Cuando el hermano mayor de Reachel, Elliot, desaparece en un trágico accidente, ella deberá tomar la presidencia de la empresa familiar, pero esta viene con una condición, casarse. El mejor amigo de su hermano, Santos, le ofrece casarse con ella para ayudarla, pero hay un problema, ella lo ha amado desde niña.
NovelToon tiene autorización de Mel G. para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
JUNTOS.
...Reachel:...
Yo no podía creer lo que escuchaba, cuando escuché que Santos decirle a Catalina que la mujer que amaba le había confesado lo que sentía precisamente hoy, quise que me tragara la tierra, por que nunca pude imaginar se que esa mujer podría ser yo. Me había sentido decepcionada ya que momentos antes habíamos tenido un encuentro tan íntimo, lo más íntimo que yo había tenido con un hombre. Me había hecho ver las estrellas con esa sensacion nueva que jamás había sentido.
— Eras tu Reachel. — El pegó su frente a la mía. Pusé sentir como su aliento caliente me rozó la piel. — Estoy perdidamente enamorado de ti.
— ¿Por que no me lo dijiste?
— La única vez que trate de hacerlo, te pusiste muy a la defensiva, no sabía si al decírtelo terminaría cacheteado.
Eso me hizo reír un poco.
— No puedo creerlo.
— Tampoco yo.
— Te he amado desde hace tanto tiempo. — Me besó — Soñando contigo. Tratando desesperadamente de no evidenciar lo que muchos podían notar a kilómetros.
Comenzó a depositar tiernos besos por mi rostro.
— Yo creí que jamás me verías como mujer. — Dijé apenas.
— Me tienes completamente enloquecido.— Una nececidad similar a la de hace un momento creció de nuevo en mi entrepierna. — Te he amado desde que tengo uso de razón. — Sus besos comenzaron bajar por mi barbilla mi cuello y mi hombro, abriéndose paso entre mi blusa de botones. — De niños siempre le insistía a Elliot para que jugáramos contigo. Eras la única que podia hacerme jugar ese juego aburrido del diablo de tomar el té. — Eso me hizo reír, pero no provocó que mi excitación bajara si no que hizo que me pusiera más nerviosa.
— A mi también me gustaba jugar contigo. — Jadeé . Su mano comenzó a subir por mi pierna. La espera de poder sentir lo mismo de hace un momento hizo que mis sensaciones se dispararan.
— Cuando crecimos y comenzaste a tomar este cuerpo que me enloquece. Yo no sabia que era lo que sentía, pero fantaseaba muchas veces contigo. — Dijó undido en mi cueyo.
Todas estas confesiones me estaban elevando al maximo.
— ¿Te das cuenta? Te he amado tanto, que aun si nunca me correspondías siempre estaria para ti, te he amado incluso antes de saber lo que era era el amor.
Volvio a besarme con posesión, no supe como, pero ya había desabotonado mi blusa, una de sus manos estaba sobre la piel de mi muslo y la otra recorría mi espalda, no dije nada cuando el me desabotonó el bra, el cual se deslizó hacia abajo dejando mis senos expuestos ante sus ojos.
Se separó para observarme, sus pupilas brillaban, me recostó sobre la cama y comenzó a quitarse la camisa.
¿Que debia hacer? Había salido con muchos chicos, pero nunca pude permitirles llegar tan lejos, tal vez era por esto.
Emitió una sonrisa que emitía picardía, sus ojos con sus hermosas pestañas risadas no me quitaban la vista de encima.
Me sentía expuesta, pero no quería parecer una niña ante el acto.
Me besó de nuevo colocándose sobre mi, comenzó a bajar para encontrarse con mis pechos. Los cuales lamió un poco haciéndome soltar un gemido. Siguió bajando con besos.
Se encontró con mi cicatriz y me tensé. Me sorprendí cuando la beso.
Mi teléfono sonó.
— No contestes por favor. — Su voz era grutural. Decidí ignorar el celular. Pero insistía.
— Tal vez es importante.
— ¿Estas segura?
— Si — Jadeé.
