En un reino de poder y pasión, donde la lealtad se compra y se vende, y el amor es un lujo peligroso...
Zared, un joven alfa valiente y astuto, emerge como el salvador de Astrum después de una batalla épica contra el enemigo.
Su victoria lo convierte en el general de la Brigada de Caballeros Negros y lo pone en el centro de una compleja red de intrigas y alianzas en la corte real.
Con un corazón lleno de dolor por la pérdida de su amigo y hermano de armas, Lyrien, Zared se ve obligado a navegar las aguas turbulentas de la política y sus propios deseos.
En la fiesta de mayoría de edad de los príncipes del reino, Zared se encuentra face a face con sus futuros rivales y posibles amantes: los príncipes Cassian y Ryker, lobos con piel de oveja que esconden secretos y pasiones detrás de sus sonrisas encantadoras.
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Capitulo 10
Después de que Zared se marchara con sus soldados, Cassian y Alaric se dedicaron a cuidar a su suegra, ya que Camelia era considerada como la madre de Zared, fue ella quien lo había criado.
Los omegas estaban felices con la cierta libertad que tenían, el alfa había cumplido con su palabra, todos en la casa obedecían sus órdenes y nadie los trataba mal, pero les sorprendía saber que la mayoría de los sirvientes eran mujeres mayores o jóvenes betas, solo los soldados eran alfas.
Cassian y Alaric estaban tomando el té, y les parecía raro ser los únicos omegas en la mansión Kied.
En ese momento, entró con una bandeja de postres Kiara.
—Señora...—dijo Cassian
—¿Sí? — respondió la mujer
—Puedes decirme, ¿por qué en la casa no hay omegas?— preguntó Cassian.
—El duque Kied es muy sensible a las feromonas, por eso están prohibidos los omegas, las feromonas de los omegas solo le causan náuseas al duque — explicó Kiara.
—Es sólo por eso — dijo Cassian.
—Sí —confirmó Kiara—¿Eso es todo, mi señor?— preguntó Kiara.
—Sí, puedes retirarte, gracias por los postres— dijo Cassian.
—Fue un placer, mi lord—respondió Kiara.
—Y ¿por qué con nosotros es diferente? — preguntó Alaric.
—Tal vez porque somos sus destinados —dijo Cassian.
—Discúlpenme, mi señor — la misma anciana que había traído los postres entró de nuevo.
—¿Qué sucede? —preguntó Alaric.
—Hay una persona que los está esperando— dijo la mujer.
—¿Quién?— preguntó Cassian.
—Su madre, la reina— dijo Kiara con expresión seria.
—Llévala a la oficina de mi esposo, nosotros la esperaremos allí— ordenó Cassian.
Mientras que Cassian y Alaric esperaban a su madre en la oficina de su esposo, a ambos hermanos les sudaban las manos, nadie sabía por qué estaba allí.
Después de unos segundos, la puerta de la oficina de su esposo se abrió y de ella entró la reina acompañada de una mujer beta.
—Veo que los modales solo los dejaron en el castillo— dijo su madre.
—Te recuerdo que fuiste tú quien nos dijo que no nos quería ver más— respondió Alaric.
—Sí, pero he venido aquí porque me enteré de que tu esposo se fue de cacería—dijo Ophelia.
—¿Y eso qué tiene que ver con nosotros?— preguntó Cassian.
—Ve directo al punto, madre— dijo Cassian.
—Nuestro esposo no tardará en llegar— añadió Alaric.
—Me parece bien, me siento asqueada en este lugar, es un presente para ustedes... Ella será su mucama personal—dijo Ophelia, presentando a la mujer beta.
—¿Por qué necesitaríamos una mucama más?— preguntó Cassian.
—Porque no confío en su esposo, así que ella será mis ojos y oídos aquí. ¿Acaso pensaron que porque se casaron se librarían de mí? No dejaré de vigilarlos, para que no le pidan socorro a su esposo o a su padre. Ustedes son míos y me pertenecen— dijo Ophelia con autoridad.
