Una vida por otra

Un llamado tras la puerta de mi despacho me obligan a ocultar cualquier información incriminatoria a los ojos del enemigo y le permito el acceso. Rápidamente, y con total imponencia, ingresa Einar, quien observa la pantalla directamente.

–¿Por qué tengo el placer de tenerlo en mi despacho?

Le enfrento, repasando con mi memoria dónde se encontraba ubicada mi arma y cuánto me costaría tomarla de vuelta antes de que este hombre me dispare bajo la más mínima sospecha de traición.

Einer dirige finalmente su mirada hacia mi dirección – El jefe lo requiere en su despacho ahora mismo.

Escupe, retrocediendo unos pasos sin soltar el pomo de la puerta, en otras palabras, o salía ya mismo bajo su vigilancia de mi despacho o estaría en problemas.

Suelto un suspiro de cansancio. Entre la recolección de información, el filtrar lo que Pier podría obtener de los Konan y lo que no y el entrenamiento físico, me había hacho un espacio de media hora para dormir.

Tomo rápidamente el cinturón de la Canana junto con la pistola y me la ato bajo el esmoquin, acción que llamó la atención de Einer, quien se mueve rápidamente y me bloquea la salida.

–A qué está jugando, señor – Reparo a responder, enfrentándome cara a cara a aquel hombre.

–Por qué tanta cautela – Señala, indicando con un leve movimiento de cabeza la Canana y la pistola – Tan solo verá al jefe.

Su actitud me entretiene. Es uno de los mejores asesinos que he conocido. Su instinto y experiencia ciertamente no son en vano. Sospecha que mis intenciones para con el jefe han cambiado, pero sin pruebas no puede atacar.

–Señor Einer, también soy un hombre de la mafia. Se me enseñó a manejar una pistola mejor que a muchos de ustedes y en combate cuerpo a cuerpo no soy menos que ninguno de los que pertenecen a esta “familia”. Así que, si algo llega a suceder dentro de esta mansión, no me voy a quedar de brazos cruzados cuando tengo las herramientas para proteger al jefe.

Sentencio, apelando a la protección del viejo, aun cuando lo hacía por mi propio bienestar. Si había sido descubierto no podía irme sin antes llevarme a ese maldito al infierno junto conmigo.

Mis palabras parecen ser suficientes como para obligarle a apartarse y escoltarme hasta el despacho de Pier, donde al dar un solo paso inhalo el aroma sin darme cuenta, a la espera de encontrar nuevamente ese dulce olor que la última vez inundaba la habitación.

La decepción de encontrar el rancio olor a tabaco me hacen reaccionar. No podía creer cuanto anhelaba mi olfato aquella fragancia hasta este momento, logrando fastidiarme.

–Toma asiento.

La voz áspera del viejo captura finalmente mi atención. Algo en su postura hace que un escalofrío recorra mi espalda. La imponencia de su presencia me recuerdan la posición en la que estoy jugándome la vida y por la cual estoy apuntando.

Tomo asiento en uno de los sillones oscuros pertenecientes a su mini sala, sin embargo, Pier no me sigue, por el contrario, se pasea por la sala revisando un par de documentos.

Observo detenidamente cada uno de sus movimientos, alerta ante cualquier amenaza. Paso mi mirada por la oficina, pero no logro encontrar su arma, no es hasta que centro mi vista en el bolsillo izquierdo de su gabán perfectamente colgado sobre sus hombros que la hallo.

–No te preocupes muchacho, no tengo la intención de dispararte hoy.

Suelta, observándome de soslayo a unos cuantos metros de distancia. Se había percatado de mi inquietud al igual que Einer hace unos instantes.

–Es bueno saberlo…

Respondo, sacando el arma de la Canana y posándola sobre la mesita frente mío. Un movimiento arriesgado, pero era la única forma de asegurarme que este hombre confiara en mi palabra.

El viejo suelta una carcajada al verme ponerme en desventaja, lo que me deja momentáneamente sin palabras.

–Ese es mi niño – Se acerca, sacando la pistola del bolsillo y dejándola frente a la mía – Me preguntaba si te había criado mal todo este tiempo como para traer una pistola a una simple reunión con tu padre.

