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Tuve Un Hijo Con Un Villano

Tuve Un Hijo Con Un Villano

Status: En proceso
Genre:Romance / Posesivo / Arrogante / Época / Embarazo no planeado / Villana
Popularitas:38.3k
Nilai: 5
nombre de autor: AMZ

Tras una noche en la que Elisabeth se dejó llevar por la pasión de un momento, rindiendose ante la calidez que ahogaba su soledad, nunca imaginó las consecuencia de ello. Tiempo después de que aquel despiadado hombre la hubiera abrazado con tanta pasión para luego irse, Elisabeth se enteró que estaba embarazada.
Pero Elisabeth no se puso mal por ello, al contrario sintió que al fin no estaría completamente sola, y aunque fuera difícil haría lo mejor para criar a su hijo de la mejor manera.
¡No intentes negar que no es mi hijo porque ese niño luce exactamente igual a mi! Ustedes vendrán conmigo, quieras o no Elisabeth.
Elisabeth estaba perpleja, no tenía idea que él hombre con el que se había involucrado era aquel que llamaban "el loco villano de Prusia y Babaria".

NovelToon tiene autorización de AMZ para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capitulo 1

Era un día habitual en la vida de Elisabeth, buscar leña, mantener el fuego, acarrear agua, cocinar algo caliente y, cuando el tiempo lo permitía, preparar sus hierbas medicinales para venderlas en el pueblo. Falko, su perro lobo, la seguía a todas partes, incluso dentro de la cabaña; si ella se movía, él hacía lo mismo. Falko era su única compañía, junto a un viejo libro de poemas.

Pero ese día, la rutina se quebró. Mientras calentaba agua para un té, Elisabeth alzó distraídamente la mirada hacia el exterior. Al principio, solo distinguió una silueta oscura y tambaleante que emergía del bosque. Luego, la figura se hizo más clara, un hombre, vestido completamente de negro, se desplomó frente a su cabaña, dejando un rastro escarlata sobre la nieve.

Elisabeth dejó caer la taza que sostenía y salió corriendo, con Falko pisándole los talones. El viento invernal le azotó el rostro con crudeza, pero no le importó.

—¿Está bien? —gritó, aunque era evidente que el hombre había perdido el conocimiento.

Su cabello negro y sus ropas oscuras contrastaban violentamente con la blancura del suelo. Elisabeth se arrodilló a su lado y acercó sus dedos temblorosos a sus fosas nasales: aún respiraba. Falko, inquieto, rodeaba al desconocido gruñendo, como si intuyera una amenaza. Pero ella no lo notó; su mente solo gritaba una cosa: — Si sigue aquí, morirá.

Con un esfuerzo sobrehumano, logró arrastrarlo hasta la cabaña.

—Eres demasiado pesado —murmuró entre dientes, resoplando mientras lo acomodaba sobre su cama.

El olor a sangre la envolvió entonces. Miró sus manos, estaban manchadas de rojo. Corrió hacia la cocina, agarró agua tibia, paños limpios y un puñado de hierbas antisépticas. Al regresar, por primera vez, reparó en la apariencia del hombre. Tenía un rostro esculpido a la perfección, con pómulos altos y una mandíbula fuerte, y un torso musculoso que delataba años de entrenamiento.

—No es momento para esto —se reprendió, concentrándose en la herida que sangraba en su costado. Parecía hecha con un arma afilada, quizá una daga o un cuchillo. Limpió la sangre con cuidado, aplicó las hierbas, suturo y vendó la lesión con tiras de tela.

Falko, aún receloso, se sentó junto a la puerta, vigilante.

Elisabeth observó al desconocido retorcerse en la cama, su rostro contraído por el dolor y la fiebre. —¿Quién eres?— se preguntó, pasando un dedo por su propia muñeca, como si buscara calmar una inquietud que no terminaba de entender. —¿Cómo terminaste así, sangrando y solo en medio de la nada?

Falko se acercó y apoyó su cabeza pesada sobre su regazo, emitiendo un gruñido bajo y continuo, casi como un lamento.

—¿Qué sucede, Falko? —murmuró Elisabeth, acariciando el pelaje áspero del animal—. Estás ansioso… ¿No te agrada el intruso? —El perro lobo clavó sus ojos amarillos en el hombre, las orejas tensas hacia adelante—. Lo sé, pero no podemos echarlo ahora. Moriría. —Sus propias palabras sonaron más frías de lo que esperaba—. Cuando se recupere, esto volverá a ser solo nuestro refugio.

