«¿Es la realidad algo más que un concepto personal?.
Lo que llamamos "bueno" o "malo", "bello" o "asqueroso", no son más que ecos de nuestras propias creencias».
Atte: Mamá.
Aquella noche, Hemmet estaba absorto en la lectura de artículos en su habitación. Su escritorio, un caos organizado, estaba cubierto de periódicos, revistas, libros y cuadernos donde anotaba sus observaciones. La suave luz de un pequeño candelabro de cuatro velas iluminaba su lectura mientras bebía pausadamente un vino de su copa.
Toc. Toc.
Alguien llamó a su puerta.
-Adelante.
-Parece que no puede dormir -dijo una voz familiar, y Frank Shelford ingresó a la habitación con una copa en la mano y una botella de vino. Se acercó a Hemmet y sirvió un poco en la copa vacía del joven.
-Señor Shelford. Qué agradable visita -dijo Hemmet, levantándose de su silla para mostrar respeto al dueño de casa.
-Tranquilo, es tu casa también, no es necesaria tanta formalidad -respondió el señor.
-Bueno, de igual manera quería pedirle disculpas por lo de hace unas horas.
-¿Disculpas? ¿Por qué? Atrapó a quien estaba envenenando a mis mujeres. De hecho, venía a agradecerle por eso.
Hemmet volvió a su asiento. Estaba tranquilo, mostrando su confianza habitual.
-Es mi trabajo, señor. Siento que tuve suerte.
Frank soltó una carcajada.
-¿Suerte? Seguro lo supiste desde que entraste a la casa. La verdad es que usted es...
-¿Impresionante? -interrumpió Hemmet.
-Peligroso -dijo Frank, ahora con una seriedad pétrea y una voz completamente diferente.
Hemmet no se inmutó; solo dio un trago de su vino.
-Solo para quienes tienen cosas que esconder -respondió el joven con calma.
-Bueno... al igual que usted, yo tampoco soy ningún ángel -dijo Frank, apurando el vino de su copa.
El señor Shelford se disponía a salir de la habitación, pero Hemmet lo detuvo de nuevo.
-Fue usted quien me dio su hospitalidad. ¿Cómo podría ser capaz de decirle a todos que usted tenía una aventura con esa sirvienta? -Hemmet suspiró, tranquilo y con un aire de superioridad que contrastaba con su aparente calma.
Frank no se volteó. Quedó inmóvil por la sorpresa, dándose cuenta en ese instante de lo verdaderamente impresionante que era el joven. Una sonrisa se extendió en su rostro, de oreja a oreja, pero no de alegría, sino de miedo, de una ansiedad contenida.
Las cosas se van a poner interesantes, pensó.
-Creo que tu estadía aquí va a dar un giro en este mugroso lugar, joven detective. Me cae bien -dijo Frank finalmente, para luego marcharse sin mirar atrás.
Estoy en la palma de la mano del joven, pensó Frank. Pero... si yo estoy ahí, las demás familias deberán cuidarse. No tienen idea de lo que les espera...
El sol todavía no había salido por completo, y la mañana en el jardín estaba repleta de rocío.
Allí, a un costado de la mansión, junto a los árboles pero con un espacio suficiente, estaba Hemmet. Llevaba solo unos pantalones sueltos. Descalzo y sin camisa ni sudadera, practicaba movimientos de artes marciales.
Lento, tranquilo, respirando profundamente con los ojos cerrados, se movía de forma perfecta y cuidadosa, sintiendo cada parte de su cuerpo.
Mireia lo observaba detrás de un árbol para no ser detectada. No se asombró por la perfecta figura del joven, que normalmente ocultaba bajo su ropa, sino por los tatuajes en su espalda: dos manos, una femenina y otra masculina, grabadas en la parte trasera de sus hombros.
-¿Vas a seguir mirando? -preguntó Hemmet sin abrir los ojos ni dejar de moverse.
La joven se ruborizó.
-¿Cómo supo...?
-Escuché sus pasos desde que pisó el césped -interrumpió él.
Mireia se sentía avergonzada y, a la vez, sorprendida.
-Quería... agradecerte por lo de ayer. Aún sigo conmocionada por lo de Eve. La conozco desde que era una niña, de hecho, ella también lo era. Nunca creí que... -Mireia comenzó a llorar, las lágrimas brotando sin control.
-Al parecer aún no lo sabes, pero... -Hemmet por fin abrió los ojos para concentrarse en la frágil chica. -Aún no comprendes lo que es capaz de hacer la gente por amor.
-¿Amor? -preguntó la chica, confundida.
-No importa. Ahora te recuperarás y podrás vivir muchos años. Aprovecha la juventud como más desees -siguió Hemmet mientras se estiraba, terminando con sus ejercicios.
-De hecho... hay algo que sí deseo hacer -dijo Mireia, tímidamente.
Hemmet solo la observó, expectante.
-Déjame ayudarte. Quiero saber más sobre tu mundo, sobre ti -dijo la joven con vergüenza, pero con una determinación creciente en su voz.
Hemmet sonrió. -De hecho, iba a pedírtelo. Después de todo, un detective no es nada sin su Watson, ¿no es así?
Mireia abrió los ojos del asombro, pero la emoción la invadió. Sentía que sus sueños podrían hacerse realidad.