Sus palabras desatan una ira incontrolable dentro de mi pecho. ¿Padre? Se atrevía a proclamarse mi padre cuando fue él quien le asesinó. Las palmas de mis manos arden por la fuerza con la que estoy intentando contenerme.

–Usted está en lo correcto – Suelto con una sonrisa – Jamás me atrevería a traicionar a mi padre.

La boca me sabe a agrio al pronunciar estas palabras. Al menos con esto logro engatusar al viejo tanto tiempo como pueda.

–Bueno, basta de conmovernos hijo, te mandé llamar porque quiero hacer un ajuste al plan de mañana.

Sus palabras desacoplan mi compostura momentáneamente. ¿a qué se refería con ajustar el plan?, cualquier alteración de esto sería ponerme contra la espada y la pared rápidamente, pero no tengo la potestad para reclamar o insistir, de lo contario tomaría ambas pistolas y me dispararía sin pensarlo dos veces.

–¿Podría saber qué ajustes desea realizar? – Le interrogo. Si me quedaba alguna ventaja sería en un marco de 23 horas.

–Claramente, por eso estás aquí – Responde, pasándome los papeles por sobre la mesa – No confío en cualquiera, lo sabes, ¿verdad?

Su pregunta hace que la ansiedad recorra mi mente sin piedad. Las posibilidades de que este hombre me haya descubierto eran de 0 a 100. Un plan arriesgado, donde ambas partes se jugaban la vida pasando por sobre un campo minado con los ojos a medio vendar, eso era lo que ella y yo estábamos haciendo.

–Estoy bastante consciente de ello, señor. ¿Cómo puedo garantizar su seguridad?

El viejo sonríe, satisfecho con mis respuestas. Algo me dice que su petición me involucraba directamente, provocando que se balancee todo lo que tenía preparado para ese día.

–Que bueno que lo preguntes. Reemplazarás a Iker en esta ocasión, en otras palabras, irás junto a mí y me protegerás de una posible traición de los francotiradores.

Es decir, “serás mi chaleco antibalas”. Su petición desata mi sonrisa interior, pues había resuelto mi mayor problema sin pedírselo, sin embargo, debía parecer contrariado, pues mi trabajo siempre se ha caracterizado por el manejo computarizado.

–No tengo ninguna objeción ante su petición jefe Pier, sin embargo, debo recordarle que siempre he estado tras las pantallas y le sería de mayor utilidad como un águila que como un escudo.

–Sabía que dirías eso, así que he traído a un experto en monitoreo y vigilancia para suplir tu papel en esta ocasión. Saluda a Brais Gallagher.

Inmediatamente, pronuncia su nombre, la puerta tras mi espalda se abre y le permite el acceso a un joven de unos 15 años, aterrado por la presencia del viejo y aún más por las pistolas sobre la mesa.

Por algún motivo hace que recuerde el día que entré al clan Miwra y sostuve por primera vez un arma. Los ojos llorosos de aquel hombre suplicando porque lo dejase en libertad aún me imploran por redención.

–Lo encontré en una sala de informática frente a su escuela. Corría el rumor de que era muy bueno en los juegos de hoy en día y en cuanto le vi manipular múltiples pantallas supe que podría cumplir esta simple misión.

–jefe. Esta es una importante “misión”, si el joven no tiene el coraje para vigilar las múltiples cámaras de la mansión Konan, no podrá informarnos de cualquier movimiento que altere el plan.

Intento con lo que está a mi alcance salvarlo de este destino, pero si conozco bien al viejo, había manipulado a Brais de alguna forma.

–¿Usted opina lo mismo jovencito?

Le interroga, encendiendo un habano a medida que tomaba una bocanada de humo. Observo a Brais tras mío, pero su rostro solo me daba a entender que estaba acorralado por Piero.

–Yo… – Se detiene devolviéndome una mirada suplicante – Puedo hacerlo si se me indica como.

Resuelve sin despegar su mirada de la mía. Suelto un suspiro, exhausto por la cantidad de tropiezos con los cuales me había estado topando desde el día que la conocí. Había lanzado el flotador salvavidas a su disposición y en su lugar había elegido ahogarse junto a mí.

