Giiuseppa Lo Vasto fue una leyenda en el mundo del crimen: elegante, letal, y temida hasta por los más poderosos. Sabe de moda, de seducción y de poder. Gobernó su cartel con inteligencia y mano de hierro… pero, al final, todo ese imperio se sintió vacío. Cansada de tanta sangre y traición, decide poner fin a su vida con una sola bala, preguntándose en sus últimos segundos qué habría sido de ella si hubiera elegido otro camino.
Despierta en un nuevo cuerpo. El de Aurora Rossetti una millonaria joven de 21 años, insegura, manipulada por su supuesta mejor amiga, y destruida emocionalmente por una traición que la llevó al suicidio. Ahora Giiuseppa tiene una nueva vida, una nueva cara, y una nueva misión: reconstruir a Aurora desde las cenizas, cobrar venganza en nombre de la joven que no pudo defenderse... y vivir, por fin, con dignidad.
Pero su pasado oscuro, su astucia afilada y su instinto de supervivencia no desaparecen. Esta vez, renacerá para hacer las cosas bien.
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Llamada.
Aurora camina con paso firme y una sonrisa plasmada en el rostro. Bianca la nota y levanta una ceja en su dirección, pues la vio salir hacia el jardín y, más atrás, salió Luca.
—Uy, pero qué felicidad te dio ganar —levanta y baja las cejas de manera sugerente mientras sonríe.
—Obvio que trabajé mucho en este proyecto y me alegra haber ganado esto para Imperia —su rostro ahora es más serio, aunque la felicidad sigue allí.
—Con semejante premio yo también estaría así —ironiza y se aleja con una sonrisa pícara.
—¡Princesa!, ¿dónde estabas? —su padre se acerca; estaba preocupado.
—Salí a tomar aire, papito. Todo esto es nuevo para mí —coloca su cara más dulce y él la abraza.
—Pues debes acostumbrarte, porque ya vi que serás el terror de Lunaria... Serás el nuevo dolor de cabeza de Luca Grimaldi —dice su padre acariciando su cabeza, y Bianca se acerca con un rostro pícaro.
—Estoy totalmente segura de eso —suelta una pequeña risa, y Aurora la mira seria, pero es más que obvio que se dio cuenta de algo.
Massimo, por su parte, se encuentra a un lado del salón discutiendo con Sabrina el hecho de haberla agarrado así para la foto, aunque la verdad es que es ella quien pelea; él solo observa con disgusto la cara de Aurora y la mirada que Luca le dedica a ella.
Massimo aprieta sus puños y tensa su mandíbula.
«No es posible que ese idiota ponga sus ojos en ella», piensa sin escuchar nada de lo que Sabrina le dice.
—¡Massimo, te estoy hablando! —su grito hace que la observe y regrese a tierra.
—Sabrina, basta. Te estás comportando como una malcriada. Entiende, es para los medios —se aleja molesto, aunque solo quiere buscar un momento y hablar con Aurora.
—Creo que ya es hora de irnos, ¿o quieres quedarte, princesa? —la madre de Aurora le pregunta con voz dulce.
—Sí, madre, estoy agotada.
El padre asiente y salen del lugar junto al resto de Imperia. Antes de salir, los ojos de ella se cruzan con los de Luca, quien le regala una sonrisa y se humedece los labios. Ella hace uso de todo su autocontrol para mantenerse tranquila y no demostrar nada.
En el auto del señor Rossetti van Aurora y su mamá; ella no deja de hablar de cada emoción causada por su logro. Su padre la abraza con cariño, a la vez que a su esposa, pues va en medio de las dos.
Todo el camino se basa en charlas y risas espontáneas que van acompañadas de abrazos llenos de calor.
Minutos más tarde, estacionan frente a la gran mansión. Su padre les abre la puerta y luego entran de la mano. A todos los que trabajan con los Rossetti les fascina esa nueva unión; la señorita ahora es más cordial y amable, cosa que les facilita la convivencia diaria.
—Iré a dormir. Los amo —se despide tirándoles un beso que deposita en su mano y luego sopla hacia ellos.
