Leonor una joven de corazón puro que luego de que en su primera vida le tocará experimentar las peores atrocidades, vuelve en el tiempo y jura vengarse de todos aquellos que algunas vez destruyeron su vida por completo.
Nueva historia chicas, subiré capítulo intercalando con las otras dos. Sean pacientes, la tengo que subir por qué sino se me va la idea😜😜🤪
NovelToon tiene autorización de abbylu para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
capítulo 16
Al día siguiente, la emperatriz fue ejecutada en la plaza principal. Para sorpresa de todos, de la mujer altiva, elegante y soberbia no quedaba nada. La noche anterior, las concubinas y la reina habían acudido a su celda y, una a una, descargaron en ella años de maltrato y humillaciones. El príncipe, por su parte, no se había dignado a visitarla. Aunque la emperatriz sobornó a un guardia para enviarle un recado a su hijo, este se negó a verla. Esa traición quebró su espíritu. Toda su vida había luchado para allanar el camino de su hijo hacia el trono, y en el momento en que más necesitaba unas palabras de consuelo, él le dio la espalda. Desde entonces, no volvió a luchar; cuando las concubinas la torturaron, apenas si se quejó.
Cuando los soldados fueron a buscarla para llevarla a su ejecución, se sorprendieron al encontrar a una mujer maltratada y herida. Aunque sospecharon quiénes habían sido los responsables, guardaron silencio y la condujeron hacia su amargo final.
En la plaza, una multitud esperaba. Todos aquellos que habían servido a la emperatriz y participado en sus crímenes —mayordomos, doncellas, guardias— también serían ejecutados.
Soledad, alzando la vista, divisó al emperador en el palco junto a sus esposas y sus dos hijos. Sonrió con amargura. Su hijo, por quien había cometido todas las atrocidades, estaba allí, igual que todos los que ansiaban verla caer. Sin apartar la mirada de él, sonrió y aguardó, altiva hasta el final, a que el verdugo cortara su cabeza.
Así terminó la historia de aquella infame mujer que destruyó a la familia imperial y cuya gloria apenas duró antes de desvanecerse en la guerra.
Leonor, al ver la expresión de la emperatriz, miró a su hermano. Él le devolvió la mirada con odio en los ojos, aunque enseguida se dibujó en su rostro una cálida sonrisa. Aquella sonrisa no era un gesto de reconciliación, sino una declaración de guerra silenciosa. Leonor comprendió que, aunque la emperatriz había caído, su hermano no pensaba cambiar. Entre ambos, el enfrentamiento era inevitable.
El emperador, al notar el intercambio, observó a su hijo con pena. Pero antes de que nadie pudiera intervenir, el príncipe dio media vuelta y se marchó. Las ejecuciones continuaron.
***
En los días siguientes, el emperador se reunió con el príncipe de Zenda para disculparse por el trato que le había dado bajo la influencia de su hija. Mauricio, sabiendo cuánto le costaba al emperador admitir un error, decidió no insistir en el tema. En su lugar, ambos se centraron en discutir el tratado de paz y el matrimonio que lo sellaría.
Maximus, aunque receloso del acuerdo —especialmente sabiendo que su hija no lo hacía por amor—, se dedicó a estructurar un tratado y un acuerdo matrimonial que no revelaría hasta el momento justo.
Ese mismo día, Leonor y Maribel fueron llamadas por el emperador, quien las esperaba en la entrada del palacio para partir hacia la frontera. La reina, ya enterada de todo, esperaba con ansias cerrar el acuerdo y celebrar el compromiso.
Durante el viaje, el emperador habló:
—Hija, aún estás a tiempo de cambiar de opinión.
—Padre... —Leonor replicó, fría—. ¿Quiere que vuelva a tratarlo como antes? Respete mis decisiones o me veré obligada a tomar distancia de nuevo.
—Leonor...
Maximus frunció el ceño, pero se contuvo. La reina, en cambio, lanzó a su hija una mirada reprobatoria, que Leonor recibió con una sonrisa traviesa. Le encantaba hacerlo rabiar, sobre todo porque veía que su padre, al fin, quería reparar su relación.
Cuando llegaron a la frontera, se toparon con un enorme campamento de soldados de Zenda.
—Parece que tu prometido olvidó mencionar que tiene medio ejército en nuestras fronteras —comentó el emperador, disgustado.
—¿Qué sucede, padre? ¿Tienes miedo? —Leonor preguntó con una sonrisa burlona.
—Por supuesto que no.
—Me alegra. No te preocupes; si algo me pasa, si el príncipe intenta dañarme, su imperio caerá. Atenea podría quedarse con todo lo que posee.
El emperador sonrió de lado, pero la reina intervino, preocupada:
—Eso no justificaría tu sufrimiento, hija.
Maximus, más serio, asintió:
—Sí, tu madre tiene razón.
Nadie añadió nada más. La reina, en esos temas, era un muro inamovible.
Finalmente llegaron al campamento, donde el príncipe Mauricio y sus padres los esperaban. Al bajar del carruaje, la tensión era palpable.
Mauricio se acercó a Leonor, ofreciéndole el brazo. Ella lo tomó, y juntos caminaron hacia la tienda donde los esperaba una cena. Al notar que sus padres no los seguían, ambos se voltearon.
—¿No nos acompañan? —preguntaron.
La emperatriz y la reina miraron a sus esposos con severidad, y respondieron casi al unísono:
—Por supuesto, cielo. Vamos, Maximus.
El emperador asintió resignado. Silvia, tomándolo del brazo, lo jaló y susurró:
—Ariel, compórtate, por favor.
—Claro, cariño —respondió él, suavizando su voz.
Así, uno tras otro, ingresaron tras los jóvenes, en medio de un ambiente cargado de silencios y miradas furtivas.