Un repentino espasmo del hombre la sobresaltó. Se estremecía bajo las mantas, los músculos tensos, el ceño fruncido incluso en la inconsciencia. Elisabeth se inclinó sobre él y posó el dorso de la mano en su frente.

—Fiebre… —susurró.

Al bajar la mirada, notó que sus pantalones estaban empapados, ya fuera por la nieve derretida o el sudor. — Si no se los quito, empeorará—. Tragó saliva, sintiendo un calor incómodo subirle por el cuello. —¿Cómo voy a hacer esto? Quitarle los pantalones a un hombre… Ni en mis pensamientos más absurdos…

Cerró los ojos un instante, respiró hondo.

—No seas tonta —se reprendió en voz baja—. Es por necesidad, no por… otra cosa.

Con movimientos rápidos pero torpes, le desabrochó el cinturón y tiró de la tela mojada, evitando mirar más de lo estrictamente necesario. No tenía ropa de hombres, así que lo cubrió con dos mantas adicionales y apiló más leña en el fuego. La ropa empapada —ahora enredada en sus manos— olía a hierro, a bosque helado y a algo más, algo que le recordó a las hojas podridas bajo la nieve. La lavó con agua caliente y la colgó cerca de la estufa, donde el calor comenzó a levantar un vapor denso.

Mientras observaba cómo las gotas caían al suelo, Falko se recostó junto a la puerta, vigilante. Elisabeth no supo si era el crepitar del fuego o su propia voz la que susurró:

—Despierta pronto, forastero. No sé cuánto tiempo podré protegerte de lo que te persigue.

Tras el incómodo momento, Elisabeth apretó las manos contra su delantal, como si con ese gesto pudiera ahuyentar el rubor que aún le quemaba las mejillas. Respiró hondo, buscando calma, y se dejó caer en la silla de madera junto a la cama. Las llamas de la chimenea dibujaban sombras inquietas sobre las paredes, mezclándose con el ritmo agitado de su propio corazón.

Falko, siempre atento, se acurrucó a sus pies, apoyando el hocico sobre sus botas. Era su ritual, cada noche, ella le leía un poema. Pero esa vez, la voz no sería solo para él.

—Hoy tenemos compañía, Falko —murmuró, pasando las páginas gastadas del libro con dedos que temblaban levemente—. Aunque no creo que nos escuche.

El poema que eligió hablaba de un amor perdido, de promesas rotas bajo la luna. Las palabras fluyeron en un susurro, como si temiera despertar al desconocido:

— …y en la noche sin estrellas, tu nombre fue la última mentira, que mis labios pronunciaron…

Al terminar, el silencio se hizo más denso. Elisabeth cerró el libro con un golpe seco.

—Eso es horrible —confesó, más a sí misma que a nadie—. ¿Por qué recordar el dolor cuando ya duele tanto vivirlo?

El hombre en la cama no respondió, pero por un instante, Elisabeth imaginó que su expresión se tensaba, como si las palabras hubieran tocado alguna herida oculta en su inconsciencia. Falko lanzó un gemido bajo, frotando su cabeza contra su pierna.

—Lo sé —acarició el pelaje del animal, sin apartar la mirada del desconocido—. Los poemas tristes siempre saben a verdad.

Fuera, el viento aulló entre los árboles, arrastrando nieve contra los cristales. Elisabeth no supo si era el frío o el peso del poema lo que le erizó la piel.

A unos kilómetros de la cabaña de Elisabeth, la tormenta arreciaba con furia. Los jinetes avanzaban con dificultad, sus capas negras ondeando como sombras contra el manto blanco. Al frente, Sir Rolf Breener, con el rostro oculto tras un paño grueso, maldijo entre dientes mientras su caballo pisoteaba la nieve virgen.

—¡Maldición! La nieve ha cubierto los rastros —rugió, apretando los puños alrededor de las riendas. Su aliento formaba nubes densas en el aire helado.

A su lado, Sir Gregor Hass, escudriñó el bosque con mirada escéptica.

—Probablemente lo haya cubierto a él también —señaló con un gesto hacia la espesura.

