Capítulo Tres

—¡No mientas! ¡Odio que me mientan! —Lydia grita indignada, mientras le da un golpe seco a la mesa con su mano. —Ya lo sé todo, en este informe está toda tu vida. Ahí dice hasta quién fue tu profesora en el kinder en un pueblo cafetero de Colombia llamado Santuario. ¡Así que canta, pajarito!

Antonio sabía que era inútil mentir; si la jefa estaba diciendo su nombre, es porque era verdad que en esa carpeta está toda su vida. Hasta el nombre de su partera debe tener.

—Doc, doctora. Sí, sí, tiene razón. Yo, yo soy An, Antonio Duarte, pero el que esté usando otro nombre tiene su ex, explicación. —Antonio estaba que se meaba del susto y Lydia solo se reía en su cara, poniéndolo más nervioso.

—¡Ya! ¡Deje de tartamudear que me estresa! En fin, lo hice venir para hacerle una propuesta; es solo aceptarla o, de lo contrario, será deportado a Colombia y su primo encarcelado. —Lydia daba miedo.

«Con razón le dicen La Bruja», pensaba Antonio.

—Doctora, ¿cuál propuesta? —Antonio tomó aire antes de hablar; si vuelven a pegarsele las palabras, lo que va a recibir ahora no va a ser un grito, sino un golpe.

—Qué bueno que ya habló bien. Así me gusta. —Lydia tomó otra carpeta y se la pasó a Antonio. —Léela y al final pones la firma.

Antonio se la recibió y empezó a leer.

—¿Contrato de matrimonio? —preguntó confundido.

—Sí, vas a ser mi esposo. Pero bien pueda, sigue leyendo. —Antonio sudaba frío y, mientras más leía, más confundido estaba.

—Doctora, ¿está segura de hacer todo esto? —Antonio le pregunta a Lydia al terminar de leer el documento. —¿Casarnos y tener un hijo?

—Más que segura. A usted le conviene y a mí también. Ya lo investigué, como ya le dije. Sus exámenes de laboratorio de ingreso a la empresa están bien y sin ETS. Si lo desea, yo le muestro los míos. —Lydia le contesta de lo más tranquila, como si estuvieran hablando del clima.

—Pero, ¿cómo es eso de que me va a dar esta empresa? ¿Eso no es demasiado? Con que me pague el tratamiento de Anthony, quedo satisfecho. Eso para mí es más importante que esta empresa. —Lydia, admiró que Antonio piense primero en su niño y no ambicione poder y dinero.

—Es necesario hacerlo ver como un gran empresario; se le va a crear un pasado y una posición económica. Su niño será trasladado acá y será tratado con los mejores especialistas. Y el contrato se terminará en un año o antes si me embarazas. —Antonio solo escuchó la parte del tratamiento de Anthony, y ya para él era un motivo más que suficiente para firmar.

Así que tomó el lapicero que le estaba entregando su jefa y firmó el documento. Luego Lydia le hizo poner la huella y así legalizar el documento, además de firmar un anexo de confidencialidad.

Una vez firmados los documentos, llamó a Orlando y a Wendy a la oficina. Y estos inmediatamente entraron.

—Como ya escucharon detrás de la puerta, les voy a decir qué sigue. Orlando, ya tienes los datos de Antonio para que le construyas un pasado, y tú, Wen, te vas a encargar de que parezca un millonario. Así que manos a la obra. —Orlando y Wendy se quedan mirando a Lydia como si le hubiera salido otra cabeza. Sí, es verdad que estaban escuchando detrás de la puerta. Pero lo que estaba pidiendo Lydia los tenía confundidos. —Esto es lo que necesito que crea la junta. —Lydia les pasa a cada uno una carpeta con todo lo que deben hacer, con pelos y señales.

—Jefa, ya me pongo en esta tarea. —Le contesta Orlando, ojeando los papeles que hay en la carpeta. Y salió de la oficina rumbo a su cuarto de informática.

—Lydia, pero ya tienes todo organizado. ¿En qué momento hiciste todo esto? —Wendy también leía las hojas de su carpeta. —Hasta penthouse le tienes al feito.

Wendy, de imprudente, habla sin parar, sin respetar que aún sentado, como un niño regañado, está Antonio, que solo escucha, pero nada entiende.