Suspiró reasignado, me besó cuando me dio mi teléfono.
Conteste sin ver quien era.
Escuché unos sollozos a través de la bocina.
— Reachel hija puedes venir por mi.— Me preocupe cuando me di cuenta que era mi madre.
— Es mi mamá, está llorando. — Le dije a Santos.
Me cubrí cuando vi que se quedó paralizado viendo mis senos.
Me levante rápido.
— Mamá ¿donde estas?
— Estoy en casa, tuve una discusión muy fuerte con tu hermano.
— Voy para allá mamá. — Colgué la llamada. — ¿Puedes acompañarme? — Le pregunté a Santos mientras me bestia.
Me tomo de la cintura cuando me coloque la ropa y me besó.
— Claro.
...****************...
Cuando llegamos a casa de mi madre, ella estaba en el salón llorando.
— ¿Que sucedió mamá?
— Tu hermano, es un monstruo, creí que podría seguir manteniéndolo a raya pero ya veo que no, ha perdido todo el respeto y razocinio.
— ¿Donde esta?
— Se fue, tuvimos una discusión muy fuerte, tan fuerte que me dio miedo, creí que iba a… — Mamá no pudó terminar la frase.
— El ya no debe vivir contigo, ya no estás segura.
— Ya lo corrí, pero se negó a irse.
— Tendrá que pocerder legalmentete Aurora. — Le aconsejó mi esposo.
— Lo sé hijo.
— Mientras puedes venir a vivir con nosotros mamá.
— Hablé con Elena, ella va a recibir me ire en sus casa, quiero estar pendiente de ella y su embarazo. ¿Pueden llevarme?
— Claro mamá.
— Perdón por molestarlos.
— Nunca es una molestia, usted es como si segunda madre. — Se acercó Santos y acarició su hombro.
Mi madre puso una mano en su mejilla. — Eres tan bueno muchacho, me da gusto que estén juntos.
El me vió asustado, pero lo tranquilice. — Mi madre ya lo sabe no te preocupes.
— Parece ser que ya se han confesado su amor el uno al otro, me alegra que por fin ambos hayan tenido el valor.
— ¿También sabías que el? — Pregunté sorprendida.
— Los conozco desde niños, ambos son mis hijos, se lo que les preocupa y les aqueja, aunque no me lo digan.
Santos sonrió ante la aceptación por párte de mi madre.
— Andando entonces. — Santos ayudó a mi madre con la maletas y nos fuimos directo a casa de Elena.
...****************...
Ya era bastante tarde cuando llegamos, pero ella seguía despierta.
— Elena disculparme hija por no esperar a mañana.
— No, yo comprendo Perfecto.
— Mamá mañana vengo por ti, te acompañare a poner la denuncia. — Le dije.
— Claro. También me gustaría hablar contigo sobre lo que planea hacer tu hermano.
— De acuerdo.
...****************...
Íbamos en el carro, había un silencio.
— ¿En que piensas? — Me preguntó Santos.
El manejaba, aunque siempre teníamos seguridad que nos seguían el auto estábamos solos esta vez.
— Nada es sólo que, estoy un poco cansada, ya es muy tarde y mañana debemos trabajar, ha sido un día con demasiadas emociones.
El asintió con la cabeza.
— Lo importante es que ya vamos casa, podrás tomar un baño y descansar.
— Eso es lo único que quiero.
Tomó mi mano y le dio un beso.
Cuando llegamos nos sorprendió ver a mi hermano Franco en el sillón.
— ¡Que carajo! — Expresé.
— ¿Como entraste? — Se enojó Santos.
— Tu personal me dejó pasar.
La verdad es que nosotros nunca comentamos que Franco tenía prohibida la entrada, simplemente asumimos que el no se pararía por aquí.
— Solo vine a decirles que retiren esa estúpida demanda en mi contra. Te dije que si no la quitabas te iba destruir. — Me señaló con el dedo.
— A tu hermana no vas a venir a amenazarla y menos en esta casa. — Le advirtió Santos.
