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Esencia De Oso

Esencia De Oso

Status: En proceso
Genre:Vampiro / Hombre lobo / Apoyo mutuo
Popularitas:1.7k
Nilai: 5
nombre de autor: IdyHistorias

Un chico se queda solo en un pueblo desconocido después de perder a su madre. Y de repente, se despierta siendo un osezno. ¡Literalmente! Días de andar perdido en el bosque, sin saber cómo cazar ni sobrevivir. Justo cuando piensa que no puede estar más perdido, un lince emerge de las sombras... y se transforma en un hombre justo delante de él. ¡¿Qué?! ¿Cómo es posible? El osezno se queda con la boca abierta y emite un sonido desesperado: 'Enseñame', piensa pero solo sale un ronco gruñido de su garganta.

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Todavía hueles a él

Aunque no vi el momento exacto en que lo hizo, lo sentí. Una mezcla de alivio, culpa y dolor se apoderó de mí. Conté en mi cabeza, esperando que todo terminara rápido.

Cuando levanté la vista, el joven ya estaba despertando del trance, y Ámbar no estaba allí.

—Se fue por allá —me dijo Volkon mientras le daba las gracias al joven.

Seguí su rastro, una mezcla del olor de Ámbar y el de Steven. También podía percibir su vergüenza, su angustia. La encontré abrazada a sí misma, con la cabeza baja.

—Ámbar... —comencé, acercándome lentamente.

—Déjame en paz —murmuró, sin levantar la vista—. No tenías que salvarme en ese callejón. Yo no quería esto.

—No digas eso. Hiciste lo que tenías que hacer —le respondí, intentando calmarla.

—¡No lo entiendes! —gritó, levantando la cabeza. Su rostro estaba empapado en lágrimas—. No quiero ser esto.

La abracé con fuerza cuando vi que estaba a punto de derrumbarse, pero su reacción fue inmediata: empezó a retorcerse, intentando zafarse de mi abrazo.

—¡Suéltame, Derek! No necesito esto, no necesito que seas amable conmigo —gritó, pero su voz se quebró al final.

—Ya basta, Ámbar. Estoy aquí porque quiero ayudarte. Nadie dijo que este camino fuera fácil, pero no tienes que cargar con esto sola —le respondí, manteniendo mis brazos firmes a su alrededor.

Finalmente, dejó de resistirse, y su cuerpo comenzó a temblar mientras lloraba contra mi pecho. La dejé desahogarse en silencio hasta que sus sollozos se hicieron más suaves.

—Tú crees que es difícil ser un Umbral, pero te aseguro que ser un cambiaformas tampoco es un paseo por el parque —le dije, intentando aligerar el ambiente.

Ella levantó ligeramente la cabeza, mirándome entre lágrimas, como si no entendiera lo que quería decir.

—Una vez, en la escuela, me transformé en los camerinos del gimnasio —comencé, sonriendo con amargura—. Fue por emoción. No pude evitarlo. Adiós ropa de gimnasia, claro.

Ámbar me miró, todavía llorando, pero con algo de curiosidad en su expresión.

—¿Y qué pasó?

—Intenté buscar mi ropa de repuesto, pero justo en ese momento llegaron algunos chicos. Y créeme, algunos pueden ser muy crueles. Apenas pude vestirme rápido y salir corriendo de ahí. Después de eso, el miedo de cambiar en medio del pueblo me atormentó por semanas.

Ámbar dejó escapar un pequeño suspiro, pero las lágrimas seguían corriendo por sus mejillas.

—No quiero lastimar a nadie, Derek —dijo con la voz apenas audible.

—No lo hiciste —le respondí, mirándola a los ojos—. Además, no es la primera vez que te alimentas directamente de la fuente.

Ella negó con la cabeza con fuerza.

—Es diferente contigo.

Esa respuesta me descolocó, pero no supe cómo contestar de inmediato.

—¿Diferente cómo? —pregunté, aunque no estaba seguro de querer escuchar la respuesta.

—Porque... —hizo una pausa, como si buscara las palabras adecuadas—. Porque me importas. No quiero lastimarte, ni siquiera un poco.

