Yandy encuentra a su esposo, después de más de veinte años casados en un encuentro amoroso con su secretaria.
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Sorpresa
El dolor de su cuerpo era un poco aguda, pero tolerable.
—Lamentamos venir en estas circunstancias, señora, pero debemos asegurarnos de que no intentará escapar— Anuncia un policía con su uniforme delicado color negro y un rostro pacífico.
—¿De qué se me acusa?— pregunta Maciel acostada en la cama del hospital.
—Por enriquecimiento ilícito eh incumplir contratos.
—Hace poco recién desperté de un coma, ¿Dónde cree que puedo escapar en mi situación.
—Solo hago mi trabajo, señora. Para no incomodarla estaremos afuera, por la tarde vendrá un detective a hacerle algunas preguntas si desea puede llamar a sus abogados.
—Está bien, lo haré.
Al cabo de unos instantes entro Diego a la habitación. Contempló su tristeza, notaba una gran preocupación en su hermoso rostro, gotas de lágrimas recorrían por sus mejillas pálidas.
Diego tenía ganas de mandar a unos de sus hombres para quitarle la vida de una vez a Henry, pero sabía perfectamente que Maciel quizás no lo perdonaría. Diego no solo dirigía un banco, sino parte de la ciudad, con un solo llamado haría desaparecer todo lo que en su camino se interponía, pero quería salir de ese círculo, cambiar las cosas de otro rumbo aunque demoren un poco más de lo previsto. Así como tenía aliados, también tenía enemigos.
—¿Qué te preocupa mi amor?— Diego pregunta secando las lágrimas de la madre de hijo.
—Solo quiero despertar de esta pesadilla Diego. No sé si logre soportarlo— contesta Maciel clavando la mirada a su nuevo aliado.
—No te preocupes amor, no estás sola. No voy a permitir que pases un segundo en la cárcel.
—No puedo creer que el hombre que ame por muchos años me destruya de esta manera.
—Es momento que lo destruyas vos.
—No sé por donde empezar.
—¿Me permites ayudarte?
Después de reflexionar un poco ella contestó—Está bien— luego abrazo muy fuerte a Diego.
Necesitaba soltar todo lo que su alma cargaba, sostenerse le costaba, el llanto aumento quedando quebrada, lloraba las últimas lágrimas por su maldita desgracia, lloraba por las palabras duras que tuvo que escuchar de su espeso destrozando su reputación como mujer. Lloraba para alivianar su dolor.
—Te necesito fuerte Maciel— menciona Diego.
—¿Cómo se hace para olvidar el dolor?, ¿Cómo se hace para no sentir?
—Transforma tu dolor en un nuevo caminó, que ese dolor te enseñe, que no todos se merecen tu compasión. Vivimos en un mundo cruel. El malo debe pagar por lo que hizo.
—¿Quieres que lo matemos?
—Si, pero lo haremos despacio. Antes tendrá que arrepentirse por todo el daño que te hizo mi amor.
—Nunca nadie en mi vida me había hecho tanto daño, como él lo hizo.
—Maciel, no quiero que sientas pena por él en ningún momento, si quieres que pagué por cada lágrima derramada. Vamos a arrasar con todo, y te necesito fuerte, no puedes en ningún momento decir basta, si no nada tendrá sentido.
—Ya perdí todo lo que tenía, por culpa de ese infeliz. Si un día creí que era mi refugio ahora es mi enemigo.
Más tarde Maciel hablo con el detective, le explico que ella había sufrido un accidente y que en ningún momento había firmado ningún papel de recuperación de sus vienes, que todo fue planeado por su esposo, un incompetente para asumir sus responsabilidades.
El detective le explicó su situación y que busque una forma de compensar a sus afectados, para evitar el encarcelamiento.
Abrumada por la situación, ella empezó a llamar a todos sus socios y organizo una reunión fuera de las instalaciones de donde siempre solían reunirse. Diego se encargó de contratar un edificio con varias oficinas para que Maciel empiece con su trabajo. Pero antes quería distraer la mente Henry con una sorpresa.
La calle que tomó el chofer para volver a casa después de varios días en el hospital, era la misma que le llevaba a su antiguo hogar, vagos recuerdos recordó la mente de Maciel, recordó bellos momentos a lado de su hijo cuando aún era pequeño, le dio algo de nostalgia ver que su bebé ahora se estaba convirtiendo en un hombre.
—¿Estás bien amor?— preguntó Diego al notarla con la vista algo perdida.
—Estoy bien, solo recordaba a Ezequiel cuando era niño. Por esa calle— señalando con el dedo— le llevaba al jardín y a la escuela. Ahora mi hijo aprendió a caminar solo, y en colectivo, por culpa de su maldito padre.
—No te preocupes, pronto las cosas cambiarán.
—¿Tenés todo listo para esta noche?— Cambiando de actitud pregunta Maciel.
—Todo, hoy comienza la pesadilla para esos dos.
—Mariana podrá ser muy hermosa, pero es tan estúpida como Henry.
—Tuviste una buena idea Maciel.
—Voy a llamar Henry, es hora de inquietarlo un poco.
—Tenés razón.
Ella marcó a su esposo, el teléfono sonaba. Henry terminaba de pasarla bien en compañía de unos amigos en su casa, cuando escucho una llamada, al ver quien era, contestó de inmediato.
—¿Me extrañas?, ¿por eso me llamas Maciel?—con la voz de satisfacción el respondió.
—Si mi amor, te extraño.— fue la contestación de Maciel.
Tenía que seguirle el juego para no quedar en sospechas.
—Sabía que nadie más te tocaría como lo hacía yo.
—Henry, tienes que ayudarme mi amor.
—Si esa noche hubieses aceptado quedarte conmigo las cosas hubiesen sido diferente.
—Lo sé Henry.
—¿En qué quieres que te ayude mi querida Maciel?
—Nuestros socios están viniendo contra mí, necesito hacer una lista de quienes pueden ayudarme y de quienes no. Necesito tu opinión acerca de algunas decisiones.
—¿Qué harás si me niego?
—Henry no solo se trata de mí, sino de las cosas que podemos hacer después juntos.
Henry por un momento lo pensó, después de todo paso mucho tiempo a lado de su esposa, en su duro corazón había algo de cariño. Nadie absolutamente nadie le daría lo que Maciel siempre le dio, amor verdadero, ese amor sin límite y sin ritmo.