El Lobo Y La Bruja De Fuego

La noche había caído sobre el templo, y la luna llena ya comenzaba a asomarse en el horizonte, proyectando su luz plateada sobre las ruinas. La calma parecía haber vuelto a apoderarse del lugar, pero algo en el aire estaba cargado de una energía palpable, una vibración que recorría la estructura de piedra, como si el templo mismo estuviera esperando algo. Algo que estaba a punto de ocurrir.

El viento soplaba con suavidad, agitaba las hojas secas que descansaban sobre el suelo cubierto de musgo, y la luz de la luna se filtraba con dificultad a través de pequeños huecos. Las sombras danzaban al ritmo del viento, creando figuras fantasmales que se movían sin control, como si el tiempo mismo estuviera suspendido en el aire, esperando el momento exacto.

Selene se encontraba dormida en el suelo, su cuerpo cubierto por una capa improvisada que la protegía del frío. Su respiración era profunda y tranquila, pero su mente estaba atrapada en sueños extraños y confusos. Imágenes de antiguas batallas, de lobos corriendo entre las sombras, y de poderosos hechiceros que susurraban nombres olvidados. En sus sueños, las runas del templo parecían arder con una luz dorada, y una voz susurraba su nombre, llamándola, reclamándola.

De repente, un ruido bajo la hizo despertar. Abrió los ojos, confundida y desorientada, y vio que Kael, su protector, su compañero, estaba agachado frente a ella, mirando el suelo con una intensidad que nunca antes había visto en él. Sus ojos brillaban con una mezcla de deseo y lucha interna. El aire a su alrededor estaba cargado, cargado de una tensión que Selene podía sentir en su piel, como una corriente eléctrica.

El corazón de Selene latió con fuerza en su pecho, su respiración se aceleró al ver la expresión de Kael. Había algo diferente en él. Algo salvaje. Algo que la hacía sentir un calor profundo, un calor que comenzaba a arder dentro de ella.

—Kael… —susurró, su voz ronca por el sueño interrumpido.

Kael levantó la cabeza, sus ojos centelleando con un fuego que parecía consumirlo desde dentro. Sus labios se curvaron en una expresión de lucha, de control, como si estuviera tratando de contener una tormenta dentro de sí.

—Selene… —dijo su nombre con una voz que sonaba a advertencia, pero también a desesperación. Se levantó rápidamente, alejándose de ella con pasos largos y firmes, pero cada movimiento suyo estaba cargado de una tensión palpable, como si estuviera luchando por mantener algo dentro de sí mismo.

Selene se levantó también, confusa, pero no pudo evitar sentir que algo en el aire la atraía hacia él. Algo dentro de ella comenzaba a responder a su presencia, a su energía.

—¿Qué pasa? —preguntó, sin entender completamente lo que estaba ocurriendo.

Kael dio un paso atrás, como si temiera que algo en ella pudiera desencadenar lo que él estaba tratando de controlar.

—Lo que pasa es que no puedo controlarme —dijo con voz baja, su tono lleno de una ansiedad que rara vez mostraba. Sus ojos se cerraron por un momento, como si estuviera luchando contra algo mucho más grande que él—. La luna llena está en su punto más alto… y mi instinto, mi naturaleza… todo en mí está empezando a despertar.

Selene lo miró, el calor en su interior crecía, pero no sabía cómo interpretarlo. Su cuerpo respondía a él de una manera que nunca antes había experimentado, un fuego que la quemaba por dentro. Sus ojos se encontraron con los de Kael, y en ese momento, todo a su alrededor desapareció. Solo estaban ellos dos, atrapados en una corriente invisible, una atracción que no podían negar.

—Kael, yo… —sus palabras murmuraron en el aire, pero no pudo continuar. Algo dentro de ella la impulsaba hacia él, y sus piernas se movieron sin que pudiera detenerlas.

Kael dio otro paso atrás, esta vez más rápido, como si estuviera intentando escapar de algo. Su cuerpo vibraba con una energía salvaje, pero sus ojos seguían fijos en Selene, y podía ver el conflicto dentro de él. Se detuvo frente a una de las columnas rotas del templo, apoyando su mano sobre ella para sostenerse.

—He intentado mantenerme alejado… pero no puedo más —dijo con voz temblorosa, sus ojos oscilando entre el deseo y el temor—. Selene, necesito que me ayudes. He intentado resistir, pero no puedo… ¿Puedes… puedes hechizarme? Detener lo que siento por ti, lo que… —la palabra murió en sus labios.

Selene lo miró, su respiración entrecortada. El fuego dentro de ella era insoportable, como si todo su cuerpo estuviera siendo arrastrado por una marea que no podía controlar.

—No sé cómo… —dijo, pero su voz era suave, casi temblorosa. Su piel estaba ardiendo, su mente llena de pensamientos contradictorios. Ella quería acercarse a él, quería entregarse a esa magia que los envolvía, pero algo la detenía. Algo en su interior le decía que debía resistir.

Kael bajó la cabeza, sus dedos presionando la piedra fría de la columna con fuerza, como si eso lo ayudara a mantener el control. Pero Selene podía ver que ya no podía luchar más. Sus músculos se tensaron, y su respiración se aceleró.

—No puedo esperar más… —susurró, casi inaudible. Sin poder detenerse, dio un paso hacia ella, y sus manos, ansiosas, tomaron su rostro, levantándolo suavemente.

Selene cerró los ojos, sintiendo la calidez de su toque, la electricidad que corría entre ellos. El mundo entero parecía desvanecerse, y todo lo que quedaba era él y ella, unidos por un deseo incontrolable.

Y entonces, sin previo aviso, sus labios se encontraron. El beso fue suave al principio, una caricia tímida, pero pronto se transformó en algo más, algo más urgente, como si ambos estuvieran tratando de compensar todo el tiempo que habían pasado separándose el uno del otro.