Angela, una psicóloga promesa del país, no sabe nada de su familia biológica y tampoco le interesa saber, terminará trabajando para un hombre que le llevara directo a su pasado enterandose la verdad de su origen...
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CAPITULO 16
Subimos juntos. En el ascensor, Luc me miró.
—Gracias por venir —me dijo.
—No tenía opción.
—Yo también lo siento. A veces creo que tú y Matt se entienden mejor que nadie. Incluso más que conmigo.
Sonreí apenas.
—Es porque no le exijo que hable. Solo le dejo estar.
Cuando entramos al cuarto, Matt estaba sentado en un rincón, con las piernas recogidas y los ojos abiertos de par en par. Sus tarjetas estaban sobre la alfombra, pero no las usaba.
—Hola, mi niño —susurré.
Se levantó y corrió hacia mí. Me abrazó tan fuerte que por un momento olvidé el mundo.
Luc se quedó observándonos. En silencio. Pero con los ojos llenos. De algo que no sé si era amor, admiración o dolor.
La cena había terminado. Ángela estaba con Matt en su habitación, y yo me quedé solo en la sala, repasando los mensajes del día cuando el timbre sonó.
No esperaba a nadie.
Al abrir, estaba ahí parado, el hombre que más aborrezco entró por la puerta en forma de un rostro frío y perfectamente vestido: Germán Risso.
—Luc —dijo con una sonrisa forzada—. Sé que no soy precisamente una visita grata… pero hay temas urgentes que debemos tratar. Sobre Matt.
Lo dejé entrar solo porque no quería una escena frente al personal. Pero su presencia ya llenaba la sala de algo rancio, como si la ambición tuviera olor.
—¿Vienes como abogado o como tío? —pregunté con dureza.
—Vengo como ambas cosas. Como tío, me duele ver en qué manos está el niño. Y como abogado… tengo recursos para ponerlo en manos más seguras.
—¿Más seguras para él o más convenientes para ti?
Germán se sentó como si el sillón le perteneciera.
—Nacía ya no está —dijo sin rodeos—. Miguel es un buen tipo, pero no tiene ni el poder ni la estabilidad para hacerse cargo de un niño. Tú, Luc, tienes demasiadas responsabilidades. Y un pasado lleno de mujeres…. Yo, en cambio, tengo los medios, los contactos, y sobre todo… el interés.
—¿Interés?
—Por proteger el legado de mi hermana, por supuesto.
Lo miré directo.
—No. Tú renunciaste a tu familia por un contrato hace años. Dejaste a Nacía y a Miguel en la calle por una empresa. No vengas ahora a fingir que te importa Matt. Solo lo ves como un puente hacia la fortuna de Matt, que por cierto le pertenece a su padre, un vivanco como yo
Germán no se inmutó. Al contrario, sonrió más.
—El dinero no es malo, Luc. Solo revela lo que cada uno realmente quiere. Y tú deberías agradecer que esté dispuesto a pelear por algo que tú no estás manejando bien.
—¿Y qué planeas hacer?
—Presentaré una solicitud oficial de custodia. Tengo el respaldo de un comité de psicólogos que ya están revisando el caso de Matt, y testigos que van a declarar la inestabilidad de tu entorno. Y si no es suficiente, tengo medios para que la prensa vea todo esto como un escándalo familiar. Te conviene negociar antes que perder.
Luc Cerro el puño, tratando de controlarse.
—Sal de mi casa.
—Como quieras —dijo poniéndose de pie, —. Solo recuerda algo: los lazos de sangre pesan en los tribunales. Y yo soy Risso. Hermano directo de la madre de ese niño.
Salió sin más. El silencio que dejó fue como un veneno.
Subí a ver a Matt. Ángela dormía sentada junto a él, su mano sobre la del niño, como un escudo.
Pensé en lo que Germán había dicho. En cómo había convertido la muerte de su hermana en un pretexto para reclamar una fortuna.
