Capitulo III Tabla de salvación

Punto de vista de Aria

Llegué a la escuela como todos los días, con el peso de la rutina sobre los hombros. Caminando por los pasillos, deseando escapar, choqué con la engreída de Clara. Al verme, una sonrisa de burla se dibujó en su rostro.

—Miren nada más, ¿quién está aquí? La estúpida nerd —dijo, lo suficientemente alto para que todos la escucharan.

Traté de ignorarla, pero su mano me sujetó el brazo con fuerza.

—¿Quién te dio permiso de irte? ¿Crees que no vi cómo mirabas a mi novio anoche?

Un escalofrío me recorrió la espalda. Clara estaba gritando a los cuatro vientos que me gustaba Ethan. La gente a nuestro alrededor empezó a reír y a señalarme. Sentí que me encogía, que me hacía más pequeña, preguntándome cómo era posible que me trataran así siendo la hija de quien era.

Me solté de su agarre con un empujón que casi la hace caer. —Nunca más vuelvas a tocarme —grité, y el pasillo se quedó en un silencio sepulcral.

Recogí mis cosas del suelo y corrí en dirección contraria a mi salón. Subí a la azotea, donde las lágrimas que había contenido empezaron a brotar. Me sentía expuesta y humillada, como si hubieran robado mi intimidad para exhibirla ante todos. No podía parar de llorar.

De pronto, un pañuelo apareció frente a mí. Al levantar la mirada, me encontré con esos ojos oscuros y profundos por los que estaba llorando.

—Gracias, pero me voy —dije, poniéndome de pie.

Ethan me tomó de la mano para detenerme.

—No hagas caso a las idioteces de Clara. Ella solo ve la superficie, tú eres mucho más —sus palabras me causaron una gran confusión. Me pellizqué el brazo, intentando convencerme de que no estaba soñando. El viento frío me recordó que todo era real.

—Para ti es fácil decirlo... No fue a ti a quien humilló en público.

—¿Tan malo es que te guste? —Su voz, un susurro ronco, hizo que mis mejillas ardieran.

—Olvídalo, no es cierto. No me gustas, ni nunca me has gustado —dije, buscando una salida.

—Tus mejillas dicen lo contrario.

Ethan pasó las yemas de sus dedos por mi rostro, dejándome sin aliento.

—Por favor, déjame ir. Yo no debería estar aquí.

—Yo quiero que estés aquí. Me gustaría probar el sabor de tus labios —susurró, inclinándose hacia mí.

—¿Estás jugando conmigo? —pregunté, aunque ya conocía la respuesta.

En ese instante, Clara apareció, riendo a carcajadas y grabando con su celular. Miré a Ethan con una mezcla de desprecio y dolor, lo empujé con fuerza y salí corriendo. No volví a mirar atrás. Salí de la escuela, decidida a no regresar nunca más.

Punto de vista de Ethan

Había pasado la noche leyendo el diario de Aria, que había tomado de su habitación.

 Con cada palabra, sentía algo distinto, algo que nunca había experimentado. Sus escritos me transportaron a un universo de dolor y rechazo, revelando una belleza melancólica que me conmovió profundamente.

Al amanecer, me dirigí a la escuela, pero antes hice una parada para devolver el diario, sintiendo que no me correspondía seguir leyendo su alma. Cuando llegué a la escuela, vi a Clara atacándola, pero esta vez Aria se defendió.

La vi correr hacia la azotea y la seguí usando mis habilidades, lo que me permitió llegar antes que ella. La escuché llorar con un dolor tan puro que, por primera vez, sentí empatía por un humano. Me acerqué con cautela, le ofrecí un pañuelo, pero ella lo rechazó apenas me vio.

Quiso irse, pero la detuve. Quería tenerla cerca más tiempo. Comencé a coquetear, una técnica que nunca me había fallado, pero con ella fue distinto. Aria no cayó en mis brazos, en cambio, intentó huir. Cuando logré convencerla de que se quedara, la inoportuna de Clara apareció, grabando y burlándose sin contemplación. Jamás había visto a un humano tan cruel, y eso que apenas salía de la adolescencia.

—Ella de verdad pensó que alguien como tú se fijaría en su horrible cara —se burló Clara, y la rabia que sentí era inmensa.

Mis manos se convirtieron en puños, intentando controlar el impulso de revelar mis verdaderos poderes. Clara seguía grabando, y Aria, llena de dolor, salió huyendo del lugar. Yo fui tras ella.

—¿Qué te pasa con esa nerd? ¿Acaso te gusta? —preguntó Clara, deteniéndome con frialdad—. Si te vas tras ella, esto se acaba aquí y ahora.

—¡Perfecto! —exclamé, soltándome de su agarre. No sería una humana quien dominaría a un ser de cientos de años.

Corrí detrás de Aria, pero no pude alcanzarla. Subí a mi motocicleta y rastreé el dulce olor a flores que emanaba de ella. La encontré en una parada de autobuses. Me detuve frente a ella, le extendí un casco e la invité a subir.

—Déjame en paz, vete con tu novia y no me busques más problemas —su voz temblorosa me conmovió.

—Déjame demostrarte que no soy como ella. Ya que no entraremos a clases, al menos salgamos a divertirnos —dije, ofreciendo mi sonrisa más cautivadora.

Un auto negro se acercaba a la distancia. Noté que Aria se ponía nerviosa, así que tomó el casco y se lo colocó rápidamente, subiendo a la moto.

—Vámonos rápido, por favor —suplicó.

Sonreí, sabiendo que había conseguido lo que quería. Puse en marcha la moto y nos alejamos de la escuela. Conduje hasta lo alto de la montaña que rodeaba el estúpido pueblo, hasta mi lugar favorito: una cascada oculta.

—Llegamos —dije, ayudándola a bajar.

—Estamos muy lejos del pueblo —comentó con nerviosismo.

—Solo quería un momento de privacidad contigo, aquí nadie nos molestará.

Intenté acercarme a ella, pero retrocedió.

—No te confundas, solo vine contigo porque estaba huyendo de mi mamá. Nada más.

Sus palabras me bajaron de la nube en la que me había subido.

—O sea, me utilizaste para escapar de tu casa.

Sonreí ante la ironía. Yo pensando que había caído rendida a mis pies y, en realidad, solo fui su tabla de salvación.

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