Ella descubrió que su marido la engaño siempre, al ir a llevar un pedido a un domicilio, la realidad le golpeó en la cara, él estaba ahí con su amante y una hija de la misma edad de su hijo mayor. No pudo enfrentarlo al sentir el dolor consumir su cuerpo, pero un joven la ayudo a entregar el pedido y se convertiría en su salvación, por más que ella era mayor que él, la edad no fue un impedimento, aunque tenían en claro que no podían soñar con un futuro, solo vivir el presente.
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I- TRAICIÓN
#ELLA SOLÁ
La escena ante mi es irreal, me siento en la banca de la plazoleta ante el domicilio que está cruzando la avenida donde debo entregar un pedido de una farmacia, me falta el aire, levanto el visor del casco para mirar con más detenimiento, si solo era mi imaginación.
Pero lejos de mi anhelo de que no sea así, es así, al ver que se quita los lentes oscuros y la saluda con un beso a ella, a la que siempre quiso, y me negó más de una vez que fuera así, que lanzo improperios en su contra, como afirmando su total desinterés, y repulsión hacia ella.
Las lágrimas corren por mi mejilla, me siento tratando de recuperar la calma, mientras escucho al GPS decir que llegue a mi destino, que estaba a unos pocos metros.
Lo siguiente que ví, fue otra apuñalada a mi destrozado corazón, él que se supone es mi esposo, alza en brazos a una niña de la misma edad de nuestro primer hijo, de unos dos años.
Tenía una hija con su amante, trate de pensar que solo era de ella, porque no soportaría la verdad, pero esa niña se le parecía, como se le parecía nuestra segunda hija que apenas tenía un año.
Tiemblo de la impotencia, las fuerzas me abandonaron, si en verdad existe un alma, la mía me abandono en este momento, siento que me muero, el dolor es muy grande.
Cuando se corrieron de la entrada del garage ví un auto, el que era nuestro auto, que supuestamente vendió para pagar deudas, y cuya plata nunca ví, por más que le dije que conseguiría otra manera para pagar las cuentas, el insistió en venderlo porque no lo usábamos, que los bebés no se quedaban en sus sillas, que para que vamos a tener algo que no usamos y no se cuántas cosas mas dijo, para venderlo, y lo veo en el garage de ella, la indignación que siento es enorme.
Miro su casa, se ve nueva, la nuestra no tenía ninguna refacción porque la plata nunca alcanza, vivimos el día a día, conseguí este empleo de moto mandado, solo para ayudar en los gastos y me vengo a enterar de sus mentiras. Ahora entiendo porque él no estaba de acuerdo en que salga a trabajar, no nos alcanzaba para una niñera y ponía la excusa de que nuestros hijos eran aún bebés, que necesitaban a la madre con ellos. Igual me puse en marcha para hacer esto, siempre se queja de los gastos, siempre está de mal humor y ahora entiendo la razón. Quise colaborar porque sentía que me culpaba de todo, por no trabajar, pero deje mi trabajo con la llegada de mi segunda hija, para cuidarlos, mi suegra jamás me quiso y menos quería cuidar de sus nietos, mi madre falleció cuando mi niña cumplió un año, le diagnosticaron cáncer y no tenía cura. Por lo que deje mi trabajo, era muy buen trabajo, me pagaban bien, en ese entonces mi hermana aún estaba en el colegio.
Ahora mi hermana me ayuda con sus sobrinos, trabaja como niñera, para tener para sus gastos. Sus sobrinos la adoran, son muy tranquilos, en eso tengo suerte.
Tiemblo de la impotencia, lloro sintiendo que se me desgarra el corazón.
-¿Se siente bien?. Escucho una voz, levanto la mirada, encontrándome con un joven estudiante, lo deduzco por la mochila que lleva en su espalda, me pasa un pañuelo color azul, lo tomo con la mano temblorosa, las palabras no me salen, solo quejidos por mi llanto.
Él se sienta a mi lado, de su mochila saca una botella de agua con un sorbete y me la pasa.
-¿Eres de entregas? Consulta mirando la mochila que tengo, con el logo tan inconfundible.
-¿Dónde debes llevar esto? Me pregunta.
Le señalo en dirección a la pareja que se la ve cariñosa cruzando la calle, mi esposo sostiene a la bebé y la abraza a ella de la cintura.
-Es ahí. Apenas digo al ver esa escena con dolor.
El joven toma el paquete y lo lleva, se hace pasar por el repartidor y al rato regresa, dándome el dinero que le entregaron como bono.
-Su hija necesitaba medicinas, llego a tiempo. Me comenta.
