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Amor Bajo Las Escamas Del Dragón De Hielo

Amor Bajo Las Escamas Del Dragón De Hielo

Status: En proceso
Genre:Amor prohibido / Amor a primera vista / Magia / Amantes del rey / Dragones
Popularitas:4.5k
Nilai: 5
nombre de autor: Mckasse

❄️En lo profundo de los bosques nevados de Noruega, oculto entre pinos milenarios y auroras heladas, existe un castillo blanco como la luna: silencioso, olvidado por el mundo, custodiado por un único dragón que ha vivido demasiado tiempo en soledad.

Sylarok Vemithor Frankford, un príncipe de sangre de dragón antiguo, parece un joven de veinticinco años... pero ha vivido más de dos siglos sin envejecer, sin amar, sin pertenecer. Su alma es fría como su aliento de hielo, su vida, una rutina congelada entre libros, armas y secretos.

Hasta que una muchacha cae inconsciente en su bosque, desmayada sobre la nieve como un copo a punto de morir.

Celeste, una nómada de mirada estrellada y corazón herido, huye de su pasado, de los bárbaros que arrasaron su familia, y del invierno que amenaza con consumirla.
Y Sylarok aprenderá que no hay armadura más frágil que el hielo cuando el calor del amor comienza a derretirlo.

NovelToon tiene autorización de Mckasse para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

La raíz de todo mal.

El salón estaba iluminado como si cada lámpara de cristal escondiera estrellas en miniatura. Entre las columnas doradas y los vitrales altos, Sylarok y Celeste danzaban. No una, ni dos, sino diez canciones seguidas, sin errar ni un paso.

—¿Desde cuándo bailas como si hubieras nacido en la corte? —le murmura él con una sonrisa mientras la gira.

—Desde que me entrenaron como si fuera una muñeca de porcelana rebelde —responde ella con la respiración tranquila, aunque sus pies ya la insultaban en silencio.

Mientras otras doncellas jadeaban en las esquinas, abanicándose y quejándose por la intensidad del baile, Celeste continuaba como si flotara. Su vestido azul cielo giraba con cada paso, y su cabello recogido se sacudía apenas. Una doncella resopló al verla sonreír después de la décima pieza.

—¿Es que no suda esa bruja? —susurra Lady Florencia con el maquillaje desmoronándose.

Pero entonces los músicos bajaron sus instrumentos. El maestro de orquesta inclinó la cabeza, anunciando un pequeño descanso.

—Permítanme recuperar los dedos, Alteza —dijo con humor.

—Tómeselo con calma, maestro. No quiero que nadie muera por una polca —responde Sylarok.

Solo un par de violinistas quedaron tocando una melodía suave para mantener el ambiente elegante. Los sirvientes comenzaron a servir más copas, más aperitivos, más razones para que los nobles no se fueran todos al buffet de comida.

Celeste se quedó junto a una mesa alta, con su copa de champaña en la mano como si fuera un trofeo dorado, mientras recupera el aliento.

—Esto sabe a felicidad —murmura con una sonrisa, dándole otro sorbo.

Fue entonces cuando ocurrió.

Las doncellas se acercaron.

Lady Rosse, con su peinado perfectamente armado, tomó la delantera.

—¿Y tú de qué parte del norte dices venir? ¿Dinamarca? ¿O era Noruega?

—Islandia —respondió Celeste con una sonrisa medida—. En realidad, nací en las afueras. Pero viajé mucho por razones diplomáticas. Ya sabes, padres estrictos.

—Claro, claro —intervino Lady Margaret con una sonrisa venenosa—. Debes estar agotada. Diez bailes. Qué resistencia tan… exótica.

Celeste solo bebió un trago más. —Nada que no se cure con un buen bordado de madrugada —dijo con elegancia.

Lady Florencia arqueó una ceja. —¿Sabes bordar?

—Claro. Y cocinar, montar a caballo, tocar laúd, leer mapas antiguos, y preparar un jarabe contra la tos que tiene menta, jengibre y almendra amarga. —Luego añadió—: ¿Ustedes no?

Las damas se miraron entre sí, incómodas. Pero antes de replicar, un grupo de caballeros se acercó.

