Aria De Vida

¡Squash!

El charco resonó ante las pisadas de ellos, a pesar de haberse alejado del río hacía ya tres días, aún había partes de tierra lodosa y pequeños pantanos que podían evitar gracias al mapa que tenían entre manos.

Alice finalmente logró despertarse y caminar por sí misma, aunque todavía se veía su rostro demacrado a pesar de que ya le habían dado soluciones nutricionales. Al parecer, usar sin medida sus poderes o tal vez el estrés de todo lo que pasaban, la habían dejado demasiado exhausta. Incluso, si de por sí no era muy comunicativa, ahora permanecía en silencio absoluto.

Alexander la vio callada y distraída, sintiendo pena por lo que estaba pasando a tan corta edad. Tener que ver lo feo del conflicto bélico, no era algo que muchos pudieran soportar. Incluso él, cuando se unió a las filas el ejército, le era difícil no sentir miedo, angustia y nauseas ante las bombas, disparos, compañeros caídos y el olor de la muerte impregnando no solo en el campo, sino en su piel. Las pesadillas que lo perseguían meses de haberse retirado del campo de batalla, no lo habían dejado en paz, y aunque poco a poco logró dormir sin despertar gritando o sudando, el eco de esas escaramuzas, aun resonaban en su cabeza, en su pecho, en sus recuerdos.

Alice le recordaba al hermano pequeño de Alexander, a quien esperaba ver al fin, luego de años separados. Lo último que supo de él fue que pudo levantarse de la cama luego de muchos meses de terapia física, y le hubiese gustado estar ahí para ayudarlo y felicitarlo por su esfuerzo y coraje.

Alzó la mano y acarició la cabeza de Alice, ella lo miró confundida mientras que él le mostró una sonrisa conciliadora.

-Estamos aquí. No estás sola.

Antes de que Alice pudiera decir algo, sintió un pulso extenderse por toda el área.

-¡Cuidado! – gritaron al mismo tiempo Alice y Ryan.

Una energía los lanzó hacia atrás, pero Alice, a pesar de su agotamiento, logró frenar la caída de todos y amortiguarlos con un escudo de energía. Sin embargo, no tuvieron tiempo de hacer nada, para sentir como la tierra bajo sus pies comenzaba a ondularse, atrapándolos en el lodo.

Frente a ellos aparecieron tres sujetos con cabello blanco y Alice supo que se trataban de daimon. Sin embargo, los tres que estaban con ella, no se quedaron inmóviles ni por un segundo.

Rápidamente, Joe sacó un arma de casi treinta centímetros de largo, parecía un lanzagranadas, pero con la diferencia que no tenía una boquilla sino un disco cónico y lo disparó en dirección de los atacantes. Lo que salió no fueron láser, ni balas comunes, sino una onda de sonido direccionada.

Mientras tanto, Alexander aprovechó salir del lodo con ayuda de un gancho que salió de un bastón metálico que sacó de la bolsa de su mochila militar, y sin perder el tiempo, activó los mecanismos de defensa de su traje. Los segundos de distracción fueron suficiente para que Alice, con sus poderes ayudara al resto salir del lodo. Activaron sus trajes, y una lucha a muerte estaba por condensarse.

Los tres daimon no se asustaron ni se pusieron en alerta, los humanos eran más frágiles que ellos, aun cuando lucharan, terminarían muertos bajo su asedio. Evitaron la onda sónica con el escudo de energía del líder Scott, mientras que Lars, él que usó su geoquinesis, no se molestó que se hayan zafado del lodo donde los había atrapado, pensaba que si no daban pelea no era divertido.

Denis, el que los había rastreado solo sonrió ante el esfuerzo inútil de los humanos, pero no quitó la vista de la chica, porque ella, además de ese aroma a pólvora quemada, surgía de ella otros olores que se mezclaban dando a un aroma dulce que no le causaba agrado sino repulsión. Parecía veneno, su instinto le decía que era peligrosa, sin embargo, verla luchando con dificultad, aparentemente agotada, le daba una sensación discordante.

Ante su distracción y desprecio por los humanos, Scott y Lars sintieron una ligero irritación en el pecho de su uniforme, mientras que Denis esquivó la diminuta bala, no le haría un rasguño, pero no tentaría a su suerte. Miró a sus compañeros que se rascaron ante el pequeño golpe, restándole importancia hasta que empezaron a llegarles balas expansivas.