–Si es así, entonces me encargaré en persona de explicarle cada detalle… pero si fallas, tendrás que enfrentar las consecuencias.

Comento, a sabiendas de que bajo mi mando tendría protección, después de todo, este plan tenía que ser efectivo cueste lo que cueste.

–Se que se llevarán muy bien. Joven Brais, te presento a Killian Inagawa. Ingresó a los catorce años a nuestro clan y por 13 años ha estado bajo nuestra tutela, si juegas bien tus cartas podrás ser como él.

El joven me observa con una ligera luz de esperanza bajo sus ojos, razón por la cual me hace odiar aún más al maldito frente a nosotros. Un hombre sin escrúpulos ni sentido de benevolencia, alguien que solo piensa en adquirir para sí mismo sin importar cuanto llegue a lastimar a quienes toma por herramientas.

–Me retiraré junto con el muchacho. Mañana estaré como su escudo en la infiltración.

Le doy rápidamente la espalda y salgo del despacho, ignorando tanto como puedo las carcajadas de Piero a mis espaldas. Brais me segué silenciosamente hasta mi oficina.

Durante el trayecto procuró tener cinco pasos de distancia conmigo, aun a pesar de que la gente a su alrededor lo miraba con sospecha y sin dudarlo le dejaban ver indirectamente las pistolas acomodadas en sus Cananas.

–Debo reconocer que tienes agallas – Suelto en cuanto ingresamos a la oficina.

Enciendo la luz de la habitación, pues debido a las pantallas me había acostumbrado a dejarla siempre apagada. Él tan solo se limita a observar en silencio el lugar.

–¿Por qué no huiste cuando te di la oportunidad?

Le interrogo finalmente. Independiente de su edad, no podía descartar que se tratase de un vigilante del viejo Piero, por lo cual debía tener sumo cuidado.

–Será peor si me resisto – Confiesa, encarándome – Tiene a mi hermano menor bajo su poder … Mi hermano tiene 13 años, pero siempre se ha metido en problemas con las personas equivocadas y terminó perdiendo mucho dinero. Para saldar su deuda no pensó en nada mejor que pedirla a la mafia, el problema fue cuando quiso pagar…

Se detiene, afectado por el recuerdo de su hermano. Ya había escuchado algo sobre esa historia. Dentro de los préstamos que el clan realizaba a civiles, una pequeña cifra se destinaba precisamente a estafar minorías, de tal forma que muchos de ellos quedaban con una deuda de vida que tenían que pagar con servicios a la mafia, entre ellos el espionaje, tráfico ilícito de materiales prohibidos en el país y demás.

Su hermano había sido embaucado fácilmente por las facilidades de dinero del clan y ahora el viejo tenía que cobrarles de una u otra forma. Suelto una risilla de fastidio al darme cuenta de cómo ese vejestorio tenía la realidad alterada.

–Así que no te encontró por mera casualidad… iba a cobrar la deuda del menor al mayor – Aclaro – Tienes suerte de que le hayas sido de utilidad, de lo contrario ustedes tendrían más problemas.

Brais alza su mirada, algo contrariado con mi último comentario, pero no es hasta que ve mi arma apuntándole que retrocede.

–¿Cómo puedo saber que no fuiste contratado para sacarme información?

Pregunto, dándole una oportunidad de que me dé razones para no dudar de sus intenciones.

–¡Espera, espera!... – Vocifera con la voz temblorosa llena de desespero mientras busca algo en el bolsillo de su chamarra. – Mira, este es el contrato…

Saca tembloroso un papel perfectamente doblado, en el cual tanto la firma del jefe como la del joven decoraban el final de la página. En él se detallaba la cantidad exorbitante de dinero que los intereses habían sumado a la deuda y la forma de pago. “Una vida por otra”. Esta frase resuena en mi mente una y otra vez, pues describía perfectamente la clase de trato que este hombre le ofreció.

Le extiendo el papel con la intención de que lo tome de vuelta. Sus manos temblorosas extendiéndose lentamente hacia mí me hacen odiarme, pues no deseaba revictimizarle.

–Si haces lo que te ordeno, ¿prometes lealtad?

Le interrogo, retirando el papel rápidamente antes de que lo tome. Sus ojos buscan los míos con agilidad, de alguna forma sabía que podía confiar en mí, así que asiente sin dudarlo.

