Mis Cicatrices Son Solo Mías

Suspire y bostece al despertar después de una agradable siesta, Aidan con unas grades ojeras apareció frente a mí, estuvo toda la tarde velando mi sueño.

—¿Cómo estas?— preguntó tomando de mi mano.

—Estoy bien— le contesté.

—El doctor paso, pero como te vio dormida no quiso interrumpir tu sueño.

—¿Qué dijo?

—Mañana podemos volver a casa. ¡A no ser que te quieras ir a otro lado!

—Aidan, quiero volver a casa. Quiero que nuestro bebé sienta tu presencia. Tal vez no nos amemos, pero podemos tener una buena relación.

—Vos sos quien no me ama, pero yo siento muchas cosas por vos, y te lo dije en varias ocasiones, simplemente no te da la gana de escucharme.

—Solo llevamos un par de meses de conocernos, ¿cómo podría sentir cosas en poco tiempo? Ya te lo dije.

—¿Y si me das un poco más de tiempo?

Tiempo era lo que no tenía, podía fingir demencia, pero las circunstancias no me dejaban.

—¿Encontraste a la culpable que me hizo esto?— le cambie de tema.

—Están revisando las cámaras. ¿Vos no viste su rostro?

—No, no pude ver, estaba de espalda, solo observé unos zapatos de mujer. Estoy segura quien me empujó es una mujer.

—No te preocupes, la vamos a encontrar.

Aidan recibió una llamada del trabajo, salió al pasillo a contestar, en ese momento mi padre entró a la habitación, tenía el rostro pálido eh inquietante, como si algo malo le hubiese pasado.

—¿Estás bien papá?— le pregunté levantándome de la cama para acercarme a él.

—No es necesario que te levantes de la cama hija.— respondió tomándome del brazo para sentarse a mi lado en el sofá.

—¿Qué te preocupa papá?. Traes el rostro como si hubiese visto un fantasma.

—No vi un fantasma, pero vi un cadáver.

—¿Cadáver de quien?

—De tu ex esposo hija.

Mi agitación se aceleró, sentia que el aire me faltaba, de pronto un sonido extraño estalló en mi mente, el desgarrador gritó de mi esposo pidiendo perdón y clemencia. Tapé mis oídos para escapar de esa voz maldita.

Mi padre al ver mi reacción se espantó aún más.

—¿Irina, estás bien?— preguntó preocupado.

No podía escapar de ese ruido, mi cuerpo empezaba a temblar, mi padre más preocupado llamó a Aidan. Mi esposo vino enseguida, me miró directamente a los ojos, puso sus manos en mi rostro y me obligó a escucharlo.

—Estoy aquí mi amor. ¡Mírame!— me hablo suavemente.

De pronto esa voz dejó de sonar. Aún mi respiración estaba agitada, pero de a poco empezó a normalizarse. Aidan no dejaba de mirarme, en sus ojos había encontrado paz, y esto me preocupaba.

—Aidan, estoy bien, puedes dejarme a solas con mi papá por favor.

—¡Tuviste un ataque de pánico y me dices que estás bien!... ¿Maldita sea dime quien sos y que quieres?, porque me vuelves loco— gritó furioso y se marchó tirando la puerta.

La mirada de mi padre se detuvo en mi por un instante, era su hija, pero recién acababa de descubrir más de mi.

—¿Irina, que es lo que está pasando?

—¿Dónde encontraron su cuerpo?

—En el subsuelo del edificio de donde vivían.

—Papá, te voy a pedir que este asunto lo dejes en mis manos.

—¿Sabes quien lo mato?

—Sí.

—¿Quién lo mató?

—Fui yo. Yo maté a Axel.

—¿Por qué lo hiciste?. No puedo creer que mi hija sea una asesina.

Mi esposo estaba por entrar a la habitación, pero se quedó perplejo al escuchar a mi padre."¿Dijo asesina?", se cuestionó, quedando paralizado en la puerta.