Denis logró esquivarlas, pero sus compañeros, a pesar de haberse apartado, las balas lograron impactar en su pecho y brazos. Todos se quedaron conmocionados por un segundos antes de poner su escudo de energía evitando más balas sorpresas.

Scott maldijo, porque no tenía el tiempo ni la concentración para quitar los fragmento de la bala en su cuerpo, la sangre pronto brotó de sus heridas, sintiendo la furia apoderarse de su ser, al ser dañado por miserables insectos. En cuanto Lars, las balas penetraron aún más de lo que hubiese imaginado porque empezó a faltarle el aire, lo más probable es que tenía el pulmón perforado. Con el escudo de energía de su compañero que los resguardaba, sacó un cuchillo, se abrió la chaqueta militar y penetró a un lado de su costilla, sintiendo brotar la sangre y al fin el aire entrar a sus pulmones, pero ésta no era una solución, moriría desangrado si no podría eliminar los fragmentos dentro de su cuerpo y sanarse. Aunque todos tenían la capacidad de auto regenerarse, tener objetos pequeños que desgarran la piel, no garantizaba una curación completa. Aun así, ambos se regeneraron, no obstante con cada movimiento, los músculos volvían a desgarrarse, no tenían más opción que terminar todo rápido.

Joe había logrado camuflarse en los arboles circundantes, y acomodar su rifle de francotirador, para golpear a sus objetivos con un chip direccional, el cual atraía todas las municiones de su equipo al mismo objetivo. Había logrado darle a dos, pero al parecer, uno de ellos tenía los instintos mejor desarrollados, evitando el chip. No demoró, y cambió las municiones por balas expansivas, intentaría darles lo más rápido posible antes de que se dieran cuenta de su plan, por fortuna logró darle a dos de ellos. Luego, desarmó el cuerpo del rifle de francotirador, cambiándolo a un FN mini. Con el avance de los conflictos bélicos, algunas armas se modificaron más allá de lo imaginado mientras que otros conservaron sus estructuras, sin embargo, en caso de rifles y ametralladoras, lograron hacer que el cuerpo del arma pudiera ajustarse para que fuesen solo uno, cambiando solo el cartucho y ajustando la boquilla del arma.

Con manos hábiles, colocó la base y el arma ya cargada con las pocas municiones que había traído consigo. No creía que pudiera hacer mucho, pero era mejor intentarlo a dejar que los mataran a todos. Con su casco, logró ubicar al enemigo, esperando la oportunidad de disparar y generar un daño mayor.

Por otro lado, Alexander se abalanzó sobre el daimon que no recibió daño, intentó dispararle con su rifle de asalto, pero el daimon lo derribó con un puñetazo, dejándolo aturdido. El enemigo tomó su arma y la partió en dos con su pierna, luego vio cómo el cuerpo del sujeto se deformaba vertiginosamente, asomándose a la vista del asombrado soldado, una bestia que parecía haber salido de una película que tanto le gustaba ver.

El daimon se había vuelto más grande y musculoso, rompiendo su chaqueta en el proceso al igual que sus botas. Sus pantalones, aunque casi hecho girones, cubría solo su entrepierna. Su rostro ya no era humano, tenía hocico y colmillos largos salían de su boca, su cuerpo se había cubierto de pelaje gris y emitía un sonido gutural asemejando un gruñido.

¡Era el maldito hombre lobo frente a él!

Había luchado contra muchos daimon, pero nunca había visto uno igual a ese. Había visto personas deformadas, con el rostro hinchado, con abscesos y forúnculos en su cuerpo, cuerpos amorfos y asimétricos, pero nunca uno que se convirtiera en otro ser.

Éste le lanzó un puñetazo, y ágilmente Alexander logró esquivar las terribles garras de sus manos. Sacó el bastón metálico de su mochila, apretó algunas teclas y muescas que había en todo el aparato, giró el tubo en direcciones opuestas y el bastón largo se dividió en dos, emitiendo electricidad en los extremos de los bastones.

Alexander lo manejaba como un maestro, con movimientos ligeros y contundentes, golpeando en cada oportunidad los músculos del hombre lobo, aflojando por un corto tiempo, los nervios de su cuerpo.

A pesar de su diestro manejo de los bastones, no era su arma favorita ya que en la guerra, nadie peleaba cuerpo a cuerpo en una batalla sangrienta, sin embargo, su oponente le había roto el rifle, por lo que no tenía muchas opciones. Evitó algunos golpes, y logró asestar otros, pero terminó siendo expulsado con un ataque feroz del oponente.

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Geoquinesis: poder mental de controlar la tierra y las piedras.