SECRETARIA DULCE

—Nunca he besado a nadie en la boca —le hago saber.

—Yo tampoco. Los besos en la boca no se le dan a cualquiera.

—¡Lo sé! Mamá dice que los besos son regalos íntimos para el amor verdadero.

—¿Nunca has tenido novio?

—No.

—¿Nunca te ha gustado alguien?

—Si me han gustado algunos chicos, pero solo eso. Es como, ese muchacho está guapo o por ejemplo tú, me gusta tu barba y así.

—Me gustaría ser tu primer novio.

—Intenta conquistarme y quizá lo logres.

—Yo tuve una novia en la preparatoria, pero no fui capaz de abrir mi realidad ante ella.

—¿Y cómo te sientes ahora? Yo, te agradezco el que deposites tu confianza en mí.

—Me siento bien. Tu compañía me hace aceptar que no merezco estar en soledad.

—Nadie merece estar en soledad, pero el mundo a veces es cruel.

Viajar en su auto comenzaba a ser una costumbre para mí.

—Quiero preguntarte algo —su voz irradia interés.

—Por supuesto.

—¿Qué buscas en un hombre para que este te haga feliz?

Medito mi respuesta, las farolas están encendidas y la noche parece tranquila.

—Solo busco que él sea bueno conmigo y que su amor sea sincero.

—¿Algo romántico con lo sueñes?

—Aún no sueño contigo —soy sincera—, pero si en mis sueños apareces, yo te lo haré saber porque entonces serás mi sueño algo romántico.

Su sonrisa me hace sonreír y sé que la oscuridad no me permite notarlo, pero seguramente hay rubor en sus mejillas.

El auto se detiene, hemos llegado a mi casa.

—¡Gracias por traerme!

—No agradezcas, para mí es un placer tener tu compañía el mayor tiempo posible.

Sonreímos, es hora de despedirnos. Desabrocho el cinturón de seguridad.

—Regresa a tu casa con cuidado.

—Por supuesto.

Me acerco a él y le doy un beso en la mejilla. Bajo del auto, tengo que entrar a casa.

—¿Qué harás mañana? —Pregunta.

—Dormir hasta tarde. ¿Y tú?

—¿Quieres viajar en moto conmigo?

Su invitación me parece muy buena.

—¿A dónde iremos?

—Es una sorpresa.

—Bueno, me agrada la idea.

—Nos vemos mañana.

—¡Ve con cuidado! Descansa.

Entro a la casa, cierro la puerta y mi madre tiene el rostro iluminado. ¡Su sonrisa me da mil años de vida!

—¿Ya son novios de verdad? —Cuestiona ella—. Si yo crié a una mujer guapa. ¿Lo besaste?

—No.

—Eso no fue lo que yo vi —mi mamá tiene picardía en sus palabras.

—¿Me estabas espiando?

—Te estaba cuidando en realidad.

Nos reímos.

—Le di un beso en la mejilla.

—¡Te gusta ese muchacho!

—Sí.

—¡Magnífico! Siempre quise verte enamorada. ¿Cómo te fue hoy?

—El día estuvo muy bien. Fui a casa de su madre y tuve una plática bastante agradable.

—¿Tu suegra es buena?

—¡Es una buena mujer! Se llama Alejandra.

—Que bueno que es una buena mujer. ¿Debería invitarla a la casa?

—Sí, podríamos planearlo.

—Lo pensaré, elegiré un día de estos.

—Vale. Me avisas para que te ayude con los preparativos.

Mamá enfoca su mirada en mí y analiza mi semblante.

—¿Y cómo van las cosas con Massimo?

—Le dije que quiero que me enamore.

—¡Qué directa! Eso estuvo bien.

—También le dije que solo seré su secretaria por tres meses y que si logra enamorarme podemos ser más que amigos.

—Mi hija es una mujer segura de lo que quiere. ¡Qué atrevida eres! —Su emoción me contagia y siento que hice lo correcto.