–No deberías fiarte de un hombre de la mafia con tanta facilidad.

Contrarresto, viéndome a mí mismo en su rostro confundido. En un parpadeo la sonrisa carmesí de Laila aparecen frente a mis ojos. Así es como me veo para ella, un joven enjaulado que busca salir de este maldito hoyo.

Brais suelta una risita débil, aun temeroso de lo que podría hacer con mi arma.

–Si quisiera engañarme no me haría esa advertencia – Apunta, dándome a entender que me había vulnerado frente a él. – En todo caso, sé que usted intentó darme una vía de escape hace rato frente al jefe, no puedo dudar de usted… gracias por permitirme elegir.

Su agradecimiento me deja helado. Esta sensación era refrescante. Por primera vez había alguien que había decidido seguirme por elección propia, no por falta de elecciones, ni por amenazas, tampoco por simpatía o por costumbre.

Le extiendo nuevamente el papel a Brais, quien lo toma con una sonrisa atravesando su rostro.

–Deberías pedir un beneficio – Reparo, recuperando la compostura – Siempre ten en mente la frase “¿y yo que gano?”.

Suelto, señalándole los monitores y entregándole mi asiento a lo que el joven no duda en obedecer.

–Son demasiadas pantallas …

Murmura a medida que recorre el teclado con sus dedos. Contrario a lo que me imagino, su rostro se ilumina, extasiado por la tecnología que tenía frente a sus ojos.

–¡Ay por Dios, es una zenview command center!, es una increíble estación de trabajo avanzada diseñada para el monitoreo y control de sistemas, es ideal para seguridad informática y operaciones en la red, además esta belleza cuenta con 6 pantallas de alta resolución 4k y amplios ángulos de visión…

Espeta emocionado, observando las pantallas y sintiendo el borde de estas.

–¡¿Sabía usted que son principalmente utilizadas para supervisar información crítica en tiempo real o también para jugar o hacer streams, porque puede ser usada como una sola pantalla?! Es como tener un tv de monitor.

Le observo con una débil sonrisa escapándose de mi rostro, su reacción era digna de un fanático de los juegos en línea… era propia de un joven de 14 años.

–No te emociones, no son para jugar – Me interpongo, regresándole a la realidad – Son para aniquilar a todo el que se interponga en tu camino.

Finiquito, tomando el mouse y desplegando una pantalla de códigos, así como una plataforma multifacética, la cual, me permitía acceder a más de una infiltración al tiempo.

–Esta plataforma la creé cuando tenía siete años, la he ido complementando desde que ingresé al clan. Tiene la capacidad de distribuir códigos y encriptaciones similares a diferentes servidores…

Me detengo al darme cuenta de que era demasiada información para Brais, quien observa embelesado la plataforma.

–…Ya lo he captado, es decir que si tomo la base de encriptación y la modifico en la plataforma, puedo manipular las cámaras de la residencia en la que desean irrumpir, ¿verdad?

Su respuesta provoca que nuevamente vuelva a sonreír, sentía que tenía a mi yo de siete años a mi lado. No sería ningún problema su participación en esta “misión”.

–Quiero que desactives las cámaras de seguridad que se encuentran ubicadas en esta área.

Le indico, desplegando las cámaras de la residencia Konan, las cuales se distribuyen por todas las pantallas. Brais observa atento los números de aquella que le estoy señalando y con cuidado toma una hoja ubicada a su derecha junto con un bolígrafo, el cual había pasado por alto en mi habitación.

–Señor, pero estas cámaras no son precisamente un problema para ustedes, no entiendo por qué desea desactivaras.

Le devuelvo la mirada de soslayo y me reclino sobre la mesa del monitor, dándole la espalda a las pantallas.

–Sería un problema si queda una sola huella de mis verdaderas intenciones.

Declaro señalándole desde mi posición la habitación que debía ser su prioridad. A pesar de que apenas si conocía a este joven, estaba seguro de que no me dejaría morir, aun así no podía dejar ningún cabo suelto.

–Si esto sale mal y me traicionas, haré que te vean como mi cómplice pase lo que pase y ahora sí no tendrás salvación, ¿comprendes?

