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Welcome To The Imgard

Welcome To The Imgard

Status: En proceso
Genre:Romance / Venganza / Intrigante / Época / Traiciones y engaños / Sherlock
Popularitas:497
Nilai: 5
nombre de autor: Nijuri02

En el elegante y exclusivo Imperial Garden (Imgard), un enclave de lujo en el Londres de 1920, la vida de las doce familias más ricas de la ciudad transcurre entre jardines impecables y mansiones deslumbrantes. Pero la perfección es solo una fachada.

Cuando un asesinato repentino sacude la tranquilidad de este paraíso privado, Hemmet, un joven detective de 25 años, regresa al lugar que dejó atrás, escondido tras una identidad falsa.
Con su agudeza para leer el lenguaje corporal y una intuición inquebrantable, Hemmet se sumerge en el hermético círculo social de Imgard. Mientras investiga, la elegancia y los secretos del barrio lo obligan a enfrentarse a su propio pasado.

En Imgard, nada es lo que parece. Y cada elegante sonrisa esconde un misterio.

NovelToon tiene autorización de Nijuri02 para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo Diecisiete: Ramsey

"No importa qué tan fuerte golpees con tus puños o tus pies. Las palabras que salen de tu boca, golpean mucho más fuerte, porque lastiman el alma de tu oponente".

Atte: Papá

En la mañana, apenas se hablaron. Solo un saludo de buenos días y el aviso de Hemmet: «Salimos a las 17:30».

​Viajaban en el auto de los Shelford. Su destino: la mansión de la familia Ramsey. Mireia se notaba incómoda, mantenía la cabeza gacha, jugando con sus dedos inquietos. Hemmet, por su parte, observaba cada mansión que dejaban atrás.

​—¿Es de las últimas casas del barrio? —preguntó Hemmet.

​—Así es, mi señor —contestó el conductor. —La familia Ramsey es la penúltima casa del barrio.

​—¿Y cuál es la última?

​El conductor no contestó. Simplemente ignoró la pregunta como si nunca se hubiera hecho. Hemmet volteó hacia la mujer que tenía a su lado.

​—Ese peinado te queda hermoso —dijo Hemmet para romper el hielo. Era fácil para él notar lo distante que ella estaba. Mireia solo asintió por respeto y se mantuvo en silencio.

​—Háblame de los Ramsey.

​Mireia hizo una pausa pensativa. —Son enérgicos.

​—¿Cómo sería eso?

​—Ya lo vas a descubrir —contestó la chica, con un tono indiferente y seco. —Espero que estés listo cuando lo sepas.

​Hemmet entendió sus palabras. Soltó una mueca hacia el vidrio del auto y mantuvo el silencio. Sabía que, por el momento, era la mejor opción.

​Luego de unos minutos, el auto se estacionó a un lado de la carretera. A su costado, unas largas rejas de color negro y rojo se extendían hacia los lados. Frente a ellos, una prominente entrada, típica del barrio, estaba adornada con la figura de un carnero de metal rojizo.

​«Espeluznante», pensó Hemmet.

​Las puertas se abrieron lentamente, permitiendo el paso del vehículo. El camino hacia la mansión era largo, con pinos a los lados del camino de piedras. Frente a la mansión, había una fuente de agua con la figura de un carnero a cuerpo completo. El color rojizo e intenso de la fuente hacía que el agua pareciera sangre. Hemmet se sintió inquieto, pero Mireia no. Ella había estado allí varias veces en el pasado.

​La mansión era inmensa. No tenía la elegancia de los Lyonhurt, pero el color rojo era el más destacado en sus columnas. Las rosas rojas y las demás flores del mismo color le daban un toque de audacia. Parecía que les dijeran a los invitados: «Somos pura pasión y energía».

​Un mayordomo salió a recibirlos. Su atuendo era como el de cualquier otro, pero su corbata y la servilleta en el bolsillo del saco eran de un rojo intenso. En su pecho, del lado del corazón, llevaba un emblema de un carnero.

​Hemmet comprendió la costumbre de aquel barrio: cada familia tenía su distintivo, su marca, su símbolo. Volteó a su lado, hacia Mireia. En su pecho, también tenía un pequeño símbolo bordado en su vestido blanco, apenas visible, pero él lo notó: un cangrejo.

​El mayordomo los hizo pasar, tomó sus pertenencias, y los invitados miraron la mansión por dentro. Entre el amarillo y el naranja, el color rojo volvía a ser el protagonista. La escalera de caracol, frente a ellos, estaba cubierta por una enredadera con flores rojas. Desde allí, una joven y hermosa mujer descendía, sosteniendo su vestido con una mano.

​—Bienvenido a nuestra casa, señor Fareyn —saludó la chica con soltura y delicadeza. —Mireia, tanto tiempo sin verte, es agradable tenerte de nuevo en mi casa.

​—Buenas noches, señorita Lena —dijo Mireia, con un toque de falsedad en su voz.

​Hemmet apreciaba cada rincón de la casa. A diferencia de las dos mansiones que había visitado antes, esta tenía armas colgadas en algunas paredes: katanas, espadas, cuchillas, kunais, armas de fuego antiguas y escudos con símbolos y detalles precisos y llamativos.

​—¿Le gusta nuestra colección, señor Fareyn? —preguntó Lena, dándose cuenta del interés del detective.

​—Es... ¿interesante? —balbuceó Hemmet.

​—Terrorífico —susurró Mireia. Lena lo había escuchado con claridad.

​—Bueno, mi padre es un fanático de las armas —explicó Lena, poniéndose frente al detective. Se inclinó hacia adelante, quedando a unos centímetros de él. —Pero no se asuste, son de juguete. Solo piezas de colección.

