Presencia Maligna

Irina y Mateo no podían creer lo que estaban viendo en ese momento, hacia las 3 de la mañana se abrió una puerta por la pared. Al asomarse vieron algo así como un pasillo. Todo estaba muy oscuro y no identificaban exactamente qué era.

Ambos cruzaron las miradas.

¿Qué dices, entramos?, preguntó Mateo.

Tengo mucho miedo, y, ¿qué tal que no sale un monstruo o un bicho raro?, no lo sé.

¿Qué dices?, pero si tú nunca has creído de los monstruos, además, no existen.

En una casa así y en esta oscuridad, ¿crees que no vaya a haber algo malo?

Tienes razón, pero si se abrió la puerta ha de ser por algo, ¿no crees? Total ya estamos encerrados aquí, ¿qué más podemos esperar?, continuó diciendo Mateo.

Está bien, entremos y que sea lo que Dios quiera.

Ambos dieron un buen suspiro y, armándose de valor se adentraron en ese pasillo que estaba casi completamente a oscuras, iluminado solo por unos faroles que colgaban de la pared.

Por ese pasillo había varias puertas emparejadas una enfrente de la otra.

¿Qué será todo esto?, ¿quién habitará esta enorme casona?, preguntó Irina muy intrigada.

El mayordomo dijo que no había nadie en esta casa.

Pero no hay polvo, ni telarañas, lógico alguien debe de limpiar, ¿no crees?

¿Y qué tal que el mayordomo es el que hace toda la limpieza?, dijo Mateo, tratando de creer en sus propias palabras.

Sí, ya me imagino al mayordomo limpiando de aquí para allá. Por lo menos, debe de haber un séquito de sirvientes.

Es verdad eso. Todo esto está muy raro y no le encuentro la lógica.

¿Y si abrimos las puertas una a una?, dijo Irina.

Hecho empecemos por esta que está más cerca.

Al abrirla casi se van de espaldas al ver lo que estaba dentro.

Una mujer encadenada a una pared sentada en una silla. Al parecer llevaba años en esa posición, se veía muy demacrada y cansada, además de hambrienta.

¡Dios mío! ¿Quién eres tú y qué haces aquí?

La mujer permaneció en silencio. A leguas se veía que tenía miedo de esas personas que estaban frente a ella.

No temas, nosotros también estamos encerrados en esta casa, soy Mateo y ella es Irina. Irina, ayúdame por favor, a desamarrar a esta mujer.

Pero Mateo, ¿y si es peligrosa? ¿Y si nos hace algo?, no la conocemos no sabemos cómo vaya a reaccionar al verse desatada.

Tranquila, Irina, nos las tendremos que jugar para poder salvarnos y salvarla a ella de paso.

¿De verdad crees que sea lo correcto?, preguntó Irina con temor.

No sé si sea lo correcto, pero tenemos que ayudarla, por favor.

Está bien, lo haremos y que Dios nos proteja.

Entre las 2 desataron a la pobre mujer.

Ella, al verse libre se sobó las manos.

Gracias por haberme desatado. Me duelen mis manos, tengo muchos años encerrada en este lugar, nadie sabe que estoy aquí.

El tipo que me tiene aquí parece estar loco me da de comer de vez en cuando y ni siquiera puedo bañarme. Yo vine aquí con mi esposo y mi hijo, pero ya no sé qué pasó con ellos, no los he vuelto a ver.

¿Cuánto tiempo tienes aquí encerrada?, preguntó Mateo.

No sé, creo que alrededor de cinco o seis años, no lo sé en realidad.

¿Sabes si hay alguien más habitando esta casa aparte de ti, el mayordomo y, ahora nosotros dos?

La verdad no. Aquí donde estoy no se escucha absolutamente nada de lo que pasa allá arriba.

Entre todos se pusieron a buscar algo de beber.

Me llamo Aglaed, dijo la mujer.

Yo soy Mateo y ella Irina. Nosotros venimos a buscar a nuestra amiga. Lleva dos meses aquí, y como no se ha comunicado con nosotros, hemos decidido venir a buscarla.

¿Habrá una linterna o algo parecido?

No sé, ni siquiera sé dónde estoy.

Pues busquemos algo a tientas, el tipo se puede dar cuenta y puede venir a atacarnos, él debe conocer la casa mejor que nadie.

Aquí, encontré un bate, dijo Irina.

Bueno, por lo pronto esto nos servirá, vamos, salgamos de aquí busquemos una salida, ¿puedes caminar, Agaled?

Creo que sí, o al menos lo intentaré.

Los tres iban caminando despacio tocando las paredes.

Tengan cuidado, no nos vaya a salir el loco ese.

Por más que caminaban no lograban ver la salida, ni siquiera una luz que entrara por ningún lado.

¿Y a tu esposo y a ti se les ocurrió a venirse a vivir esta casona?, Irina no podía creer en tal hecho.

Aunque no lo creas sí, pero no sabíamos con lo que nos íbamos a topar aquí. No sé qué fin tuvo mi esposo, tal vez esté encerrado en otro lugar, de la misma casa.

No te preocupes, lo buscaremos.

Después de un buen rato que estuvieron caminando, Mateo alcanzó a ver unas escaleras.

Miren, ahí hay unas escaleras, deben de ser la entrada a la casa.

De pronto, algo o alguien, los sorprendió a sus espaldas.

Mateo cubrió a las mujeres con su cuerpo y blandiendo el bate le dio con fuerza en la cabeza al tipo, cayendo inconsciente al suelo.

Ellos aprovecharon para amarrar al tipo a una columna que había en el sótano.

Hay que amarrarlo bien para que no pueda soltarse.

Así lo hicieron, Mateo recogió la linterna que había caído al suelo.

Le echó la luz al tipo y descubrió que era el mayordomo, el mismo que los había recibido en la entrada.

Sí, es el que me tenía encerrada.

Por lo pronto no puede moverse.

Veamos a dónde nos conducen estas escaleras.

Los tres iban subiendo lentamente, pero para mala suerte de ellos la puerta estaba cerrada con candado y no podía abrirse.

Y ahora, ¿qué hacemos?, ¿cómo podremos salir de aquí?

¿Por dónde entraron?, preguntó Aglaed.

Pues era una puerta muy rara, el mayordomo nos condujo.

Vamos a buscar, esa puerta tiene que estar por aquí.

Para su desgracia no lograron encontrar la salida, pareciera que estaban caminando en círculos.

Estaban completamente perdidos en el sótano, ya que era muy grande.

¡Dios mío!, ¿cómo vamos a salir de aquí?, dijo Irina, pero más bien parecía una plegaria.

Tranquila, Irina, no perdamos la fe, encontraremos la salida, dijo Mateo tratando de animarla. Ven aquí, hermosa, y la abrazó. Irina se sintió bien en sus brazos.

Descansemos y esperemos la luz del nuevo día. Tal vez mañana podamos encontrar una salida.

Los tres se quedaron dormidos en el pasillo al poco rato.