—Dama Celeste, ¿de veras ha estado en las regiones del Este? —preguntó un joven con capa color vino.

—Sí —dijo ella, encantadora—. Las especias allá se fermentan con arena caliente. Es un proceso tan delicado como hermoso.

Lo que no sabe nadie es que Celeste se dedicó a estudiar todo tipo de libros y la mayoría de las cosas la llevó a la práctica.

En ese momento, un hombre que pasa cerca se inclina ante ella, impresionado. —Conocimientos de cocina, geografía y arte. ¿En qué torre escondieron a esta joya?

Ella soltó una risa suave. —En una con ventanas pequeñas.

Y desde lejos, Sylarok la observaba.

Mientras algunos duques le hablaban sobre los avances de los bárbaros en las regiones fronterizas y la necesidad de reforzar los muros, él solo tenía ojos para Celeste. No escuchaba con claridad. Solo la veía a ella, con su espalda recta, su risa sutil, y la manera en que esos caballeros se inclinaban hacia adelante, como si bebieran de su boca cada palabra.

—Su Alteza, ¿está de acuerdo con movilizar los refuerzos al norte? —pregunta el duque Mernhald.

—...Sí —responde él, con tono seco, sin desviar la mirada de Celeste.

Uno de los diplomáticos notó su falta de concentración y siguió hablando, pero Sylarok apenas escuchaba. Celeste estaba rodeada de atención.

Y eso le gustaba tanto… como le enfurecía.

Poco a poco más caballeros se le acercaban.

Ella reía otra vez, sus ojos brillaban con naturalidad y sabía exactamente cómo responder, cuándo asentir, cuándo mirar al suelo. Cada gesto estaba pulido por sus días de estudio… para él.

Y ahora esos idiotas la estaban admirando como si fueran a pedirle matrimonio.

Un crujido en su copa lo hizo darse cuenta de que había apretado el cristal hasta casi romperlo. Lo dejó sobre la bandeja de un camarero que pasaba.

—¿Me disculpan caballeros?—le dice Sylarok al grupo de hombres que lo rodean.

Tenía que intervenir. Ya.

Ryujin, apoyado con displicencia en una columna cercana, lo observaba todo con expresión divertida. Sin necesidad de leerle la mente, supo exactamente lo que pensaba:

—Te está carcomiendo la sangre, príncipe… —susurra para sí mismo.

Sylarok dio un paso.

La música volvía a subir de tono.

Celeste alzó la mirada justo cuando él se acercaba por detrás del grupo de caballeros.

—Disculpen, caballeros. Me temo que me he demorado demasiado —dijo con voz profunda.

Los hombres retrocedieron con respeto. Celeste lo miró, sorprendida por su tono… y por cómo la tomó de la mano sin pedir permiso.

—¿Está todo bien? —le susurra pensando que había cometido un error.

—No. —Sylarok la mira a los ojos—. Me he dado cuenta que no me gusta verte brillar para otros.

Celeste parpadea, con una sonrisita que no pudo ocultar.

—¿Eso fue una declaración, o un acto posesivo vestido de cortesía, su majestad?

Él le responde con un paso hacia la pista.

—Fue una advertencia.

Y cuando comenzaron a bailar otra vez, todos los presentes sintieron que algo había cambiado en la sala.

El hielo… estaba empezando a derretirse.

Las luces centelleaban sobre las paredes de mármol. La música volvía a envolver el salón, las copas resonaban como campanas pequeñas, y las miradas iban y venían como cuchillos suaves. Todo parecía perfecto... al menos en apariencia.

Pero entre abanicos y sonrisas forzadas, Lady Margaret Thorner y Lady Florencia Caputto tramaban lo impensable.

—Ya basta de verla sonreír como si perteneciera a este lugar —murmura Margaret, con su voz cargada de veneno.

—Mas de diez bailes, tres caballeros tras ella, y hasta el príncipe… No puedo más —agrega Florencia, apretando su copa.

—Entonces hazlo —ordena Margaret, señalando con los ojos el momento justo.

Momento después Celeste quiso ir al baño y cuando regresó Sylarok estaba hablando con el ministro de armas y no se dio cuenta cuando ella volvió al salón tan rápido.