Franco se empezó a reír. — Quiero ver cuánto te dura la sonrisa, cuando el que se hayan casado no haya servido de nada.
— ¡Yo no me casé por la empresa idiota! — Le dijó Santos.
Franco emitió una cara de asco. — Que cerdo eres.
— Me importa muy poco lo que pienses. — Lárgate de mi casa.
— De nada te va a servir protegerla, un día, ella ya no estará y no podrás hacer nada para evitarlo.
Santos lo tomó del cueyo. — ¿Que quieres decir con eso? — El desquiciado siempre se reía con los arranques de furia de Elliot y Santos. — A tu hermana no vas a tocarle un solo cabello por que hasta ahora no me has conocido y entonces sabrás de lo que soy capaz.
— Santos ya, solo te esta provocando.
Santos comenzó arrastrarlo a la salida.
— Mejor lárgate. — Cuando los guardias lo vieron se acercaron.
— Señor, ¿sucede algo?
Santos no lo escuchó, por alguna razón el que Santos me defendiera me llenaba de una senzacion de necesidad.
Estaba loca.
— Franco ya vete. — Le Dijé.
— Tienes hasta pasado mañana si no lo haces entonces si verás de qué manera… — Santos lo golpeó si dejar que terminara.
— Te dije que aquí no vas a amenazar a nadie y menos a tu hermana.
— Maldito infeliz.
Aveces parecia que Franco y Santos se odiaban más que Elliot y Franco.
Franco le regresó el golpé.
Ya tenía mucho que no había una pelea entre estos, así que ya me había desacostumbrado a eso, cuando todos vivíamos en la misma casa, las peleas entre estos tres eran diarias.
Emperezaron hacerse de golpes.
— No se queden ahí parados hagan algo. — Le Dijé a los guardias.
— El señor no ha dado la orden de intervenir. — Dijó el tonto de seguridad.
— Yo soy la señora de esta casa, ahora has lo que te digo o te despido.
— Señora no se ofenda pero el señor nos ha indicado que sólo podémos recibir órdenes suyas.
— Ese hombre. — Señale a Santos mientras esos dos aún se peleaban. — Hace lo que yo le pida, tal vez te perdone si le desobedeces una orden, pero si yo le pido que te heche lo hará. — Nunca lo había admitido en voz alta, pero sabía que Santos hacía lo que yo le pidiera, por lo que, usaría mi influencia sobre el en este caso. — Así que si no eres estúpido como ya me demostraste que lo eres, más te vale que des la orden a tus hombres y separen a esos dos. — Lo fulmine con la mirada.
El hombre le hizo una seña con la cabeza a sus hombre para comenzaran a separar a los dos peleoneros.
Cuando los separaron di la orden a los guardias de que sacaran a Franco y di la indicación de que tenía prohibida la entrada.
Cuando entramos a la sala, le pedí a una de las muchachas del servicio el botiquín.
— Ve nada más como quedaste.
— Tu hermano quedó peor.
Lo vi con expresión seria. — El siempre queda peor. — Lo cierto era que Franco siempre terminaba más golpeado que Santos o que Elliot ñ, pero aún así él seguía agarrandose a golpes con ellos.
Se rió divertido ante mi comentario.
Pusé un algodón húmedo sobre un golpe que tenía en el pumulo y se quejó.
— Ssss Au.
— ¡Ay! mientras te peleabas no te dolían, pero ahora si. Aguántate. — Lo regañe. — No debiste pelearte.
— No podia dejar que te siguiera amenazando. Me preocupa que intente otra cosa, nos urge ponerle un alto a tu hermano.
— Me preocupa sus amenazas en contra de la empresa.
— Creo que es algo que no podremos evitar, no tenemos nada encontra de el, solo nos queda tratar de sostenerla.
— De acuerdo.
— Solo promete que eso nos separará, ni nos hará desconfiar del otro. — Me pidió.
— Lo prometo.
Me besó. Pero lo separé.
— ¿Como es eso de que no puedo darle órdenes a seguridad?
— Fuenantes de que llegarás, pero hablaré con ellos.
— Bien.
Me besó de nuevo.