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Mi Querida Gema

Mi Querida Gema

Status: En proceso
Genre:Yaoi / Mafia / Amor a primera vista / Mi novio es un famoso / Transmigración antigua a moderna
Popularitas:4.4k
Nilai: 5
nombre de autor: Mckasse

Cuando Légolas, un alma humilde del siglo XVII, muere tras ser brutalmente torturado, jamás imaginó despertar en el cuerpo de Rubí, un modelo famoso, rico, caprichoso… y recién suicidado. Con recuerdos fragmentados y un mundo moderno que le resulta ajeno, Légolas lucha por entender su nueva vida, marcada por escándalos, lujos y un pasado que no le pertenece.

Pero todo cambia cuando conoce a Leo Yueshen Sang, un letal y enigmático mafioso chino de cabello dorado y ojos verdes que lo observa como si pudiera ver más allá de su nueva piel. Herido tras un enfrentamiento, Leo se siente peligrosamente atraído por la belleza frágil y la dulzura que esconde Rubí bajo su máscara.

Entre balas, secretos, pasados rotos y deseo contenido, una historia de redención, amor prohibido y segundas oportunidades comienza a florecer. Porque a veces, para brillar

NovelToon tiene autorización de Mckasse para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Junto a ti

Leo jugaba con sus dedos sobre la blusa suelta de Rubí, con la mirada entre divertida y ardiente, mientras lo sentía temblar entre sus brazos. El cuarto aún estaba cálido por la fiebre que recién empezaba a bajar, pero Rubí sentía que el calor venía de otra parte… de Leo, de su atrevimiento, de sus palabras.

—¿No te lo puse difícil? —pregunta Leo con una sonrisa pícara, acariciando su cintura por debajo de la blusa con una caricia lenta, firme, casi adictiva.

—Sí —bufó Rubí, enredando los dedos en la sábana—. Y no vuelvas a enfermarte así. No puedes quedarte solo como si nada. Me asustaste.

Leo lo besó en el cuello, justo debajo de la oreja, donde la piel era más sensible. Rubí se estremeció y trató de zafarse.

—Leo… basta. Quiero levantarme. ¿no me escuchas?

—No —responde él con firmeza, enredando sus piernas con las de Rubí para impedirle moverse. Luego baja la voz, ronca, pegada a su oído—. Si, si… haré todo lo que tú digas. Comeré sopa, tomaré medicina, no me enfermaré… pero dime algo…

Sus dedos recorrieron su espalda mientras su cuerpo lo mantenía atrapado.

—¿Hiciste todo esto porque me quieres?

Rubí tragó saliva, sus mejillas ardiendo.

—No… no te quiero. Somos de dos mundos diferentes—murmura, bajando la mirada—. Esa pregunta es tan ingenua como conmovedora.

La respuesta fue como una daga envuelta en terciopelo. Leo quedó en silencio, pero no se apartó. Rubí tampoco explicó lo que realmente quería decir con “somos de dos mundos diferentes”. No era metafórico. Era literal. Pero no podía decírselo. No aún.

Leo lo observó unos segundos, leyéndolo, o al menos intentando hacerlo. Luego, en lugar de alejarse, dejó que su atrevimiento hablara por él. Su mano descendió por su cintura, acariciando su piel, su respiración mezclándose con la de Rubí. Sus cuerpos estaban tan cerca que Rubí podía sentir cada roce, cada movimiento, cada parte de Leo presionando contra él.

Rubí jadeó levemente, sin experiencia en ese tipo de cercanía. El roce de la parte delantera de Leo contra su pierna le provocó un estremecimiento que no supo controlar. Era nuevo. Todo. La forma en que su cuerpo reaccionaba, la intensidad de las caricias, el calor que se despertaba en su pecho y bajaba como un río caliente hacia su vientre.

—Nunca nadie me había tocado así… Detente—susurra Rubí, casi sin querer.

Leo sonríe, como si eso le hubiera dado un nuevo tipo de poder.

—Entonces, déjame ser el primero en enseñarte… lo que se siente cuando alguien te desea de verdad. También eres mi primero.

Rubí cerró los ojos.

Y no supo si tenía miedo… o si simplemente no quería que se detuviera.

Rubí sentía que el tiempo se detenía entre sus cuerpos. El calor de Leo lo envolvía, su respiración lo rozaba como un susurro encendido, su presencia lo llenaba todo. Nunca nadie lo había mirado así, con deseo, con hambre, pero también con esa especie de ternura peligrosa.

