El sol apenas despuntaba cuando Aelina se vistió.
Hoy no habría sedas suaves ni perlas discretas.
Eligió un vestido de terciopelo negro, con ribetes de plata. Una reina en las sombras.
"Hoy, enfrentaré a Darius delante de todo el reino. Y no cederé ni un paso."
Lucas la esperaba en la entrada. Su armadura relucía, los ojos encendidos de preocupación.
—Mi lady, el Consejo será una trampa.
Aelina le sonrió con calma.
—Lo sé. Por eso iremos preparados.
A su lado, como una sombra elegante, apareció Aurelian.
—La corte murmura —dijo con voz suave—. Dicen que habéis conjurado el propio infierno contra el príncipe.
Aelina arqueó una ceja.
—¿Os preocupa, archimago?
Aurelian sonrió.
—Me intriga. Y eso es mucho más peligroso.
Lucas fulminó al mago con la mirada, pero guardó silencio.
"Perfecto. Ambos se tensan. Ambos empiezan a moverse por mí. Así los quiero."
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El Gran Salón del Consejo era un teatro de oro y mármol.
Los lores y damas ocupaban sus tronos menores. En el trono superior, aún vacío, esperaba el asiento de Darius.
Cuando Aelina cruzó las puertas, el murmullo se alzó como un enjambre.
"Ahí está."
"La dama que humilló al príncipe."
"¿Qué planea ahora?"
Aelina avanzó sin vacilar. Lucas a su derecha, Aurelian a su izquierda.
El archimago se inclinó levemente.
—Os veréis preciosa en un juicio.
—Y peligrosa —respondió Aelina.
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El heraldo anunció:
—Su alteza real, el Príncipe Heredero Darius Valarion.
El aire se heló.
Darius entró con su habitual arrogancia.
Cabello dorado, sonrisa cruel.
Los ojos oscuros se clavaron en Aelina con odio disfrazado de cortesía.
Se sentó en su trono. Alzó la mano.
—Que comience el Consejo.
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Los temas menores desfilaron como marionetas.
Aelina aguardaba. Sabía que su momento llegaría.
Entonces, Darius habló, su voz suave como un filo.
—Antes de cerrar esta sesión, hemos de discutir... la afrenta cometida contra la corona.
Lady Aelina Valemont —prosiguió, el veneno apenas velado—, explicad ante el Consejo vuestra traición pública.
Los lores contuvieron el aliento.
Aelina se puso de pie con elegancia.
—No he cometido traición. He ejercido mi derecho como dama libre del reino. He rechazado un matrimonio forzado.
Un murmullo recorrió la sala.
Darius sonrió con fingida paciencia.
—Forzado... Qué palabra tan conveniente. ¿Acaso no fue vuestra propia familia quien suplicó por esta alianza?
Aelina sostuvo su mirada.
—En circunstancias que ya no existen. Y bajo engaños que este Consejo desconoce.
—¿Acusáis a la corona de engaño? —preguntó Darius, el tono gélido.
Aelina avanzó un paso.
—Acuso a cualquier que intente usarme como peón. Y os recuerdo, alteza, que según las leyes de Thalair, ninguna dama puede ser forzada a casamiento bajo coacción.
El silencio fue absoluto.
Darius apretó los puños en los apoyabrazos de su trono.
Antes de que pudiera responder, una voz grave se alzó.
—Lady Aelina habla con justicia.
Todos giraron. Un hombre alto, de cabello negro y ojos grises como el acero, se levantaba.
Duque Kael Dravenhart.
El señor de las tierras del norte. Poderoso, temido, imposible de corromper.
"Aquí estás... el tercero. El más difícil."
Kael habló con fría claridad.
—No permitiré que la ley sea pisoteada por el orgullo de ningún hombre, ni siquiera de un príncipe.
Darius palideció.
Aelina inclinó ligeramente la cabeza.
—Os agradezco, duque Dravenhart.
Kael la observó con una intensidad glacial.
—No lo hago por vos, mi lady. Lo hago por la justicia.
Pero sus ojos decían otra cosa. Curiosidad. Interés.
"Ya te tengo en el tablero, Kael."
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El Consejo terminó abruptamente.
Darius abandonó el salón, furioso. Los nobles se esparcieron, inquietos.
Aelina cruzaba las columnas cuando Kael se le acercó.
—Mi lady. Un consejo.
—Os escucho, duque.
El hombre la escrutó.
—Habéis ganado una batalla hoy. Pero el príncipe no olvidará. No confiéis en la piedad de los poderosos.
Aelina sonrió con un deje de desafío.
—Por eso busco aliados... de los más poderosos.
Los ojos de Kael brillaron un instante.
—Curiosa dama. Tal vez... me interese saber más.
Con un leve gesto, desapareció entre las sombras.
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Cuando Aelina regresó a sus aposentos, Lucas la esperaba.
—Mi lady, ¿estáis bien?
—Perfectamente. Hemos ganado tiempo.
Lucas bajó la mirada.
—Ese duque... no me agrada.
Aelina sonrió.
—No está aquí para agradarte, Lucas.
El caballero la miró con intensidad.
—Yo... estaré a vuestro lado. No importa cuántos hombres poderosos os rodeen.
Aelina tocó suavemente su brazo.
—Lo sé, Lucas. Y confío en ti más que en todos.
Lucas se sonrojó levemente. Aurelian, apoyado en el umbral, rió.
—Vaya... nuestro capitán es tan devoto que resulta casi entrañable.
Lucas gruñó.
—Y vos, archimago, tan serpentino como siempre.
Aelina cerró los ojos un instante.
"Todo se está moviendo. Las piezas se colocan."
Un cuervo negro golpeó la ventana. Otro mensaje.
Aelina lo tomó.
"Mañana. Al amanecer. Los Valemont serán citados a juicio ante el Consejo Judicial. Preparad vuestra defensa... o vuestra rendición."
Firmado:
Darius Valarion.
Aelina apretó el pergamino.
"Ahora viene tu verdadero ataque, Darius."
"Pero no sabes que esta vez... no caeremos."
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