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Cerca Del Cielo, Lejos De Ti

Cerca Del Cielo, Lejos De Ti

Status: En proceso
Genre:Amor prohibido
Popularitas:544
Nilai: 5
nombre de autor: Santiago López P

En la Ciudad de México, como en cualquier otra ciudad del mundo, los jóvenes quieren volar. Quieren sentir que la vida se les escapa entre las manos y caminar cerca del cielo, lejos de todo lo que los ata. Valeria es una chica de secundaria: estudiosa, apasionada por la moda y con la ilusión de encontrar al amor de su vida. Santiago es todo lo contrario: vive rápido, entre calles peligrosas, carreras clandestinas y la lealtad de su pandilla, sin pensar en el mañana.

Cuando sus mundos chocan, la pasión, el riesgo y el deseo se mezclan en un torbellino que los arrastra sin remedio. Una historia de amor que desafía reglas, rompe corazones y demuestra que a veces, para sentirse vivos, hay que tocar el cielo… aunque signifique caer.

NovelToon tiene autorización de Santiago López P para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Trece

Aquel día. Apenas ocho meses después.

Popeye y su banda estaban parados afuera del Café El Dicho, sobre Insurgentes, donde siempre armaban desmadre. La banda reía y cotorreaba mientras bajaban chelas frías en vasos de plástico. Uno mordía un pedazo de pizza grasienta, todavía echando humo, limpiándose el queso derretido con la manga de la chamarra de mezclilla. Otro fumaba un Delicados sin filtro, dándole el toque antes de pasarlo.

Unas morras con pantalones acampanados y blusas de tirantes escuchaban, entre risas, la historia de un vato que gesticulaba de más, contando cómo había mandado al carajo a su jefe: lo habían corrido, pero según él había salido ganón porque le estrelló una botella en la mera cabeza.

—No manchen, güey, ni preaviso ni madres, ¡pum! botellazo directo, pa’ que se acuerde de mí —se carcajeaba, mientras las chavas lo miraban entre fascinadas y asustadas.

Entre la bola también estaba Anita. Desde la madriza de aquella noche, no había buscado a Santiago ni de chiste. Pero la neta, Santiago nunca fue de los que se quedaban solos. Aun así, la morra no había dejado de pensar en él.

De pronto, entre los neones parpadeantes de un microbús tuneado que pasaba por la avenida y la música de Caifanes sonando desde un puesto de piratería cercano, apareció un tipo. Caminaba derecho hacia el grupo. Fuerte, ancho de hombros, con el cabello oscuro cayéndole sobre la frente y una mirada filosa que incomodaba.

—¿Qué onda, Popeye? —dijo con una sonrisa medio torcida.

Popeye lo miró raro. Había algo familiar en esos ojos, en la forma en que apretaba la mandíbula. Pero no terminaba de ubicarlo. Santiago, notando su duda, le pasó el brazo por los hombros como si fueran compadres de toda la vida.

—Hace un chingo que no nos vemos, ¿no? ¿Cómo va la vida? —le soltó con naturalidad.

El Chuy, Pollo y Kevin, que venían detrás, se metieron al grupo como si nada. Anita, que había estado riendo segundos antes, se quedó helada al cruzar mirada con Santiago. Su sonrisa se borró de golpe.

—La neta… no caigo —dijo Popeye, intentando zafarse del brazo de Santiago.

—¿Neta, güey? ¿Tan mal te caí? —Santiago sacó del bolsillo un gorro de lana viejo, medio deshilachado. Lo alzó frente a su cara.

Popeye abrió los ojos. De inmediato le regresaron los recuerdos. Ese mismo gorro. Ese mismo cabrón al que le había puesto una madrina meses atrás.

—¡No mames! —alcanzó a decir, pero en chinga Santiago lo agarró del pelo y lo azotó con un cabezazo seco.

El crujido de la nariz partiéndose sonó más fuerte que el reguetón de un puesto pirata al otro lado de la calle. Popeye se dobló hacia adelante, ahogado en sangre. Santiago no lo soltó: lo remató con una patada que lo aventó contra la cortina metálica del local, haciendo un estruendo que volteó a varios transeúntes.

Antes de que cayera al piso, Santiago lo jaló del cuello de la camiseta y le soltó una ráfaga de madrazos. Cada golpe retumbaba en la plaza como un tambor seco. Le abrió la ceja, le reventó el labio, hasta que Popeye se quedó temblando, apenas tratando de cubrirse.

—¡Ya, cabrón, ya! —alcanzó a gritar uno de sus cuates, pero el Chuy los paró en seco, tronando los dedos.

—Quietos, compas. Déjenlo. Esto es entre ellos.

Popeye se hizo bolita en el suelo, tratando de protegerse mientras Santiago lo pateaba en la panza y el pecho como si estuviera desquitando años de coraje. Los gritos se mezclaban con el rugido de un microbús con luces verdes que pasaba pitando, con el grafiti recién pintado en un muro cercano que parecía sangrar bajo la luz de la farola.

Finalmente, hecho un desastre, Popeye balbuceó entre sangre y saliva:

—¡Ya basta, güey… te lo ruego…!

Santiago se detuvo, sudando, el pecho agitado. Lo miró tirado, casi inconsciente, y entonces sonrió con esa calma peligrosa que siempre lo había definido.

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Maria Consuelo Rodriguez Berriz
Me gusta tu Novela, el contexto juvenil dónde se desarrolla es muy agradable. Gracias.
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