-¿Por dónde empezamos entonces? ¿Necesitas información de alguna familia? ¿Algún artículo? ¿Algo que saber del asesinato? ¿Quién era la víctima? ¿Sus contactos...? -Mireia no paraba de hablar, su voz atropellada por la excitación.
-¡Ey, ey, ey, tranquila! -dijo Hemmet.
-Lo siento, me emocioné.
-Bueno, ya sé dónde comenzaremos.
Ya era de noche, y ambos estaban en los suburbios, en uno de los rincones más oscuros de Londres, no muy lejos de Imgard. Se camuflaban con unos sacos grandes y algo sucios de color marrón, intentando ocultar su posición social.
-¿Dónde carajos me trajiste? -dijo la joven, asustada, pegada a Hemmet mientras temblaba.
-Bueno... como mi asistente, tienes que ayudarme a investigar.
Hemmet tocó una puerta de metal oxidada, y una rendija pequeña se abrió, revelando los ojos de un hombre.
-Millionaires are disgusting -dijo Hemmet.
Mireia lo miró sin entender. La rendija se cerró, y la puerta oxidada se abrió, dejándolos pasar a ambos. Mientras bajaban las escaleras, Mireia preguntó:
-¿Esa era la contraseña? ¿Cómo lo sabías?
-Lo deduje. A todos nos dan asco los millonarios.
-¿Qué?
-¡Es broma, es broma! -dijo Hemmet, riendo. -Digamos que el pueblo aborrece a la clase alta. Son solo prejuicios personales, un pensamiento colectivo; creen que por tener más que ellos son arrogantes y repudian a la clase trabajadora o humilde. Aunque a veces es cierto.
-¿Y tú qué piensas? -preguntó Mireia.
-Que cada persona es un mundo distinto. Si juzgo antes de conocer a alguien, me pierdo de mucha información enriquecedora.
De pronto, comenzaron a oírse gritos. Una muchedumbre.
-¡ACÁBALO! ¡PELEA! ¡GOLPEA CON FUERZA!
Unos escalones más, y habían llegado. Era un ring de lucha callejera. Más de cien personas observaban emocionadas, alentando y abucheando mientras dos peleadores se destrozaban el cuerpo a puñetazos.
Mireia se cubrió los ojos rápidamente.
-¡Ey, ey, te necesito aquí! -dijo Hemmet, quitando sus manos de la cara de Mireia.
-Lo siento, no me gustan mucho las peleas.
-Solo quiero que observes a los apostadores. Puede que entre ellos se encuentre algún miembro de Imgard.
-Está bien, solo observar -dijo Mireia mientras respiraba profundamente, tratando de tranquilizar su miedo.
-¡Así que eres tú!
Una voz se escuchó al costado de los recién llegados. Un hombre de traje, con algunos agujeros en el saco, apareció a un lado. Llevaba un sombrero negro alto y tenía manchas de carbón en la cara y las manos. Se acercó a Hemmet, a quien saludó con mucha confianza, como un amigo de toda la vida.
-¿Quién es él? -preguntó Mireia en voz baja.
-Ah, es mi...
-Marcus, para usted, preciosa -interrumpió el hombre, besando la mano de Mireia. -Es tu novia, Thomas?
Mireia estaba perdida. No entendía la situación, pero sabía que no debía decir nada.
-De hecho, sí -contestó el detective.
-¡Genial! Vino a ver cómo te dan una paliza -dijo Marcus mientras reía a carcajadas.
-¿Espera, paliza? -preguntó Mireia, sus ojos como platos, el miedo regresando.
Los gritos se elevaron cuando uno de los combatientes en el ring cayó al suelo inconsciente, cubierto de sangre, marcando el final de la pelea.
-Muy bien, es tu turno, mi amigo -dijo Marcus, dándole unas palmadas en la espalda a Hemmet para luego marcharse.
-¿Tu turno? ¿Qué quiso decir? -preguntó Mireia, ahora enojada, no solo asustada.
-Digamos que... -Hemmet comenzó a quitarse la ropa, quedando solo con sus pantalones. -Un detective necesita hacer cosas raras para obtener un poco de información.
Hemmet le dio su ropa a Mireia, quien seguía con la boca abierta, incapaz de articular palabra. Él le regaló una sonrisa y corrió para acercarse a un lado de Marcus.
Marcus se paró en el medio como presentador.
-¡Estamos listos para el siguiente combate?!
-¡Sí! -La muchedumbre alentaba con los brazos en alto, la sed de espectáculo en el aire.
-De este lado, tenemos a un recién llegado desde un lejano continente. Con ustedes: ¡Thoooooomaaasss!
La afición aplaudía, otros abucheaban.
-Y en la otra esquina... con veinte victorias por knockout y cero derrotas... ¡el poderosoooo, Victooooor!
Un gigantesco rubio apareció frente a Hemmet. Sus músculos estaban más que definidos. Sus brazos eran como troncos y sus manos parecían pesar más de veinte kilos.
Mireia temblaba del miedo, sintiendo q
ue a su compañero no le quedaba mucho de vida. ¿Qué carajos haces, Johan?, pensó.
Hemmet no mostraba expresión. Estaba indiferente, tranquilo, como si su oponente no le interesara en absoluto.
***¡Descarga NovelToon para disfrutar de una mejor experiencia de lectura!***
Updated 20 Episodes
Comments