LOS CREADORES DEL PASADO (VALERIAN WORLD)

El Único As bajo la Manga, Dely y su fuego divino, pero usarlo la agota y la delata. Elian es invencible, pero no puede estar en todos lados. Con un gesto brusco, Jonier cortó su palma y dejó caer sangre sobre el mapa.

—No será una guerra caprichosa —dijo, mientras el líquido dorado de sus venas dibujaba rutas de escape—. Será una trampa. Dejarlos vencer para ganar al final —dijo Jonier con una mirada oscura.

—¿Una trampa? —preguntó Serafín, pálido.

Jonier asintió, pero era más complicado que eso, ganar contra un ejército tan grande se necesita una gran fuerza y parece que su hermanita la tiene, sin embargo, el estratega siempre gana ante la fuerza bruta.

—El Juez quiere a Dely. Entonces que la tenga —Los ojos de Jonier brillaron con un plan suicida:

—Pero no la que él cree, debemos ser cautos, padre, no puedo arriesgarlos de nuevo, esto ha durado dos vidas, y tengo que contarte algo —Jonier habló taciturno, contó lo que había pasado en la vida anterior y Serafín estaba pálido, no podía creer que algo así haya pasado.

—Pero Elian..., ¿él como ha vuelto? —dijo asombrado.

—Padre, eso es algo que lo verás con tus propios ojos, te aseguro que si te lo digo, jamás me creerías, —Jonier abrazo a Serafín, ese hombre que lo cuidaba como un padre devoto, lo amaba tanto, no soporta recordar su muerte en la otra vida, como ardió en llamas delante de todos, delante de él, viendo su dolor.

*_*

La habitación de Dely olía a lavanda y cenizas. Gisela, con las manos aún temblorosas, cambiaba las compresas frías en la frente de su señora mientras murmuraba plegarias antiguas. Las lágrimas caían sobre las vendas, mezclándose con el sudor de Dely.

—Mi niña... —susurró, limpiándole una mancha de hollín en la mejilla—. ¿Qué has hecho? —Gisela solo fue a recoger dos palanganas y al volver ya había toda una pelea a muerte.

Dely, en su sueño febril, murmuró algo sobre "plumas de fuego" y "un juramento roto".

En el pasillo, bajo la luz mortecina de las antorchas, Elian y Jonier se enfrentaban al pasado.

—No lo olvides —Jonier clavó sus dedos en el antebrazo de Elian. Su mirada era afilada, algo extraño en un Fénix varón que son elegantes y suaves.

—Esta época está conectada. Si no repetimos los pasos correctos… —Elian apretó los dientes. Recordaba demasiado bien.

—Fue aquí cuando yo arruiné todo, la lastimé de todas las formas posibles, cuando supe que ella era una pichoncita, lo sé, sé que en este momento cuando espesó todo el caos. Cuando dejé que el odio me consuma. Cuando pensé que el deber estaba sobre el amor. —Su voz se quebró—. No volveré a fallarle.

Jonier asintió, pero su mirada era sombría.

—Mañana reuniremos a los clanes. El Juez ya ha movido sus piezas.

*_*

El amanecer encontró a Elian de pie frente al gran ventanal de la habitación, observando cómo los primeros rayos de sol teñían de oro las murallas del castillo. Dely aún dormía, aferrada a su almohada, como si fuera el brazo que la había cobijado toda la noche. Su respiración era tranquila ahora, las llamas en su interior en calma. La fiebre había bajado y ella tenía un lindo puchero en sus labios como siempre, un hábito al dormir que Elian no podía dejar de admirar.

Él se inclinó y dejó un beso en su frente.

—Esta vez no fallaré mi amor—prometió en un susurro que solo los dioses podrían escuchar. Lo que había hecho no tenía perdón de los dioses, de nadie.

*_*

Más tarde, esa mañana se había convocado a los clanes.

El salón del trono vibraba con murmullos inquietos cuando Elian hizo su entrada. Todos los ojos se clavaron en él: los líderes de los clanes Grau, Lobos Lunares, Santillana, Usera, Teles y los pocos Dragónes que quedaban. Incluso Shania estaba allí, reclinada en su asiento con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos fríos.

—Como muchos ya sospechaban el pequeño asistente que está conmigo todo el tiempo, es en realidad la princesa Fénix, Dely Anahari Valerian. Es mejor que lo tenga claro, así que debemos hacer las cosas de forma cuidadosa —dijo Elian con una voz profunda, casi como un mantra.

—La sala estalló en murmullos y jadeos.

El nigromante fue el primero en hablar, levantando una mano delgada y huesuda para silenciar la sala:

—La princesa Fénix es poderosa, pero no es invencible. El Juez de Almas ya sabe lo que hizo. Vendrá por ella —Dijo con su mirada oscura como la noche, su blanca piel ceniza y pálida se refleja en la sala.

—¡Entonces luchemos! —rugió Yorek el primer heredero del Clan Grau, joven e intrépido, dijo golpeando la mesa con su puño cerrado como una roca.

—Si Dely puede carbonizar a sus cazadores, imaginen lo que hará con su ejército —aseguró el joven Nigromante, que recién está tomando el control de su Clan.

El estruendo de voces a favor y en contra llenó el aire. Hasta que Elian levantó una mano. El silencio cayó como un mazo.

—No sacrificaremos a Dely en esta guerra —declaró, y su voz resonó con una autoridad que heló la sangre—. Pero habrá un precio que pagar —El rey Dragón bajó la cabeza pensativo.

Shania se inclinó hacia adelante, sus uñas limadas brillando como garras bajo la luz.

—¿Qué propones, mi rey? —preguntó, con un dejo de burla. Susu ojos brillaban de expectación.

Elian no le prestó atención. En cambio, miró a Jonier, quien asintió casi imperceptiblemente. Su plan comenzaba desplegarse.

—El Juez quiere un chivo expiatorio. Le daremos uno... pero no el que él espera —Jonier habló claro y fuerte. Detalló el plan que tenían, aunque muchos ahí estaban indignados por las formas, no dudaban de los resultados.

*_*

El rey tritón llegó de repente, no había podido llegar antes. El clan Teles se uniría. Habían deliberado por mucho tiempo, decidieron unirse a esta guerra. Así que las cosas se pondría interesantes.

Mientras se debatía la estrategia de guerra, el salón del trono olía a sal marina y pergaminos húmedos. La cartografía de los mares que trajo el Rey de los Tritones y Sirenas yacía abierto sobre la mesa, sus palabras escritas en tinta que brillaba como perlas bajo la luz:

—Nuestra flota está lista. Esta vez, no huiremos. Sabemos que tarde o temprano van a llegar a nosotros y jamás podremos pisar tierra firme de ser así —dijo El Leviatán de los mares, un hombre de gran poder en los océanos.