Me quedo dormida. No supe en qué momento, solo recuerdo que mis párpados se hicieron pesados, mi mente se sumió en el cansancio, murmullos lejanos y el ardor en las muñecas. El dolor había sido calmado por el sedante, por el cansancio acumulado, por las lágrimas que me escurrían por dentro. Dormí… tal vez por horas. Tal vez por días. No lo sé.
Hasta que escuché mi nombre, un susurro tembloroso, cargado de miedo y amor.
—Ale… mi niña… — una voz cálida.
Parpadeé lentamente. La luz era baja, pero aun así lastimaba mis ojos. Poco a poco, la imagen frente a mí se hizo clara: la abuela de Ronan estaba a mi lado. Tenía los ojos enrojecidos y el rostro bañado con signos de que había llorado. Cuando me vio despierta, soltó un suspiro entrecortado y se lanzó a abrazarme como si yo fuera lo más frágil del mundo. lo fui pero no más.
—No vuelvas a hacerlo, Alejandra, por favor. Si alguna vez te sientes mal, háblalo conmigo. Para eso estoy aquí. Sabes que puedes contar conmigo. No tienes idea del miedo que sentí… creí que te había perdido.
Asentí despacio, sintiendo cómo mis brazos aún estaban entumecidos por los vendajes. Apenas si podía moverlos.
—Ronan está de viaje —agregó después, con esa voz tratando de calmarme— Pero se que la noticia de que estás bien lo alegro mucho, lo escuché preocupado.
No pude evitar sonreír débilmente. No era la primera vez que ella me decía cosas así, se que es mentira como la vez de las fotografías que puse cuando me dijo que a Ronan le habían gustado, siento que lo dice solo para hacerme sentirme bien.
Intento incorporarme, pero el ardor en mis muñecas me hace gemir de dolor. La abuela me mira preocupada, su rostro lleno de preocupacion.
—¡Ayuden a mi nieta! Se quiere sentar. —ordena con voz firme.
Dos hombres altos, de traje oscuro y expresión severa, se acercan con rapidez. Son sus guardaespaldas personales. No era solo la abuela de Ronan, era la CEO de una de las empresas más poderosas del país. Y ahí estaba, dando órdenes para que me trataran como si fuera su propia sangre.
—Despacito, no la vayan a lastimar —advirtió con dulzura, pero sin perder su tono imponente.
Uno de los hombres era Iván. Lo reconocí de inmediato y le sonreí. Él me respondió con un gesto amable, aunque sus ojos delataban la tristeza de verme así. Me acomodaron con sumo cuidado sobre la cama. Apenas podía mantenerme sentada.
—Salgan, déjenos a solas —ordena ella y todos obedecieron sin cuestionar.
Cuando la puerta se cerró, agarró una bandeja con comida que alguien había dejado sobre una mesita.
—Come, por favor —dijo mientras colocaba la bandeja frente a mí.
Suspiré, no quería ser grosera con ella.
—Señora Castillo… —empecé, con voz baja—. En cuanto recupere algo de movilidad, ocuparé el lugar de mi padre en la empresa.
Ella me miró como si no esperara eso. Se quedó inmóvil unos segundos, pero luego asintió con una mezcla de orgullo y sorpresa.
—Claro. Yo he hecho lo que puedo para mantenerla en pie, pero desde que Ronan fundó su propia empresa, esta ha estado algo descuidada. Él apenas aparece, cada que le digo me responde que está al pendiente y yo ya soy vieja. Ya te había dicho que te hicieras cargo, pero querías ser una buena esposa, esperando a tu esposo en casa…
Me sonríe ampliamente, pero yo solo forcé la mia . Lo que había hecho por amor, ahora se sentía como una humillación disfrazada de entrega ahora lo veía claramente.
—¿Qué ocurrió? —me dice de repente, su voz casi quebrada—. ¿Te hizo algo Ronan? ¿Descubriste algo mas?
Negué lentamente. No quería hablar del tema, no ahora, no así. Y menos con ella, por alguna razón sabía que ella ya sabía.
—Por favor, trate de calmarse… Solo pasó. Le juro por la memoria de mis padres que no volveré a hacerlo.