Leo deslizó la mano por su espalda baja, acercándolo aún más, como si su cuerpo tuviera el derecho de reclamar cada parte del suyo. El roce de sus caderas fue lento, pero firme, lo suficiente para arrancarle a Rubí un jadeo que no logró contener.

—¡Mmm!

—Shh… tranquilo —susurra Leo, rozando su nariz con la suya—. Sólo somos tú y yo aquí. No te haré daño así que entrégate a mi.

Rubí no sabía cómo responder. Su cuerpo ardía, y sin embargo, su mente seguía envuelta en una nube de dudas. ¿Era correcto dejarse llevar por ese deseo si Leo no sabía quién era en realidad?

Pero luego sintió los labios de Leo bajar por su cuello, saboreándolo como si fuera lo único importante en el mundo. Cada beso encendía un punto nuevo en su piel. Rubí temblaba. Quería resistirse, pero no sabía cómo.

Leo, se acomodo mejor y lo abrazó desde atrás, y con un gesto lento le subió la blusa hasta dejarle la espalda al descubierto. Sus labios recorrieron su columna con una devoción inesperada, como si lo estuviera descubriendo capa por capa. Rubí apenas podía respirar.

—Estás temblando —dice Leo, acariciando su pecho con una delicadeza que contrastaba con la fuerza de su cuerpo. Sus pezones estaban duros.

—Es que… nunca había sentido esto —confesó Rubí, con la voz rota por la intensidad del momento.

Leo lo giró suavemente para mirarlo de frente. Sus ojos estaban cargados de deseo, pero también de algo más profundo, algo casi reverente.

—Entonces lo haré despacio. No voy a lastimarte. Sólo quiero que sientas… que eres deseado.

Sus manos exploraron con respeto, con hambre contenida. Lo besó de nuevo, esta vez con la intensidad que crece desde la raíz del pecho. Sus bocas se buscaron, se encontraron, y enredados en la sábana, sus cuerpos hablaron por ellos.

No hubo prisa. Leo lo tocó como si Rubí fuera una melodía que apenas se atrevía a interpretar, y Rubí respondió con la torpeza temblorosa de quien no sabe si lo que vive es un sueño o un abismo del que no quiere salir.

Y cuando finalmente se fundieron en un solo aliento, Rubí supo que ya no había vuelta atrás.

No después de eso.

Rubí intentó apartarse, su pecho subía y bajaba con rapidez mientras lo empujaba suavemente por los hombros.

—Tienes fiebre, Leo… —dijo entre dientes—. Estás enfermo, ¿puedes dejar de joder un segundo?

Leo sonrió con esos labios cargados de peligro, y sus ojos, aunque aún algo pesados por el cansancio, brillaban con esa chispa que siempre lo desarmaba.

—Ya no tengo tanta fiebre —susurra, acercando su boca al oído de Rubí—. Lo que tengo… es hambre de ti.

Rubí tragó saliva. Su cuerpo tembló al sentir el aliento caliente de Leo en su cuello, sus palabras deslizándose como una caricia que encendía todo lo que había intentado contener.

—No podemos hacer… lo que sea que estés planeando —dijo Rubí, pero su voz ya no tenía firmeza.

Leo atrapó el rostro de Rubí entre sus manos, lo obligó a mirarlo. Sus dedos rozaron la línea de su mandíbula con una ternura que casi dolía, como si lo tocara con devoción.

—No estoy planeando nada —murmuró, su aliento cálido acariciándole los labios—. Solo quiero esto… contigo. No huyas —añadió, su voz tan baja que parecía un conjuro.

Rubí parpadeó, sintiendo cómo su resistencia se deshacía como arena en la marea.

Entonces Leo actuó. Con movimientos ágiles, lo despojó de sus ropas, y luego se desnudó también, hasta que no quedó nada entre ellos más que la tensión y el calor del deseo contenido.

Leo se detuvo a contemplarlo. Sus ojos recorrieron cada rincón de Rubí: la curva de su cintura, la tímida tensión de sus músculos, el temblor apenas perceptible de su pecho al respirar. Para Leo, era como ver algo sagrado. Se prometió a sí mismo no apresurarse, no estropear aquella entrega que le era más valiosa que cualquier conquista.