Agachó la cabeza, sostengo mi pecho con la mano estrujando ese dinero en mi puño.
-¿Su hija? Digo entre lágrimas, lo que tanto quería negar que sea cierto, se me revelaba que era verdad.
-Es un hijo de puta (Susurro entre lágrimas).
-¿Cómo? Me pregunta el joven.
-Yo soy su esposa y tiene una hija con otra de la misma edad que nuestro hijo mayor. Le cuento llena de dolor.
El joven mira sorprendido, veo que se sienta a mi lado, exhala pesadamente.
-Dice que ese señor es su esposo. Murmuro entre dientes.
Se incorporo y me pasó la mano.
-Venga conmigo. Me dice.
Lo mire extrañada, pero acepto su mano, se sentía caliente y suave.
-¿Dónde? Le pregunto.
-Veo que aún tiene otras entregas que hacer, las haré en su lugar, puede descansar en mi casa, cuando se reponga podrá seguir. Me sugiere.
-No puedo dejar que lo hagas. Le digo.
-No está en condiciones, en ese estado solo tendrá un accidente, y me dijo que tiene un bebé, así que no lo puede dejar sin su madre. Me recuerda.
Muevo la cabeza en señal que aceptó y me incorpore apenas, tenía razón, la cabeza me latía, me sentí mareada, él me sostuvo un momento contra su cuerpo, tome aire y me dirigí a mi moto donde la dejé, él me sacó las llaves indicándome que suba para llevarme, tenía un casco extra que se lo coloco.
Me subí sosteniendome por él, se sentía delgado y fornido, por la vestimenta que tenía deduje que estudiaba para ser profesor de gimnasia.
-¿Qué estudias? Le pregunté.
-Soy policía. Me respondió.
-Aha. Respondí, lo veía muy joven.
Llegamos a unos pocos metros en un conjunto de alquileres, él abrió un portón que tenía un largo pasillo y al fondo ingresamos en una puerta oscura, el espacio era pequeño, tenía una cama, una mesa, una nevera pequeña y un baño, todo compactado.
-Es pequeña, pero para mí está bien. Me dijo.
Suspiré mirando y solo asentí.
-Me das las indicaciones. Me dijo.
-Aha.
Le entregué mi celular.
-Solo presiona la próxima entrega, la misma aplicación te indicará la dirección y al terminar solo aprieta el botón de entregado. Solo son dos en esta zona. Le comenté con vergüenza.
-No te sientas apenada y quítate el casco. Me señalo.
Por los nervios no me lo había sacado, por lo que lo hago ante él, que me quedo mirando fijo, con sus ojos azules oscuros profundos y su piel tostada por el sol, de barbilla cuadrada y silueta delgada, le llegaba al hombro.
-Tengo algo. Pregunté limpiando mi rostro con el pañuelo.
-Eres muy linda. Me dijo.
-Tratas de consolarme, gracias. Le respondí.
-Te lo digo en serio, eres muy linda, ¿Cuántos años tienes? Me preguntó.
-Treinta y tres. Dije en un suspiro hondo, como si mi edad me pesara.
-Soy Esteban dos Santos y ¿tú?. Me consulta
-Ella Solá. Le respondo.
-¿No, en serio? Me pregunta.
-Ahi lo dice. Le señale en mi celular en la aplicación.
-Ella Solá. Repite.
-No debes decir la doble elle, solo suena como una ele arrastrada. Le explicó cómo se pronuncia mi nombre.
-Entiendo. Descansa, ya vengo. Me dice dejando su mochila y tomando la mía.
Me senté en la silla sin ánimos, siento que todo me abruma, creí que podría lograrlo, pero no es así, me siento superada por todo.
¿Qué voy hacer? Me preguntó.
Si no fuera por este joven, aún estaría sentada en esa banca, me quito la campera anti lluvia, me ato el cabello y me voy al baño a lavarme la cara. Miro ese pequeño espacio, con un inodoro, la ducha y el lavado, todo compacto, un pequeño espejo colgando.
Al salir ví cerca de la cabecera de su cama un cuadro con la foto de él, vestido con un uniforme de un azul oscuro, se ve que fue el día de su graduación, una señora mayor y un señor lo acompañaban.
¿Serán sus padres? Me pregunte.
Vi que tenía un par de platos sucios y una sartén, por lo que le limpie en el lavado cerca de la pequeña cocina que estaba atrás de una pared divisoria hacia el fondo de la habitación, y en la puerta que daba a un pequeño patio trasero tenía su ropa colgada en un extendedero portátil, además tenía como un parrillero, que se ve hace asado cuando tiene oportunidad, aún había restos de carbón quemado.