—Pues creo que puedo enamorarme. Estoy en edad.

—¡Claro que sí! Tú puedes enamorarte de quien tú quieras, pero recuerda, no puedes amar a cualquiera.

—Sí, lo sé. Enamorarse y amar son cosas diferentes.

...🫦🫦🫦...

Son las diez de la mañana y suena esta canción:

...Castígame...

...Sé que me he portado mal...

...Diviértete...

...Sé que gozas y me gusta...

...Castígame...

...Sé que me he portado mal...

...Diviértete...

...Sé que gozas y me gusta...

Me cepillo los dientes, bailo un poco al ritmo de la canción y hago mi rutina de skin care.

—¡Cris! ¿Ya despertaste? —Miguel entra a mi habitación.

—Ya estoy despierta.

—Mamá me mandó a llamarte, la tía Marcela vino de visita y abuelita vino con ella.

—¿Ellas están aquí?

—Sí, llegaron de imprevisto.

—¿Y eso?

—Vinieron a comprar unas cosas para la abuela. ¿Ya vas a terminar?

—Sí, ya casi termino.

—Bien. Ya está el desayuno.

Salgo del baño, me visto con una playera holgada y unos shorts amarillos. Bajo a toda velocidad.

—¡Abuelita! —Me abalanzo sobre ella y beso su mejilla.

Su brazos me hacen sentir en calidez.

—¡Hija de mi vida! Qué guapa estás.

Nos sentamos a desayunar huevo en salsa roja, hay tortillas, té de frutas y pan.

—El fin de mes será la fiesta de compromiso de Alfredo —dice mi abuelita—. Hay un muchacho que ha estado preguntando por ti.

Sonríe con amplitud y me mira con curiosidad.

—¿Pregunta por mí? —Mi voz suena desconcertada.

—Sí. ¿Te acuerdas de Antonio?

—No, la verdad no.

—Bueno, él si se acuerda de ti.

—Pero mi hermana ya tiene novio —Miguel abre la boca y sorprende a mi abuelita.

—¡¿Ya tienes novio?! —Ella me observa con un semblante pasmado.

No puedo evitar sonreír.

—Sí, de hecho vendrá en un rato por mí, saldremos a pasear.

—Ay hija, se me olvidó decirte que voy a necesitar de tu ayuda aquí. Yo saldré con tu abuelita y tu tía a comprar y necesitaré que te quedes a hacer la comida —mamá me mira con ternura.

—Está bien, ¿Massimo puede venir a la casa? —Me atrevo a preguntarle.

—Sí, él puede venir.

—¿Se llama Massimo? —Mi abuela quiere confirmar—. Nunca había escuchado ese nombre.

—Sí, se llama Massimo. Es un buen muchacho —dice mi madre—. Quiere mucho a mi Cristell.

...🫦🫦🫦...

El timbre suena. Le bajo a la flama de la estufa y voy a abrir. Sus ojos están atentos a mis ojos, sonrío al instante y le invito a pasar.

—¡Hola! ¿Estás cocinando? —Su ceño se curva.

—Sí. Estoy en la cocina. Prepararé chiles rellenos.

—¿Quieres que te ayude?

—Sí.

—Antes de que prosigas, te traje unos chocolates —una cajita con cintas doradas me hace sonreír—. Espero que te gusten.

Sonrió con amplitud y me abalanzo sobre él. Le doy un abrazo tierno, mi delantal acaricia su camisa de cuadros.

—¡Gracias por los chocolates!

Massimo es un hombre sensible y atento, de eso no tengo duda alguna. Me ve cocinar, me ayuda a picar el queso. Limpio los chiles. Uso harina. Relleno los chiles con el queso. Él bate el huevo. Caliento el aceite. Comienzo a freír. Nos reímos. Nuestros cuerpos están coordinados. Capeo veinte chiles. Preparo la especie. Muelo jitomate con los condimentos. ¡Huele rico! El arroz blanco está listo.

