POR AMARTE

AMANECER EN SUS BRAZOS.

La luz del amanecer se colaba a través de las cortinas de la habitación, bañando todo en un delicado brillo dorado. La velada pasada había sido ideal, una entrega total donde cada beso y acariciaban confirmaban lo que sentíamos el uno por el otro. El perfume de su piel y el deseo cumplido aún persistía en el ambiente. Billy dormía a mi lado, con un rostro sereno, mostrando una expresión de calma que no había visto en él desde hacía mucho tiempo.

Me levanté con delicadeza, envuelta en las sábanas, y me dirijo a la cocina, la casa aún poseía ese aroma fresco, combinado con las flores recién cortadas que había colocado sobre la mesa del comedor. Cada espacio de este hogar fue diseñado para él, para nosotros, para que pudiera dejar atrás su vida anterior y permaneciera a mi lado.

Prepare su desayuno preferido: tortitas con fresas y miel, café negro fuerte y un poco de jugo de naranja. No importaba lo que sintiera en mi interior, ni la dura verdad que ahora conocía. Hoy, más que nunca, debía desempeñar mi papel de manera impecable.

Al regresar a la habitación, él se movió entre las sábanas y abrió lentamente los ojos.

—Buenos días, mi amor. —le susurré sonriendo mientras me sentaba a su lado con la bandeja en las manos.

Él parpadeó, aún en estado de somnolencia, y una auténtica sonrisa iluminó su rostro.

—Dios… esto es un despertar perfecto.

—Acostúmbrate. —le guiñé un ojo—. Me aseguraré de que cada mañana te haga querer quedarte aquí para siempre.

Billy tomó mi mano y la beso de manera tierna.

—Sabes que te amo, ¿verdad?

Asentí en silencio, ya que era consciente de que las palabras carecían de valor si no eran acompañadas por hechos.

Una vez que terminó su desayuno, me levanté para prepararme. Billy me miró desde la cama con los brazos detrás de la cabeza, mostrando una expresión divertida al verme ponerme los tacones.

— ¿Realmente vas a trabajar? ¿Después de la noche que tuvimos?

—Por supuesto. —respondí sonriendo mientras ajustaba mi chaqueta frente al espejo—. Tengo poco tiempo en este puesto para darme días libres.

Él hizo un gesto de puchero como un niño.

—Vamos, quédate un poco más conmigo.

Me acerqué y dejé un beso en su frente.

—Prometo compensarte cuando regreses.

Billy suspir con resignacin y disgustado.

—Voy a creer en tu promesa.

Me dirigí hacia la puerta, pero antes de salir, me volví con la pregunta que me había inquietado desde la noche pasada.

—Billy… ¿cuándo traerás todas tus pertenencias a casa?

Él se tensó al instante. Su sonrisa se desvaneció y su mirada se endureció, como si no hubiera anticipado que la conversación tomara ese rumbo.

—En este momento no puedo dedicarme a eso. —dijo rápidamente, levantando su taza de café y tomando un sorbo sin dirigirme la mirada.

Su contestación me dejó un amargo sentimiento. No deseaba confrontarlo en aquel instante, pero tampoco permitiría que se escapara sin más.

—Si no tienes disponibilidad, puedo encargarme de recoger tus pertenencias. —propuse con una dulzura calculada.

Billy dejó la taza sobre la mesa de noche con más fuerza de la que era necesaria y me miró intensamente.

—No hace falta.

—Pero estaría encantada de hacerlo. Así podríamos deshacernos de ese apartamento de una vez por todas y enfocarnos en nuestra vida aquí

Su mandíbula se endureció. Por primera vez desde su llegada, era evidente su incomodidad.

—Dona… dame un poco de tiempo, ¿te parece?

— ¿Cuánto tiempo necesitas?

—No estoy seguro. Solo un poco más.

El silencio que se instauró entre nosotros fue denso. Él lo rompió con un suspiro fatigado y suavizando su tono.

—Tú sabes que, aunque ahora ustedes vivan aquí, mis viajes no cesarán. Todavía debo ir a Los Ángeles y Texas al menos una vez al mes.

Yo ya tenía conocimiento de eso. Ahora comprendo con claridad la verdadera razón de sus constantes viajes.

Sin embargo, forcé una sonrisa que intentaba mostrar confianza.

—Lo entiendo. Mientras los viajes sean solo de dos días, podrás lidiar con ello.

Me acerqué y acaricié su rostro con ternura. Necesitaba que él creyera en mi inocencia.

Billy sonriendo a cambio, satisfecho con mi respuesta.

Pero yo ya no era la misma.

Salí del cuarto antes de que encontrara una nueva justificación para evitar la conversación. Mi corazón latía desbocado, pero no por amor, sino por la ira reprimida.

"Ahora estoy plenamente consciente de sus engaños. Pero intentaré soportarlo… al menos hasta que llegue al punto de ya no poder más. "