Miguel escuchó la voz de Germán desde el pasillo. Estaba saliendo del despacho de Luc, pero logro escuchar sus últimas palabras que él se quedaría con Matt haciendo que salga enfurecido. —Vas a perder, Luc. Matt terminará conmigo tarde o temprano. Fue lo que escucho Miguel
Salió detrás de él al jardín por la puerta lateral. Germana estaba caminando hacia su auto, como si acabara de salir de una simple reunión sin importancia.
—¡Germán! —grito Miguel.
Se detuvo. Giró y sorprendido de ver a Miguel.
—Ah, ¿sigues aquí? Qué raro. Normalmente, huyes cada vez que me vez.
—Esta vez no pienso hacerlo.
Mis pasos eran firmes, mis manos temblaban levemente, pero no de miedo sino de rabia.
—No vas a tocar a Matt. No vas a usarlo. No vas a arrastrar su nombre como hiciste con Nacía y conmigo.
Vi cómo fruncía el ceño. Germán odiaba que le recordaran lo que hizo.
—Tu hermana eligió su camino. No fue mi culpa que se hundiera con su marido inútil. Y tú… sigues siendo ese parásito débil que arrastra los pies por lástima.
—¡Ella murió y estoy seguro de que fue por tu culpa! —le grité. Luc venía detrás de mí, escuchando. Yo lo sabía, pero no me importaba. Era momento de romper con todo.
—Eres un miserable. Un cobarde que vendió a su familia por un maletín de dinero, todo por darle los lujos que te pedía tu mujer y ahora vienes a jugar al salvador de Matt solo porque viste cuánto dinero mueve su apellido.
Germán apretó los puños.
—Cállate, Miguel.
—No.
Avanzó hacia mí. Su sombra se alzó frente a la mía como en mi infancia, cuando me golpeaba solo por existir. Cuando mamá no estaba. Cuando papá lo dejaba hacer lo que quisiera.
—¿Qué vas a hacer? ¿Golpearme otra vez? ¿Como cuándo me fracturaste el brazo y dijiste que me había caído o cuando intentaste atropellarme y culpaste a un hombre inocente para ocupar tu lugar?
Le temblaba la mandíbula.
—Te dije que te callaras. German levantó el brazo. Fuerte. Rápido con toda la intención de golpear
Pero no llegó.
Un golpe seco lo interrumpió. El puño de Luc se estrelló contra la mandíbula de Germán con tal fuerza que su cuerpo cayó de lado en el pasto como un saco de box.
—¡No te atrevas! —gritó Luc, muy enojado.
Germán intentó levantarse, furioso, pero Luc se adelantó y lo señaló.
—Si vuelves a ponerle una mano encima, juro que no solo te denuncio. Te destruyo. Personal, legal y públicamente además me encargaré que tu esposa termine en un burdel.
Miguel estaba paralizado, no se esperaba tal reacción, había visto varias facetas de Luc, como se iba convirtiendo en el líder frío de la empresa, divertirse de mil maneras solo para hacer enojar a su padre y ahora como un hermano protector, un amigo de verdad.
—Eres peor que una plaga, Germán —continuó Luc—. Pero no vas a tocar lo que me importa. Y menos a quienes ya destruiste.
Germán se limpió la sangre del labio, los miró con ese desprecio que siempre había usado como escudo.
—Esto no ha terminado.
—Claro que no — responde Luc con una voz firme—. Recién está empezando.
Germán se marchó.
Luc se acercó, puso una mano en mi hombro. Lo miré, con los ojos aún abiertos por el impacto.
—Gracias —susurré.
—No me agradezcas. Él cruzó la línea. Y ahora nosotros también lo haremos, comunícate con Lucas y dile que le espero en la oficina mañana a primera hora, necesito saber cómo va el juicio el caso de Germán.
Y por primera vez en años, Miguel supo que ya no estaba solo, entendió que Luc si hablaba en serio cuando dijo que cuidaría de él como lo hacía Zaíd en su momento.