Tres

La luna, redonda y pálida, se colaba entre las ramas del fresno de la vecindad, iluminando el patio central. Desde la ventana de un departamento cercano salía una rola lenta de Caifanes, casi apagada, mezclada con el olor a garnachas de la calle.

Más abajo, el rectángulo blanco de una cancha de fut rápido brillaba bajo la luz artificial, mientras la alberca comunitaria, vacía y cuarteada, esperaba con paciencia la llegada del verano.

En el primer piso, frente a un espejo manchado de rimel seco, estaba Mariana. No muy alta, piel clara que parecía siempre rozada por el sol, y unos ojos azul grisáceo que destacaban en medio de su cabello teñido de rubio. Se veía indecisa, con un montón de ropa tirada en la cama y los cajones abiertos como si los hubieran asaltado.

—¿Te vas a poner la camiseta negra del tianguis? —gritó Daniela desde el cuarto contiguo.

—No sé —contestó Mariana, mordiéndose el labio.

—¿Y los pantalones azules Levi’s falsos, los que compramos en Tepito?

—Tampoco sé…

—¿Y las mallas que te regaló la tía?

Daniela apareció en la puerta, con una paleta Payaso a medio terminar en la mano. Entró pisando un par de Converse gastados que estaban tirados en el piso, todos de la misma talla 4.

—¡No! Eso no te lo pongas, me encanta cómo se me ven a mí.

—Pues me los voy a llevar de todos modos.

Mariana se levantó de golpe, plantándose con las manos en la cintura.

—Lo siento, pero nunca me los he puesto…

—¡Pues ya te hubieras animado antes! —replicó Daniela con picardía—. Ahora me los dejas bien aguados.

—¿Y qué? —Mariana se defendió, con ironía—. Tú me dejaste toda chueca mi falda azul de mezclilla.

—Esa la aflojó el güey con el que saliste, ¿no? —soltó Daniela con malicia, alzando una ceja.

Mariana tragó saliva y evitó la mirada de su hermana.

—Ay, Xime, casi ni pasó nada.

—Ajá, sí cómo no… por algo ya no me queda igual la falda.

—Pura finta, Dani. ¿Qué te parece esta blusa rosa debajo de la chamarra de mezclilla?

—¡No cambies de tema! Cuéntame qué pasó con ese tal “Chucho el Brandelli”.

Mariana suspiró, dándose cuenta de que su hermana menor no iba a soltarla.

—Bueno, ¿te acuerdas que le dije a mamá que iba a estudiar con la Pao?

—Sí… ¿y?

—Pues en realidad me fui al cine con Chucho.

Daniela abrió los ojos, incrédula.

—¡¿Y?!

—Nada, la neta ni la película estaba buena ni él tan interesante.

—Ajá, pero ¿y mi falda?

Mariana sonrió nerviosa, jugando con un mechón de su cabello.

—Pues mira, la peli llevaba como diez minutos y ese güey no dejaba de moverse en la butaca. Yo pensé: “No es la incomodidad, este cabrón ya quiere pasarse de lanza.” Y sí, poquito después se corrió hacia un lado y me pasó el brazo por los hombros…

Daniela la miraba entre sorprendida y emocionada, como si le estuviera contando un chisme de novela de Televisa.

—¿Y luego?

—Luego nada, me dio flojera y mejor me puse a ver la peli.

Se hizo un silencio, roto por el rugido de un microbús que pasó por Insurgentes, lleno de luces verdes en el tablero, con el letrero de “Perisur – Metro Hidalgo” parpadeando.

Mariana cambió de tema de golpe, señalando una prenda en la cama.

—¿Y si me pongo el vestido verde con botones enfrente?

descargar

¿Te gustó esta historia? Descarga la APP para mantener tu historial de lectura
descargar

Beneficios

Nuevos usuarios que descargaron la APP, pueden leer hasta 10 capítulos gratis

Recibir
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play