MADHOUSE

Mentir es un arte.

Algunas personas lo hacen por necesidad, otras, por hábito.

Y luego está Jake.

Jake mentía porque podía.

Desde el primer día, había notado su facilidad para cambiar de versión según le conviniera. No solo decía mentiras; las vestía de verdad, con la misma seguridad con la que otros respiran.

Su confianza nunca flaqueaba, su tono nunca delataba duda.

Era carismático, persuasivo y, sobre todo, peligroso en su capacidad de hacer que la gente creyera lo que él quisiera.

Pero había un problema con las mentiras.

Entre tantas versiones de la realidad, a veces incluso el mentiroso olvida cuál es la verdad.

Por eso, esta actividad no era solo un juego.

Era una prueba.

Hoy, haría que Jake jugara su propio juego.

Estaba esperándome.

Reclinado en la silla, con los brazos cruzados detrás de la cabeza y una sonrisa despreocupada.

Era diferente al resto. No mostraba tensión en su postura ni desconfianza en su mirada. Jake no veía esto como una terapia.

Lo veía como un reto intelectual.

—Dime, Kang, ¿hoy vamos a hablar de mis sentimientos más profundos? —preguntó con fingido interés.

Rodee los ojos, dejando un pequeño bloc de notas y una pluma sobre la mesa.

—No exactamente —dije con calma — hoy vamos a jugar.

Jake arqueó una ceja.

—¿Un juego? —sonrió levemente.

—Uno que requiere inteligencia y estrategia.

Su sonrisa se ensanchó, casi como si acabara de encontrar algo verdaderamente entretenido por primera vez en mucho tiempo.

—Eso suena mucho más interesante.

Tomé asiento frente a él y giré el bloc hacia su lado.

—Se llama "El Juego del Engaño". Es simple: cada uno escribirá tres afirmaciones sobre sí mismo, dos serán verdad y una será mentira.

Jake apoyó los codos en la mesa, entrelazando los dedos con aire entretenido.

—¿Y la otra persona debe adivinar cuál es la mentira?

—Exacto.

—¿Qué gano si te engaño? —enarcó una ceja.

—La satisfacción de saber que eres bueno en esto —me crucé de brazos.

Jake dejó escapar una carcajada.

—Kang, Kang, Kang... Sabes que eso no es suficiente para tentarme —dijo persuasivo.

Apoyé la barbilla en mi mano, observándolo con paciencia.

—¿Y qué propones?

Ladeó la cabeza, evaluandome con interés.

—Si gano, tú respondes una pregunta sin poder mentirme —sonrió con sus dientes.

Mantuve la mirada firme.

—¿Y si gano yo?

Torció la sonrisa hacia abajo, como si ya estuviera preparado para esa pregunta.

—Lo mismo.

Hubo una pausa, una especie de tensión silenciosa.

—Trato hecho —le extendí la mano para que la tomara y así lo hizo.

Jake tomó la pluma con confianza y escribió sus tres afirmaciones.

Luego, empujó el bloc hacia mi.

• Una vez fingí estar enfermo por una semana entera para evitar un examen.

• Me gustan los perros, pero nunca he tenido uno propio.

• Me escapé de casa cuando tenía catorce años.

Me recargué en la silla, observándolo con atención.

—Interesante... —dije pensativa.

Jake sonrió con autosuficiencia.

—Adelante, detective.

Leí las afirmaciones otra vez.

—La primera es demasiado específica como para ser mentira. Si fuera un engaño, habrías dicho algo más general, como "he mentido para evitar un examen" en lugar de dar tantos detalles.

Jake alzó una ceja, como si mi razonamiento le divirtiera.

—Continúa.

—La tercera... —me detuve un momento — podría ser verdad, no parece tan descabellado.

—¿Y eso significa...?

—Que la segunda es la mentira.

Jake sostuvo mi mirada por unos segundos antes de soltar una risa.

—Muy bien, Kang... —suspiró — me atrapaste, tuve una perra llamada Layla.

Sonreí con satisfacción.

—Entonces, tengo derecho a hacerte una pregunta.

Jake apoyó un codo en la mesa, pero su expresión cambió sutilmente, como si entendiera que acababa de girar el juego a mi favor.

—Tienes derecho a intentarlo —corrigió él.

Me tomé mi tiempo antes de hablar.

—¿Por qué escapaste de tu casa a los catorce?

Jake dejó de sonreír, no cambió de expresión de inmediato, pero la chispa de diversión en sus ojos desapareció.

—Aburrimiento.

No evadió la pregunta, pero tampoco la respondió del todo.

—Mi turno de adivinar —dijo finalmente — escribe las tuyas.

Tomé la pluma y escribí tres afirmaciones antes de entregarle el bloc.

• Me gusta la lluvia más que los días soleados.

• Nunca he roto una regla importante.

• Cuando era niña, quería ser famosa.

Jake apoyó la barbilla en su mano mientras leía.

—Veamos... La primera parece verdad, eres de esas personas que encuentra algo poético en la lluvia.

No confirmé ni negué.

—La tercera también suena creíble —ladeó la cabeza — ¿dijiste que tu sueño era ser escritora? Eso es lo que la hace una buena verdad.

Jake levantó la mirada.

—Eso significa que la mentira es la segunda.

—¿Y por qué crees eso? —me crucé de brazos.

—Porque eres buena siguiendo reglas, pero mejor rompiéndolas cuando lo crees necesario.

Hubo un momento de silencio.

—Correcto.

Jake sonrió con satisfacción y se inclinó hacia adelante.

—Entonces, ahora es mi turno de preguntar —me miró con intensidad.

No aparté la mirada.

—Adelante —me encogí de hombros.

Apoyó un codo en la mesa y dejó que su sonrisa se volviera más lenta, más calculada.

—Si te diera la oportunidad de romper una regla ahora mismo y nadie lo supiera... ¿Lo harías?

Sentí la intención detrás de la pregunta, no era solo sobre las reglas.

Era sobre mis límites.

Esperé un segundo antes de responder.

—Depende de la regla.

Jake dejó escapar una risa baja.

—Esa es una respuesta demasiado segura —dijo.

—Es una respuesta honesta.

Jake se quedó evaluandome en silencio por un momento y luego, con la misma calma de siempre, cerró el bloc y lo deslizó de vuelta hacia mi.

—Sabes, Kang... Este fue un buen juego.

—Lo imaginé.

Se puso de pie con lentitud, como si no tuviera prisa por salir.

—Pero la mejor parte de jugar... —dijo, caminando hacia la puerta —... Es saber cuándo alguien empieza a disfrutarlo sin darse cuenta.

Y con eso salió de la sala, dejándome en los huesos la sensación de que, en aquel juego, nadie había perdido realmente.