En la penumbra de un mundo que pocos osaban mirar, nacía una niña destinada a cargar un deber más grande que ella misma. Su sangre era un puente entre mundos: mitad vampiro, mitad bruja, y su destino ligado a uno de los seres más temidos de la noche: El Príncipe Vampiro
Su existencia, frágil y poderosa a la vez, despertó susurros de miedo y esperanza entre aquellos que conocían la verdad. Nadie podía tocarla sin consecuencias, y nadie debía apartarla de su camino: la unión con el príncipe no era un capricho, era un deber. Una unión que cambiaría el equilibrio dos mundos y que, de alguna manera, dependía de su supervivencia y su aceptación.
¿ El único problema? : Ambos se odiaban y ella odiaba el Clan.
⚠️❗️🔞 - Bocavulario inapropiado, Amoríos, maltrato emocional, Sangre .
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Consejeros... de Despreció
La luz grisácea del amanecer se filtraba entre los altos ventanales cuando bajé las escaleras. No había dormido.
El comedor del ala principal ya estaba dispuesto. Una larga mesa de roble, cubierta por un mantel oscuro, esperaba a los miembros de la familia real.
Gabriel fue el primero en levantar la mirada al verme. No sonrió; solo asintió con la cabeza.
A su lado, Adrian con esa media sonrisa ladeada que parecía permanente.
El Rey ya estaba sentado en la cabecera. Su presencia imponía como una sombra sobre todos. Marcus, a su derecha, me hizo un gesto para que me sentara junto a él. Mis hermanos llegaban de a poco y Mi padre quien fue último Miro con un frío asesino al Rey.
– Gaspar..
– Richard
Solo sus nombres en ese silencio filoso.
Un sirviente entró con una bandeja de cristal. Sobre ella, varios copones de vino oscuro… demasiado oscuro.
El aroma metálico llenó el aire y noté cómo respiraban hondo, casi con deleite.
Yo no.
Mi estómago se revolvio, los miré muy lentamente como lo tomaban, mantuve el rostro neutro.
—¿No vas a beber? —preguntó Adrian, al notar mi copa intacta. Su tono era burlón, aunque la curiosidad asomaba en su mirada.
—No, nunca lo necesite.—respondí con frialdad.
Gabriel arqueó una ceja, evaluándome.
—¿Nunca la has probado?
—No me llama la atención —aparté la copa con un leve empujón suave—. El sabor de lo prohibido está sobrevalorado, preferiría algo mas fuerte .
Hubo un breve silencio. Adrian soltó una risa corta, incrédulo, y Gabriel solo apretó la mandíbula, como conteniendo un comentario.
El Rey, en cambio, dejó el copón sobre la mesa con un golpe seco.
—Eres igual que tu madre… altiva hasta en lo más básico de nuestra especie —espetó con un dejo de desprecio.
– No hables con la boca llena Gaspar.. Puedes ahogarte.– Respondí , con un cruce de miradas
Gabriel carraspeó, interrumpiendo el duelo silencioso.
—El Consejo espera. No podemos llegar tarde.
Nos levantamos. Caminamos juntos por los pasillos de mármol y columnas imponentes.
Los sirvientes que nos cruzaban inclinaban apenas la cabeza, pero sus miradas resbalaban hacia mí con desconfianza… y algo de hostilidad.
Cuando salimos al patio principal, vi las filas de vehículos oscuros.
Marcus abrió la puerta de uno de ellos para mí.
—No dejes que te provoquen —murmuró, lo bastante bajo para que solo yo lo escuchara.
—No prometo nada—respondí, aunque en mi voz había un filo de hielo.
••
El edificio del Consejo era una torre antigua, restaurada con detalles modernos. Los símbolos de la realeza vampírica se entrelazaban con vitrales color sangre.
Al entrar, la mirada de decenas de miembros del Consejo se clavó en mí.
Algunos fruncieron el ceño abiertamente; otros me escanearon con una mezcla de desprecio y curiosidad, como si observaran a un animal salvaje al que hubieran dejado entrar en la sala.
Marcus caminó a mi lado con paso firme, su sola presencia fue un escudo invisible contra los murmullos.
Nos sentamos en el centro de la sala, frente a la mesa semicircular donde se distribuían los ancianos consejeros.
Uno de ellos, un hombre de rostro enjuto y ojos fríos, habló primero.
—Así que… ella es la que ha traído el príncipe Gabriel. La bruja marcada por Isabel.
La palabra “marcada” escupida de esa forma hizo que algunos de los presentes sonrieran con burla. mientras que amigos me llenó más de dudas..
Levanté la mirada hacia él, sin bajar los ojos.
—Supongo que esperaba algo peor —dije con voz baja pero firme.
Un murmullo recorrió la sala. Algunos se sintieron ofendidos, otros parecían divertidos. Otro consejero, de cabello plateado, intervino con un tono más gélido.
