PERSUASIÓN

Mi mente no deja de ser bombardeada por todo tipo de pensamientos catástrofes y no entiendo por qué debo sentirme así. ¡Quiero dejar de pensar en él! ¡No quiero darle más importancia a su éxito en el amor! Pero soy débil.

Supongo que después de todo, por eso no tuvo el valor de pedirme lo que yo tanto quería escuchar. ¿Por qué tuvo que ser así? ¿Por qué me hizo creer que podríamos haber tenido otra oportunidad? ¿Por qué tengo que pensar en segundas oportunidades cuando me merezco lo mejor?

El ritmo de la música cambia y la nueva melodía hace que mis recuerdos de Félix aparezcan con más frescura en mi mente. ¡A él le gustaba esta canción! Y es como si pudiera mirarlo aquí.

—¿Estás bien? —Christian se sienta a mi lado.

Sostiene un vaso con licor y me mira con curiosidad.

—Sí. Todo bien.

—Pareces pensativo.

—Estaba pensando en lo que me dijiste —miento, dirijo mi atención a Mónica—. ¿De verdad era tu novia?

—Sí. Todos tenemos algunos secretos, seguramente ella me tiene escondido en su corazón.

Mi padre estaba rodeado de sus amigos, Mónica estaba con su grupo de amigas y todos parecían pasarla bien.

—¿Quieres bailar conmigo? —Me pide Christian.

—¿Bailar?

—Sí. Tu novio no vino y supongo que por eso estás pensativo.

—Para nada. Solo estaba...

Extiende su mano a mí, me mira con dulzura.

—Baila conmigo. Está canción me fascina y no conozco a nadie.

Acepte su mano. Le concedí bailar esta cumbia para concederme el deseo de recordar a Félix bailando conmigo. Es como si en este momento, estuviéramos a solas él y yo. Sus ojos me observan, sonríe con amplitud y me dejo llevar a su paso al ritmo de la música. ¡A mí también me gusta esta canción!

—Pensé que no sabrías bailar cumbia —Christian parece sorprendido.

Su voz me devuelve a la realidad.

—No todo es como parece —me atrevo a decirle—. Cómo dijiste antes, todos tenemos algunos secretos.

Por qué fue a causa de él, de Félix, que yo aprendí a bailar cumbia. ¡A él le fascinaba este ritmo! Félix era único al disfrutar de las fiestas. ¿Por qué no puedo olvidarlo? ¿Por qué me cuesta tanto poder dejar de pensar en él? ¿Por qué no soy capaz de aceptar su nueva realidad? ¡Me siento confundido!

La canción termina de sonar y todos los invitados aplauden. Suelto las manos de Christian y siento la necesidad de ir a la cocina. ¡Necesito agua! Agarro un vaso con mucho anhelo, mi corazón está por explotar y siento que algo en mí no está del todo bien. ¿Por qué esta angustia? ¿Por qué esta calamidad? ¿Por qué sentir que aún le pertenece mi sentir?

—¿Estás bien? —Janet aparece.

Ella me mira con preocupación, me examina detalladamente y se acerca a mi lado.

—Sí, estoy bien.

—No es cierto. ¿Qué tienes? Te conozco y sé que algo te aplasta.

Bebo el agua con mucho enojo. ¿Por qué? ¡Estoy enojado por algo que no me corresponde sentir!

—Félix se va a casar con Luisa —digo sin pena.

—¿El plebeyo?

—Sí.

—¿Con la cuñada de Laura?

—Sí.

—¡Qué inesperado!

—En realidad sí era de esperarse. Él siempre le dio alas y jamás fue claro con lo que decía sentir por mí.

Mi hermana me mira con curiosidad.

—¿Te duele que Félix esté a punto de casarse?

—Yo, bueno, ¡no lo sé! Yo tengo a Alán, estoy enamorado de él y sé que él me ama. Pero...

—¿Pero?

—Jamás pensé que Félix se casaría tan pronto. ¿A dónde se fue todo lo que dijo sentir por mí? ¿Fue una ilusión o una realidad?

¿Por qué mi voz tenía un tono de resentimiento?

—Ya entiendo. ¿Sigues molesto por qué él no fue valiente por ti?

Su pregunta me pone pensativo. ¿Eso era lo que me molestaba? Mi corazón latía con fuerza, y tal vez, yo aún...

—No, creo que no es eso.

—¿Y entonces qué es?

Me da pena admitirlo, siento un dolor en mi alma y sé que solo yo entiendo esto que estoy sintiendo. ¿Valdrá la pena expresarlo? ¿Merezco pronunciarlo?

—No importa. No es importante. Me alegra haberte contado, ahora sabes que es lo que me tiene muy despistado.

Pero Janet parece no creer en mis palabras, me mira con detenimiento y sé que está sacando conclusiones.

—¿Aún le amas? —Ella si tuvo el valor de pronunciar aquellas palabras a las que yo les intenté restar importancia.

Sus ojos me atraviesan el alma, era como sí de forma inquisitiva, ella tratara de darme valor.

—Supongo que aún no logro superar lo que siento por Félix. ¡Eso me convierte en un cobarde!