Celeste se encontraba cerca de una de las mesas laterales, conversando con un general anciano que la felicitaba por su conocimiento de táctica y defensa. Su vestido azul cielo seguía impoluto, cada pliegue perfectamente colocado como si flotara sobre su cuerpo.

Florencia se acercó con una sonrisa teatral.

—Oh, querida Celeste, perdona que interrumpa... ¡ay!

Y con un movimiento “accidental”, inclinó su copa y dejó que el vino rojo carmesí se derramara sobre el pecho y el abdomen de Celeste.

Hubo un jadeo general. La orquesta se detuvo en seco.

Las doncellas que lo vieron esperaban ver a Celeste estallar, gritar o salir corriendo avergonzada.

Pero no.

Celeste bajó la vista, vio su vestido empapado, los encajes arruinados, y el tono escarlata sobre su piel pálida, marcando peligrosamente la línea de su busto viéndose más apetecible.

Luego alzó la vista, tranquila.

—Lady Florencia —dijo con tono pausado, tan sereno que hizo palidecer a su agresora—. Le agradecería tener más cuidado. Aunque entiendo que los nervios y el rencor pueden volver torpe incluso a una dama con años en sociedad.

Florencia abrió la boca, atónita. No supo si la habían corregido o la habían humillado.

—¡Yo… fue un accidente! —intenta decir dando un paso adelante.

—Por supuesto —respondió Celeste, sin romper la sonrisa—. Así como algunas nacen con elegancia, y otras con miedo a la luz.

Los murmullos comenzaron.

Pero entonces, Sylarok, que había presenciado la escena a lo lejos, apareció entre la multitud como un lobo entre ovejas.

Su mirada fue primero al vestido arruinado, luego al escote de Celeste, donde el vino había empapado tanto la tela que dejaba traslucir parte de sus pechos.

Hubo un silencio sepulcral cuando él, sin decir una sola palabra, se quitó su capa imperial negra con bordes de hielo plateado y la colocó sobre los hombros de Celeste, cubriéndola con cuidado.

—Esto no es lugar para mentes pequeñas —dijo con voz gélida, sin mirar a nadie más que a ella.

Luego se giró al mayordomo.

—Preparen una salida. Mi acompañante no se quedará en una sala donde el vino se usa como veneno.

Florencia y Margaret quedaron paralizadas. Las doncellas susurraban entre sí, algunas escandalizadas, otras encantadas por la gallardía del príncipe.

Celeste se acomodó la capa sobre el pecho, la frente alta. Antes de irse, se giró hacia las dos que intentaron avergonzarla.

—Gracias por la lección, mis queridas damas. Me recordaron que no todos los vestidos son valiosos… ni todas las mujeres dignas de usarlos.

Y con eso, salió del salón del brazo de Sylarok, dejando tras de sí una sala llena de silencio y bocas abiertas.

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María teresa Chirinos
/Proud/
María teresa Chirinos: atrapada en el primer capitulo
total 1 replies
eva quispe
es genial😊👏
Adela Arias Montoya
Excelente
Nina Divas
Que tierna 😍
Nina Divas
Me encanta esta trama ☺️
Nina Divas
Que emoción 🥰
Nina Divas
Jajaja impresionado el chico más tímido 🫣
nelida guzman
cinco estrellas por qué se las merece la mejor historia de romance antiguo q he leído me atrapó desde el principio la amo
Leyanis Guzman: siiiii
Mckasse Escritora: gracias por leer
total 2 replies
Nina Divas
Surgirá el amor entre ellos que hermoso me encantan estas historias ☺️
Nina Divas
Muy interesante historia 🤔
Paola Cordero
Muy buena trama espero pronto más capítulos 🙏🙏🙏🙏
Franshesca Acosta
la peor traición no viene de un enemigo 🤣🤣🤣🤣🤣
Mckasse Escritora: jajaja siiii
total 1 replies
eva quispe
amooooooooo
eva quispe
el alcahuete jajaja😂😂😂
Mckasse Escritora: metiche le decimos aquí en República Dominicana, también él pelo en la sopa, come boca, lleva vida, ect
total 1 replies
Adeilis Velázquez Mederos
Me gusta mucho la historia
bruja de la imaginación 👿😇
muy bonita la historia
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