Los Enredos Del Alfa

Llegué a su casa y vi la puerta abierta. Bajé de la camioneta y entré, buscando su olor. Lo encontré, pero también el de otros cuatro lobos. Entre ellos, el del alfa Darius de CreedClaw. Me invadió la desesperación y salí a buscar a Zafiro por el bosque cercano. Me transformé para seguir mejor el rastro y aullé con fuerza, llamándola, esperando que me respondiera.

Entonces, se me acercó Liam en forma de lobo, con Josh montado sobre su lomo. Este me gritó:

—¡Ni pienses que no voy a ir! ¡Es mi hermana! Ya la dejé sola una vez y no volveré a hacerlo.

Asentí con la cabeza. Seguimos el rastro juntos.

—Aksel, ya avisé a Dilan y Marlon. Van a venir a apoyarnos. Mattheo está reuniendo a otros guerreros. Vamos a recuperarla, amigo —me dijo Liam por el enlace mental.

—Tengo que encontrarla, así me haya rechazado… No soporto la idea de que la lastimen —le respondí.

Corríamos entre los árboles, con el corazón latiéndome como un tambor. Su olor era dulce y familiar, pero también había en él un matiz de miedo y dolor.

De pronto, sentí su aroma más cerca. Liam y yo nos detuvimos y nos escondimos entre unos arbustos. Volvimos a nuestra forma humana, y Josh se bajó del lomo de Liam, preguntándonos en voz baja qué ocurría.

—Ya la encontramos —le dije con un nudo en la garganta—. Está en ese claro.

—¿Está bien? —preguntó Josh, preocupado.

—No lo sé. Huelo su miedo… y dolor. Creo que Darius la golpeó —respondí, con la mandíbula tensa.

—Hijo de puta. Vamos a rescatarla.

—Espera. Avisemos a los demás por el enlace. No sabemos cuántos lobos trajo Darius.

Josh asintió y sacó de su mochila un par de pantalones deportivos para Liam y para mí. Nos vestimos rápido y nos acercamos al claro con cautela.

La vi. Estaba sentada sobre una roca, con los brazos atados a la espalda. Tenía un moretón en el rostro que no estaba cuando la dejé en su casa. Sentí una furia abrasadora al verla así. El alfa Darius la observaba con una sonrisa maliciosa. Cuando me vio, soltó una carcajada.

—Vaya, vaya… Así que viniste por la humana. Qué conmovedor.

—¡Cállate, Darius! Déjala ir. Ella no tiene nada que ver con esto —le espeté con rabia.

—Oh, pero claro que tiene que ver —respondió, con tono de reproche—. Estás tan encaprichado con esta mujer que has olvidado lo que eres. Esto tendrá consecuencias, Aksel. Las decisiones impulsivas se pagan caro… especialmente cuando eres alfa.

—¡Darius, por favor, me prometiste que no lo lastimarías si me alejaba! —gritó Zafiro, con la voz quebrada.

Quería creer en lo que decía, quería aferrarme a la idea de que Darius la estaba obligando a alejarse de mí... que no era su decisión, que no me estaba rechazando realmente. Un gruñido furioso se escapó de mí mientras le gritaba a Darius:

—¡Aléjate de mi mate!

Me transformé al instante. Darius pareció confundido por un segundo, pero enseguida cambió de forma también y se lanzó al ataque junto a los guerreros que lo acompañaban. Yo solo quería terminar con eso para poder acercarme a Zafiro... deseando con todas mis fuerzas que su rechazo no fuera real.

Liam, Dilan y Marlon se unieron a la pelea, y con esfuerzo logramos hacerlos retroceder. Mientras tanto, Josh corrió hacia Zafiro y la desató. Ella lloraba y me miraba fijamente. Me acerqué despacio, tratando de no asustarla más de lo que ya estaba. Pero en un segundo tomó la daga con la que Josh la había soltado… y la lanzó en mi dirección.

Me congelé.

¿Entonces de verdad me rechazaba? ¿Tan asustada estaba de mí? Cerré los ojos. Sabía que no me dolería el golpe… al menos, no más que el dolor del rechazo.

Pero entonces escuché un gruñido. Al girarme, vi que uno de los lobos de Darius estaba a punto de atacarme. Ella lo había detenido.

Cuando el lobo se alejó, el impacto me llegó: Zafiro me abrazaba con fuerza, sollozando.

—Lo siento, lo siento… —repetía entre lágrimas.

Se separó de mí y, al ver su mano manchada de sangre, entró en pánico, buscándome una herida desesperadamente.

—¿Estás herido? No veo dónde te han herido… ¡Ayuda! ¿Por qué tienes tanto pelo? ¿Por qué no me hablas?

Me di cuenta entonces de que seguía en forma de lobo. Me transformé.

Ella abrió los ojos con asombro y tomó mi rostro entre sus manos.

—Lo siento… estaba muy asustada. Esos hombres me encontraron en el patio de la casa y empezaron a amenazarme. Dijeron que te lastimarían por estar conmigo, que no podíamos estar juntos… y luego se transformaron. Me dijeron que me llevarían de vuelta a la ciudad y que, si no regresaba, te harían daño.