Me miró largo rato, intentando leer más allá de mis palabras. Hasta que asintió, dolida.
—Si nada pasó… ¿por qué me sigues llamando "señora Castillo"? —me preguntó con tristeza—. Antes me llamabas "abuela". Así me conociste, así me hablaste siempre.
Tragué saliva. Era verdad. Siempre lo había hecho por Ronan, por respeto a su familia… pero también porque ella se lo había ganado. Sin embargo, seguir diciéndole "abuela" ahora que quería alejarme de él… me resultaba contradictorio.
—Entiendo que estés enojada con Ronan, pero yo no tengo por qué pagar por sus errores. Yo te quiero como a una nieta desde el primer día que conocí a tus padres… y me prometí protegerte. Ellos me lo pidieron.
Sentí que el corazón se me apretaba. ¿Cómo podía ser tan generosa? conmigo..
Asentí con suavidad. Me estaba costando contener las lágrimas.
—Tengo una cita importante. Pero por favor, come algo. Y aquí te dejo tu celular. Cualquier cosa, me llamas.
Lo dejó junto a mí, se acercó para besarme la frente y caminó hacia la puerta. Justo cuando estaba por salir, me armé de valor.
—Cuídate, abuela…
Se giró y me regaló la sonrisa más sincera y luminosa que había visto en mucho tiempo. Asintió con emoción antes de desaparecer tras la puerta.
Y esta vez, le dije "abuela" no por ser la abuela de Ronan. Sino porque ella se había ganado ese lugar. Porque ella sí estuvo cuando más la necesité. Aunque no sé si intentaba convencerla a ella… o a mí misma.
Tomé el celular con torpeza. El más mínimo movimiento dolía. Entré a mis contactos. Ahí estaba él, como siempre: Mi Amorcito.
Me dolió más borrarlo que haberme cortado. Pero lo hice.
Entré a WhatsApp. Solo había una conversación fija: la suya. Decenas, cientos de mensajes. "Buenos días, amor", "¿Qué quieres cenar?", "Te compré esto, pensé en ti", "Avísame cuando llegues". Mensajes llenos de amor, de dedicación. Algunos los había leído sin responder. Los últimos ni siquiera los había abierto.
Me temblaban las manos. La vergüenza me ardía en la garganta. Me había arrastrado sin dignidad. Como me dijeron una vez… "No te arrastras más porque ya no hay más piso."
Borré la conversación como si eso pudiera borrar la herida. Pero sabía que no.
Entré a los estados. Uno nuevo, de Isabela. Una foto en una cena elegante. Su mano sobre un brazo. Reconocí el reloj de Ronan: fue de su padre.
Le di "me encanta", por orgullo. Por dignidad. Por rabia. Porque borrarla sería admitir que me afectaba.
Mi celular vibró. Una llamada entrante. Era ella.
—Borraré el estado, no sea que esta vez saltes de un carro… Ups, perdón, eso ya lo intentaste —se burló con voz venenosa.
Cerré los ojos. Respiré hondo.
—Créeme, Isabela… lo que menos me importa es lo que hagas con Ronan.
—No te creo. ¿Qué planeas ahora?
—Estoy agotada, Isabela. ¿Qué te hace pensar que tengo energías para escuchar tus estupideces?
—Escúchame bien…
—Diviértanse. Y porfavor no me vuelvas a llamar.
Y colgué. Por primera vez, colgué.
Me quedé en silencio. El corazón me latía con fuerza, pero no de dolor. De decisión.
Esto había sido una prueba. Y la Alejandra que antes se tragaba sus lágrimas, que callaba los insultos y mendigaba amor… se había ido. Esta vez, las cosas serían diferentes. A mí manera
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Comments
Leydi Aguilera
excelente capítulo y muy triste 😥 porque la abuela de verdad la quiere y Alejandra debe de valorar ese amor
2025-07-23
2
Nelly Seila Gonzalez
esta chica si aprendió la lección y cambia su forma de ser y ahora van a conocer a la nueva Alejandra
2025-07-20
1
Maria Mongelos
Alejandra aprendió la lección, tal vez no la mejor manera pero gracias a ello se hizo fuerte
2025-07-21
1