Brais me observa con la boca abierta, finalmente le estaba quitando la opción de escapar y lo estaba acorralando cual ganado.

–Jamás mordería la mano de quien me alimenta… no tenga cuidado, haré lo que me pide con todo gusto.

Responde, sonriéndome. Aun cuando mis intenciones con este comentario eran de asegurar su colaboración, también deseaba que me dejase de ver como una figura “ejemplar” dentro de los Miwra, sin embargo, era capaz de comprender que con esto su deuda quedaría saldada con el jefe del clan.

Despierto tras dos horas de sueño. El reloj marcaba las tres de la madrugada. A mi derecha se encontraba Brais profundamente dormido en la silla del monitor.

El insomnio juega un papel importante cuando eres un ser nocturno, pero el no dormir deteriora rápidamente tus capacidades mentales y físicas, razón por la cual procuraba mantenerme en un contante entrenamiento, sin embargo, esta mañana era diferente, algo me estaba empujando con fuerza hacia esa persona.

Levanto con cuidado a Brais y lo acomodo en mi cama. Me siento en la silla y me infiltro en la mansión Konan. Claramente, los subordinados estaban aún en movimiento, después de todo, el evento de esa tarde no sería cualquier cosa para ninguno de los dos clanes.

Rebusco impaciente entre cámaras hasta hallar a Laila recostada sobre una mesa, rodeada de papeles y frascos de píldoras a su alrededor. Para mi mala suerte, la resolución de las cámaras no era tan buena como para saber qué era lo que había tomado esa mujer.

La observo breves instantes, asegurándome a mí mismo que tan solo lo haría momentáneamente, sin embargo, el tiempo transcurría raídamente y mi mirada no podía desviarse de su atormentado rostro.

¿Acaso tenía pesadillas?, ¿A qué le podía temer alguien como ella? … ¿Cuál era su mayor tormento? Su rostro se torcía por instantes y su cuerpo se sacudía esporádicamente hasta que algo logra hacerla despertar.

Su mirada se pierde en el espacio en el que se encontraba hasta que logra recuperar conciencia de lo que estaba haciendo antes de quedarse dormida.

Muevo lentamente la cámara a su izquierda pero su repentina mirada me toma por sorpresa, pues no esperaba que voltease a mirar. Me sonríe como si supiera que se trata de mí y con delicadeza forma con sus labios las palabras:

...<<“you mean trouble”>>...

Suelto una mueca incrédula. Esta embaucadora no solo sabía que la estaba observando, sino que para sumarle me trata como un problema, cuando ha sido ella quien me embarcó en esta locura en primer lugar.

Algo en su sentido del humor se mezcla con mi sentido de venganza, así que me muevo rápidamente, me infiltro en su teléfono y envío un mensaje que puede leer fácilmente.

...La Venganza de Salazar: 18:07 – 18:10...

Laila piensa por unos segundos para seguidamente buscar mi pista rápidamente en su teléfono. Escucha calladamente hasta que la veo riendo frente a la pantalla de su teléfono.

–Es increíble que con esa sonrisa tan bonita sea tan caótica

Murmura Iker tras de mí, provocando que mi corazón se detenga por un segundo.

–Detesto que te metas en este lugar con tanta facilidad. ¿Qué haces aquí?

Pregunto, cerrando la pantalla con la cámara de vigilancia y el acceso a su teléfono, y por el contrario, me dedico a proyectar los planos de la mansión Konan.

–Como fui cambiado por cierta persona sentí que me debías un consuelo, así que heme aquí.

–No fue mi decisión y te recuerdo que yo también fui reemplazado.

Señalo, indicándole el joven tendido en mi cama, el cual parecía estar recuperando el sueño de semanas. De alguna forma me sorprende que haya podido dormir en la silla del monitor con tanta comodidad.

Iker observa a Brais y me devuelve esa típica mirada que solo avecinaba burlas. Lo conozco, y sé que no se quedará callado ni porque le pongan una pistola cargada en la boca.

–Ni se te ocurra – Le advierto, deteniéndolo de inmediato – Ya que estás tan desconsolado por el cambio de posición, ¿Qué te parece una pequeña venganza?

–Sabía que me consolarías – Suelta, intrigado por mi propuesta.