—Ese bastardo al fin está muerto —masculló Gregor, ajustando el guantelete de su armadura.

Pero Rolf no se convencía. Giró hacia su compañero, y aunque solo sus ojos eran visibles entre los pliegues de la tela, el brillo de sospecha en ellos era inconfundible.

—¿Creés que esa bestia moriría tan fácilmente? —gruñó—. Deberíamos seguir buscándolo.

Gregor señaló el cielo, donde los copos caían en espiral, cada vez más espesos.

—¿No ves esta maldita tormenta? A menos que seas inmortal... —hizo una pausa, escupiendo al suelo—. Herido como quedó, no hay manera de que sobreviva.

Por un momento, solo se oyó el crujido de la nieve bajo las patas de los caballos y el gemido del viento entre los árboles. Finalmente, con un gruñido de frustración, Rolf tiró de las riendas.

—Que los lobos se lo lleven entonces —escupió.

Los hombres dieron media vuelta, sus siluetas desapareciendo gradualmente en el vendaval, mientras la nieve borraba sus huellas como si nunca hubieran estado allí.

1
birrahelada
AAAAAAHHHH no sé si sentir, emoción, alivio, alegría o qué
Flor Rui3
a mí se me hace que ese doctorcito le hizo algo al bb que se enfermo de repente no creen
Laura Aguado
WoW,m ha gustado mucho este capitulo ❤️❤️❤️
Nena
Va a arder Troya, si al que ella le cortó la oreja, lo colgó, va a ser capaz de mucho, contra el Kaiser y su princesita no será fácil si le llegan a tocar un cabello a sus amores....porque si ese hombre en su brutalidad y locura la quiere🥰🥰🥰🥰
Aracelis Durango
Menos mal Dietrich llego a tiempo ahora que revisen al bebé y se den cuenta que Heinri lo enfermo a propósito ja pobre se llamaba
FairyTessa
yo digo que le dara el lugar de la señora de la casa y su heredero .... aunque no es bueno con las palabras si con las acciones....
Mitsuki G
En verdad espero que esté Dietrich le demuestre con acciones no es quien todos dicen que lo juzgan y sobre todo que vea que es un buen compañero para ella y su hijo y cuando llegue a su hogar este Dietrich defienda a su hijo como a Elizabeth que será su esposa no una simple concubina si esa que se apropió de su hogar la saqué de ahí el cumplió hará que le cumpla si no quiere tenerlo de enemigo que esa loca ni sueñe de ser la concubina que no la acepte que se ponga ahora sí al brinco le ayudo merece ser libre con su mujer en verdad que la corra con todas y sus cosas
Alma Delia Morales
Y cuando llegué a casa y vea a Amlis adueñandose de todo que hará???
Yecenia Aguirre González
Y a cada momento se pone más fuerte la situación Diooooooosss
Alma Delia Morales
Ese médico es una verdadera porquería un lobo con piel de oveja
Marcy Mireille Avendaño Bendezu
👍🏻
Ginebra
Y la fiebre del bb
Traía médicos con él Dietrich
Q pasara si ese doctor q hecho le hizo algo y a ella la intimido con el bb y lo dejo ir así como así
Autora denos más capítulos /Chuckle/ jejejeje q intrigada me quede /Shy/. Gracias por su Novela.
FairyTessa
solo espero que la loca no les haga nada al enterrarse de su existencia
eva quispe
silencio! empezó mi novela favorita
rutyy A H
es genial
Aracelis Durango
Ese doctorsito enfermo al bebé a propósito JA deja que Dietrichk se entere no la cuenta, mejor dicho ya es difunto jejejejejejeje
Jadella🦋
Espero que ellos puedan hablar y entenderse y proteger a su bebé
Yecenia Aguirre González
Diiiiosssss esto se puso color de hormiga!!!!! maratón maratón maratón maratón
Nena
El sabe que no actuó correctamente, pero ya aceptó que la quiere en su vida, por eso la buscó, según él necesitaba arreglar las cosas primero, pero la princesa loca no se la quiere poner fácil....tienes trabajo para ganarte a tu amada Dietrich🥰🥰🥰
JOGXANDY BELLO
oh doctorcito eres inteligente y me caes bien pero como veras este loco no juega carrito, no deberia desafiarlo.! jejeje vete antes que sepan q enfermaste a el niño
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