—No, no nos pertenecemos, y te recuerdo que tú no mandas aquí, esta es la casa de nuestro esposo, nuestra casa. Así que toma a tu sirvienta y vuelve al castillo—dijo Alaric con firmeza.
—¿Acaso no aprendiste nada viviendo todo este tiempo conmigo, Alaric? ¿Acaso quieres que tu madre se enfade?— preguntó Ophelia.
—No me importa lo que te pase, fuiste tú quien dijo que nos arruinamos la vida. Así que haz como si no hubiéramos nacido y vete—gritó Alaric.
—¡No me grites!!—dijo Ophelia, levantando la taza de té contra Alaric .
Cassian se asustó y atendió rápidamente a su hermano antes de que las quemaduras fueran más profundas.
—¡Kiara!!—gritó Cassian, llamando a la sirvienta.
—No, eso se lo merece por gritarme a su madre. Y les recuerdo bien a los dos que yo soy la reina de este maldito lugar. Así que siéntate, ¿no quieres que mande quemar este miserable lugar?! ¡Siéntate!!—ordenó Ophelia.
Cassian obedeció a su madre y se sentó, sacó su pañuelo y lo colocó en la cara de su hermano para que se secara el té.
—Creo que casarse solo los volvió más desobedientes— dijo Ophelia.
En ese momento, la puerta de la oficina se abrió y de ella entró Zared, el alfa estaba cubierto de barro y con olor a caballos. Ophelia, al oler el olor a caballos, se tapó la nariz.
Zared observó a los omegas, que estaban mojados, y llamó a la sirvienta.
—¡Bianca!!" — gritó el alfa.
Detrás de la puerta llegó una muchacha cansada, después de escuchar al duque llamarla, corrió hasta la oficina.
—Sí, señor, ¿qué puedo hacer por usted?— preguntó Bianca.
—Lleva a mi esposo Alaric a la habitación y cúralo— ordenó Zared.
—Sí, señor— respondió Bianca.
La muchacha tomó la mano de Alaric y lo guió a la habitación para curarlo.
Mientras tanto, Zared entró a la oficina y se sentó al lado de Cassian.
—¿Podría saber qué hace aquí mi reina?— preguntó Zared con curiosidad.
—Solo he venido a dejarles este presente a mis hijos... Soledad conocerá las comodidades de mis hijos, y como su casa no cuenta con sirvientes que cumplan con el estatus de mis hijos, he decidido que Soledad será su mucama personal— explicó Ophelia.
Zared miró a la mucama detrás de Ophelia y sonrió.
—Me parece bien—dijo el alfa.
—¿Sí?— preguntó Cassian sorprendido.
—Sí, mis sirvientes no cumplen con tu estatus, así que tener a su propia mucama será mejor— dijo Zared.
—Me parece bien, al fin una buena decisión— dijo Ophelia con ironía.
—Soledad se quedará y yo me marcharé ahora, el olor de este lugar es apestoso— añadió.
—Te acompañaré—dijo Zared, levantándose de su silla.
—¿Seguro?— preguntó Cassian preocupado.
—Sí, reina, después de usted—dijo Zared con cortesía.
Ophelia pasó por al lado de Zared, tapando su nariz al oler al alfa, mientras que era acompañada por la mucama.
Mientras que la reina salía de la habitación, Zared sonrió al ver cómo la reina susurraba un par de cosas en la oreja de la mucama.
—¡Kiara!!— llamó Zared a la sirvienta.
—Sí, señor, ¿qué necesita?— preguntó Kiara.
—Le repito, señor, que la reina solo me dejó a cargo de los príncipes— dijo Soledad, interviniendo.
—Me parece bien, pero le recuerdo que esta es mi casa y mi palabra es la ley— dijo Zared con autoridad.
—Pero...— intentó hablar Soledad.
—No hay 'peros'. Kiara, lleva las maletas de Soledad al cuarto de las mucamas, quisiera hablar de algunas cosas con ella.—ordenó Zared.
—Sí, mi señor— dijo Kiara.
—Yo puedo llevar mi maleta—dijo Soledad con desdén.
Zared sonrió, pareciendo divertirse con la situación.