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Mí Dulce Debilidad.

Mí Dulce Debilidad.

Status: Terminada
Genre:Romance / Mafia / Amor a primera vista / Completas
Popularitas:10.3k
Nilai: 5
nombre de autor: GiseFR

Lucia Bennett, su vida monótona y tranquila a punto de cambiar.

Rafael Murray, un mafioso terminando en el lugar incorrectamente correcto para refugiarse.

NovelToon tiene autorización de GiseFR para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capitulo 19

La mañana era clara y templada cuando Rafael cerró la laptop y miró a Lucía con una expresión que mezclaba decisión y picardía.

—Tenemos que hacer las valijas —dijo él, acercándose con pasos lentos y seguros—. Pero antes, vamos de compras.

Lucía levantó una ceja, sorprendida.

—¿Compras? Rafael, tengo ropa. No necesito nada especial para ir a ver a tu madre.

—No es solo por mi madre —respondió él, tomándola de la cintura—. Es Italia. Quiero que te sientas cómoda, linda... mimada. Y además —agregó con una sonrisa torcida— no me vas a negar que tu placard tiene más libros que vestidos.

Ella resopló con una sonrisa, empujándolo suavemente por el pecho.

—Dios… sos insoportable.

—Y millonario —le guiñó un ojo—. Así que vení conmigo, Lucía Bennet, que te voy a vestir como una reina.

Lucía bufó divertida, pero no puso más resistencia. En el fondo, le encantaba la forma en que él la miraba, incluso cuando se trataba de algo tan banal como un paseo por el centro comercial.

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Horas después, caminaban juntos entre locales de lujo. Rafael tomaba su mano con naturalidad, ignorando por completo las miradas curiosas que se cruzaban en su camino.

Entraron en una boutique de diseño minimalista, donde tres asesoras casi se abalanzaron sobre ellos al ver a Rafael Murray.

—Traigan vestidos cómodos, frescos, discretos —pidió él—. Ella no es de escotes ni brillos. Pero quiero que se vea como la diosa que es.

Lucía puso los ojos en blanco.

—Rafael...

—Shh —dijo él, besándole la sien—. Disfrutá un poco.

Minutos después, una pequeña montaña de vestidos llenaba el probador.

Lucía apareció con uno suelto, azul claro, que le caía sobre el cuerpo como agua.

—¿Y? —preguntó, girando sobre sí misma.

Rafael la miró como quien contempla algo sagrado.

—Estás preciosa.

—¿Pero es suficiente para tu elegante villa italiana?

—Podrías ir en pijama y seguirías siendo lo más elegante ahí.

Ella probó dos vestidos más, siempre dentro de su estilo sencillo. Rafael los aprobaba, aunque algo en su rostro indicaba que no se convencía del todo.

Y entonces, Lucía desapareció unos segundos… y regresó con uno que no estaba en la selección original.

Un vestido ajustado, negro, corto. Escote en V. Tela que se pegaba a su cuerpo como una segunda piel. Taconcitos bajos que apenas alzaban su figura. El cabello suelto, los labios naturalmente rosados.

—¿Y este? —preguntó con fingida inocencia, dando una vuelta lenta frente a él—. ¿O preferís mis jeans y remeras de algodón?

Rafael se quedó congelado. Trago seco. Pupilas dilatadas. Respiración contenida.

—Lucía...

—¿Sí?

—Estás... —Buscó la palabra y no la encontró—. Tentación pura. Pero no. No vas a Italia vestida así. No si quiero evitar una masacre de miradas.

Ella rió, victoriosa.

—Entonces volvamos a los discretos, ¿no?

Él asintió rápidamente.

—Por favor. Y… después hablamos del castigo por provocarme así.

Lucía le guiñó un ojo y volvió al probador, entre risas, mientras Rafael se pasaba una mano por la nuca, intentando recomponerse.

Porque a su lado, incluso las compras se volvían un acto de adoración.

