿Por qué no les cuentas a todos cómo me cambiaste sin siquiera enterrarme bien?

El murmullo entre los asistentes fue inmediato.

Flashes. Susurros. Escándalo.

Yo solo podía pensar: Trágame tierra. Pero si me vas a tragar, que sea con dignidad y zapatos bonitos.

Leonardo la tomó del brazo, firme.

—Basta de tus tonterías.

—¡Suéltame! —ella lo empujó—. ¡Tú no sabes lo que perdiste, Leo!

—Susan, cancela la sesión —ordenó Leonardo, su voz más fría que el aire acondicionado del estudio—. Emma, quédate aquí.

—¿Perdón? ¿Qué? —pregunté, confundida.

—No te muevas.

Y sin darme tiempo a protestar, se llevó a Bianca del brazo hasta una oficina al fondo del pasillo.

Por supuesto, lo que él no sabía es que mi segundo nombre era curiosidad con chisme.

Así que… sí, lo seguí.

Sin hacer ruido, pasé entre los fotógrafos dispersos y me acerqué hasta la puerta entreabierta.

No era mi culpa, ¿ok? Solo estaba haciendo trabajo de investigación para no quedar como la prometida idiota que no sabe en qué lío está metida.

Desde adentro, la voz de Bianca se escuchaba nítida:

—¿Así que ahora te dedicas a jugar al matrimonio feliz, Leo? ¿Qué sigue, adoptar un perro para las fotos?

—No sabes de lo que hablas.

—Oh, lo sé. Te conozco mejor que nadie.

—Ya no.

Hubo un silencio tenso. Luego, un golpe sordo contra el escritorio.

—¡Me borraste de tu vida como si no hubiera existido! —gritó Bianca—. ¡Ni siquiera fuiste a buscarme!

—Porque creí que estabas muerta, Bianca. ¡Después de esa explosión, desapareciste sin decir ni una palabra!

—Y tú ni siquiera lo lamentaste…

Mi corazón se aceleró. ¿Muerta? ¿Desaparecida? ¿Explosión?

¿Qué película es esta?

Estaba a punto de pegar la oreja mejor contra la puerta cuando una voz me hizo brincar.

—Parece que hay demasiada gente chismosa en este lugar.

Me giré tan rápido que casi me caigo.

Una chica, joven, con el mismo color de ojos de Leonardo pero con sonrisa traviesa, me observaba con una copa de champaña en la mano.

—Yo… no estaba… o sea… —balbuceé.

—No te esfuerces, te vi desde el otro lado del pasillo. —dijo ella riéndose—. ¿Eres la famosa prometida de mi hermano, cierto?

—¿Hermana? —pregunté, intentando recomponerme.

—La única. Gisela Blake. —me extendió la mano—. Pero puedes decirme Gigi. Todos lo hacen.

—Emma. —le respondí, apretando su mano—. Emma Ríos.

—Ya lo sé. —sonrió, observándome de pies a cabeza—. Wow, debo admitir que tienes agallas.

—¿Por… fingir una sonrisa mientras todos nos miran como si fuéramos un episodio de reality show?

—Por seguir saliendo con mi hermano, más bien. —rió—. Créeme, sobrevivir a Leonardo Blake ya es un deporte extremo.

Me reí, aunque todavía tenía el corazón en la garganta por la escena que acababa de escuchar.

—No sé si salir es la palabra correcta…

—Entonces ensayar una boda falsa con un CEO controlador. —Gigi arqueó una ceja—. Eso sí que es nuevo, incluso para esta familia.

—Genial. —dije—. Ya soy una anécdota.

Ella me palmeó el hombro.

—Tranquila, al menos eres una anécdota con buen gusto para los vestidos.

Las dos soltamos una risa, y en ese instante la puerta de la oficina se abrió de golpe.

Leonardo salió, con el rostro tenso. Bianca detrás, furiosa, con el rímel corrido.

—Susan, que la escolten fuera del edificio. —ordenó él sin mirar atrás.

Bianca lo fulminó con la mirada.

—Esto no termina aquí. —dijo, antes de marcharse con un portazo.

El silencio que quedó fue denso.

Leonardo exhaló, frotándose el puente de la nariz, y recién entonces notó mi presencia.

—¿Qué haces aquí? —me preguntó con esa voz grave que usaba cuando estaba a punto de perder la paciencia.

—Yo… solo… vine a buscar agua. —mentí descaradamente.

Gisela, divertida, intervino:

—Agua, sí. Justo la sirven detrás de las puertas donde mi hermano discute con su ex difunta.

Yo le di un codazo suave.

—Gigi, no ayudes.

Leonardo la miró con fastidio.

—Gisela, no mal influencies a Emma.

—Oh, tranquilo, Leo, solo estaba dándole la bienvenida a la familia. —dijo ella con una sonrisa angelical.

Y antes de que él pudiera responder, tomó mi brazo y me arrastró lejos de él.

—Ven, futura cuñada, te voy a contar cómo sobrevivir a los Blake sin perder la cordura.

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...Gisela Blake ...

Tiene 26 años. Es relacionista pública y jefa del departamento de imagen corporativa en Blake Technologies.

Tiene un humor ácido, una lengua filosa y una inteligencia emocional que usa como arma diplomática en los negocios… y como herramienta para fastidiar a su hermano mayor.

A diferencia de Leonardo, Gisela es abierta, espontánea y carismática. Sabe manipular sin que nadie lo note, y tiene una habilidad natural para leer a la gente —en especial a Emma, a quien identifica como algo más que su cuñada desde el primer día.

Su forma de hablar es directa pero encantadora. Puede soltar una verdad cruel con una sonrisa tan dulce que cuesta enojarse con ella. Es el tipo de mujer que puede entrar a una junta directiva vestida de rosa y salir con todos de su lado.