Después de dos años de casados, Mía descubre que durante todo ese tiempo, ha Sido una sustituta, que su esposo se casó con ella, por su parecido a su ex, aquella ex, que resulta ser su media hermana.
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Ariel, apenas y se sentaba a comer en uno de los elegantes restaurantes del centro de la ciudad, un establecimiento conocido por su exquisita cocina mediterránea y su ambiente sofisticado, cuando le llegó una notificación de compra que interrumpió el momento de paz que tanto anhelaba.
Al ver el mensaje sobre la pantalla de su celular último modelo, enarcó una ceja mientras su mente procesaba la información que acababa de recibir, sintiendo como la tensión comenzaba a acumularse en sus hombros.
—Interesante —dijo más alto de lo que pensó decir, llamando la atención de su acompañante.
—¿Qué es lo interesante? —preguntó Zoe, inclinándose ligeramente hacia adelante, con sus ojos brillando de curiosidad.
Ariel la miró por un segundo y ladeó la cabeza mientras decía, intentando mantenerse sereno:
—Asuntos de la empresa.
«Señor Rodríguez, se le agradece por su compra. Es su esposa, la señora Mía Conde, la dueña del conjunto residencial: el bosque. La transacción se ha completado exitosamente y todos los documentos legales han sido procesados».
Al leer ese nombre que tanto significaba en su vida, el cuerpo de Ariel se tensó como una cuerda de violín. Su mente empezó a trabajar a mil por segundo, analizando todas las posibles consecuencias de esta situación inesperada.
Ese era el nombre del edificio donde acababa de rentar el departamento para que Zoe pudiera vivir, un lugar con una vista de amplios espacios verdes. Ella había estado buscando departamento desde que llegó, rechazando opciones perfectamente válidas, y justo decidió que quería vivir en ese edificio, cosa que a Ariel le pareció extraño, pues estaba algo retirado del bullicio citadino. Si mal no estaba, Zoe siempre soñó con vivir en los lugares más transcurridos de la ciudad, rodeada de vida nocturna y entretenimiento, ¿por qué había elegido ese sitio tan particular y alejado de todo lo que ella decía desear?
Eso era algo que no tenía importancia en ese momento crucial. Lo que le angustiaba hasta el punto de perder el apetito era que Mía había comprado ese edificio, lo que significaba que estaba cerca del lugar, incluso, le había visto con Zoe. Tal vez, no bien, y debía estar pensando en comprobarlo mediante las cámaras que vigilaban cada rincón del complejo.
—Dame un momento —Ariel se alejó con pasos apresurados, dejando a Zoe en la mesa intrigada y con una expresión de desconcierto en su rostro perfectamente maquillado.
Ariel llamó a Colin, su mano derecha y persona de máxima confianza. Cada timbrazo sin contestar era agobiante para Ariel, quien caminaba de un lado a otro en el elegante pasillo del restaurante. Quería evitar a toda costa que Mía viera el rostro de la mujer que lo acompañaba, estaba convencido de que sufriría mucho si se enteraba que era una sustituta que había ocupado su lugar durante su ausencia.
—Haz lo que tengas que hacer para que ella no vea las cámaras de ese edificio —ordenó con voz firme pero cargada de preocupación.
Sin más cortó, dejando a Colin con el corazón en un hilo y una misión casi imposible entre manos. ¿Cómo iba a impedir que Mía no viera las cámaras si él estaba lejos? Solo le quedaba una opción: dejar ese barrio sin energía eléctrica.
Rápidamente llamó a la empresa eléctrica y dio la orden de que se cortara la energía para todo ese barrio, utilizando sus influencias y contactos. Fue así como justo cuando Mía iba a ver los videos, la cámara se apagó dejándola frustrada y con más sospechas que antes.
«Asunto resuelto, señor»
Fue el mensaje que le llegó a Ariel. Este sonrió y se relajó visiblemente, permitiendo que sus músculos tensos se aflojaran. La ansiedad se le fue como agua entre los dedos y pudo disfrutar del almuerzo.
Quien no pudo hacerlo fue Zoe, tras ver que le llegaba un mensaje donde se informaba que se le haría la devolución del dinero porque el edificio había pasado a otro dueño. Incluso agregaron el nombre de la nueva propietaria y, Zoe presionó el celular con tanta fuerza que sus nudillos se tornaron blancos al ver que Mía había gastado dinero de los Rodríguez.
«Perra, cómo se atrevía a gastar un dinero que no le pertenecía. Ese dinero le pertenecía a ella, porque ella tenía que haber sido la esposa de Ariel», pensó Zoe mientras la rabia se acumulaba en su interior como una tormenta a punto de estallar.
Zoe presionó los puños había planificado meticulosamente destruir a Mía, impedir que se quedará en la ciudad. Sus planes, trazados con precisión quirúrgica, comenzaban a desmoronarse.
La tenía muy vigilada, había contratado a un hombre que seguía cada uno de sus movimientos, y fue así como descubrió que iba a rentar ese departamento. Sin perder tiempo, pidió a Ariel que la ayudara a conseguir ese departamento, manipulando la situación a su favor.
Bastó una llamada de Ariel para que el contrato que Mía iba a firmar se cayera, utilizando sus influencias y conexiones en el mundo inmobiliario. Sin embargo, ahora la situación había dado un giro inesperado que no había previsto.
…
Ariel regresó a la casa después de un largo y agotador día en la oficina, con la mente aún revuelta por los acontecimientos del almuerzo. El sol de la tarde se filtraba por los ventanales, proyectando sombras doradas sobre el piso de mármol italiano.
Al entrar en la majestuosa sala, encontró a Mía en un rincón, absorta observando las pinturas de los cuadros que colgaban en las paredes, obras de arte cuidadosamente seleccionadas durante sus viajes juntos por Europa, cada una con una historia especial que ahora parecía teñida de melancolía.
Al sentir llegar a Ariel, ella no se dignó en mirarlo, fingiendo estar completamente distraída en las pinturas impresionistas que decoraban la estancia, obras que habían elegido juntos en aquella galería de París hace apenas un año. Su postura, elegante pero tensa, revelaba que estaba perfectamente consciente de su presencia, sabiendo que le reclamaría por haber gastado tanto dinero en la compra del edificio, una decisión que había tomado más por impulso que por razón.
—Pensé que comprarías un departamento, no un edificio completo. ¿Por qué compraste un edificio? —cuestionó Ariel, mientras aflojaba el nudo de su corbata de seda italiana con movimientos lentos y calculados, intentando mantener un tono neutral que no revelara su preocupación y el torbellino de emociones que lo consumían por dentro.