Después de escapar de las brutalidades de mi manada, he estado viviendo en las sombras como humana durante años, tratando de olvidar el pasado y construir una vida nueva. Pero cuando una incursión real amenaza con desestabilizar todo, me veo obligada a enfrentar mis demonios y proteger a los inocentes que me han aceptado. No puedo permitir que me arrastren de regreso a esa vida de opresión y miedo. Kaiden el rey alfa descubre que soy su compañera predestinada. Desde entonces me persigue e insiste en que mi lugar está junto a él.
Pero me niego a pertenece a alguien y lucharé por mi libertad y por aquellos que me importan, sin importar el costo.
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Me voy
POV KAIDEN
La vi alejarse, escoltada por uno de mis hombres. Y con ella, se fue la poca paciencia que me quedaba. Había intentado muchisimo, que se quedara. Ya perdí la cuenta de cuántas veces, y en todas me había rechazado. Un rechazo que ardía en mi pecho, una herida en mi orgullo que nunca antes había sentido. Ninguna loba, ninguna se había atrevido a tanto.
Un gruñido sordo, profundo, resonó en mi mente.
No era mío, o al menos no solo mío.
Era el de Ulrich, mi lobo interior, mi otra mitad, mi fuerza bruta y mi instinto más primario.
Ulrich estaba furioso.
Lo sentía vibrar en cada fibra de mi ser, una bestia impaciente y territorial que creía que yo estaba siendo demasiado blando, demasiado... humano.
—*¡Kaiden!*— La voz de Ulrich, grave y resonante, retumbó en mi cráneo, una mezcla de frustración y rabia pura. —*¡¿Qué demonios estás haciendo?! ¡La dejaste ir! ¡La dejaste ir de nuevo!—
Mi mandíbula se apretó.
Podía sentir el calor de su ira, el ansia de perseguirla, de reclamarla por la fuerza si fuera necesario. Costaba mantenerlo a raya.
—Cálmate, Ulrich. No puedo forzarla. No es así como funciona—
—*¡No es así como funciona para ti, Kaiden! ¡Para mí, sí! ¡Ella es nuestra! ¡Nuestra compañera! ¡Y la dejaste ir a la boca del lobo! Ese Rick... lo olí. Es un peligro para ella. ¿Y qué haces? ¡La envías a casa con un guardia! ¡Ridículo!—
Cerré los ojos, intentando respirar hondo. Ulrich tenía razón en parte. Rick era un problema, y sus palabras, una amenaza. Pero Adeline no era una damisela en apuros que se dejara arrastrar.
—Ella necesita espacio, Ulrich. Necesita procesar todo esto. No podemos asfixiarla—
—*¡Espacio! ¡Espacio para qué! ¡Para que ese cretino de Rick se le acerque de nuevo! ¡Para que se convenza de que no nos necesita! ¡Estás perdiendo el tiempo, Kaiden! ¡Tiempo precioso!*— Ulrich gruñó con más fuerza, y sentí mis músculos tensarse, y mis colmillos amenazando con alargarse. —*¡Regresa al palacio, Kaiden! ¡Ahora!*—
La orden de Ulrich era clara, imperativa. Y por una vez, su lógica, aunque brutal, tenía sentido.
—¿Regresar al palacio? ¿Y dejarla sola?— pregunté, con mi voz teñida de escepticismo.
—*¡Sí, regresa al palacio!*— Ulrich insistió, su voz ahora más calculada, aunque aún llena de impaciencia. —*Tienes asuntos que atender, Kaiden. Asuntos de la manada. Demuestra que eres el Alfa que ella necesita, no un cachorro que la persigue. Además...*— Hubo una pausa, una especie de astucia en su tono. —*...si le das espacio, si la dejas sola con ese problema que le acaba de dejar Rick, ella terminará buscándonos. Nos buscará a nosotros. Se dará cuenta de que nos necesita. Pero para eso, debes ser el Alfa, no el suplicante.*—
Las palabras de Ulrich resonaron en mí. Una parte de mí quería perseguirla, sí, pero otra, la parte racional, la que gobernaba un reino, sabía que Ulrich tenía un punto.
No podía seguirla como un perro faldero. Tenía responsabilidades.
Y la estrategia de Ulrich... era arriesgada, pero podría funcionar. Adeline era orgullosa, sí, pero también inteligente. Y Rick era un problema real.
—*¡Regresa, Kaiden! ¡Ahora! ¡Hay mucho que hacer! ¡Y ella... ella vendrá a nosotros!*— La convicción en la voz de Ulrich era inquebrantable.