—Tu presencia aquí es… tolerada. No olvides que sigues siendo ajena a nuestra sangre.
— Que terrible no serlo.. Muero de preocupación —repliqué con calma
Marcus se inclinó ligeramente hacia mí, como conteniéndose de sonreír, mientras se tapaba la nariz.
El Rey, desde su asiento principal, observaba todo en silencio, pero su mirada era dura.
Gabriel, de pie junto al trono de su padre, no dijo nada. Su expresión era indescifrable, pero sus ojos seguían cada gesto mío.
••
Las luces rojas de los vitrales caían sobre los rostros severos de los consejeros.
Yo mantuve la espalda recta, los brazos cruzados, los dientes apretados para no reaccionar ante cada mirada cargada de desprecio.
El primer consejero, el de ojos fríos, volvió a hablar:
—No entiendo por qué hemos de sentarnos a discutir sobre alguien que no es ni siquiera de nuestra sangre.
Una humana.. Beruja , con sangre de Lobo y Inmortal de Vampiro – Hizo un gesto de asco— Y nose que mas, aparece después de años… ¿por qué permitirle siquiera pisar estas tierras?
Marcus, sentado a mi lado, tensó la mandíbula, pero no respondió.
Antes de que pudiera abrir la boca, la voz de Gabriel resonó con una firmeza que hizo callar los murmullos:
—Porque ella no es “solo” alguien —dijo, avanzando un paso hacia la mesa semicircular—. Evelyn y su familia serán respetados. No lo digo como príncipe… lo digo porque ella es mi tuá.
Un silencio denso cayó sobre la sala.
Hasta el Rey, que permanecía con los dedos entrelazados sobre el reposabrazos, levantó lentamente la cabeza hacia su hijo.
Yo parpadeé, sorprendida, ¿ Y ahora que planeas el don Gabriel? pensé con la ceja levantada.
Giré el rostro hacia Gabriel con una mezcla de desconcierto.
Él no me miró; mantenía los ojos fijos en el Consejo, desafiante.
A mi lado, Marcus me miró con los ojos muy abiertos, como si no pudiera creer lo que acaba de decirles.
El anciano golpeó la mesa con el puño.
—¡Esto es una farsa! ¿Cómo se atreve, alteza, a presentar como su elegida a una mestiza criada entre humanos?
¿Ha olvidado que el linaje real no se mezcla con razas impuras?
—No he olvidado nada —replicó Gabriel con voz baja pero cargada de veneno—.
Lo que ustedes han olvidado es que ni la sangre ni los títulos sostendrán a este Clan si siguen aferrados a rencores podridos.
Ella está bajo mi protección. Quien la toque, tendrá que responderme.
Las palabras del príncipe dejaron a más de uno mudo.
El Rey entrecerró los ojos, su mirada se tornó aún más oscura.
—Hablas como si pudieras desafiar el peso del trono —dijo con un tono lento, cargado de amenaza.
—No lo desafío —contesto, y por un instante su voz fue tan fría como el acero—Lo defiendo. Porque seguir con los mismos prejuicios nos llevará a la ruina. Colo lo hicieron hace una década ¿ Lo olvidaron ? O sus viejos cerebros solo recuerdan lo que quieren para su beneficio.
Se giró hacia el Consejo.
—Si el respeto que pido no se cumple, no será un problema de sangre… será un problema conmigo.
No sabía si enojarme porque hubiera dicho algo así sin consultarme … o por la calma con que lo había hecho, como si fuera la cosa más natural del mundo, o si el mismo me estaría usando.
Marcus se inclinó apenas hacia mí, murmurando con voz tensa:
—¿Vas a decir algo?
—No , parece que lo tiene bien resuelto
El consejero de ojos fríos bufó.
—¿Y se supone que debemos aceptar a esta muchacha sin más? ¿Que traiga consigo la sombra de su madre, esa… traidora que sedujo a un rey y destruyó la paz de este Clan?
El golpe seco de los nudillos de Gabriel sobre la mesa resonó en la sala.
Su voz, cortante como un cuchillo, llenó cada rincón:
—Cuidado con cómo hablas de Isabel.
El Rey se levantó lentamente de su asiento, la tensión haciéndose insoportable. Nos miramos con mi hermano eso nisiquera sabíamos.
– No serás hija de el viejo Rey¿no ?- susurro en mi oído
– ¡¡Qué horror!! Cállate tendré pesadillas.- lo golpeó en el hombro, el río despacio.
•
—Hijo… estás cruzando un límite que ni tú podrás revertir.
—Quizá es hora de que alguien lo cruce —replicó Gabriel, sin apartar la vista de su padre—.He jurado protegerla. Y lo haré, con o sin la aprobación de este Consejo.
Por un instante, el silencio fue absoluto.
Pude sentir las miradas de todos sobre mí: algunos furiosas, otras incrédulas, unas pocas curiosas.