-Ya entregué. Lo escuché atrás de mi.
-Te lo agradezco. Le dije con una sonrisa.
-Te llegó un mensaje de una tal Beth que lleva a sus sobrinos con ella a la casa, porque el papá paso a buscarlos. Me muestra.
-Si, es mi hermana que cuida a mis bebés. Le respondí.
-Cuantos años tienen. Me pregunta.
-Mi primogénito tiene dos años se llama Aquiles y mi niña un año, se llama Mila. Le respondí con la voz ahogada, me tapó la boca, sin poder evitar que las lágrimas surjan.
Él me abraza como para consolarme, no lo rechazo, en este momento lo necesitaba.
-No se que voy hacer, no tengo un trabajo fijo, deje el mío para cuidar a mis bebés, no termine mi carrera. Le cuento entre lágrimas.
-¿Por qué no la terminaste? Me pregunta.
-Mi madre enfermo, y me dedique a ella, estaba en el último año, solo debía rendir los exámenes, pero perdí la regularidad, ya pasó mucho, con los bebés no tengo tiempo. Ella quiso conocer a su nieta, aguanto por Mila, y al cumplir un año mi hijita, mi madre falleció. Le cuento.
-Puedes retomar. Me dice.
-No tengo la energía, no se. Le respondo.
-Nunca es tarde, y si no te faltaba nada, puedes hacerlo. Me aconseja.
-Ahora no tengo cabeza, con esto que se me reveló de mi esposo, fui una tonta al creer que cambiaría por mi, por sus hijos, solo se volvió más bueno mintiendo. Le digo.
-¿Te engaño antes? Me preguntó con asombro.
-Creeras que soy una tonta por perdonarlo. La verdad que cuando lo conocí estaba saliendo de una relación difícil y lo ví como una segunda oportunidad, creí que la vida me sonreía, pero no era así, él tenía una relación tóxica con esa mujer, los dos peleaban, pero se entendian en la cama, nunca lo entendí, si no se llevaban bien, como explicaban que hacían lo que hacían. Ella se casó con otro, él en un despecho me lo pidió, acepte, no porque lo quería, sino porque mi ex me molestaba y quería que deje de hacerlo, pude haber hecho otra cosa, no casarme, en ese momento no pensé con claridad, fui impulsiva. Le cuento para desahogarme.
-Si no lo quieres porque lloras por él. Me pregunta.
-Me duele la traición, en vez de engañarme podía ser sincero, pero él no quiere ser el malo de la película, va a buscar culparme, como siempre. Podía haberme dicho que se iría con ella y no hacerme sentir mal, agobiada, cargandome de problemas, en vez de soluciones. Prohibiendonos viajes, salidas, para que no me vean con él, con la excusa de que los bebés son chicos o que no hay dinero para eso.
-Y pagale con la misma moneda. Me sugiere.
-No podría, tengo vergüenza de mi físico, me quedo una cicatriz por la cesárea. Le cuento con vergüenza.
-Te hicieron cesárea. Me dice.
Suspiro asintiendo.
-Me enseñas. Me pide.
-No, no podría. Le digo.
-No te pido que te desvistas, solo que me muestres. Me dice.
-No como crees. Le digo.
-Si vas a la playa andas en bikini, haz de cuenta de que es lo mismo. Me dice
Los colores invadieron mi rostro, sentía que mis mejillas ardían.
Suspiré hondo, con ganas de correr, pero mis pies parecían clavados en el piso.
Al levantar la mirada lo tenía muy próximo, me poso un beso intenso en los labios.
-Tienes unos labios muy tentadores. Me susurro.
-Ya debo irme. Le digo nerviosa.
-Me tienes aquí y ahora, no me volverás a ver, pero no es justo que se burlen de ti. Me dice.
Esto no se veía bien, no estaba bien, pero mi cuerpo no me responde, "debo irme ya", me repetía.
Tiemblo ante sus caricias en mis brazos, su aroma a limpio invade mis fosas nasales, mi corazón late frenético.
Volvió a besarme y está vez le correspondí, lo bese con una sed de sentirme deseada, querida por una vez, con Homero solo era un mero trámite, como para cumplir con el contrato matrimonial.
-No me equivoqué, sabes dulce. Me dijo.
Sin decir nada me aparte de él tome mi mochila y salí de ahí como si emprendiera una carrera. Al estar en mi moto me di cuenta, que no tenía la llave.
-Si la quieres, solo dame cinco minutos. Me dijo.
(ELLA SOLÁ)
(HOMERO)