Capítulo 3

Los meses se deslizaron como seda entre los dedos, marcados por el constante intercambio de cartas entre Liora y Finnian, sus palabras alimentaban la esperanza de un reencuentro cercano. Finnian describía con detalle sus esfuerzos por restaurar el Ducado de Seraphina, pintando un cuadro de progreso constante y éxito inminente, hablaba de cosechas abundantes, de la recuperación de las minas abandonadas, de la creciente confianza del pueblo en su nuevo líder, cada carta era un testimonio de su dedicación, un paso más hacia el futuro que ambos anhelaban.

Y finalmente, la noticia llegó al Ducado Elowen como un rayo de sol tras una tormenta: Finnian había logrado su cometido. El Ducado de Seraphina prosperaba, los obstáculos se habían desvanecido y el título de Duque era suyo, reconocido oficialmente por los Emperadores, con este logro, el compromiso entre Liora y Finnian se hizo oficial, sellando su destino ante la corte y el imperio.

La alegría en el Ducado Elowen fue palpable. Liora, radiante de felicidad, tomó la pluma con manos temblorosas y escribió una carta a su hermana Alaia, quien llevaba años de estudiando en tierras lejanas, pero ahora, ante la inminente boda de su hermana, no había excusa que valiera, la ceremonia se celebraría en el Ducado Elowen en dos meses, y Alaia debía estar allí.

Los preparativos para la boda se llevaron a cabo con una calma expectante, Liora se sumió en la elección de telas, la organización del banquete y la disposición de los jardines, imaginando cada detalle de su día soñado, el tiempo transcurrió rápidamente, y por fin llegó el día de la boda.

La ceremonia fue hermosa, un testimonio del amor que parecía unir a Liora y Finnian; sin embargo, una sombra de preocupación se cernía sobre el corazón de la novia. Alaia, a pesar de haber confirmado su asistencia, no había llegado, Liora intentó disipar su inquietud, aferrándose a las palabras de sus padres, quienes la tranquilizaron asegurándole que, si Alaia había prometido venir, lo haría, tal vez algún imprevisto en el largo viaje la había retrasado. Confiando en la palabra de sus padres y hermana, Liora se permitió disfrutar de la celebración, esperando que Alaia llegara, aunque fuera para la fiesta.

La noche avanzó entre bailes, brindis y risas, los invitados comenzaron a despedirse, dejando el Ducado Elowen sumido en una relativa calma, la familia Elowen, aparentemente agotada por las festividades, se retiró a sus habitaciones a descansar, pero Liora, a pesar del cansancio, no podía conciliar el sueño, la ausencia de Alaia seguía siendo una punzada en su corazón.

Impulsada por una creciente inquietud, se levantó de la cama y salió al jardín, buscando el aire fresco de la noche, la luna llena iluminaba las rosas recién florecidas, creando un ambiente de ensueño que contrastaba con la opresión que sentía en el pecho, fue entonces cuando en un rincón apartado del jardín, bajo la sombra de un viejo roble, dos figuras entrelazadas se besaban con una pasión desenfrenada, la luz de la luna reveló los rostros: Finnian y Cataleya.

El mundo de Liora se detuvo, la incredulidad la paralizó por un instante, antes de que un escalofrío helado recorriera su cuerpo. ¿Qué significaba esto? ¿Quién era esa mujer?

Finnian se separó de Cataleya, su rostro inicialmente sorprendido, pero que rápidamente se transformó en una expresión fría y calculadora. Cataleya, con una sonrisa desdeñosa en los labios, observó a Liora con una mezcla de burla y triunfo.

Liora abrió la boca para hablar, pero las palabras se ahogaron en su garganta, sus ojos, llenos de confusión y un miedo incipiente, buscaban una explicación, una negación desesperada, alguna palabra que pudiera reconfortarla, calmar el dolor que sentía en su corazón.

Finnian suspiró, como si estuviera cansado de mantener una farsa innecesaria.

- Finnian: Liora - dijo con una voz suave pero desprovista de toda calidez -, creo que es hora de que conozcas la verdad.

-Liora: ¿Finnian? ¿Qué...? – con su voz quebrada por la incredulidad.