Volteo hacia la cama y le señalo a Brais con un ligero movimiento de cabeza a lo que Iker obedece, centrando su atención en el joven.

–Ya que fuiste retirado de esta infiltración, te dejaré hacer lo que quieras con quien intente hacerle daño a ese mocoso – Ordeno – En cuanto la noticia de mi traición se esparza, tratarán de matarlo por complicidad, además, intentarán acceder a la información que tengo en este computador.

Mis intenciones estaban más que claras. Iker debía matar a todo aquel que interfiera con el éxito de esta toma de posición. No tenía duda alguna que dentro de la mansión Miwra se formaría una revolución en contra del traidor, pero para su mala suerte, no era tan idiota como para dejar cabos sueltos a su disposición.

–¿Lo que desee? – Suelta Iker – ¿Qué hay del niño? ¿Hará lo que le pidas?

–Gana más de lo que pierde … Si llega a salir algo mal deberás sacarlo de la mansión y perderte junto con él.

La orden le parece extraña, pues me observa como si estuviera pidiendo imposibles. Desde que nos conocimos jamás he abogado por nadie a excepción de Laila y este chico.

–Mientras pueda hacer sufrir a un par de idiotas seguidores del viejo me llevaré al mocoso sin problemas.

Suelta finalmente, acompañando su respuesta con un ligero levante de hombros, como si la vida de Brais no le importara, siempre y cuando pudiese hacer de las suyas.

Dejo escapar un suspiro socarrón a sabiendas de que entre los dos, Iker era una persona más sentimental y emocional. Me levanto de la silla y tomo la pistola sobre la mesa de noche.

–¿Hiciste lo que te pedí?

Pregunto, tomando un nuevo traje de mi armario, uno diseñado especialmente para esta maravillosa ocasión. Iker asiente ante la pregunta y, con un movimiento de cabeza, me da a entender la respuesta a mi siguiente pregunta sin siquiera realizarla.

–Muy bien – Respondo, ingresando al baño privado – Será mejor que te largues, ya sabes que detesto tener tanta gente en mi habitación.

Iker suelta una risilla, burlándose de mí. Sabía la razón, claramente si quería tomar por esposa a La Durga, tenía que fingir una convivencia y a eso se sumaba tener que compartir la habitación.

Tomo una ducha rápida y me coloco el esmoquin negro, el cual consistía de una corbata gris claro, camisa blanca y un gabán negro. Me peino el cabello hacia atrás con un poco de gel y agua y me rasuro la barba de tres días que había dejado crecer por todo el proceso de planeación.

Al salir del baño encuentro a Brais sentado nuevamente en la silla frente al monitor, ya con las cámaras de vigilancia desplegadas, así como los códigos y la plataforma.

–¿Se irá ya?

Pregunta, volteando a verme. Por el aspecto de su rostro puedo entender que se le dificulta observar lo que hay alrededor tan solo con la iluminación de las pantallas, por lo que enciendo el foco nuevamente.

–Ya son las cinco de la mañana. El viejo comúnmente despierta a las cuatro para entrenar, si no soy capaz de superarlo, ¿cómo me puedo atrever a llamarme jefe del Clan Miwra?

Salgo sin más explicaciones al pasillo y me dirijo a la sala donde Piero había mandado resguardar los explosivos y armamento que requieren para lograr ingresar a la mansión de los Konan.

–¿Son una belleza, no lo crees, hijo?

Escucharle llamarme así tan temprano y sin haber ingerido una sola miga de comida hace que se me rebote la bilis, si seguía así terminaría con una úlcera antes de que logre matarlo.

–Son la mejor calidad. Será todo un placer detonar ese almacén…

Respondo observando las bombas y los dispositivos de comunicación al conjunto.

–Ah, veo que ya les echaste el ojo. Esos son para que podamos comunicarnos entre nosotros, incluyendo al joven Gallagher.

Me acerco y tomo dos de los aparatos, uno me lo coloco en el oído y lo sincronizo rápidamente con el de Brais. Si no fuera por la avaricia y experticia de este hombre, esto sería muy difícil de completar, por el contrario, me estaba dando la oportunidad perfecta para comunicarme con mi aliado.

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