Eso hizo que mi corazón se acelerara. No quería darle demasiada importancia a sus palabras, pero sentí un nudo formarse en mi garganta.

Ámbar continuó, sin mirarme directamente:

—Con otros, siento que no me importa. Puedo no medir lo que hago porque no significan nada para mí. Pero tú... tú eres importante para mí, Derek.

Esa confesión hizo que el aire se espesara entre nosotros. Antes de que pudiera responder, ella añadió:

—No quería que estuvieras aquí. No quería que me vieras así, tan débil, tan...

Intenté suavizar el momento.

—Ámbar, ya he visto a otros Umbrales alimentarse antes. Esto no es algo nuevo para mí.

De inmediato, su cuerpo se tensó, y se apartó de mí con brusquedad, como si mis palabras la hubieran herido.

—No quería que me vieras como un monstruo —dijo con frialdad, su mirada fija en el suelo—. Pero supongo que tú ya estás acostumbrado a todo esto. El problema soy yo.

Tomé su mano, apretándola con fuerza. No quería que se alejara de mí de esa manera, no entendía su reacción, y sabía que cualquier palabra que dijera podría distanciarnos aún más. Pero tenía que decir algo.

—Ámbar —comencé, mirando sus ojos, tratando de transmitirle lo que sentía—, he visto a otros, sí. No creo que seas un monstruo, ni débil, ni nada de eso. Pero... tampoco quería que tuvieras que hacer eso. Rayos, no quería que te alimentaras de alguien más que no fuera yo. Pero, al mismo tiempo, tampoco quiero que en una emergencia te pase algo por no ser capaz de hacerlo.

Maldecí entre dientes, sintiendo cómo la tensión aumentaba entre nosotros.

—Maldita sea... no sé por qué Volkon no trajo a una chica o a otro, alguien que no fuera alguien como él... —me arrepentí de mis palabras antes de que salieran por completo, pero ya estaba demasiado tarde. Ella me miraba confundida, entre lágrimas, sin entender.

—¿Cómo así? —preguntó, su voz temblorosa.

No sabía cómo explicarle lo que realmente quería decir.

—Alguien que pudiera... robarte el corazón —dije finalmente, sintiendo que esas palabras me salían más fáciles de lo que pensaba.

Sus ojos se agrandaron, y por un segundo el mundo pareció detenerse. La última parte de la conversación quedó flotando en el aire entre nosotros, pesada e inesperada.

Ella cambió de tema de repente, y por un instante no entendí el porqué. Me miró con intensidad, y su pregunta me sorprendió.

—¿Cuántos se han alimentado de ti antes? —preguntó, casi en un susurro.

La pregunta me dejó sin palabras. No era algo que había considerado hasta ese momento. Respondí sin pensarlo demasiado.

—Solo tú... —dije, y me quedé en silencio, dándome cuenta de la dirección que estaba tomando la conversación. Ámbar parecía estar buscando algo en mis palabras, algo que no estaba seguro de poder ofrecer.

Luego, con una calma que no esperaba, me preguntó:

—¿Por qué me diste tu sangre ese día, cuando ya no necesitaba alimentarme?

La verdad era que no lo sabía. Fue solo un impulso, algo más fuerte que mi propia voluntad. Mi respuesta salió casi sin pensarlo, como un murmullo para mí mismo.

—No lo sé... solo fue mi instinto —dije, como si al decirlo me estuviera dando una pequeña explicación, aunque no la tuviera.

Ámbar se acercó un poco más, sus ojos buscando los míos con una intensidad que me inquietó.

—Volkon dice que la sangre de un humano es la más agradable al beber... —comenzó, como si estuviera probando una teoría—, pero en mi boca sabe a arena.

Mi cuerpo se tensó al escuchar sus palabras, como si algo dentro de mí despertara. No sabía si lo que sentía era miedo o algo más profundo. Quería que sus labios, que su aliento, tuvieran solo mi olor, pero me quedé en silencio, sin atreverme a decir nada.

Y entonces, de repente, hizo una confesión que no esperaba.

