Entre Líneas

El dormitorio de Heather estaba sumido en esa quietud peculiar de las noches universitarias, cuando el mundo exterior parece desvanecerse y solo queda el resplandor artificial de una lámpara contra la oscuridad. Los libros de anatomía apilados en su escritorio arrojaban sombras alargadas sobre las paredes, como siluetas de cuerpos diseccionados. El difusor de lavanda en el rincón había dejado de funcionar horas atrás, pero el aroma persistía, mezclado ahora con el olor acre del café frío en su taza favorita, la que tenía una pequeña fractura en el asa que siempre le recordaba tener cuidado al usarla.

El teléfono vibró entre sus manos, iluminando su rostro con ese brillo azulado que hacía parecer sus ojos más claros de lo que eran. Las uñas, mordidas hasta el borde de la cutícula, tamborileaban contra la funda de goma mientras releía por tercera vez el último mensaje de Damon.

—¿Por qué le digo estas cosas? — murmuró para sí misma, sintiendo cómo el peso de su confesión se instalaba en el hueco de su estómago.

El cursor parpadeaba en la pantalla, desafiándola. Sus dedos flotaron sobre el teclado antes de ceder.

"A veces siento que estoy interpretando un papel. La estudiante brillante, la hija comprensiva. Nadie sabe que por las noches me quedo despierta preguntándome qué sentiría tener a alguien que realmente me viera. Mi padre pasa más tiempo con expedientes judiciales que conmigo. No es su culpa, pero duele igual."

Al enviar el mensaje, arrojó el teléfono sobre la cama como si le hubiera quemado los dedos. Se frotó los ojos con la base de las palmas, ese gesto infantil que nunca había logrado erradicar. Fuera, el viento movía las ramas del roble que rozaban su ventana con un sonido que solía calmarla. Esta noche solo aumentaba su intranquilidad.

La respuesta llegó antes de lo esperado.

"Mis padres tienen un álbum de fotos con todas las universidades a las que debería haber asistido. Harvard. Yale. Princeton. Nunca preguntaron si quería ir. Solo asumieron que cargaría con sus ambiciones como un buen hijo. Pasé mi adolescencia fingiendo ser quien no era hasta que olvidé cómo se siente no actuar. Hasta que te conocí."

Heather se mordió el labio inferior. Había algo en la forma en que Damon escribía, como si cada palabra fuera cuidadosamente extraída de un lugar profundo que pocos conocían.

"No deberías confiar tanto en alguien que apenas conoces," tecleó, luego borró. "Eso suena como si ambos fuéramos personajes de una tragedia griega," escribió después, pero tampoco lo envió. Finalmente, dejó que sus dedos decidieran por sí mismos.

"¿No es raro? Que dos extraños se conozcan entre cientos de personas y de pronto puedan decirse estas cosas que ni siquiera nos atrevemos a pensar en voz alta."

El tiempo entre mensajes se alargó esta vez. Heather se levantó, estirando los brazos por encima de su cabeza hasta escuchar ese pequeño chasquido en sus hombros. Caminó hasta la ventana y apoyó la frente contra el vidrio frío.

Cuando el teléfono volvió a vibrar, casi se sobresalta.

"Hay un cuadro en la casa de mis padres. 'El descendiente digno', lo llaman. Es un retrato de mi bisabuelo, el primer médico de la familia. Cada vez que paso frente a él, juraría que sus ojos me siguen, recordándome lo lejos que estoy de ese legado. Hoy, por primera vez, me detuve y le sonreí. Porque pensé en ti. Porque sé que tú entenderías esa pequeña rebelión."

Heather sintió una punzada en el pecho. No era lástima. Era algo más complejo, como reconocer en otro esa misma cicatriz que llevaba consigo.

"Mi padre guarda los expedientes de sus casos más importantes en cajas azules en el estudio. Cuando era pequeña, me escondía en el armario y los leía, tratando de entender por qué le robaban tanto tiempo. Un día encontré uno marcado como 'Caso Marshall'. Era sobre mi madre. Nunca se lo dije y tampoco se por que escribía eso. A veces pienso que ambos vivimos entre secretos y expectativas."

Esta vez la respuesta fue inmediata.

"¿Qué haces cuando te das cuenta de que has pasado más tiempo siendo lo que otros quieren que lo que realmente eres?"

Heather dejó escapar un suspiro que no sabía que estaba conteniendo.

"No lo sé. Pero creo que por eso seguimos hablando. Porque cuando leo tus mensajes, por primera vez no siento que tenga que fingir."

El silencio que siguió fue diferente. No incómodo, sino cargado de algo que ninguno se atrevía a nombrar todavía. Fuera, la luna se ocultó tras las nubes, sumiendo la habitación en una penumbra que hacía que la pantalla del teléfono pareciera el único punto de luz en el universo.

Damon respondió cuando el reloj marcaba las 3:17 AM.

"Mañana hay una exposición de arte médico en el ala este de la biblioteca. Dibujos anatómicos del siglo XVIII. Estaré allí desde el mediodía. No es una invitación. Solo pente que te gustaría verlo."

Heather no respondió de inmediato. Se quedó mirando el mensaje, sintiendo cómo esa conexión que hasta ahora había existido solo en palabras tomaba forma concreta, tangible. Peligrosamente real.