La Rebelde Mila Y El Mafioso.

Mila.

Camino para ir detrás de Horacio y Elías, no quiero que le digan nada, no por mi culpa lo único que quiero es molestar a Horacio un poco.

Voy distraída y la muy pedante me agarra por el brazo.

—¿Para dónde piensas que vas?—me agarra bien fuerte la muy perra.

—¡Que te importa!, ¡es mejor que me sueltes!

—¿O qué?—me reta.

—O te doy tus buenos golpes—No me gusta pelear, pero está se merece que le dé su lección.

—Eso quiero verlo—dice con burla la muy. . .

—¡No sé qué te pasa con Kenán!, pero una cosa si te voy a decir—afianza su agarre en mi brazo, yo miro su acto y sonrió.

—¿Estás asustada de que te lo quite?

—Por favor no seas ilusa, Kenán es mío, y jamás se fijará en una tipa como tú, a él le gustan las mujeres rudas como yo, a la que pueda agarrar y voltear como una media, sin que se rompa una uña y se ponga a llorar.

—¡Ay querida!, qué estúpida eres, estás que tiembla de miedo, porque sabes que a él le puede gustar, está delicada florecita.

Me suelta, la perra me dejó las uñas marcadas, esto no se va a quedar así.

—Por lo menos ya me casé con él, cuántos años tienen juntos, y no lo has logrado, que perdedora eres.

—Ese matrimonio es falso, Horacio no existe.

—¿Cómo sabes que se casó bajo el nombre de Horacio?, tú no has visto el acta de matrimonio, ni yo la tengo—ruedo los ojos.

—Eres una mosquita muerta, cómo voy a disfrutar el día que Kenán te dé un tiro en la cabeza —me timbró—así es, cuando tu padre no quiera firmar por la refinería, tristemente tendremos que deshacernos de ti—sonríe la muy perra.

Le doy una bofetada con toda mi fuerza, luego la agarro del cabello, haciendo un puño en él.

—¡Suéltame desgraciada!—Le duele porque le estoy apretando bien duro.

—No me da la gana, que pensaste que voy a dejar que hables todas las estupideces que te dé la gana, porque me tienen aquí encerrada, estás equivocada.

Sin esperarlo saca un arma que tiene en la cintura y la coloca en mi estómago.

Suelto una carcajada sarcástica si cree que le voy a temblar está loca, aprieto más el agarre de su cabello.

—¡Anda, dispara!, si tienes bastantes ovarios, si eres tan arrecha como crees que eres, dispara—Grito.

¿Qué sucede aquí?—llega Horacio y Elías.

—Amor está estúpida, se está metiendo conmigo—Se hace a la víctima.

—Jessy baja esa arma, te volviste loca—le grita—por eso no quería que vinieras—le quita el arma.

Todavía la mantengo agarrada del cabello.

—Suéltala Mila—me mira furioso.

—No, quiero que está estúpida me deje en paz, que no se meta con mi familia, no le tengo miedo porque me tenga aquí encerrada.

—¡Jessy!

—Es mentira, amor, ella es una loca—me tiene la mano agarrada intentando soltar mi mano.

—¡Basta!— me toma del brazo para que la suelte.

Lo hago, porque no quiero que las cosas se pongan feas entre nosotros, digo Horacio y yo.

Ella pega un grito cuando ve en mi mano un puño de su cabello—Perra mira lo que haces.

Me sacudo su cabello con asco, Horacio me mira y niega como con un atisbo de sonrisa.

—Es mejor que nos marchemos.

—No, si apenas acaban de llegar—digo con sarcasmo.

—Mila, por favor—me regaña.

—Elías por favor has lo que te pido, cualquier cosa me llamas.

Que le abra dicho, más tarde le saco la verdad a Elías.

Antes que cruce la puerta para salir, clavo el último aguijón del día.

—Esposo, puedes venir más tarde, te aseguro que aquí la vas a pasar mejor—Pongo mi mejor sonrisa.

—¡Kenán!—Zapatea la estúpida.

Horacio voltea y me da una mirada que no entendí.

¡Se van!, ¡se fueron!

—¿Eres muy atrevida?—Se acerca Elías.

—Ellos no me conocen todavía, y mientras pueda hacerles la vida de cuadros se las haré.

—Te confieso que Jessy no me cae nada bien—Abro los ojos.

—¿Por qué no te cae?

—Bueno, porque ella siempre quiere dominar a Kenán—Se encoge de hombros.

—Bueno, él está enamorado, por eso se deja.

—No te creas, Kenán no está enamorado, es solo que… Se queda callado.

—¿Es solo qué?—Insisto.

—Nada, creo que siempre me haces hablar de más.

—Me ayudas con todo esto para la habitación.

—Vamos.

—Sonia, ven para que me ayudes—aquí nos hemos vuelto muy amigos, Elías y Sonia sin duda que sin ellos no sé qué sería de mí.

Sonia me ayuda a organizar las cosas, no se puede negar que Horacio tiene muy buenos gustos, porque dudo mucho que la ordinaria de la tal Jessy haya escogido esto.

—Toma—le doy una crema corporal a Sonia, que había pedido de más.

—Señorita Mila, no—la rechaza.

—Recíbelo, es un pequeño obsequio por lo que me estás enseñando, además si no lo recibes me voy a molestar.

—Está bien, gracias, te digo algo, me encantó como le diste frente a la novia de joven Kenán, no le demostraste nada de miedo.

—Estoy acostumbrada, sabes que es pelear con mi papá toda una vida—suspiro cansada—Vamos a preparar un pastel—le doy con la cadera a Sonia, está desprevenida y casi cae al suelo.

Preparamos pastel, no me quedo tan bien como los que hace Lucia, ella sí que sabe como preparar uno.

Horacio tiene días sin venir, le he pedido a Elías que lo haga venir, pero es inútil, debe estar molesto conmigo por lo que le hice a su novia.

Aff qué pesada es.

Kenán.

Ahora Mila se ha dedicado a joderme la vida, no sé qué pretende, a qué juega, de repente se comporta como si me coqueteara, después siento que me quiere dar celos con Elías, lo que ella no sabe es que Elías es mis ojos, jamás me traicionaría.

Sea lo que sea el juego que ella esté jugando, no voy a caer, no lo haré, sencillamente porque esa rubia me tiene cogido de los huevos desde el día que me miro de aquella manera en la discoteca.

Jamás lo sabrá, cómo tampoco sabrá, ella ni Jessy ni nadie el motivo por el cual la tengo conmigo.

Me encantó, me excito la forma en la que sometió a Jessy, esa mujer tiene fuerza, tiene temple, si ella quisiera tuviera al mundo a sus pies, pero no sabe que tiene ese poder en esos ojos azules y pícaros.

Tengo días que no voy, y es que cada vez que hace un berrinche me dan ganas de darle par de nalgadas, y no puedo encariñarme con ella, pronto tendrá que irse, y no me quedaré como un idiota enamorado.