El Secreto De Lady Midnight

Valeria, con una sonrisa pícara, interrumpió la seriedad.

—Bueno, ya que nosotras nos abrimos, ¿no nos van a contar ustedes a qué se dedican? Me imagino que no solo vienen a la playa a 'desconectarse del trabajo'— Su tono era juguetón, pero la curiosidad era real.

Javier sonrió, —Digamos que somos... empresarios. Administramos algunos negocios— Su respuesta fue intencionalmente vaga.

Valeria, con su usual franqueza, insistió: —¿Empresarios? Eso es muy general. ¿Qué tipo de empresas? ¿O es que manejan un conglomerado de esos que uno ve en las noticias?—

Javier y Lorenzo intercambiaron una mirada rápida, casi imperceptible. Javier, con una sonrisa que denotaba seguridad, respondió: —Pues, sí, Valeria. Digamos que es un conglomerado. Mi familia tiene varios negocios, y yo estoy a cargo de la dirección general—

—¿Es de tuyo? ¿O es herencia?— preguntó Aithana.

Javier asintió. —Sí, es una herencia familiar. Soy hijo único, así que todo recayó en mí. Pero te aseguro que no me he quedado de brazos cruzados. He logrado expandir y hacer crecer el grupo de manera significativa en los últimos años— Su orgullo era evidente.

—¿Y tú, Lorenzo?— preguntó Valeria.

—En mi caso, si bien mi familia también tiene sus negocios, pero yo decidí emprender mi propio camino. Mi empresa la construí desde cero, con mi propio esfuerzo y visión. Es completamente mía, aunque siempre cuento con el apoyo y la experiencia familiar—

Valeria y Aithana se miraron, impresionadas. La magnitud de lo que acababan de escuchar era palpable. Después de un breve silencio, Valeria, con una sonrisa traviesa, soltó la pregunta que rondaba en la mente de ambas: —Y bueno, para seguir con las preguntas... ¿son casados? ¿Tienen hijos? ¿O son de esos solteros codiciados que andan por ahí?—

Un estallido de risas resonó en la mesa.

Javier y Lorenzo se miraron, divertidos por la audacia de Valeria.

—¡Ustedes sí que saben cómo contagiar a los demás con sus risas! ¡Es imposible no reír con ustedes!— dijo Lorenzo.

Javier, aún con una sonrisa en el rostro, respondió: —No, Valeria. Ninguno de los dos está casado. Y no, no tenemos hijos. Por ahora, nuestra 'prole' son nuestras empresas y los dolores de cabeza que nos dan—

Lorenzo, con un tono más relajado, añadió: —Así es. Solteros, sin compromisos... al menos por ahora. Pero, ya que estamos en esto de las confesiones, y para que sea justo, ahora la pregunta es para ustedes. ¿Y ustedes, señoritas? ¿Tienen novios? ¿Están comprometidas? ¿O son de esas que tienen a todos los de la universidad suspirando por ustedes?— Su mirada se detuvo en Aithana.

Aithana se ruborizó levemente ante la intensidad de la mirada de Lorenzo, pero respondió con una sonrisa. —Pues, yo no tengo novio. Estoy enfocada en mis estudios y en el trabajo. No tengo tiempo para dramas amorosos, por ahora— Su tono era sincero.

Valeria, con su usual aplomo, intervino. —Y yo estoy igual. Soltera y sin compromiso. La verdad es que la vida universitaria y el trabajo en la boutique nos mantienen bastante ocupadas. Además, no ha llegado nadie que valga la pena para quitarnos el sueño— Le lanzó una mirada a Javier, como si lo estuviera evaluando.

Javier sonrió, captando el mensaje. —Entiendo. Es un estándar alto el que manejan, me parece. Y eso es bueno. No hay que conformarse con menos—

—Así que ambas están libres como el viento... Interesante. Y me atrevería a decir, que eso es una excelente noticia para nosotros— Su mirada volvió a posarse en Aithana, con una chispa de picardía.

Aithana rió suavemente.

Valeria, viendo la dinámica entre Aithana y Lorenzo, decidió cambiar un poco el rumbo de la conversación. —Y bueno, dejando a un lado los chismes y las confesiones... ¿qué planes tienen para el resto del día? ¿Van a seguir disfrutando de la playa o tienen algún compromiso de 'magnates'?—

Javier, con una sonrisa, respondió: —Por ahora, nuestro plan era disfrutar del buen ambiente y, si la compañía lo permitía, quizás alargar la tarde un poco más. Pero si tienen algún plan interesante, somos todo oídos—

Aithana miró a Valeria, un poco sorprendida por la audacia de su amiga. Pero Valeria solo le devolvió la mirada con una sonrisa traviesa, como diciendo "tú tranquila, que yo manejo esto".

—Pues nosotras pensábamos ir a las carreras— soltó Valeria, sin rodeos. —Pero entiendo que no sea su ambiente, ¿verdad? Es un poco... diferente a lo que quizás están acostumbrados—

Javier y Lorenzo se miraron entre sí, una chispa de curiosidad encendiéndose en sus ojos.

—¿De verdad les gusta la adrenalina?— preguntó Javier, con una ceja levantada, y una sonrisa asomando en sus labios.

—¡A mí sí!— afirmó Valeria con entusiasmo. —A Aithana le da un poco de miedo, pero yo la convenzo— Le dio un jugueton golpe con el pie a su amiga por debajo de la mesa.

Aithana, aunque un poco nerviosa, asintió. —Bueno, un poco de miedo sí... pero a veces es emocionante—

Lorenzo, con una sonrisa cautivadora, intervino: —Pues, si ese es el caso, nos encantaría acompañarlas si no tienen con quién ir. Siempre es bueno probar cosas nuevas y, por lo que veo, ustedes tienen planes bastante... interesantes— Su mirada se detuvo en Aithana, como buscando su aprobación.

Valeria, con una sonrisa de oreja a oreja, exclamó: —¡Está bien, entonces ya está decidido! ¡Vamos a las carreras!—

Aithana, con una sonrisa, asintió. —Y ahora sí nos permiten, nos tenemos que ir. Ya saben, vivimos al otro lado de la ciudad y tenemos que arreglarnos para estar listas a tiempo—

Javier y Lorenzo se levantaron de inmediato, con una galantería natural. —Claro que sí— dijo Javier. —Vamos, las acompañamos a la entrada. Y no se preocupen por la cuenta, nosotros invitamos—

—¡Gracias!— dijo Aithana, con una sonrisa sincera.

Los cuatro se dirigieron a la entrada del restaurante, con el sonido de las olas de fondo y la brisa marina.

Al llegar, se despidieron con apretones de manos, con una mezcla de formalidad y la emoción de un nuevo plan.

—Nos vemos a las seis en...— empezó Javier, esperando la indicación.

Valeria, con una sonrisa pícara, completó: —En el puente de la Avenida del Mar, frente al centro comercial. ¡No nos vayan a dejar plantadas!—

Lorenzo, con una sonrisa enigmática, aseguró: —Ni lo sueñen. Ahí estaremos. ¡Será una tarde... memorable!— Su mirada se encontró con la de Aithana por un instante, prometiendo más que solo carreras...