—¡Huele delicioso! —Dice él.

—Vamos a comer, nos lo hemos ganado —le digo con franqueza.

Se sienta frente a mí, el cesto de tortillas esta al lado de una jarra de agua de melón. Damos gracias por la comida y comenzamos a degustar el fruto de nuestra sazón.

—Yo no soy de ir a restaurantes caros, pero soy más de cocinar en casa y disfrutar así. ¡Qué bueno que viniste! Me da gusto que estés aquí —le hago saber.

Su sonrisa es bella.

—Gracias por invitarme. No tenía idea de que podríamos cocinar juntos y ha sido un buen momento.

—Creo que es romántico cocinar con la persona que te gusta, ¿no crees? —mi mirada es afable.

—¡Lo es! Pero ¿sabes que es más romántico?

—¿Qué es más romántico?

—Hacer cosas nuevas y disfrutarlas a su lado. Yo nunca había cocinado chiles rellenos.

Me causa emotividad lo que dice.

—Siempre hay una primera vez para todo.

Trozo una tortilla y la uso como cuchara. ¡Es más delicioso comer con las manos! Él introduce un trozo de chile relleno a su boca, lo veo masticar y su rostro se ilumina.

—¡Está muy rico! —Entonces comienza a enchilarse y saca la lengua.

—¿Te enchilaste? —Le ofrezco un vaso de agua—. Es que no les quite las venas a los chiles, se me olvidó preguntar si comes picante.

—No te preocupes, si como picante y te quedaron muy ricos estos chiles —le salen unas lágrimas y su expresión se me hace tierna.

En lo cotidiano también vive el romance.

—No tienes que hacerte el macho si no te gusta el picante —bromeo con él.

Se ríe.

—Es que quiero conquistarte —me mira con ternura.

La puerta se abre y mis muchachos han regresado de repartir sus pedidos.

—¡Hola cuñado! —Miguel le da una palmada en el hombro—. Provechito.

—Gracias —le responde Massimo.

Me levanto para servir dos platos más.

—¡Huele delicioso! ¿Pican? —Sebastián mira la cacerola con hambre.

—Sí pican. Mi cuñado está enchilado —responde Miguel.

Ahora somos cuatro en la mesa y el ambiente es muy relajado.

—Traje el helado de zarzamora que tanto te gusta —me dice Miguel.

—¡Gracias!

—Primo, ¿juegas futbol? —Sebastián le pregunta a Massimo.

—Sí.

—¿Tienes plan mañana? Es que tenemos juego pero nos falta un jugador. ¿Te gustaría acompañarnos en el equipo? —Sebastián mira con esperanza a Massimo.

Massimo me mira por unos segundos y en sus pupilas percibo la emoción de que se siente bien. Sonrio para él.

—Cuenten conmigo —dice Massimo.

—¡Eso es todo primo! —Sebastián se emociona.

La puerta se abre y ellas llegan. Se acercan a la mesa y mi abuelita clava la mirada en Massimo.

—¡Qué muchacho tan guapetón! ¿Eres actor? —Mi abuelita está emocionada.

Massimo se levanta de su silla y ella lo abraza con todo el cariño de su corazón.

—No soy actor, me llamo Massimo Ferrazzi. ¡Mucho gusto!

—Yo soy María, la abuelita de Cris. ¡Mucho gusto! ¿Está buena la comida?

—Sí, está deliciosa.

—Cris tiene buen sazón, no tengo duda de que ella te hará engordar —mi abuelita lo mira con mucha ternura y después me guiña el ojo—. Siéntate hijo, sigue comiendo, yo iré a sentarme, ya quiero probar los chiles.

Entonces Massimo me mira y sé que esto lo ha conmovido muchísimo. Me acerco a él, tomo su mano y la acaricio por algunos segundos.

—Ellos son mi familia y también tu familia —le digo.

Su sonrisa es amplia y de forma natural, planta un beso en mi frente. ¡Todos se emocionan por nosotros!