Se acercó, bajó lentamente por su cuerpo, besando cada centímetro de piel como si escribiera sobre ella un juramento silencioso. Sus labios descendieron por el cuello de Rubí, susurrando caricias ardientes; sobre su clavícula, su pecho, dejando un sendero de escalofríos.

Rubí gimió suavemente cuando sintió los labios de Leo sobre su abdomen, cálidos, firmes, pacientes. Entonces, Leo se adueñó de su centro, rodeándolo con su boca caliente, saboreándolo con una lentitud exquisita. Cada movimiento de su lengua era una provocación, cada succión, una promesa tácita de más.

Rubí, vulnerable y expuesto, cerró los ojos. Sus dedos buscaron, temblorosos, los cabellos oscuros de Leo, enredándose en ellos sin poder evitarlo.

—Me siento raro.

—Dejate llevar—murmura.

Entonces Leo aceleró sus movimientos y Rubí acabó en su boca.

Cuando Leo sintió que el cuerpo de Rubí vibraba de satisfacción, subió de nuevo, frotando sus cuerpos desnudos, piel contra piel, dejando que el calor se fundiera entre ellos. No hubo palabras, solo respiraciones entrecortadas, miradas cargadas de significado.

Leo tomo el líquido en su boca y lo puso en la entrada de Rubí para dilatarlo, primero un dedo, luego dos y minutos después pido poner tres.

—Ummm...basta ya creo que estoy listo. Si sigues me vendré de nuevo.

Leo se acomodó entre sus piernas con infinita paciencia, tomándolo de las caderas, guiándolo suavemente. Sus cuerpos se entrelazaron en un movimiento pausado, casi reverente. Rubí lo sintió invadirlo despacio, sin brusquedad, dándole tiempo para asimilar cada sensación nueva, cada latido que se aceleraba.

—Voy a moverme—le susurra.

Rubí asiente.

El ritmo fue lento, tan lento que era casi tortura. Leo lo besaba una y otra vez, en los labios, en la frente, en la mejilla, como si quisiera asegurarle que no estaba solo, que no debía tener miedo.

—¡Ummm! Se siente bien.

Sus manos no dejaban de recorrerlo: su espalda, sus costados, su rostro. Cada caricia era una declaración muda de pertenencia, de deseo sin violencia, de respeto absoluto.

Rubí, que al principio se había sentido inseguro y expuesto, pronto se dejó llevar por la marea que Leo creaba en su cuerpo. El placer creció de forma gradual, envolviéndolo como un oleaje inevitable.

—Estoy cerca—le anuncia Leo.

—¡Yo también...de nuevo!

Cuando llegaron al final, fue como un temblor que les sacudió el alma, no solo el cuerpo. Leo se aferró a él como si jamás fuera a soltarlo, y Rubí, con el corazón galopando, se dejó abrazar en esa calidez que no supo si era pasión, necesidad o amor... pero que, en ese instante, fue todo.

1
Anonymous
jajaja no puedo de la risa jajaja son tan tiernos ☺️🫢
Anonymous
Jajajaja que historia mas bella y divertida, con personajes muy lindos. Muchas gracias 🥰
Franshesca Acosta
yo lo perdonó 🤭🤭🤭
Blanka Arce
simplemente perfecto
Nidia Mojica
Jajajajaj Leo y Rubí son el uno para el otro, y así de tóxico le encanta.
Franshesca Acosta
pues yo tampoco 😏😈
Anonymous
Gran historia, cada capítulo te atrapa ñ. 🥰
Anonymous
Que linda pareja 💖🥰😍
Anonymous
jajaja 🤣🤣
Anonymous
Que bonito momento ☺️
Anonymous
Me gusta mucho la historia, muchas gracias.
Anonymous
Tan lejos y cerca a la vez 😊
Anonymous
Ahaaa esto esta que arde ,🫢🫢
Anonymous
Que intenso el capítulo 😅 me encanta la historia .
Marleni Pacheco aguilar
hola un gusto autora me encantó tu historia por favor actualiza me encantó tanto que me la leí todo él día de hoy me encantó /Kiss/
Nidia Mojica
Buenisima la historia, me.encanta. Espero por mas capitulos. Gracias por crearla y compartirla.
Nidia Mojica
Problemas en camino.
Nidia Mojica
Bien masoquista la Rubí.
Nidia Mojica
🤣🤣🤣🤣 super romántico.
Nidia Mojica
Pies Leo ya desquitaste los 5 años de estarlo persiguiendo.
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