—Wen, ya sabes cómo soy yo. Todo lo que yo planeo debe ser perfecto. Así que vete con Antonio a “Musa” qué ya Karen te esta esperando, y buscas en su línea masculina todo lo que necesita para verse como un prestigioso hombre de negocios. Y que todo lo carguen a mi cuenta. —Lydia le ordena a Wendy y esta sale de la oficina.

—¡Oye! ¿Antonio es que te llamas? —Este la mira con nervios y asiente. —¿Qué esperas, niño? Vamos, que es para ayer.

Antonio se para de su silla, y sus pies parecen gelatina, pero armado de valor, sale detrás de Wendy. Juntos bajan por el ascensor hacia el garaje privado y se suben al auto de gerencia.

—Bernardo, llévanos a Musa, en Bal Harbour. —Wendy le pide al chófer.

Mientras que Wendy va a conseguirle un nuevo guardarropa a Antonio, Lydia realiza unas cuantas llamadas importantes. Cobra algunos favores que le deben y contacta a los mejores especialistas en cáncer infantil en Miami.

En dos horas ya tenía todo dispuesto para que el pequeño Anthony fuera atendido en el Miami Cancer Institute, a cargo del hematooncólogo pediatra, el Dr. Thomas Young. Luego, solicitó a Orlando que le consiguiera la visa y demás documentos requeridos para que Anthony viajara con su “suegrita”, la señora Marina.

Antonio se probaba trajes, camisas, pantalones y demás accesorios que Karen, la dependienta de la boutique Musa, le pasaba, la cual estaba encantada de hacer su venta del día. Una clienta como la señorita Lydia Kidman no se puede dejar pasar en vano, y gracias a que la ha atendido de la mejor manera cada vez que ella va a hacer sus compras, es que ella ha podido ganar sus buenas comisiones.

—Karen, ¿qué dices? ¿Mejoró Antonio con el nuevo guardarropa o sigue maluquito de mirar? —Wendy le pregunta a la vendedora, aprovechando que Antonio se fue a cambiar de atuendo por enésima vez.

—Mmmm, señorita Wendy, ¿quiere la verdad o la mentira? —Karen no sabía qué decir. Ya Wendy le había hecho firmar un documento de confidencialidad, y por eso sabía que el chico que estaba en el cambiador era el nuevo prometido de la señora Kidman, así que ya no sabía si podía hablar libremente de lo que pensaba.

—La verdad, Karen. Dime la verdad. —Ya Wendy se estaba exasperando.

—Bueno, si cambio, para que. Pero aún le falta un poquito para estar a la altura de la belleza y elegancia de la señorita Kidman. —Karen le dice sinceramente y en ese momento llega Antonio con un diseño de Axel Darko y con un costoso reloj de la colección masculina Yumipeva, y zapatos de la diseñadora Momys. Todo superlujoso y elegante.

—Señorita Wendy, este ya es el último traje. ¿Será que ya terminamos? —Antonio ya estaba desesperado; él jamás se había probado tanta ropa en su vida. Además, cuando vio los precios, casi se va de cabeza.

—Mira, Antonio, te voy a dar un consejo ahí de gratis. Niño, aprovecha la oportunidad que se te está dando. ¿O prefieres estar en un avión de vuelta a Colombia como un fracasado? No, ¿cierto? Y si, ya nos vamos, yo también estoy cansada. Karen, ya sabes, todo a la cuenta de la jefa y envías todo a esta dirección. —Wendy se despide y le entrega una tarjeta a Karen con la dirección del penthouse que va a ocupar Antonio.

Wendy sale de la boutique y detrás de ella Antonio. Él es muy callado y no sabe si preguntarle a dónde van a ir. Se suben al auto en el que llegaron y Wendy le da indicaciones al chófer.

—Bernardo, llévanos al Brickell Flatiron. —Bernardo mira a Wendy por el espejo retrovisor y esta solo levanta los hombros. Ese edificio queda cerca de Kidman Nexus, y Lydia compró allí un penthouse, también de manera anónima en una subasta. Wendy no tiene ni idea de por qué su jefa quiere que Antonio se instale allí, pero órdenes son órdenes y a Lydia es mejor no llevarle la contraria.

Al entrar al edificio, una lujosa recepción les da la bienvenida. Antonio, mira todo deslumbrado. Jamás había visto en su vida tanto lujo. Luego subieron por el ascensor hacia el piso cincuenta y al abrirse ya estaba Lydia esperándolos con Orlando.

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