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MISMO DÍA – VILLA MURRAY, ITALIA

Matilde caminaba por la galería de la villa con un vestido color marfil, impecable como siempre, mientras un jardinero regaba discretamente las hortensias azules que tanto le gustaban. En sus manos, el celular temblaba apenas. Su expresión era serena, pero sus ojos tenían el brillo inquieto de quien no deja nada al azar.

La terraza estaba lista. Los mozos se encargaban del ensayo general para la cena de cumpleaños. Mantelería blanca, candelabros antiguos, flores frescas. Todo bajo el cielo mediterráneo que, al atardecer, se doraba con un aire casi cinematográfico.

Caminó hasta el borde del balcón, donde el viento le movió apenas el cabello. Marcó el número de Rafael. Él atendió a los pocos segundos.

—Mamma —saludó con voz baja, entremezclada con el rumor de una calle al fondo—. Justo pensaba llamarte.

—Te gane de mano, tesoro. Solo quería confirmar que vendrás. Ya sabes, tu padre está organizando algo especial para mí fiesta. Un pequeño banquete familiar.

—Sí, claro que sí. Llegaremos pasado mañana. Ya organicé todo.

Matilde frunció apenas el ceño, sin perder la sonrisa.

—¿Llegaremos...? —repitió con cuidado, deteniéndose junto a una de las columnas de piedra—. ¿Quién más viene contigo?

Hubo una breve pausa del otro lado. Luego, la voz de Rafael llegó, firme.

—Lucía. Mi novia. Viene conmigo.

El silencio se alargó un par de segundos. Matilde no dijo nada de inmediato.

—Ah. Ya veo... No sabía que estabas en pareja.

—Lo estoy. Y es importante para mí, por eso va.

Matilde asintió en silencio, aunque él no pudiera verla. Se le escapó una breve sonrisa que no alcanzó a suavizar sus ojos.

—Entonces la esperamos. Será... interesante conocerla.

—Nos vemos pronto, mamma.

—Sí, Rafael. Aquí te espero.

Cortó la llamada y se quedó unos segundos contemplando el horizonte. El viento le trajo el perfume de las buganvillas.

Detrás de ella, la puerta corrediza se abrió suavemente. Emergió una figura femenina. Giorga Bianchi se acercó con ese andar suyo, seguro y elegante. Vestía un conjunto de lino blanco impecable, y sus gafas oscuras descansaban sobre la cabeza como una diadema casual.

—¿Entonces? —preguntó Giorga, acercándose en silencio, tan elegante como siempre.

Matilde se volvió hacia ella, midiendo sus palabras con una dulzura helada.

—Si... Viene... Pero con su novia.

La sonrisa de Giorga titubeó por menos de un segundo.

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La habitación estaba en penumbra, iluminada solo por la luz cálida de una lámpara sobre la mesa de noche. Afuera, la ciudad dormía. Dentro, el tiempo parecía detenido.

Lucía estaba recostada sobre el pecho de Rafael, envuelta en una sábana blanca que caía con suavidad sobre su espalda desnuda. Su dedo trazaba líneas perezosas sobre el tatuaje en el brazo de él, mientras el silencio compartido hablaba más que cualquier palabra.

—¿Cómo es tu madre? —preguntó de pronto, con la voz baja y temerosa.

Rafael bajó la mirada, acariciando con la yema de los dedos la piel suave de su hombro.

—Elegante. Orgullosa. Inteligente. Tiene una forma de mirarte que te hace sentir desnudo… aunque estés completamente vestido.

Lucía suspiró, insegura.

—¿Creés que le caeré bien?

Él no respondió de inmediato. Le levantó el mentón con delicadeza, hasta que sus ojos se encontraron.

—Lucía... —susurró— no me importa si le caes bien o mal. Vas conmigo. Porque sos mía. Y eso nadie lo discute. Ni siquiera Matilde Murray.