Yo intuí que alguien estaba en la puerta.

—¿Quién está ahí?— pregunté.

—Soy yo, pasaba a despedirme— dijo Aidan entrando finalmente.

Mis secretos estaban saliendo a flote y esto me preocupaba, hace tiempo que no sentía la muerte de la angustia tan de cerca.

—Papá déjame con mi esposo— le pedí y el se marchó.

—¿Qué escuchaste?— le pregunté a mi esposo parándome frente a él.

—No escuché nada— contestó serenamente.

—¿Qué fue lo que escuchaste?— volví a preguntar algo alterada.

—Si no te contesto. ¿Qué me harás?

—Lastimosamente eres el padre de mi hijo, y no te haré nada.

—¿A quién mataste?

—¿Vez que escuchaste?

—¿Realmente estoy casado con una asesina?

—¡Aidan, Aidan!... ¿No sé que haré con vos?.

El corazón de mi esposo se aceleró, no sé si por el miedo o por no saber como manejar la situación. Pero en su miraba había mucho enojo.

—Tengo una reunión, me tengo que ir.

—OK. no vuelvas al hospital, nos vemos mañana en casa— le dije y luego le di un pequeño beso en sus labios.

A él, pareció no gustarle mi beso, se limpió los labios con la mano y antes de irse me miró con odio.

Aidan condujo hacia la oficina, sus pensamientos negativos le atacaban de vez en cuando, aún estaba confundido con lo que había descubierto, ahora no estaba seguro de sus sentimientos y de todo lo que quería hacer.

—Hace un buen rato que te estoy esperando— le dijo André en la entrada.

—¿Qué es lo que quieres?— mi esposo le cuestionó sin dejar de dar un paso.

—Me enteré que Irina está en el hospital, quería preguntarte como esta.

—Está perfectamente.

—¿Y el bebé?

—Mi hijo está bien. ¿Realmente que es lo que quieres André?—Se detuvo para encararlo.

—¿Estás seguro que es tu hijo?. Podría ser mío.

—¿Qué mierda estás diciendo?

—Ámbar y yo vivíamos en el mismo edificio, y de vez en cuando teníamos sexo. ¿No te lo contó?

Aidan no pudo contenerse más y le dio un golpe en la cara y cayó al suelo.

—¿Ya te confeso que es una asesina?— aumentó su provocación.

Aidan se puso encima de él y volvió a golpearlo, hasta que vinieron los de seguridad y los separaron.

—¡Te voy a matar!...— le gritaba André a mi esposo, mientras lo sacaban del edificio.

"No sé por cuanto tiempo estaré en tu vida mi amor, no sé cuando la muerte pasará a buscarme, pero mientras esté viva, cuidaré de vos mi amor. No estabas en mis planes, es más nunca tuve un plan de verdad, simplemente vivía saciando mi rabia con el mundo. Las cosas cambiaron, ahora solo quiero crear un mundo seguro para vos, hay mucha gente que espera con ansias tu llegada, no sé si estaré yo en ese momento para cubrirte entre mis brazos, pero me aseguraré que mucha gente esté ahí para recibirte mi amor.

Alguien quiso hacernos daño, tarde o temprano la atraparé y le haré pagar por lo que nos hizo, no te preocupes mi angelito, mamá siempre te cuidará" hablaba con mi hijo.

Al día siguiente por la tarde Saira, la hermana menor de Aidan vino a buscarme al hospital en compañía de Martina. Era una joven muy hermosa, y muy cariñosa. Era difícil no quererla.

A Martina y a Saira les presenté yo. Sentía la necesidad de hacer algo por esas lindas jovencitas. A ambas las quería, eran como unas hermanas menores que la vida me las había regalado. Aprendía mucho de ellas, como ellas de mí.

—¿Aidan no vendrá?— preguntó Saira.