​Lena volteó con una sonrisa a Mireia. Esta también sonrió, pero su enojo y sus celos crecían a gran magnitud. Lena volvió hacia el detective, quien tocaba suavemente una de las katanas, y acercó su boca a su oído para susurrarle: «La trae loca, señor Fareyn». Hemmet ignoró el comentario.

​—¡Ah, así que aquí estaban! —una voz grave resonó desde la parte alta de las escaleras. —Disculpen la tardanza. Nos estábamos preparando para su llegada.

​El hombre bajó elegantemente las escaleras mientras se abrochaba su saco oscuro. Debajo, llevaba un chaleco de un rojo intenso.

​—Soy Marcus Ramsey —dijo el hombre, extendiendo su mano al joven.

​—Johan Fareyn —siguió Hemmet, recibiendo el saludo.

​—Oh, sé quién es usted. Tiene el porte de un gran hombre. De hecho, su rostro me recuerda a ciertas personas del pasado. Qué curioso, ¿no es así? —dijo el hombre con una gran carcajada, riéndose de su propio comentario. Hemmet también rio, solo por respeto.

​Mientras charlaban, Lena se acercó a Mireia poco a poco.

​—Dejémoslos solos. Deben tener mucho de qué hablar —murmuró Lena. Mireia asintió, y ambas se retiraron del salón.

​—Tanto tiempo sin vernos, Mi —dijo Lena en voz baja, apoyada en la baranda de afuera de la mansión.

​Mireia se sentó en el sillón, detrás de Lena.

​—Oí que estuviste enferma.

​—Estoy bien ahora, gracias —su tono era seco y distante. Esto solo causaba una sensación que solo Lena sabía describir: ternura.

​La chica se lanzó sobre Mireia, cayendo en sus brazos.

​—¡Eres tan tierna, Mi! —exclamó con alegría. —¡Yo sí te extrañé mucho, ¿sabes?!

​—¡Suéltame, arruinarás los vestidos! —exclamó Mireia intentando alejarla.

​Lena le hacía cosquillas, provocando carcajadas en Mireia. Unos momentos después, las chicas estaban una al lado de la otra, respirando con dificultad, agotadas por la diversión.

​—De verdad... Lo siento mucho —dijo Lena, agitada. —Siento no haber ido a verte. Sí quise, pero tuve mis problemas también. No podía ignorarlos y... se convirtieron en una carga todos estos meses.

​—Tranquila... —dijo Mireia, con la misma agitación. —Lo bueno es que estamos bien.

​—Sí... ¡Pero no vuelvas a hacerte la fría conmigo, eh! —sobresaltó Lena, apretando las mejillas de Mireia. Ambas reían y jugueteaban como niñas.

​—Tampoco tengo que sorprenderme —dijo Lena, con su tono puro y alegre. —Siempre fuiste un poco fría, perdida en tus cuentos de fantasía.

​—No te burles de mis detectives —Mireia golpeó con ternura a Lena.

​—Aunque... —Lena entrecerró los ojos con sospecha. —Tus ojos tienen un brillo diferente esta vez.

​—¿A qué te refieres? —susurró Mireia con vergüenza.

​—Tienes los ojos de alguien que encontró a su príncipe azul.

​—¡Basta, Lena! —exclamó Mireia, sonrojada. Las risas continuaron un momento más. Cuando dejaron de reír, el rostro de Mireia se tornó de preocupación.

​—Lo cierto es que... —dijo Mireia, intranquila y un poco triste. —No tengo idea de lo que él quiere o lo que siente. Me frustra un poco.

​—Tranquila, Mi —musitó Lena, acariciando las suaves ondas del cabello de Mireia. —Pronto tendrás la respuesta que buscas. Seguramente...

​—Disculpen, señoritas —interrumpió un sirviente. —El señor Fareyn y Lord Ramsey las solicitan en el salón especial.

​—¿Salón especial? —preguntó Mireia.

​—Ay, no —susurró Lena. —¿En serio? ¿Ahora? —La mirada de Mireia se llenó de confusión y preocupación. Lena se llevó una mano a la frente, estresada.

​Las chicas caminaron por un pasillo un poco oscuro. Unas velas alumbraban los estrechos muros de piedra a sus costados. Un momento después, llegaron a un gigantesco salón en forma cilíndrica. Completamente de piedra, sin pintura ni decoraciones; solo armas de cuerpo a cuerpo.

​—¿Qué es esto? —preguntó Mireia.

​—El salón especial. Donde entrenamos artes marciales. Aquí pasamos la mayor parte de nuestro tiempo.

​«Claro, tiene sentido», se dijo a sí misma Mireia.

​A un lado del salón circular, estaban los dos hombres sin sus sacos ni chalecos. Ambos se arremangaban las camisas blancas, dejando al descubierto sus fuertes brazos. Las chicas se quedaron en shock. Los brazos del detective eran llamativos; sus músculos, las venas marcadas en el antebrazo y sus manos grandes atraían la mirada de las jóvenes.

​—Ahora entiendo por qué te gusta —susurró Lena, boquiabierta.

​—Cállate —dijo Mireia, avergonzada.

​—Oh, llegaron —saludó el señor Ramsey con alegría. —Estamos por comenzar nuestro duelo.

​Aún con 68 años de edad, Marcus mantenía un físico muy definido. De gran altura y ancho cuerpo, intimidaba a cualquiera. Pero Hemmet no se veía asustado.

​Ambos se pararon en el centro del salón, donde un duelo entre un joven prometedor y un anciano con experiencia estaba a punto de comenzar.

1
Thaurusi
buen ritmo. siento que ba a pasar algo grande. quiero masss
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