Lucía lo besó despacio, agradecida por su firmeza, pero con un temblor sutil en los labios. Rafael la estrechó entre sus brazos, y el beso se volvió más profundo. Más necesitado.

—Me pregunto si le dirás a ella lo mismo —bromeó con suavidad contra su boca.

—No. —Rafael sonrió de medio lado— A ella le diré algo peor. Que no estoy dispuesto a perderte por nada. Y que si tiene algo que decir... que me lo diga después del vino.

Lucía rió, y él aprovechó ese instante para besarle el cuello, su clavícula, bajando lentamente como si cada centímetro de su piel fuera un mapa que ya conocía pero nunca dejaba de explorar.

El deseo volvió a encenderse entre ellos, cálido, íntimo, lento. Como si quisieran memorizarse antes del viaje, sellarse bajo la piel. Rafael susurraba su nombre como una promesa, mientras la hacía suya otra vez.

La noche los envolvió, una última vez antes de cruzar el océano... y enfrentarse al mundo real.

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El sol entraba suavemente por la ventana del dormitorio, iluminando los detalles de la habitación mientras el murmullo de la ciudad despertaba en la distancia. En el vestidor, Lucía giró frente al espejo de cuerpo entero, alisando con suavidad las líneas del vestido elegido para el viaje: un diseño casual pero elegante, de tela ligera color crema, con un corte que se ceñía sutilmente a su cintura y caía con naturalidad hasta sus rodillas. El escote en V era modesto pero sugerente, lo justo para resaltar su figura sin forzarla. Llevaba apenas un toque de maquillaje: labios rosados, pestañas apenas marcadas, y ese brillo fresco en la piel que parecía más suyo que de ningún cosmético.

Rafael se apoyaba en el marco de la puerta, sin decir una palabra. Solo la miraba. Como si verla así lo dejara sin aliento.

—¿Demasiado? —preguntó Lucía, algo tímida, ajustando una pulsera dorada que él mismo le había regalado.

Rafael negó lentamente, acercándose con pasos firmes. Colocó sus manos en su cintura, pegándola suavemente a él.

—Demasiado perfecta. Eso es lo que sos.

Ella sonrió con dulzura, acariciándole la solapa del saco mientras lo observaba con ojos serenos.

—No quiero desentonar en el cumpleaños de tu madre…

—¿Desentonar? —repitió, alzando una ceja— Vas a dejar muda a media sala. Y eso es precisamente lo que no me gusta.

Lucía lo miró, divertida.

—¿Celoso?

—Celoso, protector, y con una madre que dijo “solo familia y amigos cercanos”, pero... —suspiró, con una sonrisa resignada— conozco a Matilde. Va a haber más invitados que en una gala diplomática.

Lucía ladeó la cabeza, buscando su mirada.

—Entonces, no me dejes sola.

Rafael le acarició la mejilla con el dorso de la mano, mirándola como si el resto del mundo no importara.

—Ni un segundo. Si por mí fuera, te llevaría pegada al cuerpo toda la noche.

—No te conviene. —Lucía rió bajito— Podría darte calor.

—Mejor. Así no se me acercan las hienas que seguro van a estar rondando.

Ella lo besó fugazmente, divertida y encantadora. Él aprovechó para abrazarla con fuerza, una vez más antes de dejar el hogar que compartían.

La maleta ya estaba hecha y el Jet privado listo esperando. Pero en esa habitación, por unos segundos más, el mundo seguía siendo solo de ellos dos.

1
bruja de la imaginación 👿😇
muy bella está historia , muy diferente me encantó
Aura Rosa Alvarez Amaya
Ya valió!
Éste tipo ya la localizó
y ahora?
Adelina Lázaro
que hermosa novela 👏👏
Flor De Maria Paredes
porque no sigue la novela la dejan en lo más interesante que hay que hacer para seguir leyendo ñorfa
Flor De Maria Paredes
de todas las novelas que he leído está es la mejor muy tierna felicidad a la escritora
Tere.s
está mujer se muere ahí
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