—No, no vendrá. Está con mucho trabajo, le dije que vendrían por mi, que nos veríamos en casa.

—¿Crees que hay más hombres como mi hermano?

—Claro hermosa, hay uno para vos y otro para Martina— dije mirando a ambas.

—Un día quiero ser una mujer como vos. Poderosa y brillante y tener a todos los hombres a mi merced— comentó Saira.

—Ja, ja, ja... mientras trabajas en ello puedo pedirte un favor.

—Obvio.

—Puedes cuidar de mi hijo también. ¿Y vos también Martina?. Quiero que ambas por favor cuiden de mi hijo cuando yo este ocupada.

—Claro, tu hijo tendrá dos tías que lo amaran mucho—dice tocando mi vientre.

—Irina, has hecho mucho por mí. A tu hijo siempre lo vamos a cuidar— dijo Martina dándome un abrazo.

Abracé a esas chicas como si me estuviera despidiendo, como seria la última vez que las vería, me ganaron las emociones y lloré en sus hombros. Ellas no entendían mi dolor, tampoco podía hablar de las cosas horribles que hacía o que guardaba, lo único que podía era darles algo de felicidad.

Cuando llegamos a la casa, Aidan me esperaba en la entrada, tenía la muñeca derecha vendada, con una pequeña mancha de sangre. Saira al verlo corrió donde él y le preguntó qué le había pasado, pero él no contestó nada, simplemente la cubrió entré sus brazos y le dio un beso en la frente.

Siempre quise tener un hermano mayor que me protegiera, pero mi suerte era ser la única hija de mis padres. Me tocaba cuidarme sola y limpiar yo sola mis mierdas.

Aidan tenía que fingir que nos amábamos en frente de su hermana y Martina, se acercó cuidadosamente para darme un abrazo y un beso de bienvenida, no podía rechazarlo.

El rostro deforme del amor estaba en frente de mi esposo, sentí como latía su corazón, era un latido diferente, mi esposo estaba asustado fingiendo cariño. No estaba en frente de una mujer solo fría, sino en frente de una maldita psicópata. Sentía su presión sobre su pecho y las ganas de salir corriendo de la mansión.

Saira se fue con Martina, ya habían quedado en salir con mas amigas, dejándonos solo a los dos.

—¿Qué te pasó en la mano? — le pregunté apoyando mi bolso en el sillón.

—Uno de tus amantes vino a provocarme a la oficina y tuve que callarlo.

—¿Quién?

—André.

—Nunca le abrí mis piernas a ese boludo. ¿Qué vino a decir?

—Que tu hijo, puede ser de él.

—Todos quieren ser los padres de mi hijo. Pero el verdadero padre sos vos Aidan, no tengas duda de eso.

—Ahora que lo pienso bien, me gustaría no serlo.

—Me gusta tu franqueza. Las puertas están abiertas, puedes irte cuando gustes. Pero eso si, nunca de los nunca te voy a permitir acercarte a tu hijo, sabes por que?. Porque cuando te des cuenta que realmente es tu hijo, el ya estará muerto.

—¿Qué mierda estás diciendo?. Sos una hija de puta Irina.

—¿Por qué crees que te obligue a casarte conmigo?. Pensaste que formaríamos una linda familia a lado de nuestro hijo. Ja, ja, ja...— reí sarcásticamente.

—En toda mi vida jamás conocí un muostro tan real como vos.

—Ahora que sabes, lo que soy, te voy a hablar claro. Mi hijo es tuyo y si vos querés te haces cargo de él, si no, lo mato, porque yo no lo quiero.

—El bebé no tiene la culpa de crecer en un vientre equivocado, pero a diferencia de vos, yo si sé amar y voy a estar aquí, hasta el día que nazca.

Escuchar esas palabras fue un alivio para mi corazón, mi hijo crecería a lado de su padre mientras yo lucharía para sobrevivir y salir de ese maldito cáncer que me comía la vida lentamente.