Sus padres devuelven el gesto, más que felices, y no solo por el logro de hoy, sino por la maravillosa relación que ahora mantienen con ella.
Aurora exhala por el cansancio y, al cerrar la puerta de su habitación, deja caer su vestido luego de bajar el cierre.
Saca sus tacones y, al sentir el frío del suelo en sus pies, se relaja.
Da pasos hasta el espejo y nota su nuevo rostro. La verdad, no siente nostalgia por la mujer que fue, a pesar de que era muy hermosa. No la extraña, porque esa mujer estuvo marcada por el vacío y la soledad.
Se sienta en su cama recordando su vida. Lo único bueno en ella era el dulce Pietro; él quería amor... o eso era lo que decía. Ella solo lo veía como alguien en quien confiar, alguien con quien imaginar una vida bonita, aunque solo fuese imaginación.
Fueron varios acercamientos, y ninguno la había dejado como ese hombre en la gala.
Su mirada, su voz, la manera de tener el control sin ser un patán... le encantó.
—Tal vez solo fue la oportunidad de la noche y nada más —murmura sin darse cuenta, y su teléfono suena. Fija sus ojos en el aparato y los coloca en blanco al imaginar que puede ser Massimo.
Toma el teléfono y no conoce el número, entonces contesta con una voz firme y cautelosa.
—Buenas noches, ¿quién habla?
Una respiración se escucha al otro lado, y cuando quiere repetir la pregunta, él contesta.
—Buenas noches, principessa.
El teléfono se tambalea en sus manos y suspira para controlarse.
—Grimaldi... buenas noches.
Su risa ronca se deja oír a través de la línea.
—Cuánta formalidad. Pensé que ya éramos amigos.
Aurora sonríe, aunque no emite sonido.
—Normalmente, a personas que se conocen apenas una hora se les dice “extraños” —ironiza, y él gime como indignado.
—Pensé que ya teníamos hasta el vestido listo y tú tratándome de extraño...
La sonrisa es inevitable en el rostro de ella y cubre su boca para que él no lo note.
—La comedia no se le da mucho, señor Grimaldi. ¿Para qué era que estaba llamando? —pregunta ya con un tono más serio, aunque ella no puede estar más sonriente.
—Para decirle que este es mi número y también invitarla a cenar. ¿Me haría ese gran honor?
Cada palabra de él está llena de seguridad y calma, lo que la hace morderse el labio.
—Creo que tampoco la paciencia es su fuerte... pero bueno, veré qué puedo hacer; tengo una agenda algo apretada —trata de sonar desinteresada.
—Perfecto, entonces estaré esperando su respuesta. Que pase una linda noche... y me encantó conocerla.
Suspira de nuevo, y esta vez él sí lo escucha. Aprieta su puño en señal de victoria; esa mujer lo ha cautivado y quiere saber por qué.
—Buenas noches, Grimaldi. Y felicidades por su segundo lugar. Es una lástima que, a partir de ahora, tendrá ese puesto... detrás de mí.
Esas palabras él no las deja pasar y, con un tono ronco y lleno de algo más, responde:
—Créame que estaría feliz de tener ese puesto siempre, justo detrás de usted.
Las mejillas se le colorean como si hubiese usado maquillaje y, al ver que queda muda, él se ríe en silencio para no incomodarla más, pero imagina sus mejillas inmaculadas ahora en un tono carmín.
—Buenas noches, señor Grimaldi.
Cuelga el teléfono solo para morder su almohada; ese idiota la está haciendo perder la compostura, y debe controlarse.
—Aurora... al parecer no solo tus recuerdos fue lo que me heredaste, también tus impulsos, niña —se dice a sí misma, justificando su comportamiento, pero eso está lejos de ser la verdad.
Hablando de otro tema, pienso que Aurora no debería contarle a los papás quien es ella en realidad, para que causarles ese dolor? tal vez a Luca, ya que él no conoció a la verdadera Aurora y no sufriría esa perdida. 🧐🤔🇨🇴
hay que hacerlos sufrir a todos