Yo solo respiré hondo y mantuve la expresión fría.
– Quién diría que tu zorra es bien caballerosa.. – agregó mi hermano, haciéndome largaron un carraspeó de risa haciendo que todos me miren.
•
Gabriel se enderezó, con los ojos como brasas oscuras. Dio un paso al frente y su voz cortó el aire como el filo de un puñal:
—Voy a dejarlo claro para todos —dijo, su tono más bajo, más peligroso—.
Si alguien aquí, cualquiera, intenta ponerle una mano encima a Evelyn o a su familia…
no habrá juicio, no habrá debate. Yo mismo arrancaré sus cabezas.
Sus palabras cayeron sobre el Consejo como un golpe seco.
Algunos se removieron en sus asientos, otros bajaron la mirada.
El anciano de ojos fríos tragó saliva, como si recién comprendiera que el príncipe no estaba fanfarroneando.
Gabriel avanzó un paso más, y su aura oscura se alzó, pesada, opresiva, obligando a varios a bajar la cabeza.
Sus labios se curvaron en una sonrisa helada, sin humor.
—Y si el trono pretende oponerse…
—dijo, mirando directamente al Rey—
Entonces el trono tendrá que demostrar que aún merece ese lugar.
El Rey apretó los dientes, sus nudillos crujieron sobre el reposabrazos, pero no habló.Por primera vez, el silencio de un rey no era autoridad… sino impotencia.
Uno de los consejeros más jóvenes intentó alzar la voz:
—¡Esto es una ofensa a la autoridad del Rey…!
Gabriel giró apenas el rostro hacia él, con su mirada como un cuchillo.
—Termina esa frase —dijo despacio— y te quedarás sin lengua.
¿Quieres comprobar si estoy bromeando?
El joven se hundió en su asiento sin atreverse a decir nada más.
Finalmente, el Rey golpeó el bastón contra el suelo, rompiendo el aire denso de la sala.
—¡Basta!
Si mi hijo quiere traer a su dedtinada… bajo su ala, así será.Pero recuerda, Gabriel —añadió con voz áspera—: cuando rompes las viejas reglas, también renuncias a tu protección.
Gabriel inclinó apenas la cabeza, sin apartar esa mirada de depredador.
—No necesito protección, padre.
La protegeré yo, pero si lo desean ir contra mi vida.. Tendrán guerra.
La sesión terminó abruptamente, los consejeros se dispersaron murmurando entre sí, evitando cruzar la mirada con el príncipe.
Yo me levanté despacio, Marcus me tocó levemente el brazo para indicarme que saliéramos juntos.
Caminamos hacia el pasillo, donde los ecos de los pasos parecían amplificarse entre las columnas.
– Parece que te defendió.. Y mucho
– No te emociones.. Algo debe traer detrás.
Apenas cruzamos la puerta, sentí la presencia de Gabriel detrás de mí.
Se movía con la calma de alguien que acababa de ganar una batalla… y sabía que los demás lo sabían.
—Deberías estarme agradeciendo —dijo, su voz baja, casi burlona.
Me detuve en seco y giré hacia él, los ojos fríos.
—¿Agradecerte por convertir mi vida en un espectáculo público? Sin siquiera preguntar —repliqué, conteniendo la rabia—No soy un trofeo que puedas anunciar delante de todo un Consejo.
Él arqueó una ceja, con esa calma irritante.
—No fue un anuncio. Fue una advertencia.
Si no lo dejaba claro, alguno de esos carroñeros ya habría empezado a planear cómo deshacerse de ti.
Y ahora… no se atreverán.
—No quiero ser mala, pero no pedí tu protección podría terminar con tu raza sola si eso quiero.—escupí, cruzándome de brazos.
Gabriel dio un paso hacia mí, acortando la distancia.Su voz bajó aún más, y por primera vez vi una chispa de algo distinto en sus ojos.
—No me importa lo que pediste.
Ellos no entienden el límite hasta que alguien les enseña a temerlo.
Hoy lo aprendieron. Y se que tu poder es fuerte. Pero tampoco se soluciona con muerte.
Apreté los labios, sin responder.
Marcus,que había salido unos pasos detrás de mí, nos observó en silencio, tenso, pero no dijo nada.
Gabriel me sostuvo la mirada un instante más, luego añadió con un tono más grave:
—No van a tocarte ni a mirarte como basura, tampoco a tus hermanos, y si alguien lo have lo sabre, juré frente a todos… y no voy a romperlo.
Sentí una mezcla incómoda de agradecimiento obligado y algo que no quería nombrar.
—Gracias —Bufé
Me di la vuelta y seguí caminando hacia el auto, pude sentir la mirada de Marcus fija en Gabriel.
La tensión entre ellos era tan palpable como la que aún ardía entre el príncipe y el propio Consejo, pero mezclada con celos y aura de machos.
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