—Pero para mí no hay mejor sabor que el tuyo.

Mi corazón latió con tal fuerza que temí que fuera a salirse de mi pecho. El aire entre nosotros se volvió denso, cargado con una electricidad palpable que no supe cómo describir. No era solo mi corazón el que latía rápido; el suyo parecía seguir el mismo ritmo, como si nuestros latidos estuvieran en sincronía.

Ámbar se dio cuenta de lo que había dicho, y el ambiente se volvió aún más tenso. No sabía si debía dar un paso hacia atrás o acercarme más, pero algo dentro de mí me decía que no debía alejarme.

Sin pensarlo, la atraje hacia mí, tirando de ella suavemente para acercarla. Con una mano, tomé su rostro pasé un dedo por sus labios. Ella tembló, y vi cómo sus labios se abrieron levemente, revelando sus colmillos.

Rozando mi dedo contra ellos, una pequeña herida se abrió en mi piel. Vi cómo sus pupilas se dilataban. Algo en su mirada cambió, como un destello, pero no era lo mismo que antes. Fue algo más profundo, más cercano. Era como si, en ese instante, compartiéramos algo mucho más allá de lo físico.

Ella pasó su lengua sobre mi dedo, bebiendo un poco de mi sangre, y sus ojos siguieron fijos en los míos, como si no pudiera apartarse.

Entonces, no pude evitarlo. Susurré con la voz ronca:

—No es suficiente... todavía hueles a él.

Iba a decir algo, pero no le di tiempo. La besé.

Con una mano entrelace la suya, y con la otra sujeté suavemente su mentón. Nuestros labios se encontraron con la misma urgencia que había sentido todo este tiempo, y ella me devolvió el beso con la misma intensidad. Cuando nos separamos, sus ojos me miraron con una mezcla de sorpresa y algo más, mientras sus labios permanecían entreabiertos, como si intentara procesar lo que acababa de ocurrir.

Pasé el pulgar por su mejilla en una caricia lenta, intentando suavizar el momento, aunque sabía que las palabras no podrían hacerlo.

De repente, me di cuenta de lo que acababa de hacer. Mi respiración se hizo pesada y mi mente empezó a gritar en mi cabeza. ¿Qué había hecho? Había ido demasiado lejos, ¿y si la había malinterpretado? ¿Si ahora se daba cuenta de que la estaba sujetando de esa manera? ¿Si se arrepentía de todo? Las dudas se arremolinaban en mi mente, y mi cuerpo comenzó a rebelarse. Quería irme de ahí, huir, pero mis piernas no respondían. Era como si estuvieran arraigadas al suelo, como si no quisieran alejarse de ella.

La observé en silencio, esperando que algo cambiara, que me dijera que estaba mal, que me apartara de su lado. Pero, en lugar de eso, Ámbar apoyó su cabeza en mi pecho, y, de repente, todos mis pensamientos se desvanecieron.

Mi corazón latía con fuerza, desbocado, y aunque intentaba calmarlo, no podía. Su cercanía, su presencia, hacía que todo mi autocontrol se desmoronara. Y entonces supe que, aunque no fuera un Umbral, ella podría escuchar mi corazón, lo suficientemente rápido como para saber que no estaba calmado. Ni un poco. Ámbar rompió el silencio con una pregunta que me tomó por sorpresa, tan suave y tan vulnerable que casi me hizo temblar.

—¿Estás bien con alguien como yo? —dijo en voz baja, casi como si temiera escuchar mi respuesta.

Esas palabras, sencillas pero llenas de peso, se instalaron en mi pecho como una losa. Quise darle una respuesta que la calmara, que le demostrara que no importaba su naturaleza, ni lo que fuéramos. Solo ella y yo. Mientras acariciaba su cabello con una mano, supe que esa pregunta no solo trataba de las diferencias entre nosotros, sino de algo mucho más profundo.

—¿Alguien increíble como tú? —respondí, intentando que mi voz sonara más segura, aunque el nudo de inseguridad en mi garganta me traicionaba.

Ámbar negó con la cabeza, su mirada desvió a un punto indefinido en mi pecho.