La abracé con fuerza, tratando de calmarla.

—Estoy bien, preciosa. Lo siento… debí darme cuenta en ese momento de que estabas asustada. Cuando me rechazaste, yo...

Las palabras no me salían. Tal vez todo esto era demasiado para ella.

—Entiendo si no quieres estar a mi lado… sé que esto es complicado y peligroso para ti.

Ella negó con fuerza, con lágrimas en los ojos, y me abrazó con más intensidad.

—Te amo. En serio, te amo mucho. No quiero estar sin ti.

Nos abrazamos intentando calmarnos, hasta que escuchamos la voz de Josh llamándonos:

—Oigan, tortolitos, sería mejor irnos. No sabemos si esos idiotas van a volver. Además… no es muy higiénico estar revolcándose con tanto pelo y sangre.

Me levanté y ayudé a Zafiro a ponerse de pie. Ella estaba muda, completamente sonrojada, mirando a todos lados. Josh, visiblemente molesto, le tapó los ojos.

—¡Y vístanse o cambien a lobo! ¿No se dan cuenta de que andan en cueros frente a mi hermana?

Me puse rojo como tomate y me transformé. Liam y yo la rodeamos en forma de lobo. Josh le indicó que subiera sobre mi lomo, pero ella dudó.

—No, está herido. No quiero hacerle daño.

Josh, con calma, le explicó:

—Tiene una conexión contigo. Eso lo hace fuerte.

—¿Y tú cómo sabes eso? —preguntó ella, intrigada.

Josh, ruborizado, respondió:

—Yo tengo una conexión con Liam.

El lobo de Liam se acercó y, con el hocico, le hizo un cariño a Josh.

Zafiro subió a mi lomo y emprendimos el camino de regreso a la manada. River, ansioso, no podía esperar:

—¿Ya puedo hablarle? ¿Ya puedo?

—Sí… solo no la asustes —le advertí.

—Zafiro, mi dulce mate… gracias, gracias por quedarte con nosotros. Te prometo que siempre te haré feliz. Ya verás —dijo él, emocionado.

Ella se asustó un poco.

—¿Qué…? ¿Aksel? ¿Qué está pasando?

Le expliqué con calma que, como alfa, podía comunicarme mentalmente con mi mate. Que era algo normal entre nosotros y que no tenía que preocuparse.

River, por su parte, desbordaba alegría.

—Eres tan linda… tus ojos son preciosos, eres dulce y divertida… Me encanta escucharte hablar. Me gusta todo lo que haces, lo que dices…

—¿Siempre es así de lindo? —me preguntó Zafiro.

—Contigo es lindo… conmigo, un dolor de cabeza —dije, sonriendo.

—Mi luna, te prometo que te vamos a cuidar y a engreír, porque eres lo más lindo que tenemos —decía River, emocionado.

—Soy una chica con suerte, entonces, por tenerlos a ustedes —respondió ella mientras acariciaba mi cabeza.

Pensé que el afortunado era yo. ¿Qué podía ofrecerle? Daría mi vida por ella, pero… ¿sería suficiente?

Ella se recostó más contra mí y olió mi pelaje.

—Sí… definitivamente huelen a chocolate —dijo, convencida.

—Para nosotros tú hueles a canela con manzana —respondió River.

—Me encanta el chocolate, como no tienen idea. Y no solo huelen así… juro que el color de sus ojos es de un bonito tono chocolate —dijo Zafiro con cariño.

Aullé de felicidad, haciendo que Zafiro soltara una risa encantadora. Estaba tan feliz de tenerla conmigo, de sentir su calor, su peso, su cariño.

Una vez cerca de la casa de la manada, Josh y Zafiro bajaron de nuestros lomos. Rosa salió a recibirnos y les dijo que pasaran, que tenía bebidas calientes listas y que podían descansar mientras los chicos se cambiaban.

Fui a mi cuarto aún en forma de lobo, y les advertí al resto que no fueran exhibicionistas frente a mi mate. Dilan y Marlon rieron, pero aceptaron. Me bañé rápido y me cambié. Al bajar, vi a Josh y Zafiro abrazados. Cuando me acerqué, ella vino directo a mí y me abrazó con fuerza.

Me despedí de Josh y llevé a Zafiro a mi habitación. Le indiqué dónde estaba el baño y le pasé una de mis camisetas para que se pusiera. Escuché el sonido de la ducha e hice mi mejor esfuerzo por no imaginarla ahí dentro.

Cuando terminó y salió, me acerqué y le di un dulce beso en la mejilla.

River, entrometido como siempre, me preguntó si pensaba marcarla esa noche.

Le dije que ella aún estaba muy intranquila con todo lo que había pasado, y que quería que se calmara primero. Que lo entendiera todo y lo aceptara por completo.

Nos acostamos juntos, abrazados, y nos dormimos sin decir una palabra más.