Asentí para mí mismo.
Ulrich tenía razón.
Debía volver.
Había demasiadas cosas en juego, demasiadas responsabilidades que había dejado de lado por la urgencia de Adeline. Y quizás, solo quizás, Ulrich también tuviera razón sobre su regreso.
—De acuerdo, Ulrich. Regresaremos al palacio. Pero si ella no viene...—
—*Ella vendrá, Kaiden. Ella vendrá. Porque sabe, en lo más profundo de su ser, que somos su única verdadera protección. Ahora, ¡muévete!*—
La urgencia de Ulrich me impulsó.
Me di la vuelta, la frustración aún burbujeaba, pero con una nueva determinación. El palacio me esperaba. Y, con suerte, Adeline también, tarde o temprano.
[•••]
El aire nocturno se había vuelto pesado, cargado con la frustración de mi lobo y la mía propia. Las palabras de Ulrich seguían resonando: "Regresa al palacio. Ella vendrá." Pero mi cuerpo, cada músculo, clamaba por algo más primal, una liberación de la tensión que me quemaba por dentro. La imagen de Adeline alejándose, su rechazo, la amenaza de Rick... todo se arremolinaba en una tormenta perfecta.
—*¡Ahora, Kaiden! ¡Libera la bestia! ¡Corre!*— La voz de Ulrich era un rugido en mi mente, un imperativo que ya no podía ignorar.
Un gruñido profundo escapó de mi garganta humana. Sentí la necesidad, la urgencia de cambiar, de dejar que mi verdadera forma tomara el control. Mis ojos, hasta ahora de un azul intenso, comenzaron a arder con un brillo dorado rojizo, la señal inconfundible de la transformación.
El primer dolor fue una punzada aguda en mis huesos, como si estuvieran recalibrándose, reestructurándose bajo mi piel. Mis músculos se contrajeron y expandieron violentamente, rasgando la ropa que llevaba en jirones. Un gemido de esfuerzo se escapó de mis labios mientras mis articulaciones crujían y se estiraban, mis ligamentos tensándose hasta el límite.
Mi columna vertebral se arqueó de forma antinatural, mis hombros se ensancharon y mi pecho se expandió, rasgando el tejido. Sentí cómo mi mandíbula se extendía, mis dientes se afilaban y alargaban, mis encías se retraían para dar paso a unos colmillos impresionantes. El vello de mi cuerpo se oscureció y engrosó, convirtiéndose en un pelaje denso y espeso.
En cuestión de segundos, la transformación fue completa. Ya no era Kaiden, el Alfa de la manada de la Luna Roja. Ahora era **Ulrich**, mi Lycan, mi forma más poderosa y salvaje.
Mi pelaje era de un negro azabache tan profundo que parecía absorber la poca luz de la luna, brillando con una intensidad casi sobrenatural. Cada pelo era como una hebra de medianoche pulida, reflejando destellos plateados con cada movimiento. Mis ojos, ahora los de un depredador nocturno, eran dos orbes de ámbar líquido, ardientes y penetrantes, capaces de ver en la oscuridad más profunda.
Mi tamaño era imponente. Me alzaba sobre mis patas traseras, mi cabeza casi tocando las ramas bajas de los árboles.
Era más grande que cualquier lobo normal, mi musculatura definida y poderosa.
La rabia y la frustración que me habían consumido se canalizaron en pura energía. Un aullido primario escapó de mi garganta Lycan, un lamento salvaje que resonó en el bosque, una declaración de mi poder y mi tormento.
Y entonces, corrí.
Cada zancada era una explosión de poder. Mis patas se movían con una velocidad increíble, borrando el paisaje a mi paso. El viento rugía en mis oídos, el olor a tierra húmeda y pino llenaba mis fosas nasales. Me movía como una sombra, un relámpago negro a través de la noche, dejando atrás el lugar donde había estado con Adeline.
No quería viajar con nadie.
Necesitaba estar solo.
La distancia se acortaba rápidamente.
Mi velocidad era legendaria entre los Lycans, y mi forma, la más grande y veloz de mi estirpe, me permitía cubrir vastos territorios en un tiempo récord. Los árboles pasaban como un borrón, los arroyos eran saltados con facilidad, las colinas escaladas sin esfuerzo. La frustración se disipaba con cada kilómetro, reemplazada por la pura euforia de la carrera, la libertad de mi forma Lycan...