—No soy nada especial, ni tengo mucha gracia —dijo suavemente, como si lo estuviera convenciendo a ella misma—. Tú, en cambio, eres increíble: amable, atento, dulce, trabajador, fuerte…

Esas palabras me atravesaron el corazón. Un suspiro escapó de mis labios, y una punzada de dolor me atravesó el pecho. Entonces entendí, aunque no quería hacerlo, que ella solo me veía como un apoyo, como un refugio. No era alguien por quien pudiera sentir algo más profundo, algo verdadero. Era solo un protector.

Justo cuando me preparaba para intentar aligerar el momento con una broma, para calmar la tensión que empezaba a invadirnos, ella continuó, y sus palabras me dejaron sin aliento.

—Volkon mencionó que podría ser tu naturaleza de oso —dijo, con un tono que no podía decidir si era de curiosidad o duda—. Dijo que los osos tienen ese efecto en las personas, especialmente en otros seres de esencia. Al principio pensé que tenía razón. Que era imposible sentir algo tan rápido, tan fuerte… que no era normal que alguien me gustara así de inmediato.

Ámbar hizo una pausa, sus ojos vacilando entre la incertidumbre y la reflexión, y luego sus palabras siguientes me dejaron paralizado.

—Le pedí a Tobías que me presentara a otros osos. Según él, cuanto más antiguo es un oso, más intensa es esa sensación. Y aunque los abrazos de Barret fueron agradables, y los de Juliet cálidos y reconfortantes, no fue lo mismo. Sus abrazos me consolaban, sí… pero no me daban una razón para querer vivir.

El peso de esas palabras me hizo detener el aire en mis pulmones. No podía creer lo que estaba oyendo. Mis ojos no podían apartarse de su rostro, de su expresión, que reflejaba una vulnerabilidad y una sinceridad que no sabía cómo manejar. Estaba tratando de entender lo que quería decir, lo que me estaba revelando. Y en ese momento, todo lo que Tobías me había explicado sobre los instintos, las conexiones naturales resonó dentro de mí con una intensidad nueva. Pero lo que realmente me atormentaba era una pregunta: ¿era todo esto real? ¿O solo un efecto de mi naturaleza como oso?

Antes de que pudiera procesar todo, Ámbar se separó lentamente de mi pecho y me miró, su expresión llena de preocupación y dudas.

—¿Mis sentimientos te molestan? —preguntó, su voz temblando ligeramente.

No le di tiempo a seguir dudando. La tomé por el rostro, sin pensarlo, y la besé con urgencia, como si con cada beso pudiera borrar sus inseguridades, borrar las mías. No quería escuchar sus temores, ni los míos. Solo quería tenerla cerca, sentirla entre mis brazos, sentir que este momento, por fin, era real.

Finalmente, cuando me atreví a separarme un poco, mis palabras salieron sin filtro, como si de repente toda la verdad fuera a escapar en un suspiro.

—Me gustas. Y es la primera vez que tengo miedo… miedo de que te alejes de mí.

Ámbar me miró en silencio por un momento, y luego, una sonrisa tímida apareció en sus labios. Antes de que pudiera decir algo más, se acercó a mí, besándome una vez más, como si compartiéramos el mismo miedo, la misma necesidad.

—Me gustas, Derek —susurró, y fue todo lo que necesitaba escuchar.

Mis miedos se desvanecieron, al menos por un momento, mientras la abrazaba con más fuerza, deseando que este instante no terminara nunca. Que este momento de vulnerabilidad, de cercanía, se quedara con nosotros, suspendido en el tiempo, donde solo existíamos ella y yo

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Martha Martina
x favor escritora continúa con la historia xq es brillante y muy hermosa 😭x favor 👏
Martha Martina
increíblemente hermoso espero que la autora siga contando la historia xq es taaaan buena muchacha felicidades hermosísima historia 😢😘❤️♦️❤️
IdyHistorias: La autora se fue de vacaciones pero ya volvió … 🫣
total 1 replies
~§~*NAY*~§~
llore😭
Greiselyn lisbeth
se ve interesante 😉
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