UN VENENO LLAMADO AMOR

Alicia Vannecelli

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Ha transcurrido un año, un período marcado por acontecimientos imprevistos en la familia. Tras el fallecimiento de la novia de mi primo Kai, él quedó muy afectado. Al cumplir la mayoría de edad, decidió mudarse con Kira y Sol, la hermana menor de Flor, quien había quedado sola tras la tragedia. Kai se comprometió a cuidar de ella por la promesa que le hizo a su novia.

Kira desapareció durante dos semanas, lo que generó una gran preocupación en la familia; movieron cielo y tierra para encontrarla. Finalmente, supimos que se encontraba en Inglaterra, donde su novio la había secuestrado. Estuvieron a punto de involucrarse y acabar con él y toda esa organización, pero Kira logró protegerlo. Ahora, está a punto de casarse y se encuentra embarazada, producto del tiempo en que estuvo secuestrada. Durante este período, mi padre se volvió más sobreprotector y no me permitió salir de casa.

A lo largo de este año, David y yo hemos estado mejor que nunca. Nos comunicamos a diario a través de mensajes y hacemos videollamadas en la escuela, procurando que nadie en casa se diera cuenta. He desarrollado un profundo amor por David; no hay un solo momento en que no piense en él. Su comportamiento ha sido ejemplar: es tierno y atento, siempre trae un regalo cada vez que nos vemos.

Al finalizar mis estudios, llegó el momento de iniciar mi carrera en Medicina, lo que me impulsó a hablar con mi padre sobre la posibilidad de estudiar en Alemania. No soportaba la idea de estar lejos de David y quería verlo todos los días. Así que, aprovechando mi cumpleaños número 17, me acerqué a él en su despacho. Después de tocar la puerta y recibir su permiso para entrar, lo vi conversando con Lían y mi madre.

—¡Mi cumpleañera favorita! —exclamó mi padre.

Se levantó de su silla y vino hacia mí, dándome un beso en la frente.

—Papi, quiero pedirte algo —dije con voz tierna.

—Lo que mi princesa pida, yo se lo daré —me respondió.

Miré a mi madre, quien me observaba con una sonrisa, consciente de lo que estaba a punto de pedir.

—Papi, he comenzado a investigar sobre la universidad donde quiero estudiar Medicina. Ya me he inscrito en la mejor universidad —le comenté.

—Excelentes noticias, mi princesa. Lo que necesites, solo dímelo —respondió él.

—Papi, es en Alemania. Solicito tu permiso para estudiar allí. - le digo.

Su expresión se tornó seria.

—Alicia, no necesitas estudiar en Alemania. Aquí hay muy buenas universidades. ¿Por qué quieres viajar al extranjero? —me preguntó.

—Papi, la universidad a la que quiero asistir se especializa en Medicina, ofreciendo una formación más avanzada que la de aquí. Recuerda que dijiste que me darías lo que pidiera; eso es lo que te pido: que me des permiso para estudiar en Alemania. Sería el mejor regalo que podrías hacerme.

—No, Alicia. Pídeme otra cosa, pero no te irás al extranjero. Aún eres menor de edad y eres una niña. ¿Acaso olvidas lo que le sucedió a Kira? Imagina lo sola que estarías allí, sin mí cerca para protegerte. Así que no —respondió.

Miré a mi madre en busca de ayuda, ya que ella podría convencer a mi padre.

—Amor, ella ya no es una niña; es una mujer. Nos ha demostrado que podemos confiar en ella. Además, allí tiene a tu hermana y a tus sobrinos. ¿Quién se atrevería a meterse con nuestra hija? Es hora de que le permitamos a Alicia tomar sus propias decisiones y comenzar a construir su vida —intervino mi madre.

—Ella siempre será mi hija pequeña, mi princesa. No quiero que esté lejos de mí; eso rompería mi corazón —contestó mi padre, dirigiendo su mirada a mi madre.

—Papi, pero nos mantendremos en contacto. Te llamaré todos los días y nos veremos por videollamada. Por favor, apóyame —le supliqué, uniendo mis manos en gesto de ruego.

Él solo me miró, mientras yo hacía un puchero.

—Padre, no me parece buena idea que Alicia se vaya tan lejos; es mejor que se quede aquí —intervino Líam.

Lo miré con desagrado; no entendía por qué tenía que involucrarse en algo que no le concernía. Vi cómo mi madre le hizo una señal para que se callara.

—Papi, te amo mucho. Recuerdas que siempre me decías que cumplirías todo lo que yo te pidiera para hacerme feliz. Esto me haría muy, muy feliz —dije con voz tierna.

—Te daré el permiso, pero bajo ciertas condiciones —respondió él.

Sonreí, lo abracé y le manifesté cuánto lo amaba. Cuando David se enterara de que viviría en Alemania, sé que se alegraría muchísimo.

Como era mi cumpleaños, lo celebramos con toda la familia. David me envió sus felicitaciones muy temprano. Aunque me habría gustado que estuviera presente, preferimos evitar cualquier sospecha sobre su visita.

Kira nos había invitado a todos a una celebración en Inglaterra que se llevaría a cabo en tres días, donde tenía una sorpresa para nosotros. Toda la familia aceptó la invitación. Observaba a Kira y su pareja, quienes parecían muy felices, y eso me generaba una gran satisfacción.