Finnian se separó de Cataleya con una lentitud exasperante, su rostro adornado con una sonrisa fría que nunca antes había dirigido a Liora. Cataleya, apoyada en su brazo, la miraba con una altanería triunfal, sus ojos oscuros brillando con una satisfacción cruel.

-Finnian: Oh, Liora, que sorpresa encontrarte aquí. ¿No deberías estar descansando? Después de todo, ha sido un día largo, lleno de felicidad.

-Liora: ¿Quién... quién es ella? - Cataleya dio un paso adelante, su voz suave pero cargada de veneno.

-Cataleya: Soy Cataleya, la mujer que realmente ocupa el corazón de tu flamante esposo.

Las palabras golpearon a Liora como una bofetada, negó con la cabeza, sus ojos buscando desesperadamente una negación en el rostro de Finnian.

-Liora: Finnian, esto no es gracioso. ¿Qué está pasando? Nos acabamos de casar.

-Finnian: Lamento tener que ser yo quien te lo diga, mi querida Liora, pero Cataleya tiene razón. Ella es... mi verdadero amor, la única mujer que en verdad esta en mi corazón, mis pensamientos, y a quien deseo.

Liora sintió como si el suelo bajo sus pies comenzara a desmoronarse, la vida que tanto desea tener desaparecía ante sus ojos.

-Liora: ¿Tu... tu verdadero amor? ¿Después de todo lo que hemos vivido...? ¿Después de nuestras promesas?

-Cataleya: ¿Promesas? ¿De verdad creíste esas dulces palabras? Eres tan ingenua, Liora, eras simplemente una herramienta, ya cumpliste tu función, ahora ya no eres necesaria, lo entiendes…

Las lágrimas comenzaron a brotar de los ojos de Liora, empañando su visión, miró a Finnian con el corazón hecho pedazos.

-Liora: ¿Una herramienta? ¿Todo... todo fue una mentira? ¿El rescate, las cartas, nuestro amor, nuestros sueños...? por favor dime que algo de lo que vivimos fue real…

-Finnian: Digamos que fui... convincente, necesitaba recuperar mi ducado, acercarme a tu familia, tú eras la llave, la sobrina de los Emperadores, la hija del bondadoso Duque Orion. Tu afecto, tu ingenuidad... fueron increíblemente útiles.

-Cataleya: Y todo salió a la perfección, ¿no crees? Conseguiste tu título, tu ducado... y pronto, mucho más – mira la casa de los Duques.

Un escalofrío recorrió la espalda de Liora al escuchar esas últimas palabras, un presentimiento oscuro comenzó a crecer en su interior.

-Liora: ¿Mucho más? ¿A qué te refieres?

Finnian sonrió, una sonrisa carente de toda la calidez que Liora había llegado a amar, era una mueca fría, triunfal.

-Finnian: ¿No lo entiendes aún, querida Liora? Mi padre fue asesinado por la ambición de poder. Orion Elowen lo descubrió y lo entregó a los Emperadores, tu familia nos arrebató todo, me quito cualquier posibilidad de ser feliz, me obligaron a vivir en medio de la humillación de la gente. ¿De verdad creíste que lo olvidaría? ¿Qué perdonaría?

La realidad golpeó a Liora con la fuerza de un rayo, el horror se reflejó en sus ojos, sabia que no quería humillarla sola a ella y que esto a penas empezaba.

Liora: ¿Venganza? ¿Todo esto... fue por venganza?

- Cataleya: acaso no entiendes sus palabras, tú fuiste el cebo perfecto, tu amor ciego te impidió ver la verdad y ahora... ahora la trampa se ha cerrado, gracias a ti, el Ducado Elowen dejara de existir.

- Liora: ¿Qué van a hacer?

- Finnian: Lo que mi padre no pudo terminar, la familia Elowen pagará por lo que hizo, cada uno de ustedes.

Liora sintió el pánico apoderarse de ella, paralizándola, miró de Finnian a Cataleya, sus rostros iluminados por la luna, ahora distorsionados por el odio y la malevolencia. El hombre al que había entregado su corazón no era más que un monstruo sediento de venganza, y ella, en su ceguera, lo había invitado a su propio hogar. La dulce melodía de su amor se había convertido en una nota fúnebre, todo había sido una mentira, su felicidad, su futuro soñado, todo se había construido sobre una base de engaño y odio.

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